Nicaragua
“En el Sistema de Salud falta prevención, falta educación, falta calidad”
Leonel Argüello Yrigoyen,
médico general con especialidad en epidemiología,
valoró la situación actual del Sistema de Salud nacional
en una charla con Envío que transcribimos.
Leonel Argüello Yrigoyen
Si comparamos este gobierno con los tres gobiernos que lo precedieron, vemos que hay más cobertura en la salud pública, hay más consultas médicas, se han entregado más medicamentos -aunque no han faltado continuos altibajos-, hay más exámenes de laboratorio, hay más exámenes de gabinete como rayos X o tomografías, hay mejoras en algunos hospitales de Managua en las salas de espera… Sin embargo, y a pesar de todos estos avances, el sistema de salud permanece más enfocado en la atención que en la prevención. La reciente epidemia del dengue lo demostró.
El arte de la epidemiología: prevenir
Las epidemias ponen a prueba los mecanismos de prevención de un sistema de salud y, al mismo tiempo, demuestran qué tan aceitados están los sistemas de información de que dispone el sistema de salud para prever qué epidemia va a ocurrir. El arte de la epidemiología es prever con anticipación las epidemias, como el arte de un cardiólogo es prevenir los infartos. El éxito no es atender el dengue o atender el infarto, el éxito es evitarlos.
Distintos estudios hechos sobre los factores determinantes para mantener la salud o para dañarla han indicado que más importantes que médicos, hospitales, y hasta que el mismo sistema de salud, son los estilos de vida de las personas. Esos estudios demuestran que la mortalidad puede reducirse hasta en un 47% mejorando los estilos de vida, evitando la obesidad, comiendo adecuadamente, cuidando la higiene, no fumando, haciendo ejercicios… Sin embargo, menos del 2% del presupuesto para salud en Nicaragua se gasta en rubros relacionados con la educación en salud. Y, en general, más del 90% del gasto en los sistemas de salud en América Latina, incide en una reducción de la mortalidad de apenas el 11%.
La obesidad es un problema creciente en Nicaragua
La higiene y alimentación son los dos pilares de una buena salud. Respecto de la comida, hay un sabio dicho de hace siglos que dice que la clave de la salud es desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo, cosa bien cierta, porque la comida de la cena sólo sirve en el adulto para hacerlo engordar. Hay otro dicho más moderno que dice que la salud se basa en poco plato, mucho trato y mucha suela de zapato: no comer mucho, tener mucha comunicación y relación con otras personas -porque somos seres sociales- y caminar mucho. Prevenir es el camino: promover estilos de vida más saludables y promover chequeos periódicos es el camino más eficaz para mejorar la salud de una población. Sin embargo, en general, los presupuestos de salud de América Latina apenas dedican un 1.5% a las campañas educativas que promueven estilos de vida saludables.
Que un sistema de salud apueste por la atención es un camino más fácil. Apostar por la prevención, por la educación en estilos de vida más sanos, es un camino más complejo porque ahí luchamos contra años y años de cultura en costumbres arraigadas que no son sanas. Prevenir es más complejo pero más eficaz e incide en la salud de forma permanente. Y es más complejo, por ejemplo, porque no basta con campañas que brinden información sobre la comida sana. Habría que promover también que la comida sana resulte más barata y esté al alcance de la gente de menos recursos.
Promover hábitos saludables reduce la mortalidad y también la morbilidad. Sabemos que la alimentación es el factor fundamental para crecer, desarrollarnos y mantener una buena salud. Y sabemos que la obesidad es causa automática de muchas enfermedades, porque entre más peso hay más riesgo de diabetes, más problemas de artritis o de artrosis en las rodillas, presión más alta porque el corazón tiene que bombear más sangre en un cuerpo más grande…
La obesidad es un problema creciente en Nicaragua por una alimentación inadecuada, a lo que se le suma el sedentarismo. En una feria de salud que hicimos en Ciudad Sandino con las mujeres del municipio, en la que las pesábamos, les tomábamos la presión y les hacíamos otras pruebas, comprobamos que el 70% de las mujeres tenían sobrepeso. Con los hombres podemos calcular que el porcentaje es similar, porque comen lo mismo y además toman más cerveza, que engorda. El aumento de la obesidad se refleja ya en un aumento progresivo de las enfermedades crónicas, que son más costosas, tanto para la población como para el Estado, porque son enfermedades que no tienen cura y exigen tomar medicamentos de por vida.
