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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 163 | Septiembre 1995

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Nicaragua

Cómo se crían las golondrinas

A pesar de la crisis, los bancos privados de Nicaragua tienen hoy significativos depósitos de ahorros en dólares. ¿De dónde sale todo este dinero? Es muy probable que en nuestros bancos se estén criando ya "capitales golondrinas".

Equipo Nitlápan-Envío

Dicen que en Nicaragua no hay ahorro y que por eso somos un país pobre. Como no ahorramos no podemos invertir y por eso no podemos crecer económicamente. Todos saben que para poder invertir en una empresa, en una finca o en una casa, primero hay que ahorrar. Y si no, hay que pedirle dinero al banco donde otros depositan sus ahorros o a alguien que tenga dinero ahorrado y quiera hacerlo "trabajar". Está claro que para que haya inversión tiene que haber ahorros.

A menudo como sucede hoy en Nicaragua el gobierno invierte con dinero que pide prestado en el extranjero o con donaciones, también del exterior de otros gobiernos, de bancos privados o de bancos multilaterales como el Banco Mundial . Estos créditos y donaciones también son ahorro: el "ahorro externo" que han hecho gobiernos, empresas y hogares del mundo entero. Una de las mayores fuentes de capital prestable que existe hoy en el mundo son, por ejemplo, los fondos de pensiones de jubilación de los Estados Unidos.

Dependencia eterna de la ayuda externa

Contablemente hablando, todo lo que se invierte en un país durante un tiempo determinado digamos un año proviene de algún ahorro, o de las empresas y hogares del país o del exterior. A veces el mismo gobierno ahorra, pero lo más frecuente es que sea deficitario: gasta más de lo que ingresa.

Ese déficit lo paga alguien forzosamente: el gobierno obtiene créditos, que significan una autorización para pagar el déficit más tarde. El préstamo que se le hace al gobierno proviene del ahorro interno del sector privado o del exterior. Pero siempre significa menor ahorro disponible para invertir. Los hogares y las empresas también pueden carecer de ahorro. Las empresas pueden ser deficitarias, aunque esto puede significar su fin: quiebran cuando ya nadie les quiere seguir prestando. Hay hogares que consumen más de lo que ganan y viven a crédito, lo que supone que otros les prestan de sus ahorros. En un país que necesita realizar muchas inversiones como Nicaragua, pero donde la mayor parte de la población es pobre y donde el gobierno no obtiene muchos ingresos con los que cubrir todos sus gastos sociales y de administración, porque los pobres no pueden pagar muchos impuestos, el ahorro tiene que venir del exterior.

Hasta principios de los años 80 era muy fácil conseguir dinero en el mundo. Sobraban los capitales y a países como México se le prestaban masiva e irresponsablemente sumas de dinero que después se gastaban o se invertían en actividades incapaces de producir lo suficiente para reembolsar estos préstamos.

Esta situación, que se generalizó en América Latina y en el Tercer Mundo provocó la crisis de la deuda externa, que estalló en México en 1982. Tan grande era la deuda mexicana con los bancos del mundo, que si México hubiera dejado de reembolsar sus empréstitos, varios grandes bancos internacionales hubieran quebrado, llevando a la quiebra a otros bancos, en una cadena que hubiera provocado una recesión mundial de mayor magnitud que la de los años 30, en vísperas de la segunda guerra mundial.

El problema se solucionó temporalmente con la ayuda financiera de los gobiernos de los países ricos. Los hogares de los países ricos pagaron por la mala política de "sus" bancos privados. Regla que se repite: los beneficios de las empresas privadas son privados si éstas van bien, pero si van mal, sus pérdidas las pagan todos.

La crisis de la deuda causó a nivel mundial una restricción de la disponibilidad de capital para la inversión de largo plazo. El capital empezó a buscar formas más rápidas de hacer dinero y de prevenir los riesgos invirtiendo en actividades de las que puede retirarse rápidamente cuando cambian los vientos. Una de las más rentables actividades para ganar en poco tiempo grandes sumas de dinero es especular con las monedas ajenas. A esta actividad se dedica hoy una enorme proporción del ahorro mundial, que falta en otras actividades más productivas.

