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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 159 | Mayo 1995

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México

Los cuatro flancos de una crisis total

La crisis mexicana es estructural e inevitable. Pero no es irreversible ni su salida será necesariamente positiva. Una amplia alianza de políticos tecnócratas, señores del narcotráfico y caballeros de las finanzas buscan construir un nuevo pacto.

David Fernández

Cuatro son los ejes con los que elaborar la matriz que ordene los diversos hechos nacionales: 1) el eje de la crisis económica. 2) El del conflicto de Chiapas y su significado nacional. 3) El de las pugnas internas al interior del grupo hegemónico en el poder y 4) El de la demanda democrática de la sociedad.

Estos cuatro ejes se entrelazan y al hacerlo, se complejizan unos a otros, pero para efectos de análisis, se pueden considerar de manera relativamente autónoma. La interacción de los cuatro ejes permite el diagnóstico tal vez provisional de que casi todo en México se encuentra en una profunda crisis, que pudiera caracterizarse como una crisis de fin de régimen. Si este diagnóstico fuera el acertado, se le abren al país dos posibles escenarios: la salida autoritaria o la salida institucional a la crisis, la que implicaría una profunda reforma democrática del Estado.

¿La medicina matará al paciente?

Parece claro que a partir quizás de la insurrección indígena en Chiapas, en enero 1994, México vive una nueva época en su historia nacional. Durante años, el grupo gobernante apostó todo a un proyecto económico particular, de características neoliberales, y lejos de haber fortalecido la economía tiene hoy en las manos un país con escasos logros macroeconómicos, pero con una microeconomía en crisis y una indiscutible fragilidad económica.

Hacía 60 años que México no vivía un clima de inestabilidad y zozobra tan grande. Está en crisis de agotamiento el modelo económico. Está en crisis el poder y las formas de ejercerlo. Existe una crisis de valores medible en la desorientación acerca del porvenir. La crisis de la economía, paliada en parte por el socorro monetario recibido de los Estados Unidos, es profunda y para mucho tiempo. La crisis laboral con el cierre masivo de empleos y la incorporación de 900 mil jóvenes el mercado abajo cada año, de trabajo cada año, sin posibilidades de conseguirlo está en la base de otras muchas crisis sociales. Con todo y estas crisis, el régimen de Zedillo sigue apostando todo a la continuidad del modelo económico. El 9 de marzo, el gobierno dio a conocer su tercer plan económico para 1995, basado en una radical política monetarista.

El objetivo principal del plan es "secar" la economía mediante la elevación de las tasas de interés, para poner así un "techo" al tipo de cambio frente al dólar y al alza de los precios. Se espera detener el alza del dólar reduciendo los pesos que tratan de comprar dólares. Según lo planeado, las tasas de interés deben absorber pesos que de otra manera presionarían por dólares o comprarían bienes, provocando inflación. El peligro es que esta estrategia funcione tan bien que efectivamente logre "secar" totalmente la economía, dejando sin liquidez a la actividad productiva, provocando la muerte de más de un negocio, como empieza ya a suceder. Algunos analistas alertan que esta política monetarista no puede prolongarse por más de 90 días, a riesgo de que la medicina mate al paciente.

Los analistas más pesimistas estiman que una de cada cuatro empresas del país quebrarán este año. Esto significa que de 1 millón 800 mil unidades productivas, cerca de 450 mil cerrarán sus puertas, se declararán en suspensión de pagos, en moratoria o declararán la quiebra. Lo anterior dejará sin empleo a cerca de 2 millones 700 mil mexicanos, con lo que la cifra de mexicanos ociosos podría llegar en 1995 a cerca de 14 ó 15 millones, que se convertirán en un foco de inestabilidad social. En estos momentos ya nadie duda de que el país vivirá en 1995 una profunda recesión económica. El mismo gobierno admite que la economía caerá en un 2%. Las previsiones más independientes sostienen que la caída podría ser de más del 10%.

El "éxito" será fracaso

Todo esto quiere decir que, aunque funcione el plan económico tal como lo tienen pensado las autoridades, nada librará a México de la recesión y del desempleo generalizado. Por esto se afirma que el plan económico aunque tenga "éxito" será un fracaso, pues reducirá el tamaño de la economía concentrará aún más el ingreso y generará más pobreza para repartir. Otro rasgo del Plan para Enfrentar la Emergencia, es la creación de una nueva moneda fuerte las Unidades de Inversión (UDIs) , en sustitución del debilitado peso.

