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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 236 | Noviembre 2001

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Nicaragua

PLC: ganador rotundo en las urnas y en el pacto

Con retraso y exhaustos, y aún esperando datos y cifras oficiales más detallados del Consejo Supremo Electoral, ya podemos leer en los números de que disponemos mucho de lo que expresaron las urnas.

José Luis Rocha

La política de Alcolea respondía perfectamente al estado de inercia y desconfianza del pueblo. Era una política de caciquismo, una lucha entre dos bandos contrarios, que se llamaban el de los Ratones y el de los Mochuelos (...) El cacique liberal del partido de los Ratones era don Juan, un tipo bárbaro y despótico, corpulento y forzudo, con unas manos de gigante; hombre que cuando entraba a mandar trataba al pueblo en conquistador. Ese gran Ratón no disimulaba como el Mochuelo; se quedaba con todo lo que podía, sin tomarse el trabajo de ocultar decorosamente sus robos. Alcolea se había acostumbrado a los Ratones y a los Mochuelos, y los consideraba necesarios. Aquellos bandidos eran los sostenes de la sociedad; se repartían el botín; tenían unos para otros un tabú especial... (Pío Baroja, El árbol de la ciencia). Cualquier parecido del escenario de Alcolea hace noventa años con el escenario electoral nicaragüense, es pura coincidencia.

El miedo le ganó a la desesperación

El Consejo Supremo Electoral (CSE) proclamó electos como Presidente y Vicepresidente de Nicaragua a Enrique Bolaños y José Rizo, fórmula del PLC, por 56% de los votos válidos. Daniel Ortega y Agustín Jarquín obtuvieron el 42%. El CSE registró para las elecciones del 4 de noviembre del 2001 a 2 millones 997 mil 228 inscritos, un aumento del 9% de los inscritos en el último año. Con 249 mil 24 nuevos inscritos desde las elecciones municipales de noviembre 2000 y con 576 mil 161 inscritos más que en las últimas elecciones presidenciales (1996), las elecciones del 2001 tenían de entrada potencial suficiente para generar sorpresas. Las hubo. La ventaja del PLC sobre el FSLN fue esta vez 13 veces mayor que en el 2000 y casi duplicó la ventaja con que el PLC le ganó al FSLN en 1996. Los nuevos inscritos contribuyeron a tan notable diferencia.

Los departamentos en donde más aumentaron los inscritos coinciden con los departamentos de mayor población y mayor número de inscritos: Managua (65,944 nuevos inscritos), Matagalpa (22,256), Chinandega (21,727) y Jinotega (20,620), cifras todas muy superiores al margen de ventaja que el PLC obtuvo sobre el FSLN en las elecciones municipales del 2000.

En las presidenciales era razonable esperar una modificación de la correlación de fuerzas apreciada en las municipales. Lo que pocos esperaban es que ese cambio llegara a beneficiar de forma tan contundente al PLC. En términos porcentuales, los departamentos con mayor incremento de inscritos fueron: Jinotega (14%), Río San Juan (12%) y la RAAS (11%), que fue donde el FSLN perdió de forma más clamorosa. El antisandinismo prevaleciente en estos territorios no estuvo en modo alguno ajeno al "frenesí" de empadronarse.



El analista político Arturo Cruz describió una y otra vez estas elecciones como un enfrentamiento entre el voto del miedo y el voto de la desesperación. Miedo al retorno del FSLN y desesperación por el hambre y el desempleo que las políticas y la corrupción del PLC han agravado. El sorprendente margen que le sacó ese miedo a esa desesperación, y también a la apatía política -una peligrosa opción a la que el electorado nicaragüense era proclive, como lo indicaron las municipales-, fue más allá de lo que pronosticaron todas las encuestas. En esta ocasión, del pastel de los inscritos el PLC se llevó el 40.5% y el FSLN el 30.5%.

Según una de las últimas encuestas, Bolaños tenía un 38.6% de la intención de voto y obtuvo en las urnas un 56% de los votos válidos (40.5% de los votos sobre inscritos) y Ortega rondaba el 37% y llegó al 42% de los votos válidos (30.5% de los votos sobre inscritos). Estos resultados expresan un ligero vuelco de los abstencionistas hacia el PLC, unido a un declive del voto sandinista, quizás por el efecto Armagedon: después de los sucesos del 11 de septiembre, nuevos temores a acciones de Estados Unidos contra una Nicaragua gobernada por Daniel Ortega. El temor a la guerra, a la escasez y a las confiscaciones eran previos al 11 de septiembre. Ese temor es un gen ideológico con mucha capacidad de supervivencia y que está siendo transmitido de generación en generación. Sólo una encuesta minuciosa podría haber revelado qué porcentaje de los recién inscritos en el padrón electoral heredó el gen. Y no se trata sólo de un asunto meramente generacional, porque el último paquete de empadronados incluía a personas que tenían la edad de votar desde hacía varios lustros y que probablemente se animaron -o fueron animados- a empadronarse movidos por el miedo a una victoria de Ortega.