Un trabajador de salud debe ser un educador
En Nicaragua, el sistema de salud está atendiendo el daño y no promoviendo los factores que evitan el daño. Y la mayoría de los recursos destinados a la salud se dedican a la atención y no a la prevención. Es cierto que en estos siete años el sistema de salud ha brindado más consultas que en ningún gobierno anterior. Pero puede haber más consultas y eso no mejorará la salud de la población, sobre todo, si la consulta no tiene un carácter educativo y sólo se dan recetas y pastillas. Un trabajador de la salud debe ser fundamentalmente un educador. Y un sistema de salud debe educar de forma permanente si quiere mejorar la salud de la población y evitar los daños, no sólo atenderlos.
Comer frutas, por ejemplo, es muy importante para la salud y en Nicaragua hemos ido perdiendo la costumbre de consumir frutas y beber frescos de frutas, por exceso de cocacola y gaseosas. Cuántas ONG e instituciones gubernamentales llevan a sus talleres gaseosas en vez de frescos de frutas porque es más fácil. Mucha fruta se pierde en distintas zonas de Nicaragua porque hemos dejado de consumirlas. Tal vez, en vez de dejarlas perder, esas frutas se podrían deshidratar y venderlas secas, chiclosas y creo que les gustarían a los chavalos, que recibirían todos los nutrientes de la fruta madura. Acciones de este tipo le corresponden al Ministerio de Educación y al Ministerio de Salud. Este gobierno puede hacer esas acciones, porque tiene gente organizada, tiene recursos suficientes y tiene poder. Todo depende de que tenga la voluntad de quererlo hacer.
El poder preventivo de mensajes breves sobre hábitos sencillos
Hay infinidad de mensajes que si se usaran en campañas continuas a través de todos los medios de comunicación posibles podrían ser aportes significativos para mejorar la salud de la población. Uno de esos mensajes es el que dé relieve a la importancia de lavarse las manos con agua y jabón. Yo sueño con que haya rótulos por todo el país animando a la gente a lavarse las manos.
Está estudiado que sólo con lavarse las manos con agua y jabón uno disminuye en un 45% el riesgo de diarreas y el 50% las enfermedades respiratorias. Si sólo con eso se disminuyen drásticamente las dos enfermedades más frecuentes en el país, ¿vale o no la pena hacer campañas permanentes para el lavado de manos? El jabón es barato y el agua ahí está. Y no hace falta ninguna ciencia para entender la importancia de algo tan simple, porque con la mano comemos y preparamos la comida y con la mano nos limpiamos al defecar, con la mano tocamos a la gente y tocamos todas las cosas. Las manos pueden salvar y pueden matar, en las manos está la bendición y el peligro.
Veamos otros mensajes breves e importantes. Como éste: ¿Quiere bajar de peso? Camine diario o haga otro ejercicio por más 30 minutos y quemará grasa. O éste: No coma frijoles y tome café a la vez, porque así no asimila bien el hierro que trae el frijol. O éste otro: Ponga unas gotas de limón o naranja en los frijoles y absorberá mejor el hierro de los frijoles. O como éste: Que te tomen la presión 5 minutos después de estar sentado y en los dos brazos y donde te salga la presión más alta es el brazo donde siempre tienen que tomártela.
Hay otros mensajes para alertar sobre riesgos. Como éste: Ojo: manchita blanca en la piel donde no tienes sensibilidad, busca al médico y sospecha que es lepra. O como éste: Si la diarrea no hiede, es cólera. O como éste: Sangrado durante el embarazo o después del parto, alerta máxima. El objetivo es que la población conozca signos y síntomas de alerta o de peligro para que busque ayuda médica a tiempo y entre más temprano mejor.
Otros mensajes importantes, dada la publicidad en sentido contrario, serían éstos: Ningún niño necesita leche maternizada de marca, sólo necesita tomar durante seis meses la leche de su madre. Otro: La leche materna no necesita refrigeración y puede consumirla el niño durante el día si la madre se ordeña. Otro: Después de seis meses mamando los niños no necesitan otra leche que la leche fluida que toman los adultos.
