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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 329 | Agosto 2009

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México

El miedo en los tiempos del virus

Aunque el virus de la nueva influenza humana no nació en México, fue de los contagiados y los muertos mexicanos de quienes más conoció el mundo. Y es de la desacertada actuación gubernamental mexicana ante la epidemia de la que se desprenden interesantes lecciones. La principal: cómo el miedo a las enfermedades puede ser utilizado por el poder político como un método de control social.

Jorge Alonso

En 2009 el mundo se percató de un nueva y preocupante cepa de influenza que fue bautizada primeramente como “gripe porcina” y después como “Influenza humana” A/H1N1. En un principio se presentaba como originada en México. Posteriormente se supo que tenía raíces desde hacía años en otros sitios.

AÑOS PREVIOS, CASOS VARIOS

A finales de los años 80 se detectó un virus de influenza porcina H1N1 en una mujer embarazada. En el verano de 2005 murieron posiblemente por esa influenza 24 personas en China. A finales de 2007 se detectó en cerdos de Missouri un nuevo tipo de influenza porcina llamado H2N3. En septiembre de 2008 se dio a conocer que en 2005 una muchacha se había infectado con la influenza porcina tipo A. En noviembre de 2008 en Texas se reportó un caso de influenza porcina tipo A/H1N1 en humanos. Fue a principios de marzo de 2009 que trastornos respiratorios con cuadro de malestar ocurridos en una población mexicana cercana a criaderos de puercos propiedad de una importante trasnacional llamaron la atención. Un día después se constató la infección de un niño en San Diego, California. A finales de ese mes otra niña en California presentó una fiebre repentina de 40 grados.

Desde el 11 de abril, la Organización Mundial de la Salud (OMS) había alertado a México de casos inusuales de neumonía en Veracruz, pero las autoridades desdeñaron que se tratara de una epidemia. Finalmente, México envió el 22 de abril las primeras 51 muestras a Canadá, donde constataron la propagación de una nueva cepa de esta influenza. Tenía ingredientes genéticos porcinos, aviares y humanos y se contagiaba fácilmente de humano a humano.

Todos estos variados casos no habían despertado alarma hasta que en México se constató que se trataba de casos masivos. Las autoridades dijeron estar muy preocupadas porque no sabían qué tan letal era y si habría algún medicamento para enfrentar eficazmente la enfermedad. Nombrada al principio como “fiebre porcina”, los productores de carne de puerco protestaron y se le cambió el nombre: influenza humana A-H1N1.

Cuando se constató que se trataba de un mal curable si se atendía a tiempo con el medicamento Tamiflú pareció volver la calma entre los especialistas. Sin embargo, el gobierno mexicano prefirió utilizar la política del miedo.

MÉXICO CON TAPABOCAS

A finales de abril había casos en la mitad de México, sobre todo en la capital y en San Luis Potosí. Se decretó una emergencia epidemiológica, se suspendieron las clases en todo el país, se prohibieron actividades masivas y se restringieron algunas actividades económicas. Los ciudadanos exigían información suficiente y transparente, pero las respuestas gubernamentales fueron muy deficientes. Las autoridades sanitarias emprendieron acciones urgentes ante la intensificación de la transmisión de la influenza difundiendo medidas preventivas.

Dieron a conocer que el contagio era por la saliva -al toser y estornudar-, y por contacto con superficies y materiales contaminados. Dieron publicidad a los síntomas: fiebre súbita y elevada, tos, dolor de cabeza y muscular, dolor de garganta, escurrimiento nasal y agudo malestar general. Solicitaron evitar contacto con personas enfermas, no compartir bebidas y alimentos y usar tapabocas. Se recomendó que al estornudar se separaran de los demás, cubriéndose la nariz con la parte interna del antebrazo. Se pidió limpiar superficies, manivelas y pasamanos, evitar saludarse de mano y menos de beso, y lavarse continuamente las manos. Se recomendó también evitar glomeraciones, y en los lugares concurridos se puso a disposición de los usuarios gel antibacterial para las manos.