A pesar del uso y abuso de los colores de Barbie, de la Convergencia que captó a anteriores adversarios -Agustín Jarquín, Azucena Ferrey, Miriam Argüello, Antonio Lacayo- y a miembros de alto coturno del PLC enemistados con Alemán -Sergio Quintero García y Eddy Gómez-, del bono productivo, de los esloganes almibarados -El amor es más fuerte que el odio-, el FSLN nunca ha estado tan lejos del triunfo electoral como este año. Sesenta y dos mil cuatrocientas repeticiones no hacen una verdad, como postulaba un personaje de Un mundo feliz de Aldous Huxley. Y aunque hubo muchos cambios en el FSLN, no hubo el cambio más esperado: el cambio de candidato. La permanencia de Daniel Ortega era un mal presagio que anunciaba que cualquier otro cambio sólo sería cosmético.



Ganó el PLC a pesar de la crisis del café, de la hambruna desatada en varias zonas rurales, de la corrupción, de las quiebras de bancos, de la inversión social languideciente, de los diariamente denunciados megasalarios de altos funcionarios liberales, del pacto para distribuirse con el FSLN poderes que aún obraban en manos de otras fuerzas políticas a las que ansiaban neutralizar. Ganaron los liberales a pesar de la patanería con que el Presidente Alemán trató a diplomáticos, periodistas, opositores y correligionarios disidentes.

Ganó con el descarado apoyo del embajador estadounidense Oliver Garza, quien llegó al extremo de acompañar a Bolaños en una gira para distribuir ayuda a los campesinos damnificados por la sequía, para que no quedaran dudas de que le daba el espaldarazo a Bolaños, un hombre-símbolo del antisandinismo, no sólo por su habitual discurso confrontativo sino por su trayectoria en los años 80 al frente del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP). Quedó claro que las declaraciones y actividades de Oliver Garza fueron mensajes dirigidos a los nicaragüenses con parientes que residen y trabajan en los Estados Unidos y que reciben esas remesas en dólares que tan vitales resultan para la sobrevivencia de sus familias y para cubrir la brecha comercial del país.

Pacto: estrategia errada con frutos amargos para el FSLN

Elemento muy importante para entender mejor el desarrollo y los resultados de estas elecciones es el colapso del Partido Conservador (PC). Como pieza central de su estrategia en el pacto con Alemán, el FSLN impulsó reformas constitucionales que allanaran sus posibilidades de triunfo en una primera vuelta. El FSLN sabía que sólo tenía oportunidad de salir airoso en una primera vuelta, con el voto antisandinista dividido. El desplome de los conservadores -tras luchas intestinas quizás abonadas con financiamiento externo- trajo a la primera y única vuelta el temido escenario de una segunda vuelta -"todos contra el FSLN"-, precisamente el escenario que el FSLN procuró denodadamente evitar.

No hay duda de que los pilotos suicidas del Partido Conservador, estrellados contra las viejas estructuras de su propio partido, produjeron el desplome de tan anacrónica organización, apenas apta para un museo histórico. En el hipotético caso de que Noel Vidaurre hubiera continuado como candidato a Presidente del PC, y hubiera mantenido el 16.5% de intención de voto que le calculó una encuesta realizada en febrero 2001, el FSLN tal vez hubiera encontrado en su camino la victoria, aun cuando no puede descartarse que hubiera podido cundir el pánico a última hora activando una súbita migración de votos del PC al PLC.

El gen miedo probó su poder. Mientras el PC, que ya venía sufriendo un desgaste por sus visibles luchas intestinas, redujo su popularidad de 13.3% a 4.5% entre junio y agosto 2001, Bolaños se alzaba sobre esos escombros, creciendo en popularidad en ese mismo período de 28.8% a 38.6%. Si el voto sandinista fue un voto cautivo y disciplinado, no lo fue menos el antisandista, como puso en evidencia la sucesión de encuestas realizadas en las últimas semanas en que los nicaragüenses dispuestos a jamás votar por Daniel Ortega se mantuvieron casi siempre en un 40%.

El FSLN se ha negado a declararse derrotado y ha querido ver avances y triunfos en los 363 mil 438 votos más que recibió, en comparación con los de 1996 y en los 297 mil 496 votos más que obtuvo en relación con los que obtuvo en las municipales del 2000, aumentos que representan un 66% y un 48% de incremento respectivamente. Pero el crecimiento del PLC respecto a esos dos comicios fue mucho mayor: 530 mil 421 y 579 mil 998 votos respectivamente: 77% y 91% de incremento. Todos estos incrementos no guardan proporción con el aumento de los inscritos, del 24% entre 1996-2000 y del 9% entre 2000-2001. Sí expresan estos incrementos en qué medida el FSLN y el PLC se beneficiaron de la exclusión de cualquier otra opción política, entrando a saco en un electorado acorralado ante un menú de sólo dos platillos. También reflejan los incrementos cómo el fruto del pacto resultó finalmente muy amargo para el FSLN, al no poder explotarlo en la medida calculada.



Como muestran los gráficos, el PLC ha consolidado su electorado. Aunque ya no se presentó como Alianza Liberal, en el 2001 obtuvo una participación porcentual mayor sobre el número de inscritos. Amplió la brecha de ventaja sobre el FSLN: en 1996 estuvo 8 puntos sobre el FSLN, ahora estuvo 10 puntos por encima. Los resultados de las elecciones municipales del 2000, cuando ese margen fue de apenas un punto, alimentaron en la cúpula del FSLN la esperanza de que estaban más próximos que nunca de regresar al gobierno. Pero, como ya habían mostrado las elecciones de 1996 -cuando la Alianza Liberal obtuvo un considerable volumen de votos más en la boleta presidencial que en la boleta para alcaldes-, las elecciones presidenciales extreman la polarización. Y la polarización ha beneficiado ampliamente a los liberales.

