Nicaragua
"En la lucha por el 6% puede esconderse una trampa"
Juan Bautista Arrien compartió con Envío, en una charla que transcribimos, una valoración de los problemas que hoy enfrenta la educación en Nicaragua. Sus palabras encienden una señal de alerta nacional.
Juan Bautista Arríen
La lucha de los universitarios nicaragüenses porque el gobierno entregue, según lo establece la Constitución, el 6% de los ingresos ordinarios y extraordinarios a las universidades públicas, es una lucha justa, pero tras ella puede esconderse una trampa. Una trampa bien armada para concentrar toda la atención nacional, toda la atención de la comunidad universitaria, en un único problema educativo, el problema de la sobrevivencia de las universidades públicas.
Con esta trampa se busca impedir que lleguemos a tener una visión profunda de la problemática global de la universidad dentro de la más amplia problemática del sistema educativo nacional. Luchas estudiantiles muy parecidas a las que estamos viviendo en Nicaragua, en defensa del presupuesto universitario, se están dando hoy por toda América Latina. ¿No estaremos ante una misma estrategia mundial y ante una misma trampa que el sistema nos quiere tender a todos?
El conflicto en torno al 6%, tal como ha sido manejado, tanto por el gobierno como por un sector de universitarios, nos ha quitado a todos la posibilidad de conocer, de debatir, de tratar de resolver otros gravísimos problemas que hoy enfrenta la educación nacional. Nos ha quitado perspectiva. ¿Cuántos universitarios saben lo que está pasando hoy en nuestro sistema educativo? ¿Cuántos profesores universitarios conocen a fondo la situación de la educación en este país? Nos han empujado a concentrarnos de tal manera en sobrevivir que cada vez sabemos menos del riesgo vital por el que atraviesa nuestra educación.
Si yo pregunto a un universitario cuántos alumnos de primaria hay en Nicaragua, la mayoría no lo sabe. O cuántos maestros hay. No saben. Sí saben cuánto ganan los maestros, pero tal vez no sepan que en Guatemala ganan 250 dólares, en El Salvador 200 y pico, en Honduras casi 200, en Costa Rica 385 400, en Panamá 400... y en Nicaragua sólo 60. Estas cosas hay que saberlas. ¿Y si pregunto por la tasa de analfabetismo? En Nicaragua está llegando ya al 30%. ¿Saben nuestros universitarios cuál es esa tasa en el resto de Centroamérica? En Costa Rica es sólo un 6% y en Panamá un 9%, mientras que en Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala ronda, en conjunto, el 30%.
Mucho se habla de transformación curricular. Pero, ¿quiénes saben qué hay tras esa transformación? ¿Saben nuestros universitarios cuántas horas de estudio contabiliza un bachiller nicaragüense al ingresar en la universidad? Sólo 13 mil horas. ¿Y saben cuántas contabilizan los bachilleres de Estados Unidos o de Japón? 22 mil horas. ¿Saben acaso cómo se hacen los textos escolares en este país, saben quién los hace? ¿O cuántos de los textos que se hacen aquí se utilizan? ¿Sabrán por qué quitaron la asignatura de ciencias naturales de uno de los grados de la primaria? Simplemente, porque en el texto se abordaba el tema de la salud reproductiva.
Un universitario tiene que conocer todas estas cosas. La lucha por el 6% no debe impedirnos ver y luchar por otros problemas. Y no debe hacernos olvidar que a algunos les interesa que esa lucha se intensifique, pues tras ella existe una estrategia oculta, tras ella se mueve "una mano pachona". Peléense por el 6%, mátense por eso, pero sólo por eso y por nada más que eso, así no tocan otras cosas...
Hablemos de esa estrategia. Hoy en el mundo existe un amplísimo y creciente consenso en torno a la importancia de la educación. Un sospechoso consenso. Todos ven hoy a la educación como el factor clave para alcanzar el desarrollo y para la superación de la pobreza. En todos los foros se afirma que el capital humano es tanto o más importante para el desarrollo de las naciones que el capital financiero o los recursos naturales. Se proclama en voz muy alta que el conocimiento es el nuevo poder de nuestro tiempo. Todo eso es una verdad indiscutible. Pero resulta sospechoso que todas las ideologías y tan distintas posiciones sociales y económicas hayan sido atrapadas en este momento de crisis internacional en un consenso tan sólido en torno a la importancia de la educación.