A través de los celulares las empresas nos mandan continuamente mensajes tontos, que no nos sirven para nada. Yo he intentado que envíen mensajitos como éstos, que contribuyan a educar en salud. Pero no lo aceptan. Y mensajes sencillos, como éstos, podrían hacer transformaciones importantes en la salud de la población. Porque la mayoría de las enfermedades las adquirimos por ignorancia. Y obviamente, los responsables somos los que, institucional, o personalmente sabemos cómo evitar esas enfermedades y cómo promover la salud y no estamos compartiendo lo que sabemos de forma permanente y suficiente con la población.
La importancia de la prueba citológica del Papanicolau
Sabemos que las dos principales causas de muerte en las mujeres nicaragüenses son el cáncer cérvico-uterino y el cáncer de mama. Conocemos que el cérvico uterino, el cáncer del cuello de la matriz, es prevenible y curable en el 100% de los casos si se detecta a tiempo. Si al hacerle a la mujer el Papanicolau, la citología, encontramos alguna lesión pre-cancerosa, se la quemamos con frío o con calor y salvamos esa vida en un procedimiento que puede durar diez minutos en una consulta externa. En el cáncer de mama, si con la ecografía o ultrasonido y la mamografía lo detectamos a tiempo, el tratamiento es efectivo y prevenimos la mortalidad en un 50%. Sabemos esto, pero por falta de educación, muchas de nuestras mujeres están muriendo por problemas prevenibles. Se han hecho campañas sobre estos dos tipos de cáncer, pero son transitorias.
La educación en salud debe ser con campañas permanentes porque busca hacer desaparecer pautas culturales arraigadas que no son saludables. Y en esas campañas, como en todos los temas de salud, hay que trabajar técnicamente, no políticamente. Se pueden hacer campañas políticas a favor de las mujeres y tomar centenares de papanicolaos o hacer centenares de mamografías, sin que después se lean los resultados. Para ser eficaces, hay que cerrar el ciclo en los programas de salud pública: garantizar que se hace el papanicolau, que hay gente que pueda leer e interpretar los resultados y que hay capacidad de actuar si hay síntomas de cáncer. Y todo este proceso debe ser muy ágil, porque el cáncer avanza.
Respecto a la salud de las mujeres, no quiero dejar de referirme al hecho lamentable de que en Nicaragua sigue estando penalizado el aborto terapéutico. Y aunque no son muchas las mujeres que han muerto por esa razón, la vida de cada mujer cuenta, la vida de cada mujer vale. En algunas instituciones del Ministerio de Salud se han seguido practicando abortos terapéuticos y en otras no, discriminando así a las mujeres que no tuvieron la posibilidad de acceder a las instituciones que lo practican. Esto resulta lamentable en un Estado que dice ser laico. Y si ya no lo dice o no lo es, un Estado que no es laico es siempre discriminador.
Los mensajes para prevenir una buena salud son fundamentales, pero deben ser muy concretos. El mensaje de “vivir limpio y vivir bonito” es muy general. Porque todo el mundo tiene conceptos distintos de lo bonito y de lo limpio. Una familia en una casa con piso de tierra piensa la limpieza de forma distinta a como la piensa una familia en una casa con piso de baldosas. Además, ese mensaje dirigido a evitar el dengue no fue útil. No sirve, porque se puede tener una casa sucia sin dengue, ya que el mosquito que transmite el dengue no se desarrolla en la suciedad sino en agua limpia. Los mensajes sobre salud no deben ser generales, deben ser muy directos, muy concretos, muy específicos: hay que decirle a la gente claramente que si se engorda tiene el riesgo de padecer diabetes, presión alta y artrosis…
Este gobierno ha confundido el trabajo comunitario con el trabajo partidario
Es imposible priorizar todos los problemas de salud a la vez. Pero sí es posible priorizar la prevención y la educación. El arte del gobierno, de quienes dirigen, es articular todos los esfuerzos públicos y de la sociedad civil para educar prevenir y así cubrir la mayor cantidad de prioridades. Pero sin articular los esfuerzos, que es lo que está sucediendo ahora en Nicaragua, no se logran cubrir las prioridades, ni siquiera se consigue identificarlas. Desde 2007 hasta hoy ha ido disminuyendo la articulación del gobierno con las organizaciones nacionales y con la cooperación internacional y la cooperación nacional. Y en Nicaragua nadie logra nada trabajando solo. Los nicaragüenses tenemos que entender que todos debemos caminar unidos hacia un mismo objetivo. Y si hay algo que aprendimos en los años 80 y seguimos aprendiendo cuando hacemos trabajo comunitario es que la salud es el objetivo que más une a la población.