En un país pequeño y pobre como Nicaragua, la situación no es exactamente ésta. Para mayor diferencia, en los años 80 los años de la crisis de la deuda llegó masivamente a Nicaragua ahorro externo de los países del bloque soviético. Y en los años 90 sigue existiendo un relativamente alto flujo de ayuda externa. Nicaragua forma parte de un grupo de países que los organismos financieros internacionales clasifican como países eternamente problemáticos: siempre requerirán del ahorro externo y no podrán salir adelante en un horizonte humanamente concebible. Estos organismos saben que los países como Nicaragua son pocos y además no les cuestan mucho aunque la deuda externa total de Nicaragua es la más alta del mundo por habitante, no representa más del 0.5% de la deuda externa total de los países subdesarrollados y por eso, no cuestionan su situación de "eterna" dependencia. Pero en Nicaragua debemos cuestionarla porque vivir eternamente de la ayuda externa contribuye precisamente a impedir que ahorremos y nos desarrollemos.

Inversión ahorro inversión

Dicen que somos pobres porque no ahorramos. También dicen que es nuestra pobreza la que nos impide ahorrar. Y la prueba que se da es que consumimos más de lo que producimos. A veces este desbalance se le achaca al gobierno: gasta demasiado y a nosotros "el sector privado" no nos queda suficiente para ahorrar y tampoco podemos reducir más nuestros exiguos niveles de consumo. El consumo per cápita de los nicaragüenses está entre los más bajos de América Latina y sin duda, por debajo de los estándares mínimos de vida del mundo moderno.

Para poder crecer económicamente hay que invertir. Como en Nicaragua no se invierte lo suficiente en la producción agrícola, en el café, en las instalaciones de riego, en el mejoramiento genético del ganado, en los bosques, en equipos industriales para transformar la materia prima agrícola que producimos, en fábricas para producir muchos objetos necesarios que hoy importamos y sobre todo, porque no invertimos lo suficiente en los seres humanos para aumentar su capacidad productiva, somos pobres.

Y no sólo recibimos capital externo sino que exportamos nuestro capital humano. Un capital no bien formado, pero capital nuestro a fin de cuentas. Un capital nunca contabilizado en los registros como salida de capital, pero que sale buscando mejor remuneración en otras partes del mundo y se vuelve muy productivo fuera del país. Obviamente, este capital que exportamos genera algún rédito las llamadas remesas familiares que, aunque estimadas en sólo unos 100 millones de dólares anuales algunos afirman que hasta 200 , no dejan de pesar en nuestra economía, pues equivalen a un tercio del total de las exportaciones del país. El Salvador, que exporta mucho más capital humano, recibe por él una suma de casi mil millones de dólares al año.

Somos pobres y por eso no ahorramos y por eso no podemos invertir. Pero también no invertimos y es por eso que somos pobres y por eso no podemos ahorrar. Absorbemos ahorro externo, pero éste no genera las inversiones productivas que generarían los ingresos para poder reembolsarlo en el futuro y encima de esto, exportamos una parte del capital que formamos con las escasas inversiones que hacemos, pero ese capital humano sólo genera algunos ingresos, que nos sirven para pagar por algunas de las importaciones que fabrica en el extranjero ese mismo capital humano... ¿Por dónde se rompen estos círculos viciosos?

En los bancos hay mucho ahorro

Pero no todo queda enredado en esos círculos. También existe ahorro en Nicaragua. La otra cara de la realidad está ahí, tenaz e insolente en la primera página de un periódico que, a pesar de ser "especializado", no deja de venderse en todos los supermercados de Nicaragua. En el Mundo Financiero del 20 de agosto de 1995 aparece una elocuente gráfica que indica que los depósitos en divisas en la banca comercial (privada y estatal) aumentaron en un año y medio 1994 y primer semestre del 95 en la significativa suma de 120 millones de dólares. Casi se duplicaron. Esta cantidad significa que el equivalente al 4.5% de todo el ingreso generado por el país en ese período quedó acumulado en los bancos. Cifra aún más significativa si la comparamos con la inversión total en activos físicos (construcciones, equipos, plantaciones, carreteras...) efectuada tanto por el gobierno como por el sector privado durante ese mismo período: equivale a un 25% de esa inversión.