¿Cuál es la trampa que puede encerrar este consenso internacional? ¿No querrá crearse un clima, un ambiente, aceptado y aceptable por todos, que permita ir introduciendo en ese consenso algunos de los mandatos y lineamientos de los poderosos organismos financieros internacionales? ¿No será que estos organismos, al igual que se están apoderando del diseño de las economías nacionales de todos los países, buscan también apoderarse del diseño de los proyectos educativos nacionales de nuestros países? ¿No querrán dirigir también la educación a escala global? Uno puede sospechar que existen estos propósitos no declarados.
Responsables del actual consenso internacional creado en torno a la educación son cuatro importantes documentos. Uno es la "Declaración mundial sobre Educación para todos". Otro es un documento de mucho impacto, publicado por la CEPAL y la UNESCO que se llama "Educación y desarrollo: eje de la transformación productiva con equidad". El tercer documento es del Banco Mundial: "Estrategias y prioridades de la educación". El cuarto es el Informe de la Unesco que se conoce como "Informe Delors", por el nombre de quien presidió la comisión internacional a la que la UNESCO encomendó elaborar este informe.
En torno a estos cuatro documentos se analiza y se mueve hoy la política educativa a nivel mundial, inclinándose unos países a las posiciones plasmadas en un documento y otros a las posiciones de otro. Las líneas maestras de estos cuatro documentos todos vinculan educación y desarrollo se pueden resumir en dos. La conferencia mundial sobre educación para todos y el documento del Banco Mundial establecen prioridades en la política educativa y ponen el acento en la priorización. Los otros dos documentos, el de la CEPAL UNESCO y el Informe Delors, en vez de orientar la política educativa en base a priorizaciones, analizan el aporte que dan al desarrollo de las personas y de las naciones los distintos niveles educativos.
Cuando se habla de prioridades en la política educativa, los cuatro documentos, lógicamente, priorizan la educación primaria, el nivel básico de la educación. Pero quienes acentúan la necesidad de establecer prioridades privilegian de forma casi absoluta la educación primaria básica y consiguientemente, descuidan los otros niveles educativos, especialmente el universitario. Quienes no ponen el énfasis en las prioridades, no contraponen la educación primaria con la educación superior ni con la de ningún otro nivel.
Unos defienden prioritariamente el derecho de toda persona a la educación y, por lo menos, a la educación primaria. Otros señalamos que además de ese derecho personal, todo pueblo tiene derecho a su desarrollo. Y señalamos que sólo con educación primaria no se desarrolla nunca una nación. Ciertamente, la base del desarrollo nacional es la educación primaria, pero sin otros niveles educativos, incluido el de la educación superior, no hay verdadero ni duradero desarrollo.
La tendencia que hoy se está imponiendo a los países del Sur, la que se está tratando de imponer en Nicaragua, es la centrada en las prioridades, la del Banco Mundial. La estrategia educativa del Banco Mundial no sólo se ha distanciado sino que ha entrado en pugna con la educación superior. Es parte de la lógica económica de esta institución. No le conviene al capital mundial globalizado que hoy domina el mundo que en los países del Sur haya una verdadera capacidad educativa superior. Sí le conviene que haya educación primaria, porque eso les garantiza mano de obra barata pero más cualificada y sobre todo, les asegura una permanente dependencia de nuestros países. Para mantener maquilas no hace falta educación superior, basta con la educación primaria. Para el capital mundial la educación superior es riesgosa, porque crea, o puede crear, independencia. Y, tradicionalmente, al Norte no le ha interesado la independencia económica de los países del Sur.
El Banco Mundial, al igual que la UNESCO, es parte del sistema de Naciones Unidas. Hasta 1990, la UNESCO era la agencia especializada de Naciones Unidas para apoyar técnicamente la educación en todos los países. Pero, a partir de entonces, y como consecuencia de la política económica globalizada, el Banco Mundial marginó a la UNESCO y se apoderó no sólo de los aspectos financieros de la educación a nivel mundial, sino también de sus aspectos técnicos, de concepción y de orientación. Hoy el Banco Mundial tiene más expertos en educación en todo el mundo que la propia UNESCO.
