Honduras
“Chabelo” Morales: símbolo de resistencia
Chabelo Morales es un líder diferente.
Es un símbolo.
Simboliza al campesino común y corriente
al que le son violados todos sus derechos por ser pobre, campesino, iletrado.
Es un símbolo de las decenas de miles de personas que en Honduras son excluidas.
Su vida revela la de tantas y tantos hondureños que sufren las consecuencias
de la impunidad, la discriminación y la injusticia.
Ismael Moreno, SJ
Chabelo Morales, “El Chele”, como le llama todo mundo por su destacada tez blanca, nunca pudo imaginar que, de ser un campesino sin más letras que las de su segundo grado y sin haber tenido nunca un cargo de dirigente de base, se convertiría en un símbolo por la lucha agraria y la libertad, desafiando al sistema de justicia hondureño, el que junto a los medios corporativos y a los terratenientes de la zona del Aguán, se afanaron en convencer al gobierno, a las iglesias, las organizaciones no gubernamentales, la comunidad internacional y a la gente del país que lo de este campesino iletrado no pasaba de ser un hecho común de criminalidad.
La madeja del caso de Chabelo Morales es muy larga. Sus hilos llegan a la entraña más profunda de la alta conflictividad agraria acumulada en el valle del Aguán, como en todo el país, a lo largo de las últimas tres décadas. Los hilos se entrelazan con la política neoliberal que en 1991 se expresó en la aprobación e implementación de la Ley de Modernización y Desarrollo del Sector Agrícola, que convirtió la Ley de Reforma Agraria de comienzos de los años 70 en un instrumento que legalizaba la venta de las tierras destinadas a reforma agraria a personas naturales: terratenientes y empresarios agroindustriales.
La madeja se enrolla en un sistema de justicia politizado y manipulado al antojo de los grupos de poder fácticos, los cuales, a su vez, establecen sin escrúpulos que la ley del Estado es para los de arriba y a los campesinos
y ciudadanos comunes les dejan el mensaje de que la ley que gobierna Honduras es la ley de los fuertes.
SEIS AÑOS EN LA CÁRCEL El 17 de octubre de 2014 José Isabel “Chabelo” Morales cumplió seis años de estar privado de libertad, acusado
de homicidio y con una sentencia que lo condena a pasar en prisión 17 años y medio. El 26 de agosto Chabelo cumplió 38 años. Es padre de cinco hijos. Se dedicaba a trabajar la tierra por la mañana y en las tardes de cada día a vender conos de helado y a jugar fútbol. Mientras ha estado recluido en prisión se le murieron accidentalmente una hija de tres años, su padre y su abuelo, que murió de tristeza.
Cuando lo capturaron, hacía dos meses y medio que había ocurrido una tragedia en las inmediaciones de la comunidad agraria “Guadalupe Carney”, en donde habitan varios centenares de familias beneficiarias de las tierras que en los comienzos de la década de los 80 fueron usadas para las instalaciones del Centro Regional de Entrenamiento Militar (CREM), del ejército de Estados Unidos. Tras una extraña negociación del gobierno estadounidense, esas tierras pasaron a ser propiedad del Estado.
LA TRAGEDIA
DE AGOSTO 2008La acción que llevó a Chabelo Morales a la cárcel ocurrió el 3 de agosto de 2008 en la vivienda que, sin sustento legal, ocupaba la familia del alto oficial de la policía Henry Osorto, entrenado militarmente por el ejército de Estados Unidos en la Doctrina de Seguridad Nacional. Después de muchas confrontaciones, amenazas y acciones sangrientas realizadas por Osorto y su familia, y luego del asesinato, ese mismo día, del campesino de la comunidad Arnulfo Guevara, los pobladores de la comunidad decidieron enfrentar a los familiares y guardias de Osorto, que les impedían recoger el cadáver del compañero asesinado.
De acuerdo a diversos testimonios, la comunidad agraria, muy indignada, habría decidido unirse para recoger el cadáver de Guevara. Armados con palos y machetes, unos 300 pobladores se aproximaron a la propiedad de Osorto, los guardias abrieron fuego, los pobladores se enfurecieron y, en lugar de retroceder, avanzaron. La vivienda de Osorto comenzó a incendiarse, según testigos por la pólvora y municiones que el militar guardaba dentro, aunque la versión oficial fue que los campesinos la incendiaron al disparar. El armamento guardado causó una explosión dejando como resultado más de una decena de muertos, entre familiares y guardias de seguridad de Osorto.
