Centroamérica
Vigilancia sólida y líquida en las fronteras (3) Frontera México-Estados Unidos: un negocio muy lucrativo e ineficiente
Las guerras no son sólo los procesos de exterminio.
Son también la vigilancia armada.
El complejo militar estadounidense está creando una zona de guerra
en la frontera México-Estados Unidos.
Eso es patente en el tratamiento de los migrantes como enemigos,
en el patrulleo ejecutado cada vez más como una acción militar
y en una frontera gestionada como territorio ocupado…
aunque con una notoria ineficacia e ineficiencia.
José Luis Rocha
Para ingresar a Estados Unidos los migrantes centroamericanos transitan por una de las regiones más patrulladas del planeta. En distintos niveles del territorio y de la burocracia anti-inmigrante, se enfrentan a una legión armada de dimensiones descomunales.
No sólo están las dos decenas de miles de agentes de la Border Patrol. El personal del Department of Homeland Security suma alrededor de 200 mil miembros, a los que el periodista Todd Miller sostiene que hay que agregar los 650 mil oficiales de policía entrenados o trabajando bajo el mando del InmIgration and Customs Enforcement (ICE) y el Customs and Border Protection (CBP) para tener idea del gigantesco ejército que se ocupa de la seguridad de la patria y se ha convertido en una suerte de segundo Departamento de Defensa.
Este ejército para la seguridad interna sólo se sostiene a costa de inversiones que amamantan un entramado de empresas que ha sido etiquetado con sumo acierto como el Border Security Industrial Complex. En la década que siguió al 9/11 el gobierno estadounidense gastó 90 mil millones de dólares en seguridad fronteriza. En gran medida fueron a parar a las cuentas de esas empresas.
¿PARA QUÉ TANTA VIGILANCIA? Una hipótesis interesante -que sostiene el experto en migraciones Juan Manuel Sandoval- es que tanta vigilancia es “para tener un mayor control de estos trabajadores migrantes y mantener regulados los flujos migratorios, Estados Unidos ha establecido mecanismos para regionalizar sus políticas de inmigración, vinculándolas con su política de seguridad nacional y militarizando las fronteras”.
Obviamente, el gobierno estadounidense no ha conseguido ese objetivo. Los controles no parecen ser meros mecanismos de regulación. Aunque el salto presupuestario de la Border Patrol durante la última crisis económica (especialmente entre 2008 y 2010, cuando el flujo de migrantes podía disparar aún más el desempleo) parece avalar esta tesis, la desproporción entre esa inversión y sus resultados va contra la lógica del cálculo costo/beneficio.
También el hecho de que no se haya cumplido el pronóstico de Sandoval, de un aumento constante de los flujos migratorios, pone en cuestión la hipótesis de los mercados laborales bien regulados. Por un lado, porque el desempleo en México sigue siendo alto, pero la migración mexicana hacia Estados Unidos ha disminuido. Por otro, porque el alza de salarios en Estados Unidos puede ser indicador paradójico de que se necesita una mayor oferta de mano de obra para mantener los salarios en un nivel bajo y mitigar la inflación estructural, según la teoría de los mercados duales.
La regulación aquí parece haber sido excesiva. Para mayor descrédito de la tesis que une vigilancia y regulación de mercados laborales, los centroamericanos siguen ingresando en grandes números a pesar de las barreras regu¬ladoras. Para ellos, la vigilancia parece ser insuficiente. Esta evidencia apunta a que los mercados laborales y la vigilancia no están completamente disociados. Pero es obvio que no están conectados por una correlación unívoca y que la vigilancia y los dispositivos de seguridad pueden tener un motor independiente de la voluntad de regular los mercados laborales.
BORDER SECURITY INDUSTRIAL COMPLEX:
LOS MECENAS DEL TERROR En lo que respecta a las migraciones, ese motor independiente ha sido encontrado por algunos en el cóctel de xenofobia/racismo/intolerancia/nacionalismo que políticos conservadores ofrecen para captar los votos de masas ansiosas ante las incertidumbres del mundo contemporáneo y necesitadas de chivos expiatorios.
Esas masas reclaman la construcción de un orden basado en un estado de derecho que ve en la migración no autorizada una amenaza al cuerpo político formado por la fusión de ley/territorio/poder social. Funciona así el pánico a perder el control de la soberanía del Estado-nación o un pru¬rito globalizado de vigilancia para excluir y mantener alejados a los parias por una combinación de las anteriores tesis.