El actual consenso internacional en torno a la educación permite ir introduciendo poco a poco determinadas ideas. Una es la de la prioridad absoluta de la educación primaria. Otra es la del papel cada vez más activo que debe jugar la iniciativa privada en la educación. Es para afianzar esta idea que se viene impulsando desde hace años en Nicaragua el proyecto de autonomía escolar. Un proyecto similar está también en marcha en otros países, con el apoyo ideológico y económico del Banco Mundial.
Existe en Nicaragua un amplio consenso sobre la necesidad de la descentralización educativa, sobre la urgencia de mejorar la gestión educativa y de democratizar la educación, hay consenso en que debe haber una mayor participación de los padres de familia en la educación de sus hijos y hay consenso en que debemos racionalizar los escasos recursos con que cuenta el país. Hay un consenso general, pero ¿hacia dónde ha sido orientado hasta ahora el modelo de autonomía escolar? En los últimos cuatro años, ya consolidado el proyecto de autonomía escolar, la contribución de los padres de familia en los centros autónomos se ha incrementado nada menos que en un 60%. Es una prueba de que el proyecto se dirige hacia el aumento de la contribución económica de las familias en una tarea que es de responsabilidad pública. En la realidad, lo que está pasando es que la educación, aún la primaria, está dejando de ser gratuita y que la responsabilidad estatal está pasando a manos privadas. En este caso a las manos de los padres de familia. Y más exactamente, a las manos de las familias que pueden pagar.
En Nicaragua, la autonomía escolar se impuso casi sin consulta con la sociedad. Después, se fueron explicando sus razones. En cuatro años se ha conseguido que el 90% de los maestros del país estén dentro del régimen de autonomía escolar. ¿A dónde nos quieren llevar? ¿A la privatización de toda la educación? Es una realidad que la iniciativa privada está teniendo una participación y un rol cada vez más activo en la educación en todos los países. ¿Y cuál será la intencionalidad de quienes están teniendo ese rol cada vez más activo, de esa iniciativa privada? ¿Será ir hacia los pobres, hacia los barrios? ¿Por qué hay actualmente tantas nuevas universidades privadas en Nicaragua? ¿Sólo porque no hay capacidad en las universidades públicas para asumir a los 25 mil nuevos bachilleres que egresan cada año? ¿O habrá otros intereses? Todas estas iniciativas privadas tienen que ver después con las posibilidades de empleo. ¿Quién va a emplear a quién? ¿Van a emplear a los que salen de las universidades públicas o a los que salen de las privadas?
El futuro de Nicaragua nos lo estamos jugando hoy en el terreno de la educación. El actual es un momento trascendental para fundamentar y hacer valer el poder de la educación para nuestro desarrollo nacional y para orientar hacia dónde queremos que vaya nuestro desarrollo.
Desgraciadamente, el momento es crítico. Estamos en una situación de clara desarticulación entre los distintos subsistemas educativos. Desarticulación no sólo porque las autoridades no convergen en acuerdos o en concepciones que sean comunes. No sólo porque las instituciones se alejan unas de otras. Sino, lo que es peor, porque no hay relaciones pedagógicas consistentes y coherentes a todo lo largo del sistema educativo en su conjunto. Posiblemente, nunca ha estado el sistema educativo tan desarticulado como en este momento.
En Nicaragua, el eficiente, tenaz y activo gestor del proyecto educativo auspiciado por el Banco Mundial ha sido el Ministro de Educación de estos últimos seis años, Humberto Belli. El cuenta con todo el aval y con todo el poder técnico del Banco Mundial, que es la institución que ha ayudado a definir y a echar a andar la política de educación primaria en Nicaragua. El Banco Mundial ha unido el poder económico con el poder de la educación. Esto la convierte en una institución extremadamente poderosa. Y no sólo aquí, sino en el mundo entero. Países como el nuestro tienen poca capacidad para oponerse a concepciones que teóricamente suenan muy bien, sobre todo si éstas concepciones llegan acompañadas de los recursos económicos que no tenemos.
El gobierno Chamorro fue el que abrió las puertas a la política educativa del Banco Mundial, que llegaba ofreciendo 38 millones de dólares. Creo que muchos en el gobierno Chamorro y la propia doña Violeta no penetraron a fondo en lo que significaba el proyecto educativo del Banco Mundial. Sí lo penetró el Ministro Belli, que por algo ha sido el único miembro del gabinete del gobierno Chamorro que permaneció en el gabinete del gobierno liberal de Arnoldo Alemán. El Banco Mundial y la administración de Estados Unidos a través de la AID, que tiene las mismas prioridades educativas vieron complacidas la continuidad del Ministro Belli para consolidar el nuevo proyecto educativo que están impulsando en Nicaragua con fondos y asesoría.