En las elecciones municipales del 2000 el PLC apenas superó al FSLN en 18 mil 944 votos. A partir de estos resultados, el FSLN calculó que con sus organizados y eficientes "comandos electorales", con una buena campaña y con una adecuada dosis de propaganda sobre la corrupción del gobierno liberal tenía la victoria asegurada. Ni en sus pesadillas más dantescas pudieron concebir los activistas de la campaña sandinista que el PLC los superaría por 301 mil 446 votos, un repunte enteramente desproporcionado al incremento de los inscritos. Mientras entre 1996-2001 el número de inscritos a nivel nacional creció sólo en un 9%, la canasta de votos liberales lo hizo en un 91% y el margen de ventaja sobre el FSLN aumentó en un 124%. Este impresionante ascenso sólo ha sido posible por la cancelación de otras opciones partidarias y por la considerable mengua del abstencionismo, aliado fundamental del FSLN en los comicios municipales del 2000. Con el pacto que aniquiló el pluralismo político, el FSLN abonó una polarización que sólo fortaleció al PLC y que no le permitió engullirse la cuota esperada de electores privados de alternativas.



¿Votos cruzados?

Las elecciones presidenciales crean un escenario donde el voto se polariza y disminuye el abstencionismo. Por eso, cuando se realizan simultáneamente con otras elecciones se convierten también en una oportunidad para "cruzar" el voto. En las dos últimas elecciones, el PLC ha sido el partido más afectado por el voto cruzado. En estas elecciones, el PLC atrajo 83 mil 987 votos menos para su plancha de diputados que para su fórmula presidencial. Para el FSLN, con un electorado más disciplinado -y quizás menos abierto a cualquier otra opción-, esa diferencia fue menor: 14 mil 163 votos se le "cruzaron", sólo un 1.5% de los votos "traicionó" a la plancha de diputados danielistas.

Ganadores y perdedores con los "cruces" de votos

Los conservadores fueron quienes más se beneficiaron del voto cruzado. El PC, que consiguió sólo 29 mil 933 para su fórmula presidencial, alcanzó 105 mil 130 votos para sus candidatos a diputados departamentales. Pero esos 75 mil 197 votos cruzados, muy significativos para los conservadores porque representan el 251% de los que acopió su fórmula presidencial, son una cifra inferior en 22 mil 953 votos a los votos que por el cruce perdió el PLC y el FSLN. Y esto no sólo se explica por la participación en el Atlántico -con escasa absorción de votos- de YATAMA y PAMUC, porque algo semejante les ocurrió con sus diputados nacionales y para el PARLACEN.

Un sector del electorado, el 7% de quienes votaron a favor de Bolaños, decidió castigar a la plancha de diputados seleccionados no por Bolaños, sino por Alemán. Y a otro sector de electores que decidieron que el FSLN no debía ganar -por eso votaron por Bolaños-, no les merecía confianza ninguna de las planchas de diputados. Muchos electores conservadores de pura cepa no quisieron votar por una fórmula presidencial que de antemano sabían perdedora y que sólo podía incrementar las posibilidades de victoria del FSLN si se dividía el voto antisandinista. Sin embargo, el considerable mayor acopio de votos que el PC consiguió para sus dipu-tados no fue suficiente más que para garantizarle un diputado por Managua, y no pudo impedir que el PC perdiera su personería jurídica, veredicto que el CSE toma exigiendo un mínimo del 4% de los votos en la boleta presidencial.

Analizando las elecciones de 1996, en las que simultáneamente se realizaron votaciones para Presidente y Vicepresidente, para diputados, alcaldes y concejales, encontramos que en el 2001 el voto cruzado no fue en modo alguno -y como primeros análisis afirmaron- una novedad política. En los comicios de 1996 hubo -como era de esperarse- muchos más cruces que ahora. Porque participaron más partidos políticos, y entre ellos las asociaciones de suscripción popular, que arrastraron un caudal de votos nada despreciable, especialmente en el municipio de Managua.

En 1996, la Alianza Liberal obtuvo 209 mil 765 votos menos en la votación para alcaldes de los que captaron sus candidatos a la Presidencia. Aunque menos afectado, el FSLN también sufrió con el "voto cruzado", una disminución de 112 mil 930 votos. Los candidatos a diputados de la Alianza Liberal también cosecharon 106 mil votos menos que sus candidatos a Presidente y Vicepresidente.

Estas diferencias expresaban el efecto redistributivo de votos entre varios partidos pequeños que fueron excluidos de las elecciones del 2000 y del 2001 por las reformas hechas a la Ley Electoral por el pacto. En 1996 la plancha de diputados del Movimiento Renovador Sandinista (MRS) obtuvo 15 mil 124 votos más que su fórmula presidencial, acopio que también fue superado por sus candidatos a alcaldes en 16 mil 104 votos. La plancha de candidatos a diputados del PRONAL atrajo 31 mil 391 votos más que su fórmula presidencial.