Mundialmente se propagó la alerta, y muchos mexicanos que estaban viajando sufrieron discriminación y vejaciones en varias partes del planeta. Ser mexicano se tomó como equivalente a ser portador del mal. Cuando la influenza se propagó no sólo en México, sino también en Estados Unidos, la OMS decretó el nivel 5 de alerta, que significa que el mal se ha expandido al menos a dos países de una misma región.

TERROR MEDIÁTICO
Y DUDAS CRECIENTES

Lo que se evidenciaba era que una enfermedad de esa naturaleza no podía confinarse localmente y pronto se convertiría en un problema global. En mayo, aunque los medios de comunicación mexicanos recalcaban que las medidas que se dictaban eran oportunas y atinadas, ya había organizaciones ciudadanas que dudaban. Si bien las medidas podían evitar la propagación de la infección, el gobierno estaba muy lejos de ser eficiente en el manejo de la información.

Era inocultable que hubo casos en varias entidades del país donde no se dio la atención inmediata a la población. Y desde principios de 2009 habitantes de una población veracruzana se habían quejado ante los medios de comunicación por la epidemia de una enfermedad respiratoria que atribuían a condiciones insanas provenientes de granjas industriales que criaban puercos. Pesaba también la política neoliberal, que había recortado los recursos para el sector salud, y México no contaba con un laboratorio capaz de hacer la detección del mal inmediatamente, dependiendo de laboratorios extranjeros.

Más que la información, lo que privó fue cierto terror mediático. Al gobierno de Calderón le vino bien que se suspendiera el desfile obrero del Primero de Mayo, en el que seguramente se lanzarían fuertes críticas a las medidas económicas neoliberales de la derecha mexicana.

¿QUIÉNES GANAN?

La falta de información veraz y oportuna junto a la manipulación mediática dio pie a que surgieran varias hipótesis. ¿Una enfermedad creada en laboratorios del imperio que se les había salido de control? Esto no pudo comprobarse. La OMS declaró que la enfermedad había mutado de forma natural. Recordando que Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa en el gobierno de Bush, era un importante accionista de la empresa farmacéutica que tiene la patente del medicamento que cura la influenza humana, surgieron otras hipótesis, considerando que la extensión de la epidemia derivaba en un enorme negocio para esta trasnacional farmaceútica y otras. La producción de vacunas y medicamentos para emergencias pandémicas está controlada por importantes empresas capitalistas, movidas por el lucro.

OTRAS “PANDEMIAS” OLVIDADAS

Mientras se priorizaban las cifras de los contagiados y de los muertos por la epidemia, otros problemas de salud fueron totalmente soslayados. México y el mundo parecían aceptar, sin poner remedios eficaces, que cada minuto muera un niño de SIDA, que cada cinco minutos muera un niño por falta de atención médica, que cada ocho segundos muera un niño por agua contaminada, que cada tres segundos muera un niño por hambre y desnutrición, que cada segundo muera un recién nacido por falta de atención médica, que cada año mueran 11 millones de jóvenes antes de llegar a la pubertad, que cada año 530 mil mujeres embarazadas mueran por desnutrición, etcétera, etc. El dengue, el paludismo, la malaria y otros males transmisibles han sido relegados como “enfermedades de la pobreza” porque su atención no abre una buena veta de ganancias para los negociantes de la salud.

AVANZA LA ENFERMEDAD

En la primera semana de mayo el mayor número de casos reportados de la nueva influenza se encontraban ya en Estados Unidos. México ocupaba el segundo lugar, y Canadá el tercero.

El 11 de mayo apareció el primer escrito científico sobre la influenza A/H1N1 en “Science”. Cuando el Presidente mexicano Calderón se proclamó una especie de salvador de la humanidad por las medidas tomadas ante la epidemia, Fidel Castro justificó que, ante el brote epidémico mexicano, Cuba hubiera suspendido temporalmente vuelos a nuestro país, acusando al gobierno de Calderón de haber ocultado los primeros datos para no impedir la visita de Obama a México. Refiriéndose a la revista “Science”, Castro señaló que cuando México anunció la epidemia ya tenía varios miles de casos, y que la infección habría surgido en los primeros meses del año. La revista preveía que esta influenza podría llegar a ser tan severa como de la de 1957, que a nivel mundial había causado la muerte a 2 millones de personas, pero no tanto como la de 1918, a la que se le atribuía la muerte de unas 100 millones.