Como la casi totalidad de estos depósitos en divisas son del sector privado, la suma es aún más reveladora si la comparamos únicamente con la inversión privada: lo ahorrado equivale casi al 80% de lo invertido. También hubo aumento en los depósitos en cuentas de ahorro y a plazo en córdobas durante ese mismo período. Equivalen a unos 50 millones de dólares más. Sumados a los 120 millones de ahorro en dólares, totalizan el 6.3% del producto nacional. Se trata de un monto que equivale a un tercio del esfuerzo total del país en inversión en maquinaria, construcción, plantaciones, etc. Representa nada más y nada menos que el 100% de la inversión privada durante ese período.

Todo aquel que ha estudiado un poco de economía sabe que la inversión es la parte del ingreso que se gasta para construir el futuro en vez de consumirlo en el presente. La inversión es la parte del ingreso que no se consume, es el ahorro. Por definición, inversión es igual a ahorro, dicen los manuales de economía. Para los contables es lo mismo: la inversión en un año es igual al ahorro en ese mismo año. ¿Cómo interpretar cifras tan significativas de depósitos en los bancos? ¿Qué parte de ellos va a financiar la inversión? ¿Qué está pasando? La respuesta no es sencilla.

Un problema muy complejo

En ningún país se conocen bien las causas del ahorro ni los mecanismos que garantizan su transformación en inversión productiva ni las relaciones que existen entre la intermediación financiera y el resto de la macroeconomía, especialmente el manejo del tipo de cambio, el uso de la ayuda externa y la apertura comercial y financiera. La relación de todo esto con la distribución social de la riqueza tampoco es bien conocida.

Las numerosas preguntas que estos temas plantean a los estudiosos y a los políticos han suscitado respuestas teóricas distintas, cada una con elementos parciales de validez. Pero hasta la fecha las verificaciones empíricas no han sido contundentes. A pesar de esto, los expertos no dejan de formular recomendaciones y desde los centros de pensamiento que pretenden moldear la economía mundial como un sólo sistema lo que algunos llaman consenso de Washington no dejan de elaborarse y de imponerse las recetas.

A las dificultades propias de este tema se agrega en el caso de Nicaragua la poca confiabilidad de los datos estadísticos y el peso que en nuestra economía tienen los movimientos ilegales, tanto de mercancías contrabando como de capital "lavado" de narcodólares . Estos movimientos se unen a la "informalidad" del mercado de trabajo, a la gran masa de empresas no registradas por esto, no contribuyentes y al sistema de cobros indebidos en la administración pública, conformándose así una amplia economía subterránea que nada tiene de subterránea, porque es obvia a vista y paciencia de todos.

No se puede hacer políticas económicas correctas sin contar, al menos, con un buen sistema de registro de datos. Pero, ¿cómo registrar sin controlar? ¿Y cómo controlar y normar sin impedir y frenar? Este es un tema subyacente en la trascendental discusión, tan actual hoy en Nicaragua sobre la reforma del Estado, en la que debe participar la sociedad civil para que no sea diseñada y ejecutada administrativamente bajo la tutela y con el financiamiento de los bancos multilaterales.

Es necesario comprender cómo se comportan los hogares nicaragüenses frente al ahorro, cuáles son las relaciones del ahorro con la inversión privada, cuál es el comportamiento de la intermediación financiera funcionamiento de los bancos y otros agentes financieros y cuál el impacto que tienen sobre todo esto las remesas familiares y el impresionante flujo de ayuda externa que ha recibido y sigue recibiendo el país. Pero nada de esto recibe la adecuada atención ni de las autoridades ni de los académicos. Y cuando se hacen algunos estudios al menos encuestas , como la encuesta de hogares que el INEC realizó a mediados de 1993, no se procesan sus datos ni mucho menos se dan a conocer sus resultados. Ese inexplicable secretismo prevalece incluso en las relaciones entre los mismos organismos del gobierno.

