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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 296 | Noviembre 2006

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Nicaragua

Estados Unidos: sólo una batalla perdida

Todas las tácticas electorales de Estados Unidos en estas elecciones fracasaron: la derecha participó dividida y su adversario ideológico resultó vencedor. Pero, para Estados Unidos, se trata sólo de una batalla perdida. Porque dejaron instalado en el escenario político y en el imaginario de los votantes un proyecto estratégico para la derecha nicaragüense: la ALN.

Equipo Nitlápan-Envío

El gobierno de Estados Unidos participó activamente y desde muy temprano en todo el proceso electoral nicaragüense, con el único objetivo de evitar el triunfo de Daniel Ortega y dar continuidad al gobierno neoliberal de Enrique Bolaños con la victoria del banquero Eduardo Montealegre.

LOS DOS CAUDILLOS

Las elecciones nicaragüenses han sido las más intervenidas por Estados Unidos en el continente este año, teniendo en cuenta el escaso significado económico y geopolítico que Nicaragua tiene en América Latina. Los primeros interventores comenzaron a llegar al país desde el año 2004, cuando el FSLN y la Convergencia -de la que el MRS era parte- ganaron 87 de las 152 alcaldías, en las que vive el 80% de la población nacional, lo que auguraba una magnífica plataforma política para el FSLN en las elecciones presidenciales.

Altos funcionarios estadounidenses hablaban abiertamente contra Arnoldo Alemán, por su control sobre el PLC y contra Daniel Ortega, el controlador del FSLN. Una injerencia sin pudor en la política interna del país. Para entonces ya habían transcurrido cinco años del pacto entre Ortega y Alemán y ya se hablaba de “los dos caudillos”. La palabra caudillo circuló desde entonces como moneda corriente en todos los análisis políticos.

Las presiones estadounidenses comenzaron muy pronto a centrarse en Alemán. A Ortega esperaban derrotarlo en las elecciones, confiando en que un cuarto fracaso lo liquidaría políticamente. A finales de 2003, uno de los caudillos, Alemán, fue sentenciado en primera instancia por un tribunal controlado por Ortega a 20 años de cárcel por graves delitos de corrupción. Con ese fallo, y con control también sobre el tribunal de apelaciones que ve esa causa, el caudillo Ortega tuvo en sus manos el caso político y judicial del otro caudillo. La llave de su cárcel, su ansiada libertad. El manejo legal y político del caso Alemán fue pieza clave en la estrategia electoral de Ortega.

TODO EN VANO

Cuando Alemán cayó en desgracia en 2003, el objetivo del gobierno de Bolaños y del de Estados Unidos, que trabajaron siempre en yunta, fue arrebatarle el PLC a Alemán o lograr que Alemán -presionado por los juicios contra él- cediera el partido a una derecha “modernizante”. En el proyecto estratégico de Estados Unidos para Centroamérica estorban ya los caudillos, característicos de nuestra política tradicional. El capital trans¬nacional demanda otros jugadores con otras reglas de juego. Y otro juego.

Todo tipo de declaraciones, ofertas, advertencias y amenazas fueron organizadas con ese objetivo. También “emergieron” iniciativas políticas alternativas al PLC, como la Gran Unidad Liberal y la Alianza Por la República, GUL y APRE, que buscaron infructuosamente lo mismo.

Surgió entonces la ALN y el banquero Eduardo Montealegre emergió en el escenario electoral listo a desafiar a Alemán y al PLC. De la nada, y con muchos millones, nació un nuevo partido, que puso en su bandera roja liberal el símbolo de las zapatillas deportivas Nike y del desodorante Rexona. Montealegre comenzó a recorrer el país montando aceleradamente otra maquinaria electoral y vendiendo la nueva marca.

Las elecciones del Caribe, en marzo 2006, de las que la ALN, Estados Unidos, Bolaños y Montealegre esperaban un test favorable al nuevo partido liberal, demostraron que la cultura política tradicional y la maquinaria del PLC podían mucho más que los liberales modernos y los discursos “contra el pacto y los caudillos”. El PLC ganó esos comicios, venciendo a la ALN y al FSLN.

UN CONTINUO FRACASO

El gobierno de Estados Unidos enrumbó entonces sus tácticas a conseguir cómo montar a Montealegre en la eficaz maquinaria capta-votos del PLC. Cómo lograr que el PLC le cediera el puesto de timonel a Montealegre, cómo hacer ceder a Alemán fue la obsesión estadounidense. Qué no hicieron para lograrlo.