A mediados de mayo la epidemia ya había llegado a Europa y la OMS advertía de la posibilidad de que el virus sufriera una nueva mutación, tornándose más agresivo. Para entonces la cifra oficial de personas infectadas en más de 30 países rebasaba la cifra de 5 mil. Pocos días después, la cifra era superior a los 8 mil y ya se presentaba en América del Sur, Nueva Zelanda, Japón e Israel.

En México había muerto el 2.5% de los contagiados. Si los casos de la influenza estacional se han manifestado habitualmente en los rangos extremos de edad -niños y ancianos-, la nueva influenza estaba atacando sobre todo a mujeres jóvenes. Creciendo el pánico ante la nueva enfermedad los especuladores de la salud empezaron a abusar con falsos tratamientos y vendiendo el Tamiflú en el mercado negro.

¿POR QUÉ
HAY MÁS MUERTOS AQUÍ?

Grupos de los de abajo llamaban la atención de que el miedo era el peor enemigo en la promoción de la salud y que la respuesta estaba en la organización comunitaria y el autocuidado. El EPR sacó un comunicado en el que denunciaba al gobierno de Calderón por mentir sobre la magnitud y costos de la epidemia. Llamaba la atención de que al crear pánico mediático, el gobierno y los monopolios de la comunicación habían generado una sicosis en las capas medias y altas, mientras que entre los sectores trabajadores que a diario viven las consecuencias de un sistema de salud ineficiente y corrupto, lo que había era incredulidad y sarcasmo colectivo. “El tapabocas es un producto más de consumo, exclusivo de quienes tienen plata. El pobre o come un kilo de tortillas o compra un tapabocas”, decían.

Una de las preguntas que se hacía mucha gente era por qué había más muertos por la epidemia en México que en otras partes del mundo. El medio médico se respondía: hay factores agravantes que propician el que una enfermedad curable se convierta en mortal. En esa misma línea de reflexión, el EPR señalaba que el pueblo estaba indefenso ante este tipo de contingencias por su desnutrición crónica producto de la pobreza, por la miseria y la hambruna. Ninguna medida de higiene es eficiente cuando un pueblo vive en la pobreza. Llamaba también la atención el EPR sobre esto: Calderón había propiciado más muertes con su ejército y policías que la epidemia y era ridículo que quisiera presentarse como salvador del mundo. Lamentaba que el mayor número de muertos los pusieran los pobres y recalcaba que la epidemia había resultado un buen pretexto coyuntural para contener las protestas ante un gobierno antipopular.

¿TODO BAJO CONTROL?

Especialistas en cuestiones de salud evaluaron que había sido ejemplar el comportamiento de la sociedad mexicana, no así el del gobierno, que había tomado decisiones importantes que afectaban y ponían en riesgo a toda la población partiendo de datos imprecisos. Además, había retrasos de más de una semana en la información que se brindaba y se hacía un manejo perverso de la misma. Para reactivar la economía se quería hacer creer que la epidemia había cesado, pero los datos no confirmaban esto y el número de muertes iba en aumento.

El 19 de mayo el secretario general de la ONU llamó al mundo a permanecer vigilante y alerta frente al virus: no se sabía hasta dónde llegaría y a qué velocidad se propagaría, cuál sería su gravedad y cuántas personas morirían. Para esas fechas los casos de contagiados habían llegado a 10 mil personas en 40 países. La OMS anunciaba que se temía una interacción del nuevo virus con otros virus. Habló de que ante sus ojos evolucionaba una influenza pandémica y anunció que la elaboración de una vacuna específica estaba resultando más difícil que lo inicialmente previsto. El 22 de mayo la revista “Science” sacó un nuevo escrito sobre la influenza, donde detallaba las formas originarias de contagio de animal a humano y de humano a humano.

Durante la última semana de mayo, mientras se quería hacer creer que la situación estaba controlada en México, hubo más de mil nuevos casos. Estudiosos de salud pública detectaban que se ocultaba el número real de casos sospechosos, de confirmados y de muertes. Algunos reconocían que la información no era confiable, pues las estimaciones sobre el despliegue de la epidemia no eran consistentes. Ya para esas fechas el gobierno temía brindar los números reales para no ahuyentar las inversiones y el turismo.