Pese a la falta de estudios sobre el tema, es ya evidente que en los últimos años se viene produciendo un fenómeno de peso en la economía del país: la actividad bancaria es cada vez más floreciente. En medio de la crisis generalizada que vive el país y que afecta a casi todos los sectores pueden exceptuarse camaronicultura y supermercados la actividad bancaria es cada vez más exitosa. Prueba de ello es que se han abierto dos nuevos bancos privados: el Banco del Café y el Caley Dagnall, que regresa después de 15 años de ausencia. Vienen a sumarse a los nueve bancos privados y a los tres estatales ya existentes. Sin duda, el negocio es atractivo.

Como una de las principales herramientas de la política de ajuste estructural es promover la liberalización financiera, los promotores de estas políticas y los que comulgan con sus dogmas podrían comenzar a cantar victoria. Eso cantaban los que hace menos de un año escribían bellezas sobre el éxito del ajuste y la liberalización financiera en México.

México: cómo se llegó a la crisis

Entender la crisis financiera mexicana y su impacto sobre la "moda económica" dominante liberalización del mercado y de las finanzas es necesario para desenmascarar los argumentos de los defensores acríticos de esta moda. La rapidez nada habitual con la que el Tesoro norteamericano y el FMI respondieron a la crisis de México otorgando un préstamo masivo a ese país reveló no sólo la importancia de los intereses financieros en juego especialmente los de los bancos de Wall Street sino la necesidad de prevenir un mayor rechazo de otros países a las políticas experimentadas en México, el niño modelo del FMI.

La crisis económica que golpea actualmente a México parálisis de la actividad productiva y comercial, aumento del desempleo y de la miseria no es un simple incidente en el tránsito de ese país a una economía sana y desarrollada, ideal pregonado por los defensores de las políticas de apertura y desregulación de las economías. Lo que ha sucedido es un ejemplo alarmante del nuevo tipo de crisis que acecha a un sistema económico mundial cada vez más frágil, dominado por mercados financieros globales y apátridas, donde capitales muy concentrados y volátiles se pueden desplazar a la velocidad de las computadoras y de manera poco previsible.

Como declaró el principal economista del Kemper Financial Services en el Financial Times del 27 de enero del 95, la crisis del peso mexicano "ha demostrado la fragilidad del boom de los capitales garantizados sobre los mercados financieros de los países en desarrollo, típico de la postguerra fría". Aunque los que promueven esta evolución del sistema económico mundial reconocen su fragilidad, se limitan a preconizar que el FMI refuerce su papel de "acreedor de última instancia" y esté obligado a socorrer a los grandes operadores financieros, lo que equivale a garantizarles total licencia e impunidad. En la crisis mexicana, el monto del financiamiento de emergencia otorgado para salvar la situación equivalente al total del capital externo para la inversión de todos los países en desarrollo en 1993 muestra el costo que tendrían estos "operativos de salvación", obviamente imposibles de repetir.

¿Cómo llegó México a esta dramática situación? La eliminación de los controles sobre los flujos monetarios por parte de las autoridades mexicanas, la liberalización total de los movimientos de capital con el exterior y la emisión de títulos de la deuda pública por la venta de bonos del Tesoro con altas tasas de interés, atrajeron a los capitales extranjeros, especialmente a los norteamericanos, creando así un mercado financiero "emergente": nuevo y totalmente abierto al exterior. Esto explica la brutalidad de la crisis. Que no fue crisis para todos. La revista Fortune en febrero/95 planteó: "Llegó la hora de comprar México", en una clara alusión a que los capitales que habían huido pocas semanas antes, regresarían ahora para aprovecharse del derrumbe de la bolsa y de la privatización de las pocas actividades económicas todavía bajo control del sector público.