El día de la tragedia era domingo y Chabelo Morales había salido desde temprano a vender helados en su bicicleta. Dos días antes, como todos los viernes desde hacía aproximadamente un año, se había presentado en los juzgados de Trujillo para firmar el acta, porque tanto él como otros cinco miembros de la comunidad tenían medidas sustitutivas de prisión tras haber sido acusados y procesados, sin seguir el debido proceso, por haber participado en el hurto del producto de la palma africana de un camión propiedad de Henry Osorto. Al regresar de la venta de conos, y siendo domingo por la tarde, Chabelo se fue a jugar fútbol junto con otros jóvenes de la comunidad. Persiguiendo el balón de fútbol estaba cuando le avisaron de la muerte de Arnulfo Guevara. Chabelo corrió en dirección hacia el rancho de Osorto y fue uno de los que cargó el cadáver de su amigo Arnulfo, mientras los demás enfrentaban a los guardias y familiares de Osorto en el rancho, ya envuelto en llamas.
CÓMO LO ARRESTARON Dos semanas después de la tragedia, el juzgado extendió orden de captura contra 32 pobladores de la comunidad agraria, acusados de homicidio. Entre ellos Chabelo Morales. En asamblea, la comunidad acordó que ninguno de los que tenían orden de captura saldría del perímetro comunitario y que todas las familias apoyarían en los trabajos de la tierra que los amenazados no pudieran realizar. A pesar de la orden de captura en su contra, Chabelo se presentó como todos los viernes en el juzgado. “Me gusta ser cumplidor de la ley” fue la razón que dio cuando se le alegó por su imprudencia e indisciplina al no respetar la decisión de la comunidad. Una vez que firmó en el libro del juzgado, el juez ordenó ahí mismo a los policías que lo arrestaran. Por varias horas lo interrogaron, después lo subieron a un helicóptero y lo trasladaron al centro penal de La Ceiba, en Atlántida. Era el 17 de octubre de 2008.
EL ESTADO EN EL BANQUILLO
DE LOS RESPONSABLES Con los hechos sangrientos del 3 de agosto de 2008 culminó una etapa de desencuentros entre la comunidad agraria “Guadalupe Carney” y la gente liderada por Henry Osorto, quienes desde el año 2000 persistían en retener una tierra cuya propiedad pertenecía a las familias de la comunidad. Fue también la culminación de una etapa de negligencia de las instituciones del Estado, que nunca hicieron cumplir la ley, violentada por el grupo usurpador de tierras. Las responsabilidades por aquella tragedia las comparten el Estado, el grupo usurpador y la comunidad.
En primer lugar, el Estado hondureño. Durante un largo proceso de veinte años, en el Estado recae la mayor de las responsabilidades. Las autoridades agrarias y los operadores de justicia tienen la responsabilidad por las muchas muertes que han ocurrido en el Aguán, particularmente en el conflicto entre la comunidad agraria “Guadalupe Carney” y los terratenientes de la zona.
Todo lo ocurrido en los últimos 25 años los coloca en el banquillo de los acusados. Cuando en 1983 el Estado indemnizó al portorriqueño estadounidense Temístocles Ramírez, por alegar daños ocasionados en las tierras destinadas al entrenamiento militar en el CREM, estas tierras pasaron a ser sujetas de reforma agraria, conforme a la ley. Sin embargo, nada hizo el Estado cuando en 1991 la municipalidad de Trujillo le vendió ilegalmente esas tierras al grupo de Henry Osorto. Las instituciones estatales de justicia nunca sancionaron la acción ilegal del alcalde y de los funcionarios municipales.
En el año 2000, el Estado, bajo el gobierno presidido por Carlos Roberto Flores Facussé, y a través de Aníbal Delgado, Ministro del Instituto Nacional Agrario (INA), decidió resolver el problema estableció que las tierras que pertenecieron al CREM eran tierras nacionales y no ejidales y, por consiguiente, debían ser entregadas a los campesinos. Decidió también indemnizar a las personas a las que la municipalidad había vendido esas tierras, por las inversiones realizadas. El 14 de mayo de 2000, el Estado entregó oficialmente esas tierras a 700 familias campesinas agrupadas en el Movimiento Campesino del Aguán (MCA), que ese mismo día decidieron convivir y fundar la comunidad agraria “Guadalupe Carney”.