Es importante señalar que la estrategia que se nos está imponiendo coexiste con un vacío legal en cuanto a política educativa. Actualmente sólo existe, en la práctica, una política de educación primaria. No existe política para la educación secundaria. El Ministerio no sabe aún qué hacer con la educación secundaria. Tampoco existe una política de educación universitaria. Cada universidad tiene su propia política, su propia identidad, sus propias prioridades, sus programas, pero no existe una política nacional de educación superior. No está formulada en ninguna parte. No hay política para vincular a unos subsistemas educativos con otros. Hay vacíos profundos para que podamos enfrentarnos a una estrategia de tal magnitud como la del Banco Mundial.
La estrategia educativa que hoy va ganando espacio no la conoce la mayoría de los nicaragüenses. Pero la sufre y la ve. Ve, por ejemplo, que los programas no formales de educación están abandonados, que la educación de adultos no tiene toda la atención que merece de parte del Ministerio, que la alfabetización ya no es una responsabilidad pública. Mientras que el Ministerio sólo se concentra principalmente en la educación formal y especialmente en la primaria, los programas no formales de educación, la alfabetización, la educación de adultos, están hoy en manos de organizaciones de la sociedad civil.
La indiscutible fortaleza de los innumerables proyectos no formales de educación que hoy existen en Nicaragua y que llegan a tantos sectores populares es que utilizan programas muy bien concebidos, que aportan desde el punto de vista metodológico aspectos innovadores muy positivos y que elaboran materiales pedagógicos y educativos muy apropiados. La principal fortaleza de todos estos programas es que están directamente vinculados con la realidad de la vida. Para la educación de la gente, esto tiene insuperables ventajas. No tiene la gente que esperar años para ver que la educación les conecta con sus prioridades vitales, para comprender que tiene en la educación una respuesta directa a sus necesidades. En términos educativos, esto es algo extraordinario.
¿Cuál es la debilidad de estos programas no formales? Que, aunque constituyen, por separado y en conjunto, una gran fuerza, no son aún una fuerza organizada. No son una fuerza que pueda exigirle al Ministerio de Educación que la educación no formal a cargo de la sociedad civil, con sus propias características, sea considerada parte integrante e integral del sistema educativo nacional. Mientras todos estos programas no formales no constituyan esa fuerza, los frutos de estos programas serán muy importantes, pero serán parciales. Y aquí, de lo que se trata es de lograr efectos nacionales, porque estamos luchando por un proyecto educativo nacional, no por parcelas de ese proyecto. La educación es un patrimonio nacional, un bien nacional. Desgraciadamente, la actual política educativa no los considera así.
Mientras la sociedad civil no tenga la posibilidad, no sólo de participar, sino de hacerlo con criterios, con enfoques, con capacidad técnica y política, en la definición de la educación de nuestros países, difícilmente la sociedad civil va a poder influir. Y especialmente queremos que logre esa influencia la sociedad civil a nivel local. Mientras no se fortalezca la institucionalidad local, mientras no se capacite a la sociedad civil al nivel local, mientras la sociedad civil local no tenga capacidad de participar en decisiones de inversión local, va a ser sumamente difícil superar nuestros problemas de pobreza y subdesarrollo.
La sociedad civil nicaragüense ha madurado enormemente y ha ido adquiriendo una capacidad que le permite analizar ya a fondo, por ejemplo, los problemas de la autonomía escolar. También sabe analizar con profundidad el tema del 6% universitario. La opinión de la gente es mucho más madura, procesada, con criterios y enfoques, que la que prevalece en los discursos populistas, que son los que alzan más la voz cuando se aborda el tema del 6%.
Hoy, el Ministro de Educación tiene ya mucho adelantado para promulgar una Ley General de Educación, elaborada con asesores internacionales. Esta Ley, como era de esperar, prioriza la educación básica y se propone incentivar la inversión privada en la educación pública. Fundamenta el actual andamiaje educativo que ya se ha empezado a construir.