SE ACTUÓ TARDE
Y SE ACTUÓ MAL

Aunque Estados Unidos llevaba la delantera en el número de contagiados, un simple ejercicio de relación entre el número de infectados y el total de la población arrojaba que la proporción de contagios -y no se diga de muertos- era superior en México. Pero para entonces pesaban más los intereses de los empresarios y comerciantes que la salud de los mexicanos. La especialista en salud Asa Cristina Laurell escribió que no sólo se había actuado tarde, sino que haber paralizado al principio al país no había ayudado a controlar la influenza, porque lo que debió haberse hecho era una intensa búsqueda de casos, de contactos y la aplicación de cercos epidemiológicos para aislarlos y tratar a los enfermos, tal como se estaba haciendo en otras partes del mundo. Planteó también que había graves problemas de registro.

Mientras la OMS consideraba que México contaba con un sistema sólido de emergencia epidemiológica, la realidad era otra. México no sólo no salvó al mundo sino que lo confundió. En la Asamblea Mundial de la OMS se entendió que las fallas de registro de los países representa una seria debilidad para la red mundial de emergencia contra la pandemia. A pesar de todo esto, Calderón proclamaba que México ya había superado la contingencia sanitaria. El subregistro oficial lo desmentía.

Hay que destacar que el gobierno conminó a los médicos del sector salud a no dar ningún dato por cuenta propia. El gobierno mantuvo el control de los datos, pero aun así, no se podía ocultar el avance de los contagiados.

PANDEMIA EN NIVEL 6:
ALERTA MUNDIAL

El virus avanzaba en el mundo. A inicios de junio en 66 países había más de 19 mil casos. En pocos días ascendieron a más de 25 mil, y el número de los países afectados a 73. El virus era más peligroso en ambientes fríos, por lo que el invierno sudamericano propiciaba que en los países del Cono Sur creciera el número de infectados. La OMS advirtió que la llegada del otoño en el hemisferio norte podría reforzar la epidemia. En México siguieron presentándose tercamente nuevos casos. La cifra de muertos por la enfermedad seguía incrementándose y ya pasaba del centenar.

En junio, México convocó una cumbre de ministros de salud de 40 países para discutir sobre la nueva influenza e intercambiar experiencias en su manejo. Objetivo: que la OMS tuviera más elementos para analizar cómo se estaba manejando la crisis sanitaria. La directora general de la OMS señaló que México podía vivir una segunda oleada de casos y, después de una reunión de emergencia con especialistas, decidió decretar que el nivel de alerta pasaba al nivel 6, el más alto, puesto que el nuevo virus se transmitía fácilmente de persona a persona y de un país a otro, y el mal iba en aumento mundialmente. La primera pandemia del siglo XXI se había instalado, y se preveía un oscuro panorama para los países con sistemas de salud deteriorados y con recursos limitados.

La OMS aconsejó prepararse para una larga lucha contra el irrefrenable nuevo virus. Estableció que la emergencia sería de largo plazo y enfatizó que las personas entre 30-50 años, las mujeres embarazadas, quienes sufrían males crónicos (asma, diabetes y obesidad) corrían mayores riesgos. Aunque hasta entonces el virus parecía manifestarse de manera bastante estable, podría cambiar a una forma más letal, sobre todo si se llegaba a combinar con el virus de la gripe aviaria H5N1, circulando ampliamente en aves de corral.

VACUNA A LA VISTA:
¿DE QUIÉNES?

La OMS anunció que sus miembros debían permanecer vigilantes durante 2009, 2010 y posiblemente durante varios años más. Otro riesgo era que el nuevo virus se mezclara con el de la influenza estacional (H1N1), que ya ha desarrollado resistencia al antiviral Tamiflú. No obstante, la OMS también aconsejó no cerrar fronteras ni imponer restricciones al comercio. Estar en la fase 6 indicaba que la enfermedad se había propagado geográficamente, pero no el grado de virulencia de la influenza, ni el número de muertes por la enfermedad. Hasta ese momento la pandemia mantenía una severidad moderada en los países desarrollados.