No obstante haber sido indemnizados, los terratenientes, ganaderos, comerciantes, abogados y políticos de alto vuelo que ocupaban las tierras siguieron usurpándolas, mientras las instituciones del Estado se hacían las desentendidas. Esto creó un creciente clima de tensión y de confrontación entre los campesinos y los ganaderos. En lugar de desalojar a los invasores, las instituciones del Estado participaron por acción y por omisión en la violación de la ley. El 29 de abril de 2008, durante el gobierno de Manuel Zelaya, el Congreso aprobó un decreto que daba potestad para expropiar las tierras ocupadas por ganaderos para adjudicarlas a los campesinos del MCA.
En mayo de 2008, las empresas campesinas “Luchemos Unidos” y “Santa María de los Ángeles”, a la que pertenecía la familia de Chabelo, recuperaron parte de las tierras que el Estado les había adjudicado y que estaban siendo usurpadas por los Osorto. El 11 de junio de 2008 fue asesinado el campesino Irene Ramírez, miembro de “Santa María de los Ángeles”, supuestamente por guardias de seguridad de Osorto, quien se dedicaba a amenazar y a aterrorizar a los campesinos, decididos a cumplir con el decreto que les daba derecho a recuperar legalmente las tierras.
LOS USURPADORES
EN EL BANQUILLOEn segundo lugar, los responsables de la tragedia del 3 de agosto de 2008 son los usurpadores de las tierras de reforma agraria. A pesar de que el Estado rectificó la acción ilegal de la municipalidad de Trujillo, siguieron ocupando ilegalmente las tierras.
Henry Osorto abusó de su autoridad como oficial de la policía para chantajear, amenazar y promover la muerte de campesinos, envalentonando a otros usurpadores y condicionando a los operadores de justicia, al menos para retardar, cuando no para violar, la toma de decisiones conforme a derecho. Los usurpadores también usaron sus privilegios para publicitarse como defensores del Estado de derecho y para presentar a los auténticos propietarios de las tierras como violadores de la ley. Los pacíficos eran violentos y subversivos, mientras que los fuertes aparecían como víctimas pacíficas.
LA RESPONSABILIDAD
DE LOS CAMPESINOS También tiene responsabilidad en los hechos sangrientos del 3 de agosto, la comunidad agraria “Guadalupe Carney”. Por defender el derecho a velar y dar cristiana sepultura al cadáver del campesino Arnulfo Guevara, la comunidad acabó participando en la violación al derecho a la vida, dejándose llevar por la desesperación y la indignación. Al ver violentados sus derechos y ante la negligencia de las instituciones del Estado, cayeron en la tentación de la respuesta violenta y decidieron tomarse la justicia por sus manos.
“Si el Estado nos dejó huérfanos después de habernos concedido el derecho a la tierra, no teníamos ningún otro camino que defendernos y luchar por recuperar la tierra que da sustento a nuestra vida”, dijo uno de los dirigentes campesinos del MCA y de la comunidad.
Desde que se fundó en el año 2000, la comunidad agraria “Guadalupe Carney” ha vivido bajo el acecho y la zozobra. Acechada por los usurpadores de sus tierras, también ha vivido bajo zozobra ante la constante amenaza de las fuerzas del orden público y del ejército, que han sostenido la acusación de que la comunidad entrena y protege guerrilleros, guarda armas y realiza acciones desestabilizadoras en contra del Estado.
LA “LEY” DEL PODEROSO
MIGUEL FACUSSÉ También ha debido confrontar la comunidad al poderoso empresario Miguel Facussé Marjum, dueño de la hacienda “Tumbador”, ubicada dentro del perímetro de las propiedades que pertenecían a Temístocles Ramírez, las que, según el INA, forman parte de las cerca de las 6 mil hectáreas adjudicadas a las familias organizadas en el MCA.
Facussé argumenta que esa propiedad quedó fuera de la indemnización que recibió Temístocles porque él la compró mucho antes de que las tierras de la zona fueran usadas para las instalaciones del CREM. Hoy, es la ley y la decisión del Estado contra la palabra del poderoso. Y en Honduras la balanza se inclina inevitablemente hacia la ley de los fuertes. Facussé sigue posesionado de la hacienda “Tumbador”, armado hasta los dientes, contando con una masiva protección del ejército hondureño y de centenares de guardias privados, en su mayoría entrenados
por especialistas colombianos.