Alemán fue desprestigiado en público en Managua por el poderoso Robert Zoellick, quien lo calificó de “criminal” y anunció su persecución y la de su familia por todo el mundo. La Unión Europea se unió a Estados Unidos y le prohibió la entrada en doce países durante diez años. A dos docenas de allegados a Alemán se les canceló su visa de entrada a Estados Unidos. A cambio de ceder poder en el PLC y retirarse definitivamente de la política, él y su familia, se le ofreció a Alemán olvidar los juicios que por actos de corrupción tiene aún pendientes en Estados Unidos y Panamá.

Todos los esfuerzos de Estados Unidos se estrellaron contra la tenacidad de Alemán y contra las lealtades hacia el caudillo de los dirigentes del PLC, que le agradecen favores y prebendas, que veían en él la garantía de continuar en altos cargos públicos con megasalarios y que hasta sueñan con su candidatura presidencial en 2011.

DE CARAMBOLA

En junio, visitó el país Thomas Shannon para dar un aval de respaldo a las dos fuerzas “emergentes” que desafiaban a los dos caudillos. El subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental se reunió con Montealegre y con Herty Lewites, que lideraba la Alianza MRS, y moriría tan sólo unos días después.

El interés de Estados Unidos era hacer eje del conflicto nacional la contradicción pacto-antipacto. Al final, ese eje no resultó tan central en la decisión de los votantes. Y muy pronto, Estados Unidos fue interesándose cada vez más en reforzar el eje anti-Ortega: la promoción del voto útil, presentando a su candidato Montealegre como el único potable contra el otro caudillo.

Entre mayo y noviembre, el gobierno de Estados Unidos, a la cabeza su embajador en Managua, Paul Trivelli, mantuvo una permanente injerencia en el proceso electoral, promoviendo a Eduardo Montealegre y atacando a José Rizo, el candidato del PLC, amenazando a los empresarios privados que lo respaldaban, alentando la renuncia de Rizo a su candidatura presidencial, enviando emisarios de la salvadoreña ARENA para persuadirlo a que renunciara, y hasta ofendiéndolo personalmente.

Fracasados en su intento de hacer renunciar a Rizo, empecinados con Montealegre, y sin despejar la incertidumbre de qué funcionaría mejor el día de los comicios para derrotar a Ortega: si la maquinaria del PLC o si la nueva maquinaria millonaria de la ALN, Estados Unidos apostó con gran beligerancia al final de la campaña a promover el miedo contra Ortega con el mismo obsoleto guión de los años 80, sabiendo que, de carambola, promovería el voto útil, convencido de que el electorado vería en Montealegre al “héroe” triunfador sobre el caudillo. En el camino del miedo, unos pensaron que Rizo lo derrotaría y otros que sería Montealegre. De carambola, quien ganó fue Ortega.

TERRORISMO
CON LAS REMESAS

En los últimos días, el PLC usó en su propaganda la bandera de Estados Unidos y declaraciones del funesto Oliver North a su favor. North visitó Managua el 22 de octubre para apoyar a Rizo. Trivelli dijo que esa propaganda del PLC era “pura paja”.

En un revoltijo de mensajes amenazantes, Estados Unidos arreció su campaña del miedo. El 19 de octubre e¬l Secretario de Comercio Carlos Gutiérrez afirmó que el triunfo de Ortega¬ era un riesgo. Titular de ocho columnas del diario “La Prensa”, portavoz cotidiano desde hace años de la agenda de Estados Unidos para Nicaragua. Gutiérrez advirtió que al menos tres empresas listas para invertir 230 millones de dólares en Nicaragua generando 123 mil empleos -seguramente maquilas- no lo harían si ganaba Ortega.

Después vino lo peor. Varios congresistas tronaron pidiendo se revisara la ayuda de Estados Unidos a Nicaragua si el “malévolo” Ortega ganaba y tocaron el sensible tema de las reme¬sas familiares: le recomendaban a Condoleeza Rice que estudiara el bloqueo de las remesas de los nicas. Titular de ocho columnas en “La Prensa”: Remesas en peligro.