El temor era lo que pudiera pasar en los países pobres. La OMS anunció que iniciaría una donación adicional de más de 5 millones de dosis de Tamiflú, y recomendó a los laboratorios que completaran la producción de la vacuna contra la gripe estacional, que anualmente afecta a millones y causa la muerte de hasta medio millón de personas. La OMS celebró que las principales compañías farmacéuticas hubieran iniciado los trabajos para desarrollar una vacuna específica contra la gripe A/H1N1, pero reconoció que faltaban algunos meses para que pudiera estar en circulación. El laboratorio Novartis declaró que más de 30 gobiernos ya les habían solicitado la nueva vacuna. Estados Unidos había hecho ya un primer pedido millonario y los países desarrollados se habían asegurado ya la adquisición de la mayor parte de las vacunas que se produzcan.

EL VIRUS
LLEGÓ PARA QUEDARSE

El Secretario de Salud mexicano reconoció que la aparición del nuevo virus había tomado desprevenidas a las autoridades, y aceptó que se esperaba una nueva oleada de casos en la etapa invernal, porque el virus vive mejor en tiempos fríos y secos que en calientes y húmedos. Trató de calmar los ánimos indicando que, aunque el virus era nuevo, ya se le iba conociendo. Anunció la adquisición de 20 millones de dosis de vacunas contra la influenza estacional y otros 20 millones de vacunas contra el nuevo virus. También, que se concluiría la construcción de un nuevo laboratorio de bioseguridad de nivel tres en la capital del país y garantizó que todos los laboratorios estatales tendrían la capacidad de hacer la prueba para detectar la nueva influenza. Aceptó que se habían aprendido importantes lecciones, como la coordinación y perfeccionamiento en la recogida y envío de información, y se había readecuado la plataforma de vigilancia epidemiológica. Presumió que México había pasado de la fase epidémica a la endémica.

Pese al optimismo oficial, a mediados de junio la nueva influenza repuntó en cuatro estados del país. A principios de julio las cifras oficiales de infectados en México llegaban a 10,894. 121 habían muerto. En números absolutos, Estados Unidos tenía alrededor de 34 mil casos y México se mantenía en un segundo lugar. En el mundo los casos confirmados ascendían a más de 98 mil en 137 países y los muertos eran 440. Seguía siendo preocupante que México contara con la cuarta parte de los fallecimientos mundiales.

Aunque la Secretaría de Salud federal dejó de difundir desde finales de junio sus reportes sobre la epidemia, conforme pasaban los días los casos continuaban presentándose, y en algunos estados se dio un repunte de nuevos casos en pleno verano. En unos días de julio hubo en Yucatán 200 nuevos contagios y esa entidad se colocó en el segundo sitio de afectados después de la capital del país. Entre junio y julio, en el estado de Jalisco los casos de la nueva influenza aumentaron en un 80%, y las autoridades locales de salud tuvieron que aceptar que la epidemia había llegado para quedarse. Hasta el momento, no ha podido elaborarse con los datos oficiales un mapa de la influenza, por no ser confiables las cifras.

OMS: NI PÁNICO
NI COMPLACENCIA

A principios de julio, autoridades de salud de 40 países se reunieron en el centro vacacional mexicano de Cancún para una cumbre mundial sobre la influenza. La OMS adelantó que se esperaba un rebrote más fuerte de la enfermedad. Era inevitable que el virus siguiera evolucionando y no se pudiera contener. Hizo hincapié en que se desconocía cómo se comportaría el virus. También cambiaron las primeras estimaciones sobre la fecha en que se podría contar con la vacuna, aunque se esperaba tenerla disponible antes del invierno en el hemisferio norte. La OMS anunció su compromiso de distribuir en los países en desarrollo 250 millones de dosis de la vacuna contra la influenza.