En esta redistribución tuvo un peso muy significativo el municipio capitalino, donde las asociaciones de suscripción popular Viva Managua -del ahora plegado al PLC, Pedro Solórzano- y Movimiento Sol -del actual alcalde de Managua por el FSLN, Herty Lewites- captaron muchísimos votos: 98 mil 424 y 46 mil 963 respectivamente.

En las elecciones del 2001 el voto cruzado tuvo menos peso, como menos variedad tuvo el arcoiris electoral, prácticamente de sólo dos colores. En 1996 los candidatos a alcaldes de la Alianza Liberal tuvieron un 31% menor de votos que la fórmula presidencial. Esa cifra llegó al 15% en el caso de los diputados. El FSLN se vio menos afectado en su plancha de diputados, pero el voto cruzado castigó a sus candidatos a alcaldes con un 20% menos de votos. En el 2001, el PLC fue afectado por el voto cruzado en un 7% y el FSLN sólo en un 1.5%. Este alineamiento de "fila india" era lo que buscaba el pacto.





Dónde captó más votos el FSLN y dónde más el PLC

El FSLN sobrepasó únicamente en votos al PLC en los departamentos de León, Chinandega y Estelí. Y en el caso de León, a pesar de ser cantera histórica del FSLN, lo hizo por poco más de 6 mil votos. En el resto de departamentos, el PLC superó al FSLN, y sólo en Carazo y en Madriz lo hizo con un margen inferior a los 6 mil votos. En algunos departamentos la ventaja fue amplísima: Masaya (20,234 votos más), Jinotega (28,365), Boaco (29,486), Chontales (31,195), Matagalpa (42,490), Managua (52,423) y la RAAS (58,062), resultados muy alejados del tan pronosticado taco a taco. En cada uno de los departamentos citados, el PLC obtuvo bastante mayor ventaja sobre el FSLN que la que había obtenido a nivel nacional en todos los municipios en las elecciones municipales del 2000.

Los departamentos de mayor captación de votos en términos absolutos para el PLC fueron: Managua (302,688), Matagalpa (125,942), RAAS (81,879), Chinandega (78,027) y León (77,766). Aunque con una ligera variación, esta distribución coincide con la ubicación de los departamentos en orden descendente conforme al número de inscritos. Donde el FSLN captó más votos fue en Managua (250,265), León (83,924), Matagalpa (83,452), Chinandega (82,994) y Masaya (52,979).

La Región Autónoma del Atlántico Sur (RAAS), que ocupa el quinto lugar en número de inscritos, aparece en el décimocuarto lugar como fuente de votos para el FSLN. Las pésimas políticas aplicadas por el FSLN en esta región durante la década de los 80, convirtiéndola en un purgatorio donde los funcionarios sandinistas más nefastos eran enviados a expiar todo tipo de faltas, están cosechando lo que entonces sembraron.



La represión a que fueron sometidas las organizaciones de la RAAS en los 80 provoca que sus habitantes se vuelquen hacia el PLC para evitar el retorno al poder de los mestizos rojinegros. Algo semejante le ocurre al PLC en Puerto Cabezas y la Región Autónoma del Atlántico Norte (RAAN), que ocupando el octavo lugar en volumen de inscritos, ocupa el puesto décimoquinto como proveedor de votos para el PLC. En este caso pesa, más que ningún otro factor, el abstencionismo de la zona, que afecta, elección tras elección, a todos los partidos: a liberales y a sandinistas y también a los partidos regionales. Pero también se trata de un castigo al PLC, que durante las elecciones de Consejos Regionales restó espacios a los partidos de la zona y, en contubernio con el FSLN, impidió su participación en las municipales del 2000.

Para encontrar cuáles son los departamentos más liberales y sandinistas es preciso medir el peso porcentual del voto liberal y del voto sandinista. En los gráficos de la página 23 los departamentos están ordenados de mayor a menor peso en acopio de votos sobre número de inscritos en las elecciones del 2001. Pero las barras incluyen también el acopio porcentual de las elecciones de 1996 y del 2000. Donde las barras siguen un perfecto orden descendente puede presumirse un patrón constante de predilección. Las disparidades reflejan cómo han variado las preferencias en cada comicio. El PLC se ha visto más afectado por esas oscilaciones. Los votos del PLC han sido más variables y menos ajustados a una constante. La base cautiva del FSLN ha garantizado un claro patrón de voto.

Los departamentos más liberales, según el porcentaje de inscritos que votaron por el PLC, son Chontales y Boaco (54%), Matagalpa (49%), la RAAS (46%) y Jinotega (45%), departamentos donde en la década de los 80 el gobierno sandinista afectó a muchos campesinos con expropiaciones y abusos de poder y donde se desarrolló con crudeza la guerra. Era justo el temor de la población a que el FSLN intentara reeditar las tragedias del pasado. Los departamentos menos sandinistas son los que más optaron por el PLC: Chontales, la RAAN, Boaco y la RAAS. Los departamentos menos liberales fueron: Estelí (35%), León (34%), Chinandega (33%) y la RAAN (27%). Salvo la RAAN, éstas han sido tradicionalmente plazas fuertes del FSLN. En la RAAN resulta siempre ganador el abstencionismo.