Todas son explicaciones penetrantes y exploran distintos ángulos de la vigilancia: muestran las fibras culturales que estimulan la creciente voluntad de vigilar incluso en una sociedad donde el 90% o más de sus miembros piensan que las personas deben controlar y conceder su permiso para la recolección de información individual y decidir quién puede recoger esa información. Pero en la tesitura de buscar la que Aristóteles llamaba la causa eficiente o motriz, hay suficiente evidencia para sostener que el arquitecto del que ahora aparece como una especie de perpetuum mobile de vigilancia es el Border Security Industrial Complex. Sus empresas son los mecenas del terror, habida cuenta de su cabildeo para clamar ¡Ahí viene el coco! a la vista de migrantes y no vista de terroristas, para convencer y para vender.
Border Security Industrial Complex es un término que parodia la mil veces citada alocución con que Eisenhower cerró su mandato presidencial el 17 de enero de 1961. El general retirado advirtió entonces contra el complejo militar industrial y su influencia “económica, política, incluso espiritual”, sentida en cada ciudad y cada oficina del gobierno federal.
No estaba revelando ningún secreto. Cinco años antes el sociólogo marxista Wright Mills en su ahora clásico “La élite del poder” se había ocupado de la fusión entre economía corporativa y burocracia militar que tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial y que llega hasta nuestros días. En 1789-1917, nos informa, el presupuesto total del gobierno sumó 29 mil 500 millones de dólares. En 1952 sólo el presupuesto militar fue de 40 mil millones. Los costos del aparato militar pasaron de 2.25 dólares per cápita en 1913 a casi 250 en 1952.
Desde entonces se generó una ceñida trenza de relaciones donde los ejecutivos de las empresas proveedores de bienes y servicios militares eran simultáneamente consejeros de los altos funcionarios estatales y donde los generales jubilados pasaban a formar parte de las juntas directivas de esas empresas. Desde entonces las decisiones políticas son tomadas por clicas de la alta cúpula militar y empresarial.
Los lazos actuales entre el Pentágono y los contratistas privados que proveyeron pertrechos y servicios militares (como Lockheed Martin y General Atomics), en las guerras de Irak y Afganistán con Michael Furlong como enlace anfibio entre el Departamento de Defensa y los contratistas privados, son una pequeña muestra de que no hemos pasado la página de la historia descrita por Wright Mills y de los muy lubricados nexos que unen a militares y empresarios. El periodista Mark Mazzetti sostiene que el dominio que tenía Furlong del bizantino sistema de contratación del Pentágono le hacía inestimable para las empresas de defensa. Las contrataciones que arregló para operativos de espionaje prosperaron cobijadas por las casi nulas restricciones a los programas clandestinos del Pentágono.
LA GUERRA ES PARTERA DE FORTUNAS En una visión del mundo como debería ser y no como es, desde mullidos salones parisinos y alemanes, Benjamin Constant sostuvo que “cuanto más domine la tendencia comercial, más habrá de debilitarse la tendencia guerrera”. Y añadió: “Entre los modernos, una guerra victoriosa cuesta indefectiblemente más que lo que aporta”. Concluye que la guerra ha perdido su encanto y su utilidad: “El hombre no se siente ya impulsado a dedicarse a ella, ni por interés ni por pasión”.
En sintonía con Constant, Schumpeter sostuvo que las crisis no podían recibir siempre una explicación netamente económica, dado que algunas de sus causas, como la guerra, eran cuerpos extraños a la esfera económica. Schumpeter pensaba que la guerra perturbaba todas las relaciones económicas, destruía los mercados más importantes y alteraba los datos.
Nada más lejano al punto de vista de Marx, que no consideraba la guerra como un factor externo a la economía. La guerra no sólo no destruye mercados, sino que los abre. En el primer tomo de “El Capital” anota que “en 1843 la guerra del opio abrió al comercio inglés el mercado de China”. En Marx la violencia es “en sí misma una potencia económica” y “la partera de la historia”. Y lo es para bien y para mal de los oprimidos. En la Roma imperial los plebeyos vendían a sus hijos como esclavos tras las hambrunas producidas por la guerra. En el siglo 19 los obreros recibían mayor salario cuando las guerras hacían escasa la mano de obra. No sólo ha habido economías en guerra, sino economías de guerra. Como la de Estados Unidos, en cuya historia el ex-banquero Charles R. Morris identifica a 1946 -un año de desmovilización militar masiva- como el más aciago para el crecimiento económico.
Aunque estudió a Marx, Schumpeter no se percató de que la guerra también forma parte de esos procesos de destrucción creativa que él mismo -rompiendo atrevidamente con la tesis clásica de la tendencia hacia el equilibrio y la libre competencia- presentó como inherentes a la dinámica capitalista.