Los hechos sangrientos del 3 de agosto de 2008 no fueron el final. La sangre continuó derramándose. En un contexto de continuas amenazas, zozobra y confrontaciones, cinco campesinos de la comunidad “Guadalupe Carney” fueron asesinados el 15 de noviembre de 2010 y otros quince heridos, dentro de la hacienda “Tumbador” por centenares de guardias privados de Facussé, cuando se internaron en la hacienda sabiendo que esas tierras son de su propiedad de acuerdo a la ley.
Ante el conflicto agrario en el Aguán, el Estado guarda silencio. Las muertes de esos cinco campesinos quedaron en la impunidad, aun cuando Facussé reconoció que sus guardias privados les habían disparado. En este litigio ni las autoridades del INA ni los operadores de justicia han querido sentar una posición que delimite la propiedad de las tierras. Los campesinos del MCA han acabado pagando un alto precio en vidas humanas, han visto criminalizada su lucha por la tierra y son amenazados y perseguidos por los terratenientes de la zona, por la policía y por el ejército.
Los medios de comunicación nacionales refuerzan la visión de que los campesinos del MCA son una banda de delincuentes que desestabilizan la zona y con sus acciones subversivas impiden el desarrollo y el progreso que con tanto esfuerzo impulsa el exitoso empresario Miguel Facussé Barjum. Esta versión cala tanto que los guardias del centro penal de El Porvenir se refieren a Chabelo Morales como “Chele Masacre”, haciéndole responsable de los hechos sangrientos de agosto de 2008.
EL PATRIARCA
DE LA FAMILIA MORALESJosé Isabel “Chabelo” Morales nació el 26 de agosto de 1976 en la comunidad de Loma Alta, en la zona de Azacualpa, entonces municipio de Macuelizo, en los valles del occidental departamento de Santa Bárbara. A la edad de cuatro años, y cuando sus padres Antonio y Ramona tenían sólo a Susana y a Chabelo, los dos mayores de entre los trece hermanos y hermanas que tuvo, su abuelo paterno, don Chabelo Morales, decidió emigrar, y llevarse a sus hijos, casados y solteros, hacia el departamento de Colón. Don Chabelo era un campesino cafetalero y ganadero medio, con un patrimonio con capacidad para que sus hijos tuvieran su propia parcela. Vendió todo y con dinero en mano compró propiedades en el valle y en las laderas de la cordillera Nombre de Dios, frente a las costas del puerto de Trujillo.
A finales de los años 70, y tras la migración inducida de centenares de familias para organizarse en cooperativas productoras de palma africana, a don Chabelo le entró el gusanito de mejorar sus condiciones de vida en las promisorias y fértiles tierras del Aguán, viendo lo bien que les estaba yendo a las familias que ya se habían ubicado allí. Don Chabelo vendió sus propiedades para trasladarse al Aguán y comenzar una nueva vida, pero siempre trabajando en lo propio, porque nunca creyó en el trabajo colectivo o en cooperativas. “El buey solo se rasca”, decía en su hamaca mientras rechazaba cualquier consejo que le recomendaba que en las cooperativas palmeras le iba a ir mejor. Con la venta de sus propiedades en Santa Bárbara, don Chabelo compró tierras en la zona de la montaña, en la margen izquierda del río Aguán, estableciéndose en la naciente comunidad San José de la Montaña, a unos ocho kilómetros de Ilanga, uno de los centros poblados más antiguos del valle del Aguán.
UNA CASA DE PUERTAS ABIERTAS La extensa familia Morales representa una tradición religiosa muy arraigada, de católicos practicantes. “Cualquier cosa se puede dejar el domingo, menos asistir a la celebración de la Palabra o a la misa cuando llega el cura” era un lema familiar que todos los niños y niñas aprendían desde que tomaban conciencia de estar en este mundo. El niño Chabelo fue durante poco tiempo a la escuela, pero nunca faltó a la catequesis, a la celebración de la Palabra y a la misa. La primera acción pública de la familia Morales era el bautismo de las criaturas en el tiempo más corto posible después de que nacían.
Muy dedicados a trabajar la tierra, la casa de don Chabelo y de su esposa, doña Martina Gavarrete, estaba siempre llena de hijos y nietos. Nadie llegaba que se quedara sin comer frijoles con tortillas. Las visitas pastorales que realizaban los sacerdotes, las religiosas y los seminaristas, tanto a la pequeña comunidad de San José de la Montaña -conformada mayoritariamente por el apellido Morales-, como a la más grande comunidad vecina, Los Ángeles, siempre comenzaban o terminaban en aquella casa.