Los departamentos más sandinistas fueron: Madriz (39%), Estelí (37%), Nueva Segovia y León (36%), y Chi-nandega (35%). Desde siempre, estas regiones han sido minas de votos para el FSLN. Sin embargo, cabe observar que, salvo Estelí, en estas elecciones incluso los departamentos más sandinistas fueron más liberales que sandinistas. Y que mientras el FSLN no supera el 37% de votos sobre inscritos más que en un único departamento, el PLC sólo está por debajo de ese 37% en cuatro departamentos.

También interesa conocer el incremento porcentual de uno a otro comicio. Entre 1996 y el 2001 hubo departamentos donde la importancia del PLC levantó vuelo significativamente: en la RAAS y Matagalpa con 20 puntos más, en Managua y Nueva Segovia con 17 puntos más, y en Boaco y Río San Juan con 16 y 14 puntos más respectivamente. De las elecciones del 2000 a las del 2001 los incrementos más notables para el PLC estuvieron en Chontales y Boaco, donde subió 30 y 27 puntos porcentuales respectivamente y en Masaya, Managua y Matagalpa, donde creció 22, 21 y 20 puntos respectivamente.

Los incrementos del FSLN han sido mucho menos espectaculares. Si entre las elecciones de 1996 y las del 2001 el PLC aumentó más de 10 puntos porcentuales en 10 departamentos y en 3 de ellos aumentó más de 17 puntos, el FSLN sólo consiguió aumentar más de 10 puntos en Matagalpa, Managua y Jinotega con incrementos de 14, 13 y 11 puntos respectivamente. Y disminuyó su peso en la RAAS. Pese al notable abstencionismo de las elecciones del 2000, claramente superado en las elecciones del 2001, entre ambos comicios el FSLN únicamente aumentó su captación de votos en más de 10 puntos porcentuales en Chinandega con 13, Masaya con 12 y Granada con 11.

Sin tener los datos del CSE, podemos afirmar que el voto urbano no favoreció al FSLN tanto como se esperaba tras los resultados de las municipales. Ni siquiera en Managua, donde el alcalde sandinista Herty Lewites se ha convertido en el alcalde más fotogénico y simpático de la historia de la capital. En las ciudades -Managua a la cabeza- la gente optó por la estabilidad. Sin embargo, el FSLN captó en Managua un mayor porcentaje de votos válidos que los que obtuvo en el 90 y en el 96, lo que indica que mantiene e incrementa su masa cautiva, aunque ésta sólo le permitiría ganar en un escenario pluripartidista. Aún sabiéndolo, el FSLN decidió, con el pacto, jugar a la política contraria: disminuir el abanico de opciones y medir fuerzas con el rival más grande. Craso error.

Un abstencionismo normal

Al comentar el nivel de abstencionismo, debemos hacer una importante salvedad. Inexplicablemente, declaraciones oficiales de ganadores, perdedores, observadores internacionales y autoridades electorales, afirmaron unánimemente que la abstención se había reducido tanto en estas elecciones que no llegó ni al 10% del padrón. Sin embargo, con el padrón de inscritos y los números del CSE en mano esta afirmación queda desmentida o seriamente cuestionada. ¿Padrón real o padrón virtual? No lo sabemos. Como en este país de lo efímero que es Nicaragua, nadie volverá a dar cuenta de esta contradicción para hallar una explicación válida y modificar o matizar los primeros análisis, dejamos constancia de ambas perspectivas: en los párrafos siguientes el análisis parte de que la abstención tuvo un nivel normal, aunque se redujo respecto a las elecciones municipales. Y en el artículo anterior, el análisis parte de que la participación fue excepcionalmente masiva.

Fueron 835 mil 15 ciudadanos los que no votaron y los que anularon su voto, por error o por opción. Representan el 28% de los inscritos. Esta cifra fue considerablemente menor que en el 2000, cuando abstencionistas y votos nulos representaron el 44%, pero fue casi 4 puntos porcentuales superior a la abstención de 1996. No fueron, por tanto, éstas las elecciones que mayor reconocimiento han dado a los partidos en contienda.

Las encuestas pronosticaban un volumen mayor entre abstencionistas e indecisos. Tomando en cuenta que los resultados de las elecciones asumen como abstencionistas a muchos nicaragüenses que residen en el exterior y que no pudieron ejercer su derecho al voto, la muestra de las encuestas debería haber contenido menos potenciales abstencionistas que el padrón electoral. Por tanto, el porcentaje de abstencionistas de las encuestas debería haber sido inferior al de personas que no votaron. Si no lo fue, eso significa que el cálculo fue aún peor de lo que a primera vista parece, o que a última hora un alto número de indecisos y abstencionistas se decidieron a votar.

El miedo demostró ser un efectivo motor de la historia. Sacudió la apatía política, un virus que por el pacto y otras decepciones estaba poniendo en cuestión el funcionamiento del sistema aunque, por inducido, se integraba perfectamente a su funcionamiento.