Las UDIs son un índice ligado al crecimiento de la inflación. Algo similar funcionó en Chile durante la dictadura de Pinochet, sirviendo sólo a los grandes capitales y afectando a las clases medias. En México sólo están ahora disponibles para los bancos, pero en el futuro es posible que algunos comercios fijen sus precios en UDIs, tal como ahora lo hacen en dólares para, finalmente, luego de efectuar una división o multiplicación, establecer cuál debe ser la cantidad a pagar en pesos. Las UDIs sirven así para ocultar la inflación y pretenden utilizarse para "aliviar los problemas de los deudores y fomentar la inversión".

Lo curioso y contradictorio es que las UDIs están diseñadas para una situación de hiperinflación y no de deflación. Cuando existe deflación se pueden volver mortales para las empresas y bancos que no puedan generar recursos reales. Es posible, entonces, que el gobierno también esté previendo que pueda fracasar su Plan Económico recesivo y se desate un proceso hiperinflacionario. Porque, si no va a haber inflación, ¿para qué las UDIs?

Para muchos analistas y políticos, la actual crisis económica será la puntilla que acabará con el partido oficial, el PRI, que sigue sin ver ni sentir al pueblo, aprobando iniciativas tan impopulares como el incremento del IVA o la privatización de la producción de gas, por las que tendrá que pagar un alto costo político.

Para el Centro de Investigación y Seguridad Nacional dependiente de la Secretaría de Gobernación , el principal problema para la seguridad nacional mexicana no es hoy el narcotráfico o la delincuencia política que ha provocado asesinatos de personalidades relevantes, sino la crisis económica. En sus previsiones, el organismo oficial está considerando para el tercer trimestre del año el estallido de conflictos sociales no organizados sino espontáneos, cuando la furia popular se haya acumulado suficientemente.

Con la debacle económica, el gobierno ha perdido completamente el consenso social que ganó en sus dos primeros meses. Esto le imposibilita el intentar la salida militar que parecía tener ya decidida para terminar con el conflicto en Chiapas. El Secretario de Gobernación no ha tenido más remedio que abrir canales de negociación con la oposición y con el EZLN para dar un respiro político al régimen. Este es el contexto de la propuesta de un Acuerdo Político Nacional con todos los partidos, de la disposición a encontrar una solución a algunos problemas postelectorales y también de la entrevista con el Subcomandante Marcos en Guadalupe Tepeyac y del reinicio del diálogo Gobierno EZLN en San Andrés Larráinzar.

Chiapas: final no feliz

A pesar de todo, es claro que el gobierno no quiere ir a una negociación de fondo en Chiapas. La actitud de los enviados gubernamentales de prepotencia y desprecio hacia los comandantes del EZLN , el irresponsable señalamiento de que la CONAI que preside el obispo Samuel Ruiz auspicia las movilizaciones indígenas y pone así obstáculos a la paz, las inaceptables propuestas gubernamentales para la distensión equivalentes a una rendición de los zapatistas y a su concentración en reservas , hacen pensar que el paréntesis en el conflicto en Chiapas está muy claramente demarcado y tiene plazos precisos.

El plazo para que el gobierno Zedillo retome la iniciativa que le permita lanzar una ofensiva militar en Chiapas podría venir dado por estas tres situaciones:

Que Zedillo logre convencer a la opinión pública de que la emergencia económica ha sido superada, con el apoyo financiero internacional, el pago de los Tesobonos y la estabilización económica.

Que Zedillo logre controlar a su equipo de gobierno, atempere los conflictos internos en el PRI y regule más precisamente la relación entre el partido oficial y el gobierno.

Que el proceso de negociación con el EZLN se retrase demasiado o fracase.

Estas situaciones podrían ser realidad en un mediano plazo y el equipo de gobierno ya está dando pasos en estas tres direcciones.

Simpatizantes zapatistas en todo el territorio nacional están siendo vigilados, en un plan que parece ser la preparación para un futuro control. Y en el reajuste del presupuesto nacional luego de la devaluación, hubo recortes en el presupuesto de todas las Secretarías de Estado, menos en la de la Defensa. Hubo, incluso, un incremento sustancial del presupuesto del Ejército, que hoy por hoy, es la única empresa capaz de dar empleo a los mexicanos.

La oportunidad abierta al movimiento democrático nacional por la insurrección indígena de Chiapas reconocida incluso por el propio gobierno , corre el riesgo de ser clausurada con un altísimo costo social. El imperativo moral y político es ampliar esa oportunidad aún más y no desaprovecharla en tanto dure. Hay que partir del hecho de que este movimiento armado no es sólo una realidad insoslayable, sino que hay que reconocer que ha tenido una eficacia política y social indiscutible, por más que el empeño de todo el movimiento ciudadano democrático haya sido y sea el de abrir espacios de transformación del Estado que hagan innecesaria la guerra.