Hoy en Nicaragua se ha confundido, lamentablemente, el trabajo comunitario con el trabajo partidario. Y eso ha traído consecuencias negativas. Es triste, porque el Ministerio de Salud debe mantenerse como una institución prestigiada y creíble.
Y si la población pierde esa credibilidad no llevará a sus niños a vacunar… Hay signos que preocupan. Por ejemplo, durante la reciente epidemia del dengue, parte de la población no dejó entrar a sus casas a quienes iban a fumigar o a echar abate contra los zancudos, a pesar de que estábamos en plena epidemia. Esa resistencia de mucha gente fue un signo de alerta que le dijo al sistema de salud que algo está fallando: o fue por falta de educación en la gente o fue que la gente percibió que quienes llegaban a su casa eran activistas partidarios y era lógico que no los dejara entrar. Esperamos que una señal como ésta lleve al Ministerio de Salud a una reflexión para que el esfuerzo de sus trabajadores tenga un mayor impacto en la salud.
El sistema de salud de Nicaragua debe priorizar la calidad
Ya es tiempo que el sistema de salud priorice la calidad. La educación continua al personal de salud es fundamental para mejorar la calidad de la salud. Debe haber también una articulación entre el Ministerio de Salud y el Ministerio de Educación, educando a niñas y niños desde chiquitos para que sepan defenderse de las enfermedades. La calidad empieza en la escuela y pasa por campañas educativas permanentes, centradas en la prevención, en promover cambios en los estilos de vida para tener una vida más saludable. La educación en prevención se hace con el paciente, con la familia, con la comunidad, con toda la sociedad y a través de todos los medios de comunicación, no sólo con los medios del gobierno.
La calidad pasa también por la actitud del personal de salud. Son servidores públicos y eso significa servir a la población que llega donde ellos. Servir a los demás debe causar placer para poder hacerlo bien. Pero lo que vemos hoy en muchos casos es que se ha tratado de mejorar la calidad del servicio a la fuerza, con presiones, con una actitud de ordeno y mando, de mando y cumple… Y eso se reproduce después en la relación del personal de salud con la gente. Se educa y se sensibiliza ganándose a la gente, con cariño, no a la fuerza. El pueblo no es un ejército. El pueblo se puede convertir en un ejército si quiere y cuando quiera. Pero a la población hay que conocerla, hay que trabajarla, hay que ver cuáles son sus percepciones, hay que ver lo que aprendemos de ella, hay que ofrecerle mensajes de utilidad… Hay falta de calidad cuando el médico no toca al paciente, cuando no habla con él, con ella, cuando no le escucha... Eso es falta de humanismo, falta de ética profesional. Hay que educar al personal de salud en la vocación de servicio y en la conciencia de ser servidores públicos, no empleados de un gobierno, menos aún de un partido.
El sistema de salud tiene el reto pendiente de la calidad. Ya es tiempo de priorizar la calidad en el sistema de salud. Pasar por consulta 40 veces a toda la población nicaragüense, darle recetas y darle pastillas, no significa que estemos mejorando la salud de nuestra población. Hay que tener en cuenta además que la industria farmacéutica tiene mucha fuerza mediática. La gente se entusiasma con una y con otra pastilla. Y en un sistema como el actual, que es más de atención que de prevención, se le está potenciando a la gente la idea de que la cura es el medicamento. La mayoría de la gente que va a un centro de salud no dice: “Voy a curarme”, lo que dice generalmente es: “Voy a buscar una pastilla”. Y a veces va en busca de “esa pastillita amarilla que me llegó…” O va buscando la inyección, que también atrae mucho.