“PARA TRABAJAR HAN NACIDO” José Isabel “Chabelo” Morales fue uno de los nietos que desde muy pequeño trabajó al servicio de su padre y de su abuelo. En una familia campesina tan tradicional lo importante para los padres era que los niños aprendieran a trabajar la tierra desde pequeños y que las niñas aprendieran los oficios domésticos. La educación escolar nunca fue prioridad. Por eso, el niño Chabelo apenas aprendió las primeras letras, no pasó del segundo grado de primaria.
En una ocasión, Chabelo estaba alejado de la casa cuando su abuela preparaba una suculenta sopa de gallina para atender al sacerdote y al seminarista que acababan de llegar a la casa haciendo un alto en su camino. Antes de servir a los visitantes especiales, doña Martina llamó a gritos; “¡Chabelito, venga a comer, apúrese!”. De lejos se oyó la voz del niño: “¿Para qué?”. Doña Martina ordenó. “¡Que venga le digo, aquí tiene su plato!”. El sacerdote le preguntó a doña Martina por qué había que insistirle a Chabelito para llamarlo a comer. “Es que ellos saben
-dijo su abuela- que no pueden estar sin hacer nada, que para trabajar han nacido, y si los llamo para que coman primero que los demás, es para que vayan a aguar a los animales, para que vayan a traer leña, para que vayan
a dar de comer a los chanchos…”
EL OCASO
DEL PATRIARCA MORALESLa vida para las familias campesinas de la margen izquierda del río Aguán no fue fácil, porque al poco tiempo
de trabajar aquellas tierras comprobaron que era la única zona árida que existe en el fértil Aguán. Por alguna razón, probablemente por los vientos que trae el mar y que cruzan por donde agoniza la cordillera de Nombre de Dios, las nubes no se estacionan, las lluvias son escasas y la tierra produce mucho menos que en otras zonas del valle y de las laderas.
En muy poco tiempo las familias campesinas asentadas allí se vieron obligadas a emigrar. Todas se fueron empobreciendo. Ésa suerte corrió la familia Morales. A comienzos de los años 80, cuando llegaron a la zona, se contaban entre las más prósperas entre las no organizadas en cooperativas de la reforma agraria y, por eso, no beneficiarias de la atención del Estado, como sí lo eran las familias organizadas en cooperativas productoras de palma africana.
Algunos de los hijos de don Chabelo, Agapito, Gregoria, Manuel y el mayor de sus nietos, Pedro, fueron los primeros en emigrar a Estados Unidos. Para pagar al coyote don Chabelo vendió ganado y tierra. Después les siguieron otros hijos, yernos y nietos. Algunos fueron deportados, lo que contribuyó a la drástica disminución del patrimonio del abuelo.
La familia de don Chabelo incluyendo la familia nuclear de José Isabel “Chabelo”, acabó vendiendo lo que les quedaba de sus tierras, abandonaron aquellas tierras áridas. Descapitalizado y enfermo, don Chabelo decidió repartir entre sus hijos y nietos la poca propiedad que aún tenía y con el poco dinero que le quedó compró una vivienda en el área poblada de Ilanga. Sus hijas menores se casaron y se trasladaron a vivir a la ciudad de Tocoa. De haber sido el firme patriarca que velaba por toda la familia, don Chabelo pasó a ser un maltrecho enfermo en silla de ruedas, dependiente de las pequeñas ayudas de sus hijos y nietos.
Su enfermedad se acrecentó tras el encarcelamiento de su nieto Chabelito, “Es mi mayor vergüenza y dolor -dijo entre lágrimas un día que lo visitó un amigo sacerdote-. Nunca pensé que iba a tener en la cárcel a alguien de mi familia, porque yo los eduqué a todos ellos para el trabajo honrado. Vivimos pobres, pero con la dignidad y la frente en alto”. Con ese sufrimiento lo sorprendió la muerte el 29 de enero de 2012, acongojado y triste,
sin haber visto en libertad a su nieto.