Dónde hubo más abstención

Los departamentos más abstencionistas fueron la RAAN (51%), la RAAS (40%), Río San Juan (35%), Rivas (32%) y Chinandega (31%), los dos últimos departamentos que se han tornado abstencionistas en las últimas dos elecciones, a diferencia de los tres primeros, donde el abstencionismo ha predominado y ha venido creciendo. Matagalpa, en cambio, que ocupó un cuarto lugar en abstencionismo en 1996, en las elecciones del 2001 se colocó como el segundo departamento más participativo con apenas un 17% de votos nulos y abstencionistas. Del 2000 al 2001 su abstencionismo disminuyó 22 puntos. En este mismo período, Jinotega disminuyó su abstencionismo en 15 puntos.

Hay que notar que ambos departamentos fueron severamente castigados por la crisis del café y en vísperas de las elecciones fueron escenario donde desplazados laborales de las fincas cafetaleras demandaban comida y trabajo. Muchos pensaron que castigarían al PLC por la hambruna y sus desgracias. Sin embargo, pudo más la memoria. También allí la guerra de los 80 causó heridas que no acaban de cicatrizar. De ahí que los puntos de disminución del abstencionismo coincidan casi exactamente con los puntos porcentuales con los que el PLC incrementó su acopio de votos. Pudo más el miedo que el hambre. Con respecto a las elecciones del 2000, el abstencionismo disminuyó en todos los departamentos y en nueve de ellos lo hizo en más de 15 puntos. Pero en relación a las elecciones de 1996, el abstencionismo creció en todos, excepto en Matagalpa, Jinotega, la RAAS y Nueva Segovia.





Los votos nulos -en ocasiones una forma de abstencionismo más militante o de "abstencionismo cruzado"- siempre se han expresado más en la elección de diputados al Parlamento Centroamericano (PARLACEN), señal inequívoca de la escasa credibilidad que a los electores merece este organismo regional, percibido por muchos como lejano, inoperante y muy costoso. En 1996 se contabilizaron un total de 91 mil 587 votos nulos (4.95%) en la votación para Presidente y Vicepresidente, y esa cifra se disparó a 117 mil 506 (6.39%) en la elección de diputados al PARLACEN. En el 2001 no fue así: la boleta de los diputados nacionales fue la que concitó el mayor grado de apatía: las planchas de diputados nacionales obtuvieron 12 mil 769 votos menos que las fórmulas presidenciales. También los candidatos a diputados por departamentos atrajeron 8 mil 294 votos menos, pese a la participación adicional de YATAMA y PAMUC, los dos partidos de la Costa Atlántica.



Una Asamblea Nacional a dos colores

La Asamblea Nacional quedó teñida casi exclusivamente por dos colores: el rojo "sin mancha" del PLC y el rojinegro del FSLN, matizados de forma insignificante por el verde de un único diputado del Partido Conservador. La elección de diputados por departamentos premió claramente al Partido Liberal debido a la forma de hacer los cálculos y asignación de curules establecida en la Ley Electoral reformada por el pacto.

Aunque el PLC obtuvo el 53% de los votos válidos y el FSLN consiguió el 42% y el PC casi el 5%, las proporciones de diputados departamentales asignadas a estos partidos fueron de 58.6%, 40% y 1.4% respectivamente. De modo que de los 70 diputados que se eligen por departamentos, 41 diputados correspondieron al PLC, 28 al FSLN y uno al Partido Conservador, único diputado que obtuvo este partido en Managua, donde los capitalinos le concedieron 36 mil 508 votos, 26 mil 120 votos más de los que depositó el total del electorado a favor de la fórmula presidencial del PC.

Managua representó el 35% de los votos del Partido Conservador, tanto en su fórmula presidencial como en su plancha de diputados. Para los otros partidos Managua fue menos decisiva: representó el 25% y el 28% de los votos del PLC y del FSLN respectivamente. Considerando que Managua absorbe al 26% de los inscritos en el padrón electoral, es obvio que el Partido Conservador supo sacar sobresaliente provecho de esta plaza fuerte, y del voto cruzado, en gran medida por efecto de la constante denuncia en los medios de comunicación de los desmanes causados por el pacto liberosandinista y por el énfasis de la campaña del Partido Conservador en presentarse como única alternativa a ese pacto. Sin duda, también por la debilidad del Partido Conservador para montar una mejor campaña en zonas rurales, carente de recursos financieros y de un adecuado tendido organizativo.

El voto antisandinista de las zonas rurales, antes más multicolor, se ha ido tiñendo del rojo liberal. Mientras se siga viendo en el PLC al único aparato partidario suficientemente consolidado para enfrentar al FSLN, continuará reforzándose el peso de ese partido en la Asamblea Nacional a costa del pluralismo político.

Diputados rojos y diputados rojinegros

El PLC superó al FSLN en número de diputados en todos los departamentos, salvo en Estelí, Chinandega, León, Madriz, Nueva Segovia, Masaya y Rivas. El FSLN sólo superó al PLC en Estelí, uno de sus tradicionales bastiones políticos. El FSLN no obtuvo un solo diputado en Boaco, la RAAS y Río San Juan, departamentos donde desde las elecciones del 90 no logra levantar cabeza. No obstante las predicciones de varios gurús de la política nacional, en Matagalpa el PLC consiguió 4 diputados, contra 2 del FSLN. Matagalpa ha sido el escenario más dramático de la crisis cafetalera, donde miles de desempleados rurales fueron lanzados hacia las ciudades en busca de alimentos. En la movilización de estos desempleados los analistas veían un seguro voto en contra de las políticas aplicadas por el PLC en el gobierno para salvar a los productores cafetaleros. Pero el hambre mostró no tener color político, y la opción de voto fue activada por resortes más estructurales, históricos o emocionales.