Se recomendó vigilar con cuidado lo que sucedería durante el invierno sudamericano y prepararse para las sorpresas de un virus amenazador y caprichoso, por la capacidad de las cepas de la influenza para mezclarse. Apenas al inicio de la pandemia y sin saber como evolucionaría, la OMS recomendó no crear pánico en la sociedad ni instalarse en la complacencia. La OMS solicitó realizar análisis a enfermos con síntomas no frecuentes para así poder detectar eventuales evoluciones del virus. El 9 de julio, la OMS reportó que algunos pacientes habían presentado resistencia al Tamiflú (Oseltamivir); el medicamento más utilizado para tratar la nueva influenza, aunque afortunadamente habían respondido favorablemente al Zanamivir, el otro antiviral con el que se atacaba el nuevo virus.

4 MIL MILLONES
EN PÉRDIDAS ECONÓMICAS

Las autoridades sanitarias de Estados Unidos, México y Canadá coincidieron en que a partir del otoño y durante el invierno vendría una segunda oleada del nuevo virus, más fuerte y más extendida. El Presidente mexicano defendió la estrategia aplicada por su gobierno en la emergencia sanitaria, y el Secretario de Salud de México insistió en que si no se hubieran tomado esas medidas el costo hubiera sido mayor. Anunció que México contaba con 2 millones 400 mil dosis de antivirales para enfrentar el repunte invernal y que estaba garantizada la atención médica, pero advirtió que algunas situaciones podían salirse de control. Los funcionarios mexicanos se quejaron de las discriminaciones en contra de mexicanos en varios países.

Un comité de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) evaluaba el impacto económico de la influenza en México, y las autoridades sanitarias lo calculaban en 0.4% del PIB, al menos 4 mil millones de dólares. Una investigación del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados reveló que, a causa de la influenza, no se habían vendido 30 mil toneladas de carne de cerdo, a pesar de que las autoridades habían hecho declaraciones promoviendo el consumo de esa carne, pues comerla no transmitía el virus.

EL VIRUS
SOBRE LA CRISIS

Los impactos económicos del virus se daban en el contexto de la crisis económica mundial, que esta afectado de manera importante a México. Los ingresos por turismo han caído 14.8% de enero a mayo de 2009, y en mayo el turismo internacional bajó un 49% en comparación con el mismo mes del año 2008.

Si el Fondo Monetario Internacional había pronosticado en abril de 2009 que la economía mexicana sufriría un descenso de 3.7%, en julio corrigió la cifra: se encogería en un 7.2%. El anuncio se hizo público un día después de que el gobierno anunciara que comenzaba “la recuperación”. El FMI declaró que, mientras el mundo comenzaba a levantar cabeza, el aparato productivo mexicano seguía profundizando su caída y México era el país que se veía más afectado por la crisis. Como Calderón había prometido ser “el Presidente del empleo” la realidad lo colocaba como el del desempleo. Las cifras oficiales aceptan ya una pérdida de miles de empleos, en mayor cantidad que lo acontecido durante la crisis de 1995.

El Presidente Calderón ha utilizado la retórica de interesarse por la salud de los mexicanos por encima de la economía, pero cuando en el gobierno percibieron que las medidas de control político utilizadas ante la epidemia se habían extralimitado y afectaban la economía, entonces, aunque los casos de contagio seguían creciendo dejaron de lado esa táctica para alentar el turismo. Los panistas quisieron aprovechar las elecciones legislativas para avalar las medidas tomadas por Calderón, pero el PAN sufrió una estrepitosa derrota electoral. El gobierno de Calderón va de fracaso en fracaso y quienes pagan los platos rotos son los millones de pobres.

UN SISTEMA DE SALUD
EN QUIEBRA

Lo que evidenció la epidemia de la influenza fue el desmantelamiento del sistema de salud por la política neoliberal. Nunca se aclaró por qué México era el país que tenía el mayor número de muertos por el virus.

Grupos que buscan otro tipo de hacer política desde abajo señalaron que México ocupa el lugar 64 en la OMS
y que los recursos que el gobierno mexicano dedica a la salud están muchos puntos por debajo de lo que destinan los países de la OCDE, organización a la que pertenece México, y que ese raquítico presupuesto es insuficiente para atender las necesidades de la población. Hay en México 40 millones de trabajadores en el subempleo, en empleos precarios, con salarios míseros y lejos de los sistemas de seguridad social. Los laboratorios transnacionales acaparan el 90% del mercado nacional de medicinas y así se adueñan de la salud de millones de seres humanos. Son monopolios que imponen sus negocios como si fueran políticas públicas de salud y especulan con los precios de los medicamentos.