EL “CONERO” ORGANIZADO En situación crítica estaba la familia Morales cuando a comienzos del año 2000 se presentó la oportunidad de organizarse en el MCA, el que, con el apoyo de la pastoral social de la parroquia de Tocoa, ofrecía la construcción de viviendas en la localidad en donde estuvieron las instalaciones del CREM. Antonio Morales y su familia, se anotaron en la nueva organización, viendo en ella la oportunidad de acceder a tierra, a trabajarla y así a mejorar su precaria situación económica. Para entonces José Isabel “Chabelo” ya tenía pareja. En 2003 nació su primer hijo, pero a los meses de nacido se separó de su primera mujer. Con Juana, la segunda, procrearía tres criaturas.
Chabelo, su padre y varios hermanos se unieron al MCA y junto con centenares de familias organizadas emprendieron la lucha por defender aquellas tierras. La familia Morales buscó todas las vías honradas para salir adelante. Mientras luchaban por impedir que les arrebataran sus parcelas, unos salían a “chambear” a Tocoa o a jornalear en haciendas vecinas. Chabelo logró ahorrar algo de dinero, compró una bicicleta y una nevera y se dedicó a vender helados en cono por toda su comunidad y por las comunidades vecinas. “El conero” lo llamaron.
VÍCTIMA DE UN PROCESO
VICIADO E ILEGAL Después de la tragedia de agosto de 2008 a Chabelo lo capturaron el 17 de octubre. Dos semanas después capturaron también al joven Carlos Antonio Maradiaga, de la misma comunidad agraria. Ambos fueron acusados de una multitud de delitos.
Los dos pasaron recluidos en el centro penal de El Porvenir, cerca de la ciudad de La Ceiba, hasta su enjuiciamiento en junio de 2010. Maradiaga fue absuelto de todos los delitos, mientras que Chabelo fue condenado por el delito de homicidio. La sentencia condenatoria la recibió tres años después, en 2013, en violación al artículo 188 del código de procedimiento penal, que establece que ninguna persona puede permanecer privada de libertad por más de dos años sin haber sido sentenciada. Los abogados defensores presentaron recurso por violación de la ley, pero nadie en el sistema de justicia les prestó atención.
Una vez recibida la sentencia condenatoria, la defensa presentó recurso de casación. Fue aceptado por la Corte Suprema de Justicia, declarando nulo el juicio y, por consiguiente, obligando a que se iniciara de nuevo. Esta resolución de la sala de lo Penal de la Corte ponía ipso facto en libertad a Chabelo, de acuerdo a los abogados que voluntariamente decidieron defenderlo, y de acuerdo a muchos otros expertos jurídicos. Sin embargo, las fuerzas invisibles que conocen el poder visible del Comisionado Henry Osorto y se someten a él, mantuvieron preso al “campesino conero”.
A comienzos de 2014 se realizó de nuevo el juicio, y tras diversas anomalías y arbitrariedades, de testigos falsos que trastocaron descaradamente los testimonios del primer juicio de junio de 2010, Chabelo fue de nuevo condenado y sentenciado a 17 años y medio de prisión por el delito de homicidio. La interposición de un nuevo recurso de casación espera una respuesta de la Corte Suprema en un proceso que es evidentemente político y que responde a la ley de los fuertes.
YA EN LA CÁRCEL En la cárcel Chabelo Morales ha logrado ganarse la simpatía de las autoridades, de otros privados de libertad y de los visitantes. Inicialmente, y por amenazas de un privado de libertad, lo trasladaron a una celda separada. Después, por su comportamiento y servicialidad, las autoridades lo trasladaron a compartir habitaciones con los policías.
Las autoridades le delegaron la tarea de chapear la grama del campo del centro penal. Mientras realizaba esa tarea -justamente el 26 de agosto de 2011, cuando cumplía 35 años-, la cortadora del césped se rompió y dos de los pedazos se estrellaron contra el rostro de Chabelo. Uno le arrancó un trozo de la lengua y el otro se le encajó en el ojo derecho. Por falta de atención médica inmediata y adecuada, acabó perdiendo completamente la visión del ojo. En enero de ese año había perdido a su padre, a quien se le disparó su arma calibre 22 mientras iba a trabajar la tierra y unos meses antes había perdido a su pequeña hija de tres años, ahogada tras caer en la pila de agua mientras jugaba.