Partidos costeños

Los partidos regionales de la Costa Atlántica obtuvieron una mínima cantidad de votos: 3 mil 520 el PAMUC y 11 mil 139 YATAMA. No consiguieron un solo diputado. YATAMA ha sido el partido más fuerte de la Costa Atlántica, con una larga tradición que lo convierte en heredero de movimientos étnicos previos. Pero siempre se ha caracterizado por estar compuesto por muchas facciones, a veces en pugna unas con otras, por no presentar un programa atractivo con el que la población costeña se pueda identificar, y por el escaso arrastre de algunos de sus líderes y el oportunismo de otros, que cocinan alianzas que luego no cuentan con el respaldo de los Consejos de Ancianos.

A esto se añade la tradicional desconfianza de los pobladores de la Costa Caribe hacia las instituciones de "los españoles" del Pacífico y el nulo poder que puede alcanzar un partido sin posibilidades de influencia en el Ejecutivo en un país tan marcado por el presidencialismo y el centralismo. El resultado ha sido el progresivo declive de YATAMA y el desistir de articular otras opciones.

Perdió el pluralismo político

En las diputaciones nacionales el PLC ganó 11 y el FSLN consiguió 9. A éstos y a los diputados departamentales se suman Daniel Ortega -por la Ley electoral que concede diputación al candidato del partido del segundo lugar-, y Arnoldo Alemán -por efecto del artículo 133 de la Constitución reformada por el pacto-. En total, serán 53 diputados del PLC, 38 del FSLN y 1 del PC. El PLC tendrá en la próxima Asamblea 11 diputados más. El FSLN habrá colocado sólo 2 diputados más, respecto a los que tenía en el Parlamento que concluye en 2001, lo que representa una muestra más de que el pacto benefició rotundamente al PLC.

El gran perdedor es el pluralismo político. Mientras la nueva Asamblea sólo dispondrá de un diputado no liberosandinista, la Asamblea saliente contó con 15 diputados jurídicamente no ubicados ni en las filas del PLC ni en las del FSLN. Sin embargo, la evolución de la coyuntura podría depararnos episodios inesperados donde la aritmética actual de las dos bancadas podría cambiar mucho. En la práctica, podrían generarse varias bancadas y subgrupos y muchas más combinaciones y permutaciones en las alianzas tácticas: los incondicionales de Arnoldo Alemán, los tibios advenedizos del PLC, los vendibles a las opciones más poderosas, los del Camino Cristiano Nicaragüense -aliados del PLC e insertos en su plancha- que ya empiezan a tomar distancia en una tardía lucha por su identidad... ¿Hacia dónde se moverán -si se mueven- los diputados danielistas del FSLN? El presidencialismo imperante en Nicaragua podría servir de agente catalizador para que Bolaños encuentre fisuras explotables entre los presuntamente fieles diputados seleccionados por el dedo de Alemán. Menos posibilidades de diversificar posiciones tiene la bancada sandinista, compuesta monolíticamente por incondicionales de Daniel Ortega. En caso de que se conformara una segunda fuerza de oposición, estaríamos a las puertas del sepelio del FSLN.

¿Cuántas mujeres diputadas?

La nueva Asamblea tendrá un mejor balance de género. Habrá en ella 20 diputadas, casi el 22% del total de parlamentarios. La actual Asamblea Nacional, elegida para el período 1997-2002, contó con 10 diputadas (11%). Ahora, el PLC presentó un 25% y un 16% de mujeres como candidatas a diputadas nacionales y departamentales respectivamente. Pero sólo una de sus candidatas aparecía en los primeros cinco lugares de la plancha nacional, en lugares ganadores.

El FSLN actuó con mayor equidad, al menos numéricamente: mantuvo un uniforme 30% de mujeres en las listas de candidatos nacionales y departamentales, y concedió espacio a 2 mujeres en los primeros cinco lugares de las listas de diputados nacionales y a 2 en esos lugares en la lista para el departamento de Managua.

El PC presentó apenas un 25% de candidatas en ambas planchas, pero a ninguna de ellas en los primeros cinco puestos, aun sabiendo, por las encuestas, que no podrían obtener, en el más favorable de los escenarios, sino un máximo de cinco escaños. Su único diputado es un varón. Sólo 6 -apenas el 11%- de los 53 diputados del PLC son mujeres. En cambio, el FSLN tiene 14 diputadas, el 37% de su bancada. Las diputaciones femeninas obtenidas por el PLC estuvieron muy por debajo de su propuesta, así como las del FSLN sobrepasaron la proporción de la propuesta, porque había más mujeres en lugares ganadores en el FSLN que en el PLC.

Equidad de género: un reto

De los 20 diputados nicaragüenses que actualmente integran el PARLACEN, 8 (40%) son mujeres. Únicamente la plancha del FSLN mantuvo esa proporción, ubicando además a 3 de sus postuladas en los primeros cinco lugares. El PLC, en cambio, únicamente presentó 5 candidatas (25%) y sólo una de ellas iba en uno de los primeros cinco lugares. La propuesta del PC fue aún menos generosa con las mujeres: 4 candidatas (20%) y ninguna de ellas en los primeros cinco lugares. Pero si en estas elecciones las mujeres duplicaron su presencia en la Asamblea Nacional, la redujeron a la mitad en el PARLACEN.