El Ministerio de Salud y la vigilancia de los medicamentos
En todos los gobiernos de Nicaragua ha habido corrupción en la compra de medicamentos, en la autorización o no de los medicamentos que entran al país. También ha habido poco control y seguimiento de los medicamentos que entran. El Ministerio de Salud, que es el que da las autorizaciones, debería, después de autorizar, controlar cada tres o seis meses que ese medicamento funciona como dice. Hemos hecho algunas investigaciones que demuestran que entre el 20% y el 30% de los medicamentos producidos nacionalmente y los importados o no tienen los componentes que dicen o no los tienen en la cantidad que dicen o no se disuelven cuando dicen que se disuelven…
Por eso es importante la vigilancia farmacológica del Ministerio de Salud. Y cuando se prioriza la prevención se promueve un uso racional de los medicamentos. Porque hemos asociado la cura a la pastilla y a la inyección, pero sin modificar estilos de vida. Y por eso la gente vuelve una y otra vez al médico con el mismo problema y buscando esa misma solución, que no le soluciona porque no pone nada de su parte. Mucha gente hace eso porque no recibe información. Y es al Ministerio de Salud a quien corresponde estarnos dando continuamente información para mejorar nuestra salud. Un pueblo informado es un pueblo más inteligente y más sano.
Hoy los profesionales de la salud están sometidos a activismo continuo
La calidad en el sistema de salud tiene que ver no sólo con cómo salimos de la carrera de médico, de enfermera, de laboratorista, sino con la formación que seguimos recibiendo una vez finalizada la carrera. Porque cuando terminamos la carrera, apenas estamos comenzando a aprender. Garantizar este aprendizaje permanente es aún más importante en los profesionales de la salud porque tienen vidas en sus manos.
Actualmente hay una mezcla de activismo en salud con activismo partidario. Y hay mucho ordeno y mando y se inicia una campaña y se interrumpe por otra nueva actividad y eso pasa continuamente… Y eso desgasta y agota al personal de salud. Es un activismo que obedece más a presiones de carácter político que a una conducción técnica. Y sin conducción técnica, se pierde el enfoque.
Los trabajadores de la salud están agobiados. Actualmente, y al igual que los maestros, están sometidos a su trabajo diario, al que el gobierno añade un montón de otras tareas. Los someten a un activismo permanente. Los mandan a visitar casas, a atender pacientes en sus casas, a buscar hipertensos, les piden horas extras por la epidemia del dengue, los ponen a limpiar locales, les asignan cantidad de pacientes diarios, los mandan a movilizaciones, a reuniones y a actividades partidarias… A las brigadas médicas las mandan a las zonas rurales, a la profundidad de la montaña. No tiene sentido andar de Che Guevara…
Y además, ¿cuánto cuestan esas brigadas? Soy de los que creen que más positivo que las brigadas es aprovechar creativamente lo ya instalado. En el Ministerio de Educación ya entendieron que tienen infraestructuras subutilizadas y en ellas van a iniciar el programa de secundaria rural. Muy positivo. Esperemos que el Ministerio de Salud entienda también que tiene infraestructuras subutilizadas, que se pueden aprovechar los tres turnos para hacer cirugías para reducir las listas de espera, que se pueden aprovechar los tres turnos para consultas, para educación en salud. ¿Para qué construir más escuelas si la mayoría están vacías después de mediodía porque no hay turnos de tarde? En las unidades de salud pasa algo similar y especialmente en los hospitales. Y para aprovechar bien lo ya instalado hay que tener más vinculación con la comunidad, y emplear, por ejemplo, esas infraestructuras para organizar clubes de diabéticos, de hipertensos… Hay que articularse con todas las organizaciones de la sociedad civil que tienen que ver con la salud de la población para sacar provecho de lo que ya existe.