Los deteriorados servicios de salud y las míseras condiciones de la población vulnerada por el sistema económico neoliberal hicieron -y harán- que la influenza tenga mejores condiciones para expandirse entre los más pobres y entre quienes viven en sitios alejados de los centros de salud. Las autoridades recalcaban que la medicina es eficaz si se aplica en las primeras 48 horas de los síntomas, pero muchas personas en condiciones depauperadas sólo logran llegar a lugares de atención hasta varios días después.

PEROTE: ¿EL FOCO?

La influenza propició un importante movimiento social en más de 30 poblaciones aledañas a las granjas porcícolas ubicadas en los límites de los estados de Puebla y Veracruz.

Desde 1994, con apoyo de los gobiernos estatales, se instaló en los valles del cofre de Perote una empresa transnacional que impulsó las granjas Carrol. A los pobladores se les dijo que les sería de gran utilidad porque habría muchos empleos, pero los empleos fueron escasos y el daño ecológico fue mayúsculo. Cuando los pueblos defendieron sus tierras, sus aguas y su aire, el gobierno reprimió a los quejosos. El brote de neumonía en aproximadamente más de mil personas en marzo de 2009 y el dato de la revista “Science” considerando que hubiera podido haberse dado en ese sitio una mutación del virus, alentó a los pobladores a levantar de nuevo su movimiento en defensa de la ecología y la vida.

Destacaron que la contaminación que habría posibilitado el origen del virus seguía presente, y la situación podría ser más peligrosa. Exigieron el cierre de las empresas porcícolas por el alto costo ambiental. Demandaron investigaciones médicas y ambientales realizadas por organismos nacionales e internacionales independientes sobre los casos de influenza en la zona, y sobre el daño causado a tierras y mantos freáticos por las lagunas de oxidación instalados por las empresas. También pidieron una revisión de los cadáveres de cerdos en los depósitos de las granjas para averiguar las causas de sus muertes y detectar los posibles virus que los afectaron. La demanda incluía además el saneamiento, hasta su total recuperación, de la zona, y una investigación de las actuaciones de las autoridades responsables para adjudicarles responsabilidades.

El movimiento demostraba que a los afectados no se les podía alegar que se trataba de una plaga, presentada como “castigo divino”, sino que había responsables directos en las instancias del capital económico y del Estado.

NO AL MIEDO,
SÍ A LA ORGANIZACIÓN

La epidemia desnudó las inconsistencias del gobierno mexicano, que aplicó un terrorismo mediático como ensayo de control político ante el descontento social. Después el gobierno se echó para atrás cuando vio el impacto económico de esta táctica y en respuesta a las presiones de los grandes empresarios. El bioterrorismo le funcionó al principio y podría serle nuevamente útil en caso no sólo del agravamiento de la epidemia, sino del empeoramiento de las condiciones políticas.

El gobierno aplicó una especie de estado de excepción con suspensión y restricción de derechos fundamentales y con difusión de información limitada. Esto podría volver también a utilizarlo. No obstante, ante la estrategia del miedo y la desmovilización, que recluía en sus casas y en sus trabajos a la mayoría, haciendo conjeturas alentadas por el temor, colectivos populares han propuesto alternativas. En otros países se enfrenta la epidemia de manera eficaz sin recurrir a esos métodos. Si el pueblo se organiza de manera informada y responsable puede encarar la epidemia. Proponen elevar la vigilancia, la detección a tiempo y el control de la enfermedad desde las potencialidades populares. Hay que generar comisiones en los barrios y pueblos y hacer diagnósticos epidemiológicos comunitarios ante la desinformación y la manipulación estatal.

Hay que decir no al miedo y sí a la movilización, a la organización, a la confianza y a la vida. Una epidemiología activa construida desde abajo es la mejor medicina.

INVESTIGADOR DE CIESAS OCCIDENTE. CORRESPONSAL DE ENVÍO EN MÉXICO.

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