También es necesario reconocer con realismo que la presión de una fuerza popular militar ha abierto y abre espacios políticos en la medida en que no pierde fuerza. Y esto es así porque en nuestro país ha sido de tal manera vulnerado el estado de derecho que prácticamente es inexistente y no pueden tener credibilidad los llamados a la legalidad que hacen los que constantemente desconocen la legalidad.

Las posibilidades que tiene el gobierno son varias: aislar socialmente al EZLN mostrando que no tiene "voluntad real de negociar" o cercarlo militarmente, con una ofensiva de "tierra arrasada" o con una "operación quirúrgica" en contra de su dirigencia. Y si el costo político de cualquiera de estas salidas es demasiado alto, el Estado puede no disparar el primer tiro y utilizar a los ganaderos y a sus "guardias blancas" para iniciar la ofensiva, de suerte que el Ejército Federal entre en acción después y únicamente para "pacificar" la región. Para la izquierda y el movimiento democrático, la estrategia gubernamental parece ser su cooptación y la búsqueda a toda costa de divisiones, mientras mantiene aislado y neutralizado el fenómeno Chiapas.

Al campo democrático le está abierta sólo una posibilidad: la confluencia de las distintas fuerzas políticas y sociales que comparten la idea de la necesidad de una profunda reforma democrática del Estado y de un cambio en el modelo de desarrollo económico. Confluir significa generar dinámicas de diálogo con las distintas partes. Significa no descalificarse unos a otros. Significa tejer el entramado de los distintos intereses para hacerlos coincidir en jerarquía y tiempo, sin desconocimientos ni subordinaciones. Significa definir objetivos, roles y mecanismos concretos de coordinación.

Los ejes de confluencia podrían tejerse en torno de una agenda pequeña y precisa: la defensa de la soberanía, del salario y del empleo y el fin del régimen de partido de Estado. Hasta hoy, por ejemplo, no se ha logrado vincular la crisis económica y la corrupción de los funcionarios pasados y presentes, con la crisis de Chiapas y las crisis postelectorales. La agenda nacional continúa disociada de la agenda chiapaneca. Si se lograra avanzar en su vinculación, el bloque democrático podría fortalecerse sustancialmente.

Acelerar el proceso de negociación en Chiapas con el fin de concluirlo rápidamente podría ser tan inadecuado para el movimiento democrático como hacer abortar la negociación. Presionar para que el EZLN se convierta ahora en una fuerza política más, sin que se hayan logrado previamente compromisos democráticos y sociales fundamentales, asumidos realmente por el grupo gobernante, puede ser injusto, peligroso y equivocado.

Políticos narcos banca

Cuando Zedillo asumió el poder en diciembre del 94, el primer reto que tenía que afrontar para poder gobernar era la reconstrucción del propio grupo gobernante, de sus alianzas internas y la superación de los gravísimos conflictos que llegaron a desembocar en los asesinatos del Cardenal Posadas, de Colosio y de Ruiz Massieu. Se imponía encontrar nuevas fórmulas de convivencia social y de anudamiento de las alianzas políticas.

Además, Zedillo tenía que hacerse cargo de la herencia de Salinas: entre otros muchos problemas, la devaluación, el conflicto en Chiapas y el problema electoral en Tabasco. Salinas dejó a Zedillo con una "papa caliente" en la mano y más o menos aislado de los diversos grupos políticos que conviven al interior del PRI.

El primer intento de recomposición, por parte de Zedillo fue el nombramiento del nuevo Gabinete. Buscando crear nuevos espacios de gobernabilidad, Zedillo logró un equilibrio de fuerzas, incorporando a su equipo a representantes de las diversas familias políticas nacionales, e incluso a representantes de los tres cárteles de la droga que operan en México. Puso así las bases para que se pudieran superar rencillas o creó un nuevo marco para resolverlas. Pero las presiones sobre los "modernizadores" del gobierno no cesaron. Y la crisis económica aceleró, de alguna manera, la rearticulación interna del poder. A la par, las flexibilidades políticas de Gobernación también necesarias , y la ofensiva contra los Salinas de Gortari, abrieron nuevas fracturas.

En un primer momento, Zedillo intentó manejar los conflictos postelectorales de una manera distinta a la de Salinas. Pero la debacle económica lo forzó a realizar un viraje sustancial en esta política, obligándolo a una mayor apertura frente a la oposición.

La insubordinación de los priístas de Tabasco frenó esta nueva intención. Porque aquella rebeldía no fue, en el fondo, de carácter local. Los intereses económicos de Hank González en el estado de Tabasco, los intereses políticos de su grupo en todo el país, son tan fuertes que no podían perder el control social y la administración pública.