Nuestro personal de salud es el peor pagado en Centroamérica
Actualmente se inician muchos programas, pero no se les da continuidad o no se culminan. Y lo que es peor: el sistema de salud parece que no aprende. Y para aprender lo primero es querer aprender. El gobierno no parece querer aprender. Y lo segundo para aprender es abrirse, ser receptivo y aprender de los demás. Pero cuando le hacen al sistema de salud sugerencias sobre la calidad o se le señala que el trato puede mejorarse o se le dice que los protocolos no se cumplen o que un procedimiento no se hace correctamente -y todo eso es tiene que ver con la calidad-, el gobierno lo interpreta como ataques y mira a quienes le señalan o critican como enemigos, en vez de agradecer. Para aprender, lo tercero es crear un clima de libertad donde todos aporten y participen en las soluciones. Y si el gobierno no permite la opinión, el personal de salud tiene temor a opinar o a decir qué se puede hacer para mejorar porque teme perder su trabajo.
El personal de salud está, además, muy mal pagado. Nicaragua es el país centroamericano que paga menos a sus médicos y enfermeras. Después sigue Honduras, que les paga el doble. Un médico general gana en Nicaragua el equivalente a unos 700 dólares, un médico especialista gana el equivalente a unos 1,200 dólares, una enfermera gana unos 300 dólares. En Honduras, un médico general anda por los 2 mil dólares, casi tres veces más que aquí. A pesar de estos bajos salarios, continúan en el Ministerio de Salud porque no hay muchas alternativas laborales. En las empresas médicas previsionales ganarían menos y si quieren trabajar en la medicina privada les cuesta mucho dinero abrir su propio consultorio. No es mucha la oferta de trabajo, por suerte para el Ministerio de Salud, porque con esos bajos salarios se le irían muchos. Pero aunque siguen ahí, creo que muchos con auténtica vocación de servicio, las presiones y el clima laboral no es el adecuado, están insatisfechos y eso influye en la baja calidad del servicio que prestan.
La calidad exige que el personal del sistema de salud participe en programas de formación continua. Hoy no puede porque está sometido al activismo y presionado por el exceso de tareas extras. Y la formación continua es indispensable porque cada cuatro o cinco años la Medicina está cambiando por la rapidez con que se están produciendo las innovaciones tecnológicas. La calidad exige también que el personal de salud trabaje en un ambiente amigable. Es negativo trabajar en un ambiente en que estás incómodo, en que te presionan, en que quienes mandan te gritan y te ordenan de forma no educada. Uno de los retos que tiene el Ministerio de Salud es el trato que da a sus trabajadores. Porque si uno es maltratado en su entorno laboral no está predispuesto a dar buen trato a quienes lo buscan como servidor público.
¿Qué sabemos del “proceso de transición” en el sistema de salud?
Hay ahora un proyecto del BID de 35 millones de dólares, con los que se va a indemnizar a unos 2 mil trabajadores de la salud que tienen más de 60 años y que se jubilarían voluntariamente, y con los que contratarán a 4 mil trabajadores nuevos, de los Gabinetes de Familia, que darían atención en salud a la población del llamado “corredor seco”, donde habita población rural muy pobre. Es lo poco que sabemos sobre este proceso de transición en el sistema de salud. Naturalmente, es bueno que haya más gente trabajando en lugares que tanto lo necesitan. Pero deben estar bien capacitados para ese trabajo. Lo que pasa es que, como no se ha explicado bien en qué consiste este proyecto, se ha generado incertidumbre y miedo. Y rumores.
Algunos dicen que el proyecto es para que el gobierno meta a “su gente”. El problema no sería que el gobierno meta a su gente, sino que su gente cumpla con los requisitos necesarios para el cargo y que el trabajo que se le encomienda lo haga con capacidad y habilidades y esté dispuesto a recibir una formación continua para superarse.
También sería bueno que en este proceso no se perdiera la sabiduría de profesionales de más edad y de más trayectoria. Porque, ¿de quién aprendemos, tanto los individuos como las instituciones? Aprendemos siempre de los más viejos. Ésta debería ser una transición en la que no se pierda la experiencia de quienes salen y en la que los nuevos que entran lo hagan capacitados y con un buen equipamiento para esas zonas. Y digo esto, porque normalmente los médicos formados en la medicina occidental no manejamos las técnicas de la medicina alternativa, que es muy útil y es más sencilla y más barata. Con la formación que tuve, si yo no tengo medicinas, yo no sé qué hacer con una persona con presión alta, porque no sé qué planta baja la presión. Tampoco sé acupuntura, ni digitopresión, ni el manejo de la energía para estabilizar a un paciente. En Cuba, por necesidad económica, se introdujeron todos los métodos de la medicina alternativa. En Nicaragua no tenemos que esperar más. Sabiendo cuáles son los diez principales problemas de salud que existen en Nicaragua deberíamos saber tanto las respuestas tradicionales como las respuestas alternativas.