Resultaron electas 4 diputadas al PARLACEN, 1 del PLC y 3 del FSLN. La proporción descendió, por tanto, del 40% al 20%. Puesto que sólo el 9% de los diputados al PARLACEN del PLC serán mujeres y que en el caso del FSLN esa proporción llegará al 33%, podemos inferir que el PLC había reservado para las mujeres espacios perdedores. Desafortunadamente, la preocupación por mantener un numérico balance de género sigue siendo punto importante únicamente en la agenda del partido que mantiene un discurso de izquierda. En este sentido, hay que destacar como un avance el hecho de que los estatutos del FSLN establezcan el sistema de cuotas para garantizar una más equitativa representación femenina.

Tercer strike: ponchado

Los resultados de las elecciones del 4 de noviembre aceptan múltiples lecturas, y para ello hay hermeneutas a millares. En positivo, podrían representar una oportunidad de renovación para el liderazgo sandinista y una ocasión para que el FSLN despliegue las potencialidades de una Convergencia que tejió con premura al son de las últimas campanadas electorales. Es hora de que Daniel Ortega acepte que al tercer strike está ponchado y que debe ceder espacio a otros líderes.

Otra lectura: los resultados expresaron el deseo de seguir adelante buscando estabilidad y por eso, son una oportunidad para que desde el Ejecutivo se logre debilitar a la desestabilizadora cúpula alemanista que controla al PLC. No es casual que al día siguiente de las elecciones comenzaran a llover a cantaradas las evidencias que implican a Alemán en el escándalo de "los checazos", información que no apareció antes para no perjudicar la campaña del PLC. Neutralizando a Alemán, se cortarían también alas al sector más corrupto del FSLN, que tan cómodamente negocia con él. El mejor indicio de una renovación en el PLC estará en la conformación del gabinete que acompañará a Bolaños.

Un espaldarazo a la sociedad dual

En negativo, los resultados de las elecciones son un espaldarazo a la sociedad dual: que sigan las cosas como están, unos haciéndose cada día más pobres y otros en un mundo que aunque no es el primer mundo comparte algunos de sus rasgos: telefonía satelital y celular, altos salarios, casas en la playa, últimos modelos de automóviles, shopping centers, etc., etc. El resultado de las elecciones también puede reforzar la contumacia de Daniel Ortega y es posible que el FSLN, como suele, aprenda algo de los errores del pasado -de ahí el giro estratégico hacia el discurso conciliador con el que Ortega aceptó su derrota-, pero no aprenda nada de los errores del presente.

Lo que provoca rechazo no sólo es el candidato, sino el conjunto del liderazgo y el estilo de ese liderazgo. La Convergencia no fue creíble porque durante estos diez años del FSLN se han ido desgajando políticos, mujeres, intelectuales y campesinos que no encontraron al interior del partido ni un mínimo respeto ni un mínimo espacio para exponer sus discrepancias. Y el FSLN los marcó, los fustigó, los desprestigió, los calumnió sin piedad ni mesura. Durante diez años, la consigna se transformó: Sólo los sumisos llegarán hasta el final. Los aliados de la Convergencia ni siquiera obtuvieron diputaciones. No negociaron con miras al escenario de una derrota. El pacto se demostró un rotundo fracaso para el FSLN. Su más amargo fruto será el entronizamiento de Arnoldo Alemán en la Asamblea Nacional, incluso presidiéndola. El FSLN había convencido a sus bases de que el pacto los llevaría a la victoria, y su saldo sólo han sido números rojos -sin mancha- para la cuenta electoral del FSLN. Desafortunadamente, la intervención de los Estados Unidos atizando el miedo y apoyando explícitamente a Bolaños, facilitará a la cúpula del FSLN vender a sus bases estos hechos como "razón" del fracaso y así evadir responsabilidades.

En negativo, los resultados posibilitan un peligroso matrimonio: el del sector más poderoso de la empresa privada con el Estado. ¿Es tan conveniente -como ha sido aplaudido- que Bolaños, "el hombre" de la empresa privada, se siente en la silla presidencial? El Premio Nobel de Economía Milton Friedman, a quien difícilmente se puede clasificar como izquierdista, escribió en su obra más popular que la combinación de poder político y económico en las mismas manos es una receta segura para la tiranía.

¿Y el futuro?

Que el nuevo gobierno enrumbe a Nicaragua para que las próximas elecciones se hagan sobre programas y no sobre pasiones será la mejor muestra de éxito, será el amanecer de la madurez política. Dejaremos entonces de votar por personas o contra personas, por caudillos adulados por un séquito de incondicionales, y apostaremos por la institucionalidad. Platón y Aristóteles pensaban que el bien común se conseguía mediante la dirección eficaz de hombres sabios y honrados, y no a base de una buena organización política. Espinoza, en cambio, estaba convencido de que el bienestar común sólo podía ser producto del acuerdo de la multitud sobre un conjunto de leyes aplicadas con justicia. Personas honestas e instituciones sólidas: por ahí debería ir el futuro.

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