Desde el primer escándalo financiero ocurrido en el siglo XVII hasta las crisis que regularmente sacudían las economías desarrolladas en el siglo pasado, se ha visto la necesidad social de controlar las actividades financieras para impedir que se "desliguen" de la economía real, la que satisface las necesidades de consumo y produce los bienes necesarios para alimentar el proceso productivo (insumos, equipos de capital, etc.). Es necesario controlar estas actividades para lograr que las finanzas cumplan su papel social, el de relacionar el ahorro financiero con las necesidades de inversión productiva. Aunque esto ha sido siempre así, en los años 90 se han generalizado los llamados "mercados" financieros que no son verdaderos mercados , que ponen en peligro hasta la misma actividad financiera y la banca tradicionales.

Estas finanzas de "segundo grado" por así llamarlas , donde la compra y venta de monedas y de activos financieros se ha vuelto un fin en sí mismo, escapa a todos los controles y representa la mayor perversión que ha producido en su historia el sistema económico. Pero los defensores del neoliberalismo, engañados por su propia terminología, haciendo la apología de la libertad y del mercado, reclaman libertad absoluta para un mercado totalmente especulativo, sin medir que las dimensiones planetarias de este fenómeno lo han vuelto ya tan peligroso que puede compararse con las grandes catástrofes ecológicas que acechan a la humanidad.

Llegan las oscuras golondrinas

Es útil ahondar en la actual crisis mexicana por el carácter ejemplar que se atribuía al éxito de ese país y el carácter no menos ejemplar que debe tener su fracaso. Pero el caso mexicano no es exactamente igual al caso nicaragüense. Es posible que una parte del ahorro financiero que genera hoy Nicaragua especialmente los dólares acumulados en forma de activos financieros: divisas, cuentas de ahorro y certificados de depósitos a plazo fijo tienda a buscar el camino del exterior y vaya a parar en esos mercados especulativos "emergentes" que están apareciendo por doquier como hongos.

La expresión capital golondrina ha sido acuñada en América Latina para calificar el capital externo que llega a nuestros países por muy corto tiempo, comprando acciones en las bolsas de valores o títulos de la deuda pública interna pagarés a plazo fijo que los gobiernos emiten para financiar su déficit a corto plazo . Este capital golondrina hace lo que los economistas llaman inversiones de portafolio, distinguiéndolas de las inversiones reales, con las que se montan empresas sólidas y duraderas que no se pueden desarmar y sacar del país de la noche a la mañana.

Nicaragua no consigue todavía que las golondrinas pasen por nuestro cielo ni vengan a anidar ni por una corta temporada en nuestras bolsas de valores, pero sí podría estar sucediendo ya que estemos criando algunas golondrinas, que esperan sólo que las alas les crezcan para volar a otros nidos. Si se genera tanto ahorro financiero en Nicaragua pero no existe suficiente inversión fija, hay que buscar la explicación, sobre todo en los profundos problemas estructurales que afectan la llamada intermediación financiera, en todo lo que tiene que ver con la relación ahorro inversión por medio del crédito. Estos problemas se manifiestan desde hace mucho tiempo y no pueden resolverse con simples medidas superficiales.

Banca: del somocismo al sandinismo

La estructura de intermediación financiera y la cultura de ahorro y de crédito tienen en Nicaragua sus particularidades. En los años 60 y 70, la intermediación financiera estaba estructurada alrededor de grupos bancarios que relacionaban estrechamente el financiamiento con las actividades empresariales, a menudo de manera patrimonial. Tener un banco no era una actividad económica en sí, que compitiera en el mercado con otras actividades. Era una forma de suministrar capital dentro de los grupos económicos. La tasa de interés no era un precio que determinara hacia dónde tenía que ir el capital.

Por esto, la tasa de interés no era un instrumento de política macroeconómica, sino un simple precio interno que usaban los grupos financieros, sólo para captar el dinero de los pequeños ahorrantes. Como no existía mucha inflación, siempre se captaban ciertos depósitos. En ausencia de un mercado de capital con bolsas de valores donde los que tenían ahorro hubieran podido escoger comprar acciones en vez de confiar su dinero a los bancos , este sistema era el único vigente para garantizar el financiamiento de las grandes empresas. El terremoto de 1972 permitió conseguir líneas de crédito internacional con baja tasa de interés y larga maduración para los préstamos inmobiliarios. Mantenían el mercado de construcción de viviendas, siempre difícil de financiar en las circunstancias financieras que prevalecían en Nicaragua.