Falta de información pública en el sistema de salud
Promover prevención, educación y calidad también tiene que ver con que el sistema de salud tenga un buen sistema de información. Y para que sea bueno, el sistema debe hacer investigaciones de forma periódica para que, en base a ellas, el sistema actúe. En Nicaragua se hacen algunas investigaciones. Una, por ejemplo, descubrió que el 10% de la población de Managua padece diabetes. En números, serían más de 100 mil personas diabéticas. Sin embargo, los registros del sistema de salud no tienen ese dato, tienen uno bastante menor. Y es que los sistemas de salud no captan nunca toda la información y necesitan de una articulación eficaz con quienes la tienen. En Nicaragua la cosa se complica aún más porque si el sistema de salud tiene información no la hace pública. Y en el terreno de la salud brindar información a todos los niveles es vital, porque si no se crea una falsa seguridad y la gente no responde cuando apelas a su autocuido o requieres de apoyo comunitario.
Para tener una buena información, hay que estimular a las fuentes para que la proporcionen. Durante la Revolución, yo estimulaba a la medicina privada para que recogieran información y nos la brindaran a cambio de proporcionarles vacunas y medicamentos, especialmente para la tuberculosis. En Nicaragua hay un sector de medicina privada que ha crecido, que crece todos los años y que tiene información. No sé si la compartirá con el Ministerio de Salud. El Ministerio debe manejar la información propia, la de las Fuerzas Armadas (Policía y Ejército), la de las empresas médicas previsionales de la Seguridad Social y también la que le pueden brindar muestreos de algunos consultorios privados. Con eso puede tener una idea más cercana a la realidad.
El gobierno del Presidente Bolaños inició un sistema perverso para captar información del sistema de educación: le daba a los maestros estímulos económicos si garantizaban la presencia de los niños en las escuelas. El magisterio honesto decía la verdad, pero muchos no la decían porque no querían perder el dinero que les daban. Y así se fue introduciendo una perversión en el sistema de información y al final todo el magisterio empezó a decir lo que no era, comenzó a mentirle al sistema para conservar el estímulo. Este gobierno no emplea esos estímulos en el sistema de salud, pero sí orienta que no se hable de que existen determinadas enfermedades o que se alteren determinadas cifras que muestran problemas. O simplemente mantienen clandestina la información, lo que es un craso error en salud pública. Hoy, el estímulo para no decir la verdad es evitar que te despidan del trabajo. Esto es ridículo y promueve la ineficiencia y la ineficacia. Tapar la realidad por razones políticas no conduce a nada. O más bien, conduce al deterioro del sistema de salud, y estoy seguro que no es eso lo que pretenden ni las instituciones ni el gobierno.
Falta un sistema de información en salud que sea adecuado
Creo que la información de la que hoy dispone el Ministerio de Salud no se está analizando correctamente porque cuando uno mezcla el propósito político con los datos se enreda. El análisis debe ser técnico, hay que creerle a los números. Y si no les creemos, hay que hacer investigaciones. Después vendrá el enfoque político que se le da a esos datos. Si no analizamos la información, fallará la prevención. Y ése es el arte de analizar números: prever lo que va a suceder. Hay pocas enfermedades nuevas en Nicaragua, las enfermedades con las que lidiamos son las de siempre y las viejas que regresan. En Nicaragua sabemos que puede volver a haber cólera y lo sabemos porque ya lo hubo y porque tenemos las condiciones porque no hay agua permanente en todos los barrios, porque no siempre el agua es potable… Lo único que nos falta ya es que aparezcan pacientes con cólera y que inicie la epidemia.