La campaña del corte de las remesas, con spots televisivos impac¬tan¬tes, contribuyó significativamente a la derrota del FMLN en El Salvador en las elecciones de 2004. Los canales de TV de Nicaragua decidieron repetir la experiencia y en vísperas de las elecciones, aparecieron spots firmados por el desconocido grupo “Mujeres al Rescate de la Historia”: una anciana madre lloraba leyendo la carta de su hijo: “Mama, ¿qué será de vos sin este dinerito? Mama, dile a todos que no voten por Daniel…”

Unos 200 mil nicaragüenses en Estados Unidos envían un promedio de 150 dólares mensuales a sus familias en Nicaragua. La ALN pasó el mensaje del corte de las remesas a celulares y a llamadas telefónicas: o Montealegre o el fin de las remesas. En las vísperas electorales la ALN llamó telefónicamente también con el mismo mensaje, pero camuflado de sandinismo: “Compañero, compañera: la dignidad vale más que las remesas, ¡patria libre o morir!” El miedo se hizo pánico.

LOS FRUTOS DEL MIEDO

El miedo alentado a lo largo de octubre y el pánico de los últimos días movieron a muchísimos votantes hacia el voto útil. La cultura popular es siempre cortoplacista: dejar todo para el último momento, decidirlo todo al final. Esto perjudicó principalmente al MRS, el que parecía menos capaz de vencer a Ortega, porque las encuestas no lo indicaban, y porque el MRS no apostó a eso en su propaganda. Hablaba más de un programa de cambios y manejaba un liderazgo menos tradicional, menos de pelea de gallos o de ring de boxeo. Muchos -incalculables- votantes del MRS votaron por Monte¬alegre. Y también en otro sentido: algunos -incalculables también- decidieron votar por el FSLN, indignados por las posiciones agresivas de Estados Unidos y temiendo una victoria gringa con “más de lo mismo” si ganaba el banquero neoliberal Montealegre. Estos giros de última hora se expresan en un porcentaje de votos “cruzados” y no “en cascada” (votar distinto en la boleta presidencial y en las boletas de diputados), que esta vez fueron mucho más numerosos que en elecciones anteriores.

BATALLA PERDIDA CON UN GOL

La política de Estados Unidos en las elecciones de Nicaragua fue un fracaso táctico: no lograron unificar a la derecha, su candidato perdió y su adversario desde los años 80 ganó. Para cerrar el círculo, nos queda sólo por ver a Alemán saliendo libre.

El único gol que Estados Unidos sí metió en el terreno de Ortega es Jaime Morales Carazo. Ortega aceptó en su fórmula a este otro banquero, diestro y siniestro en el manejo de la política criolla y bien relacionado en Estados Unidos. Ortega lo llamó no para conquistar un solo voto de más, sino para hacer más expresiva y simbólica su rosada campaña de amor y reconciliación y seguramente buscando evitarse el veto de Estados Unidos. Morales Carazo fue jefe de la Contrarrevolución en los años 80. A partir del 10 de enero será el Vicepresidente de la República de Nicaragua.

Para Estados Unidos, lo de Nicaragua ha sido sólo una batalla perdida. La guerra neoliberal sigue. No sólo porque Daniel Ortega gobernará con un margen de maniobra muy limitado, dadas las condicionalidades que le imponen tanto los organismos financieros internacionales que Estados Unidos domina como la cooperación internacional de la que la economía de Nicaragua depende tanto. También porque la ALN le ha comido la mitad del electorado al PLC, lo que no es poco, y porque ya la sembraron en el terreno político y electoral del país.

¿Y CHÁVEZ?

No hay duda de que el Presidente venezolano Hugo Chávez pretendió influir en el imaginario del electorado nicaragüense apoyando públicamente a Daniel Ortega desde el mes de abril y proyectando, con petróleo barato, un futuro promisorio si Ortega llegaba a la Presidencia.

Pero, así como la política de Estados Unidos tuvo efectos en los resultados electorales, la influencia de Chávez en estos comicios estuvo siempre presente como punto de debate en los análisis de los analistas, pero resultó muy diluida en la mente de los votantes, que decidieron mayoritariamente por razones mucho más nacionales que por los temores o los sueños geopolíticos que unos y otros les trataron de vender.

Además, el grado de empobrecimiento, desnutrición e ignorancia de la mayoría de la población nicaragüense, viene contribuyendo a acentuar visiones cada vez más limitadas y provincianas, esas visiones que hacen pensar al aldeano que su aldea “es el mundo”, como decía José Martí. Visiones también cada vez más marcadas por las expresiones más negativas de la religiosidad. De esto hablamos en otras páginas de este mismo número.

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