El sistema favorecía un crecimiento dual y elitista y la mayoría de los pequeños productores, en su mayoría en el agro, no accedían al crédito por restricción institucional, sociológica y geográfica. El sistema contribuyó también a reforzar la idea de que un sistema de crédito para esos productores sólo podía ser subsidiado: si ese sector por definición no era rentable económicamente, ¿cómo podía ser rentable financieramente? ¿Su pobreza y su atraso no eran pruebas obvias de este juicio? A nadie se le ocurría que la realidad pudiera ser al revés: como el campesino no tenía acceso al crédito ni a las cadenas de comercialización, y los grandes productores sí tenían ese acceso, los pequeños no podían competir y por esto no eran rentables.

El crédito de la banca estatal de fomento creada con la lógica paternalista y desarrollista que caracterizaba la vertiente modernizadora del Estado tuvo en aquellos años una característica: atendía a los productores no cubiertos por los grupos financieros privados, pero sólo en la medida en que fueran capaces de incorporar un determinado paquete tecnológico, destinado a hacerlos "rentables" en el futuro. Así, no se subsidiaba al productor, se subsidiaba su transformación productiva.

A raíz de la crisis política, social, económica y diplomática de los años 77 79, que provocó un cambio radical en la estructura de poder y en la inserción de Nicaragua en el sistema mundial, los sandinistas ensayaron un modelo diferente de desarrollo, centrado en el Estado patrón planificador. El modelo sobrestimó el alcance real del carácter patronal del Estado y su capacidad de planificar. Se dio por sentado que el Estado se conocía a sí mismo y al resto de la economía y que tenía los medios para actuar y obtener los resultados deseados. Pero no era así. En ausencia de un verdadero sistema de administración y planificación de la producción, de los intercambios y del consumo final y productivo, la atribución del crédito se convirtió en el principal instrumento del dirigismo en el campo económico.

La nacionalización del sistema financiero fue la principal palanca administrativa sobre la economía y el único mecanismo realmente controlado por el Estado. Esta palanca se utilizó sin restricciones, pero no tuvo los efectos esperados en la producción real. Todas las teorías económicas sobre el dinero sean cuantitativistas o regulacionistas coinciden en que una abundancia de moneda de crédito que no se corresponda con la oferta de bienes y servicios causa inflación. En los años 80, el rechazo del sector privado al signo monetario símbolo por excelencia del Estado y la acelerada dolarización del ahorro se encargaron de transformar la inflación en hiperinflación.

Con el cambio de modelo de desarrollo que organizó la revolución se eliminó la intermediación financiera privada. No sólo se nacionalizó la banca. También se prohibió el financiamiento privado de pequeños intermediarios y comerciantes que aseguraban a los pequeños productores algún acceso aunque en condiciones desventajosas a los mercados financieros y de productos. A cambio y porque ya no había mercado financiero , al no competir los bancos entre ellos, se masificó la atribución de recursos crediticios sin consideración de costos.

La lógica tenía su base en desconocer la sanción del ahorro. Se fomentaba la inversión con el gasto público en sentido amplio y se emitía el dinero necesario para ello. Pronto, el costo se volvió macroeconómico: imperceptible para los agentes microeconómicos e irrele vante para los responsables políticos.

También se produjo una inadecuación del sistema a sus propios fines ideológicos: había desaparecido la banca privada, pero no la producción privada que se articulaba con ella. La producción privada fue reemplazada sólo en parte por el Estado patrón. Entre 1980 89, el Estado y la gran producción privada consumieron dos tercios del crédito para el sector agropecuario. El tercio restante se distribuyó entre todos los demás productores campesinos y finqueros.