RODEADO DE SOLIDARIDAD La solidaridad que su caso ha despertado, ha contribuido a que Chabelo haya establecido una importante cantidad de relaciones humanas con personas y grupos, tanto nacionales como internacionales. Gregory, un gringo de Chicago, llegó un día sin hablar español a la conflictiva zona del Aguán para conocer de cerca la problemática. Tras visitar en la cárcel a Chabelo decidió quedarse por unos meses y ya lleva más de tres años viviendo allí con su familia. Aprendió a hablar muy bien el español, y si no fuera por su altura y corpulencia que hace que haya gente que le llame “Tres pisos” o que piense que vino del planeta de los gigantes, estaría confundido como uno más en la comunidad agraria “Guadalupe Carney”. Su gran solidaridad personal con Chabelo Morales y con su familia se ha traducido en la solidaridad que ha logrado desarrollar en organizaciones de base y activistas de Estados Unidos.
UN LÍDER DIFERENTE Chabelo Morales no fue ni es un líder campesino, en el sentido en que así se entiende en las organizaciones campesinas, sociales y populares. Nunca fue elegido para un cargo de dirección ni siquiera para cargos directivos medios. Fue un luchador agrario de base, un joven campesino, uno más entre los miles que han sufrido discriminaciones por ser pobres y campesinos, por no tener estudios. Se ha ganado la vida desde la pobreza y la honradez, enfrentando una vida que le ha sido ingrata negándole oportunidades.
No han faltado organizaciones que han guardado silencio o se han desentendido de su caso porque Chabelo no cuenta con una hoja de vida que lo acredite con una trayectoria de liderazgo reconocido. Esas mismas organizaciones que se han mantenido impasibles ante el caso de Chabelo han saltado con beligerancia ante otros casos, cuando la persona agredida o perseguida por el Estado o la empresa privada ha sido un dirigente de renombre en el campo popular, social, campesino o indígena.
Chabelo Morales simboliza al campesino común y corriente, al que le son violados todos sus derechos humanos y sociales por ser pobre, campesino e iletrado. Es un símbolo de las decenas de miles de personas que en Honduras son excluidas. Su vida revela la de muchas otras personas que en nuestro país sufren las consecuencias de la discriminación y el racismo.
UN PRESO EMBLEMÁTICO Chabelo Morales se ha convertido en un preso que ha despertado la conciencia de muchos. Un discriminado que ha convocado a otros discriminados. Un campesino de base que representa a otros campesinos de base. Un ser humano común y corriente sin derecho a la libertad que ha inspirado a muchísima gente común y corriente que sufre cotidianamente la pérdida de la libertad para expresarse, para defender sus derechos y para luchar por su dignidad.
“Si yo logro alcanzar la libertad, no me quedaré conforme -dice con sencillez-, me dedicaré a luchar por mi gente que sufre. Porque yo he sentido que hay mucha gente que me quiere y lucha por mí, así yo lucharé por los demás”. Estando en la cárcel, Chabelo ha descubierto la dignidad que da luchar por la libertad de los demás. Y esa conciencia de luchar por una causa colectiva lo ha elevado al nivel en donde hemos colocado a presos políticos emblemáticos como Ghandi, Luther King o Mandela.
UN SÍMBOLO
DE LAS LUCHAS CAMPESINASA finales de febrero y comienzos de marzo de 2013 unas 300 personas individuales, de organizaciones nacionales y de organismos de derechos humanos internacionales caminaron desde el Valle de Sula rumbo a la capital. Durante diez días recorrieron 200 kilómetros. La demanda principal de la caminata denominada “Soberanía y dignidad, paso a paso”, fue la libertad de Chabelo Morales. También reclamaban la derogación de la Ley de Minería y las Ciudades Modelo. Movimientos y organizaciones de varias ciudades de Estados Unidos, como la organización “La Voz de los de Abajo
de Chicago”, Witness for Peace, con presencia en Centroamérica desde los años 80, el Programa de Acompañamiento a Honduras (PROAH), la Red de Solidaridad con Honduras con sede en Chicago, comunidades religiosas como la United Church of Christ de Ashland, Oregon, la comunidad de las Hermanas de la Misericordia con sede en Washington, la Secretaría de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de Estados Unidos, entre muchas otras organizaciones e instituciones, se han hecho presente en estos años en el centro penal para expresarle su solidaridad a Chabelo Morales.
Chabelo Morales, este luchador agrario de base, sin más letras que las que aprendió en su primera niñez, condenado por ser un campesino, es hoy un símbolo de la resistencia a la impunidad del sistema de justicia, un símbolo de la lucha por una reforma agraria que garantice a la población campesina pleno derecho a poseer y trabajar dignamente su tierra y a decidir libre y soberanamente su presente y su futuro.
CORRESPONSAL DE ENVÍO EN HONDURAS.
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