Un sistema de información adecuado, eficaz, debe buscar que la población y el personal de salud sepan qué está circulando en cada momento en el país: qué virus, qué infección microbiana y si ésta es sensible o no a qué antibiótico. Ésa es la información que le corresponde brindar al Ministerio de Salud: el virus, la bacteria, los medicamentos que sirven y los que no, las medidas que hay que tomar para prevenir y enfrentar esa enfermedad. Y eso se puede saber con métodos sencillos. Uno de ellos, por ejemplo, es identificar tres escuelas piloto en Managua y pedirles que informen periódicamente cuántos niños están enfermos y de qué se enfermaron, cuántos niños dejaron de ir a clases y por qué… Procesando esa información se puede saber qué va a pasar en el resto del país.
A partir de esos sitios centinelas y de esas alertas se puede saber qué hacer y actuar tempranamente. El arte de la salud pública es prevenir que las enfermedades ocurran, no es atenderlas cuando ya ocurrieron. Desde ese punto de vista, los hospitales no son más que la expresión de un fracaso. Aunque, naturalmente, los hospitales son necesarios para pacientes cuya prevención no se logró, también nos dicen que no funcionó ni el trabajo comunitario ni la atención primaria.
Trabajo voluntario, uso racional de los recursos…
El trabajo comunitario, en salud o en otros temas, para que sea efectivo tiene que ser voluntario. Eso se demostró en Nicaragua en los años 80, se sigue demostrando ahora y se ha demostrado en todos los países. Lo que sobrevive es lo que se hace voluntariamente, porque lo voluntario es lo que hacemos con placer. Y cuando nos gusta lo que hacemos, lo vamos a seguir haciendo. Cuando nos pagan por lo que hacemos, dejamos de hacerlo si no nos pagan.
A la gente no le gusta trabajar de gratis. En la actualidad vemos que la participación en el trabajo comunitario por la salud, el movimiento de voluntariado en la salud, se ha ido debilitando porque la gente percibe que ese trabajo se ha partidarizado. Y entiende que la salud no tiene ni debe tener partido político. Cuando se orienta ese trabajo por razones partidarias, eso divide a la comunidad y disminuye la participación.
La calidad exige también un uso racional de los recursos. Si por cada dolor de cabeza se hace una resonancia magnética, eso le cuesta mucho al sistema. Hoy, como el sistema ha enfatizado tanto en la atención, ya hay gente pidiendo una tomografía o un examen complicado por cualquier dolencia. Los sistemas de salud deben ser racionales. Los pocos o muchos recursos tienen que dirigirse hacia los mayores riesgos y hacia los grupos de mayor riesgo.
En Nicaragua se gastan no sé cuántos recursos en examen de heces. La gente acude a consulta por un malestar digestivo, le mandan ese examen y nunca regresa a buscar los resultados. Se pierde tiempo y recursos. ¿No sería más racional hacer una investigación para determinar cuáles son los parásitos más frecuentes que tenemos en el país, identificando cuál es el medicamento más efectivo contra ellos? Con esa información, a cualquiera que llega con algún síntoma se le aplica el medicamento y así se ahorra el examen.
En medio de la epidemia del dengue, ¿por qué estar haciendo análisis de sangre continuamente si era evidente que la persona que llegaba al centro de salud tenía todos los síntomas del dengue? Ahorrar recursos es también apostar por la calidad en la salud.
Hay avances, hay retrocesos, y no hay capacidad de aprendizaje
En conclusión, tenemos hoy en Nicaragua un sistema de salud que ha avanzado en algunas cosas, que ha retrocedido en otras, pero que si no tiene capacidad de aprendizaje, si no quiere aprender, si no quiere entender que la calidad significa cuestionarse para mejorar, si no quiere ser revolucionario -lo que significa ser capaz de identificar las cosas para transformarlas diariamente-, retrocederá aún más. Necesitamos un sistema de salud con capacidad de aprender de los demás y de articularse con todos los que trabajan en salud, con capacidad de entender que las críticas no son de enemigos, sino que aportan a la razón de ser de un sistema de salud.
El objetivo prioritario es que la gente tenga mejor calidad de vida. Y para eso es necesario que el sistema de salud apueste por la prevención, por la educación y por la calidad.
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