Reaparece la banca privada

Cuando ocurrió el cambio político en 1990, el modelo de desarrollo de la revolución ya había entrado en crisis, pero su adaptación a la crisis sólo había sido parcial. La transformación institucional y estructural requerida necesitaba de muchos ingredientes sociales y políticos y de una nueva inserción de Nicaragua en un sistema mundial que estaba cambiando aceleradamente.

La primera respuesta a la crisis acumulada fue, a partir de 1988, la restricción en la asignación del crédito. La receta se siguió implementando con más énfasis a partir del cambio político del 90, cuando la restricción del crédito fue general. Se comenzó por los productores cuya atención suponía mayores costos de intermediación para el banco: los más alejados, los mas dispersos y los más pequeños. Es decir, la mayoría de los productores rurales del país, pero no necesariamente los menos rentables, porque de hecho son ellos los más rentables.

La reaparición de esta lógica microeconómica restrictiva en la intermediación financiera fue el resultado de otro cambio estructural: volvió la banca privada, resurgió la competencia entre bancos y se suprimió la intervención estatal en la fijación de las tasas de interés. Se esperaba que la aparición de bancos privados iba a mejorar la oferta de crédito. Pero la precaución que los bancos adoptan contra el riesgo que acecha a las actividades económicas en un contexto de recesión hace que los mecanismos de competencia entre los bancos no basten para bajar las tasas de interés. Como se tiene que reconstruir el hábito de ahorro financiero y de uso del sistema bancario para aumentar la captación de depósitos, esto supone ofrecer tasas de interés altas a los depositantes. Realmente, la asignación del crédito depende sólo en parte de las tasas de interés. Sigue dependiendo mucho más de la desigualdad estructural, social y geográfica que existe en el país. Mientras todo esto ocurría, la banca estatal la banca de fomento dejó de cumplir con su papel de fomentar la producción.

Ni es de fomento ni es banca

En la lógica de los actuales cambios sociales está que, en torno a la banca privada naciente, se vuelvan a estructurar grupos económicos según la misma lógica patrimonial que existía en los años 70. Sin embargo, los cambios profundos que desde entonces han experimentado estos grupos y el propio perfil general del capitalismo en el país dificultan una simple reconstrucción del esquema de entonces.

Paradójicamente, hoy el banco estatal de fomento cumple todavía en parte con el antiguo papel de banca patrimonial. El perfil familiar gubernamental patrimonial de los sectores económicos más pudientes de Nicaragua, en los que se juntan "nuevos" y "viejos" capi tales, hace que la banca estatal de fomento que ha dejado de ser de fomento también deje de ser banca, prestando con criterios políticos que escapan a la racionalidad y a la profesionalidad. Lo increíble es que hay grupos financieros y productivos nicaragüenses que, pese a que tienen su propio banco privado, siguen sacando crédito agrícola de la banca estatal.

El acceso al crédito de los pequeños productores se ve limitado más que por la lógica microeconómica de la banca y por las tasas de interés, por el comportamiento económico de estos grupos de interés, que actúan por encima de la lógica del mercado. Es partiendo de esta contradicción donde hay que ubicar las exigencias de las instituciones financieras internacionales en el marco de la condicionalidad del ESAF sobre la reestructuración de la banca estatal.

Ahorrar invertir: ésa es la cuestión

La idea central del actual modelo es la primacía del sector privado: sector privado financiero y sector privado productor de bienes y servicios. Pero el modelo parece no saber cómo se transita hacia este esquema. Hoy, el esquema "ideal" aún no se implementa y los defectos del anterior esquema permanecen. Los argumentos de fondo para defender el modelo parecen seductores porque lo idealizan, pero no dicen como se llega a él. Esto se traduce en una situación de crisis permanente dentro de la cual ver perfilarse un cambio estructural positivo es casi un acto de fe.

El actual modelo es casi exactamente el inverso del anterior, pero no es menos extremista. Parte de la constatación macroeconómica de que no existe ahorro nacional: la balanza comercial y de servicios con el exterior y las cuentas nacionales nos dicen que consumimos más de lo que producimos. Se concluye de ahí que hay que fomentar el ahorro. Y que hay que obligar al sector público a ahorrar, para compensar la falta de ahorro privado.