Son estos concretos intereses los que han impedido avanzar en las soluciones postelectorales de Tabasco, Chiapas y Veracruz, y los que dificultan el diálogo entre el EZLN y el gobierno zedillista.

Una expresión de la existencia de pugnas todavía no controladas es que el ex Comisionado para la Paz en Chiapas, Manuel Camacho Solís, pretende unirse a un grupo de priístas disidentes, de intelectuales y de perredistas para formar una nueva organización política de tendencia socialdemócrata, que pueda hacer frente al crecimiento del derechista PAN.

En el marco de la crisis total, asistimos hoy en México a la construcción de un nuevo pacto de las élites nacionales, cuyo centro hegemónico parece ser una amplia alianza entre los políticos tecnócratas, los señores del narcotráfico y los caballeros de las finanzas. (Los 24 multimillonarios, con todo y modelo neoliberal, son inexplicables sin el narco). A esta alianza le es funcional el bipartidismo y, en el peor de los casos, un cuatripartidismo, con una lealtad básica en su oposición al gobierno. La crisis de la élite gobernante no tiene una solución predecible. Para algunos, los asesinatos espectaculares que México ha visto son signos de debilidad. Para otros, los priístas se pueden matar entre sí porque son todavía muy fuertes.

No es clara la estrategia

Potente, pero con su propio talón de Aquiles, la demanda democratizadora de la sociedad continúa siendo protagonista en el escenario nacional. Las reivindicaciones de soberanía nacional, de democracia y de justicia social se entrecruzan ahora en distintos movimientos sociales y políticos, en la búsqueda de unidad y de una estrategia común.

La crisis ha reactivado al movimiento social. Sobresale ahora el protagonismo del Sindicato de Ruta 100 el sistema de transporte público de la capital del país . También se han reactivado los sindicatos universitarios y algunos sindicatos industriales se movilizan de manera espectacular, como lo mostró la marcha independiente del Primero de Mayo. Con todo, y a pesar de que este tiempo de crisis requiere de unidad, la tendencia que se advierte en el movimiento democrático es a su división.

La III Convención Nacional Democrática, llevada a cabo en la ciudad de Querétaro mostró a la vez las potencialidades de un sector del movimiento social así como sus profundas debilidades. Las corrientes más conservadoras de la izquierda, disfrazadas de radicales, la han conducido hacia un aparente fracaso más allá del Programa emitido, en torno del cual se pretendió edificar la confluencia. No se logró un verdadero acuerpamiento de las distintas corrientes ni se concretaron los objetivos, roles y funciones de cada afluente en el marco de una acción concertada. De nuevo el intento central fue el de subordinarse unos a otros.

Del otro lado, el proyecto del PRD fuerza política interesada en la democratización nacional , aun cuando incuestionado en lo fundamental, manifiesta hoy importantes fracturas. El dilema parece estar entre reeditar a un viejo partido de izquierda registrada, con cierta legitimidad dentro del amplio espectro político, como oposición leal al gobierno, o convertirse en un nuevo tipo de movimiento político, más o menos desacreditado ante ciertas capas democráticas, pero disputando realmente el poder. La pregunta que el PRD parece estarse respondiendo es si le otorga al gobierno la oportunidad para que se reconstruya o, por el contrario, si le orilla hacia su total desarticulación. Las opciones posibles son: combinar el diálogo con la presión o profundizar la crisis hasta la desinstitucionalización total del país para su posterior reconstrucción.

No está clara la estrategia para la democratización profunda del país y para una reforma radical del Estado. Con todo, el movimiento democrático se mueve y presiona para una transición democrática. La crisis actual de México es la crisis del régimen de partido de Estado. Pero no es sólo la crisis del PRI, sino la de todas las instituciones de la República, incluidas los partidos políticos. Es una crisis estructural e inevitable, pero no irreversible o con una salida necesariamente positiva. Después de 70 años se ha abierto en el país la posibilidad de una disputa real por la conducción de la nación. Pero el viejo proyecto de dominación de las élites económicas y el de la corrupción política se puede rearticular e incluso puede hacerse funcional a la oposición.

La crisis actual puede desembocar en una salida no democrática ni favorable para el pueblo, sino autoritaria y excluyente. Se consolidaría así el programa de ajuste neoliberal, con mayores cuotas de represión para el pueblo y menores espacios democráticos para la sociedad. Pero también la crisis puede desembocar en una profunda reforma del Estado, con nuevas realizaciones democráticas republicanas. Todo depende de la unidad que se logre en el campo democrático, de las confluencias que en él se puedan alcanzar, de las alianzas internacionales que se puedan labrar, de saber aprovechar el actual momento de debilidad del régimen, antes de que se recompongan las cosas. Todo depende de que los sectores democráticos tengan claridad de principios e independencia del Estado.

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