En los organismos internacionales hay elementos que hoy tienen mucha fuerza a la hora de fundamentar una política educativa: más inversión, mejores profesores, metas claras y evaluación de logros, mayor autonomía y responsabilidad de los centros educativos, etc. Pero, lógicamente, es necesario profundizar en la interpretación de estos elementos y en su orientación. Nadie duda, por ejemplo, que se deban aumentar los requisitos profesionales que se exigen a los maestros. Pero, ¿con qué tipo de capacitación se los está "profesionalizando" actualmente? Hoy existe una extensa red de capacitación, pero ésta se reduce a cortos talleres de adiestramiento en los que se enseña a los maestros a utilizar las guías metodológicas y los textos elaborados por otros. Y se considera buen maestro al que sabe aplicar mecánicamente tal guía a tal texto. Y nada más. ¿Es eso pedagogía, así se forman maestros? Otro ejemplo. Hoy todos propugnan por incorporar a los profesores al debate de la implementación de las reformas educativas. Pero, en Nicaragua, ¿está siendo así en la práctica?
Desde el PREAL UCA, y con la clara decisión de colaborar con la educación nacional, hemos insistido en que es necesario un foro educativo nacional, donde se puedan discutir todos los temas relativos a la educación. Creemos que la lógica que debería seguirse para desembocar en la Ley exige etapas. La primera, formular una política educativa nacional, con la participación de todos los sectores de la sociedad. Porque la educación es patrimonio nacional y no propiedad de un Ministro de Educación ni del Ministerio ni del Gobierno de turno. Una vez alcanzado un consenso sobre los grandes fines, objetivos y lineamientos de la educación nacional, hay que estructurar un proyecto educativo nacional, con perspectiva de futuro, porque la educación es un proyecto de largo plazo.
Ya teniendo una política y un proyecto, hay que darle consistencia, estabilidad y aliento de largo alcance a través de una Ley General de Educación, para que ese proyecto y esa política no dependa de quien esté al frente del Ministerio de Educación. Con la Ley General ya hecha, hay que elaborar un Plan General de Desarrollo Educativo. Esa es la lógica correcta y democrática, pero tememos que no se siga esa lógica.
El gobierno anterior y el actual han buscado deslegitimar la educación de la década sandinista. Y tenemos que relegitimarla. La principal característica de la educación en aquellos años es profundamente legítima: en aquellos años se centraron primordialmente la atención y los esfuerzos en los sectores populares. Asumir que todas las personas, y de manera particular quienes históricamente habían sido marginadas de la educación, tuvieran derecho y acceso a la educación fue el sello del proyecto educativo revolucionario. Y no fue sólo la alfabetización. Cuando en 1979 empezamos a trabajar en el Ministerio de Educación, eran unos 500 mil los nicaragüenses atendidos por el sistema educativo. Ya en 1983 eran casi un millón de personas las que recibían educación en todos los niveles. Casi duplicamos los niños en educación primaria y ya ese año la educación de adultos cubría a 200 mil. En 1979 había sólo 9 mil niños en educación preescolar. A los 6 años ya eran 70 mil. Nunca existió educación especial en Nicaragua. La revolución la inició. Tampoco existía educación popular de adultos. Y la creamos. La política de la revolución sandinista fue más educación, mejor educación y nueva educación.
Hoy, para deslegitimar y descalificar los esfuerzos educativos hechos por la revolución se quiere hacer creer que entonces bajó la calidad de la educación. Por supuesto, y por varias razones, al masificarse la educación, la calidad bajó en muchos aspectos. Sí, tal vez bajó de calidad en cuanto a saber mejor o peor las matemáticas o en otros muchos aspectos académicos. Pero la educación creció enormemente en aquellos años en otros aspectos: en el compromiso que asumimos, estudiantes y profesores, para transformar a nuestro país y para beneficiar a todo nuestro pueblo. A todos. El crecimiento de la conciencia, el crecimiento del compromiso social, el crecimiento de la solidaridad son también calidad.
La huella del proyecto educativo de la revolución ha sido muy profunda. Muchas semillas se sembraron, muchas raíces quedan. Hoy, la capacidad de las comunidades y el aliento de educación popular que existe en tantos programas no formales de educación, con su vigencia y creatividad, sólo se explican porque en Nicaragua hubo el proyecto de una revolución. En el proyecto educativo sandinista la educación se llenó de pueblo y el pueblo se llenó de educación. Y hasta el día de hoy éste sigue siendo el principal legado educativo de la revolución.
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