Pero la realidad muestra que existen sectores de la sociedad nicaragüense que sí tienen excedentes y que gastan menos de lo que ganan. Entonces, a falta de un estímulo serio para reinvertir sus beneficios y con el estímulo de una atractiva tasa de interés indexada con el dólar, el ahorro de estos sectores se canaliza hacia los bancos. La captación de depósitos sobre todo en dólares, pero también en moneda nacional , ha crecido enormemente en los últimos años. Pero todo este ahorro no se transforma en inversión productiva, porque quienes tienen acceso al crédito no tienen mucho interés en correr el alto riesgo que caracteriza al sector agropecuario e incluso a otras actividades urbanas por la falta de demanda. Y quienes podrían invertir a menores costos y riesgos no tienen acceso al crédito.

La lógica microeconómica de cada uno de los actores se adapta a la situación pero no la puede cambiar porque se impone una lógica macroeconómica que pretende que algún día el ahorro favorecerá la inversión. Esta pretensión, aunque parece correcta está errada. Con el tiempo, es la inversión la que produce el ahorro. Aunque los economistas neoliberales digan que el aumento del ahorro debería provocar la baja de las tasas de interés e incentivar a los productores a invertir, esta afirmación no es más que una triste expresión de su fe ciega en el mercado.

Las tasas de interés activas las que pagan los que piden dinero prestado a los bancos no van a bajar. Porque para los bancos estas tasas reflejan más el riesgo de prestar que el precio real del dinero. No es la tasa de interés la que impide que los productores accedan al crédito. Muchos pequeños productores han demostrado poder pagar altas tasas de interés. Lo que sucede es que los depósitos son muy volátiles y el ambiente económico y legal es demasiado inseguro y los depósitos podrían disminuir si la tasa de interés pasiva la que los bancos pagan a los ahorrantes disminuyera.

Las relaciones entre el ahorro que captan los bancos, la inversión y el crecimiento son muy complejas. Las complejiza más la dimensión institucional, dimensión que va cambiando en la historia, a la par de los cambios políticos y sociales.

El ahorro se almacena o vuela

La captación de ahorro por los bancos en los últimos años, la distribución de las cuentas del público y de la cartera de los bancos por estratos, la falta de relación aparente entre el incremento del ahorro y la inversión privada, las diferencias de comportamiento de los bancos en materia de intermediación financiera y las relaciones entre el flujo de ayuda externa, la inversión y la intermediación financiera son temas pendientes para un próximo análisis.

Pero ya podemos sacar algunas conclusiones preliminares. La primera es que, aunque Nicaragua sea un país pobre y aunque la mayor parte de sus habitantes lo sean, existe un suficiente flujo de ayuda externa que no llega todo a proyectos de inversión, existen suficientes remesas familiares y existe suficiente concentración de ingresos generados por las exportaciones como para crear un significativo ahorro en dólares. Este ahorro y el ahorro en córdobas se acumula en los bancos, que no logran colocarlo en la producción, entre otras cosas porque existen muchos frenos para que la economía real pueda absorber el crédito disponible.

La segunda, que no todos los productores que podrían necesitar crédito tienen acceso a él. Los que lo necesitan no son a menudo candidatos a recibirlo por razones de legalización de su propiedad, por dispersión, aislamiento geográfico y exigüidad de los montos que requieren caso de los pequeños productores , por las altas tasas de interés para la inversión de largo plazo caso de los medianos productores o porque están en mora y no quieren o no pueden pagar caso de los grandes productores y de las ex cooperativas de producción .

La tercera, que aunque el sistema está generando ahorro financiero, al no generar ni los medios ni las condiciones para absorberlo de manera productiva, podrían estarse "criando golondrinas". Si a la realidad actual le agregamos la falta de controles sobre los flujos de capital con el extranjero y la total licencia para sacar flujos de capital y utilidades de las actividades lucrativas hacia el exterior, están dadas ya en Nicaragua las condiciones para que a esas golondrinas les crezcan las alas y emprendan su vuelo hacia los paraísos financieros de la economía global.

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