Más próximo al punto de vista de Marx, aunque ello no lo librara de morir fusilado por orden de Stalin, estuvo Nikolái Kondrátiev. Hace casi un siglo, mientras formulaba su teoría sobre los ciclos de larga duración en el capitalismo, Kondrátiev encontró una correlación entre los períodos de alta tensión en la expansión de las fuerzas productivas y las guerras y revoluciones más desastrosas y extensas. En otras palabras: las guerras más cruentas han coincidido con los picos económicos. Y aunque Kondrátiev no atribuyó a esta correlación más que un carácter empírico y ningún valor explicativo, se preguntó por el papel de la guerra en los ciclos del capitalismo. A quienes sostenían que la guerra es un factor extra-económico que influye sobre la economía, Kondrátiev les reprocha considerar la guerra como ocasionada por actos arbitrarios de personalidades individuales, en lugar de percibir su origen en circunstancias económicas específicas. Concluyó que las guerras y las revoluciones, aunque son síntomas de los ciclos largos, una vez que han ocurrido ejercen un potente influjo sobre el ritmo y la dirección de la dinámica económica.
EL SUN BELT ES HOY EL GUN BELTUna economía de guerra es la que se ha impuesto en la frontera suroeste de los Estados Unidos. El Sun Belt ha devenido Gun Belt: La Costa del Sol es hoy Costa de la Colt. De cinturón soleado a cinturón armado: produce, vende y aplica las armas en su territorio.
Para muestra de las ventas, un botón: informes al Congreso han dictaminado que la mayoría de las armas requisadas a los narcotraficantes en México proceden de Estados Unidos, incluyendo un creciente número de armas altamente letales. Más de 20,000 armas (el 87% de las 23,159 incautadas a narcos y rastreadas entre 2004 y 2008) salieron de Estados Unidos hacia México: 68% fueron made in USA y 19% fabricadas en terceros países y originalmente importadas a Estados Unidos. 70% fueron vendidas por armerías y Gun Shows de Texas, California y Arizona.
De acuerdo al Bureau of Alcohol, Tobacco, Firearms, and Explosives (ATF), en la frontera suroeste hay 6,700 proveedores de armas, el 12% de un total de 55 mil en todo el país. De las armas que los oficiales del ATF fueron capaces de rastrear, el 95% fueron cedidas en ventas legales. Altos oficiales del gobierno de Obama, e incluso antes, eran conscientes de que el problema de la narcoviolencia hunde sus raíces en el mercado de armas estadounidense.
El lanzamiento y la estrategia de la Operation Wide Receiver (2006-2008) y la Operation Fast and Furious (2009-2011) -venta “controlada” de armas para ser rastreadas y ubicar a los grandes capos- sólo tiene sentido si se entiende que las distribuidoras de armas en Estados Unidos son la fuente del problema.
La venta de armas es un asunto tan enteramente fuera de control que de las 1,961 armas que fueron vendidas como parte de la Operation Fast and Furious, apenas 710 fueron recuperadas. En las narices del ATF, y sobre los carriles de su flamante operación, los narcos compraron 1 mil 400 millones de dólares de pertrechos militares, algunos de los cuales sirvieron para ultimar a policías mexicanos y a agentes de la Border Patrol. En agosto de 2011, estrenándose como Secretario de Estado, William Burns puso sordina a las críticas del gobierno mexicano a la Operation Fast and Furious con la amenaza de negarle 500 millones de dólares contemplados en la Iniciativa Mérida para combatir a los señores de la droga.
EEUU: MAYOR VENDEDOR MUNDIAL DE ARMAS En el terreno del monopolio estatal de la violencia legítima, California y Texas destacan como los dos estados donde más han crecido los empleos e inversiones en el ámbito de la defensa. Y donde hay inversiones en defensa, hay negocio para los suplidores y expertos en ese ámbito. El 9/11 fue el más eficaz atizador de la guerra como partera de fortunas.
En 2002-2013, las ventas de armas y servicios militares crecieron 45.5% en el mundo, totalizando 402 mil millones de dólares en ventas. Estados Unidos por sí solo es el mayor vendedor del mundo y absorbe más de la mitad de este mercado. Seis de las diez compañías con mayores ventas de armas y servicios militares tienen sus cuarteles generales en ese país: Lockheed Martin, Boeing, Raytheon, Northrop Grumman y United Technologies (UTC). Gran parte de su producción es de consumo interno -la compra el Estado-, aunque no de uso interno: las disparan en ultramar.
Algunas de esas compañías han invertido en cabildeo para que la legislación migratoria sea más severa e incluya un reforzamiento de la militarización de la frontera. Dennis L. Hoffman, profesor de la Arizona State University especializado en el futuro de los mercados potenciales de la industria de defensa, ha concluido: “Este impulso hacia la seguridad fronteriza encaja muy bien con la necesidad de crear un flujo continuo de ingresos”.
UN GRAN NEGOCIO:
MILITARIZAR LA FRONTERA Los síntomas más descarnados de este cambio de escenario son las ferias de ventas de artefactos de vigilancia y ataque para dar seguridad a la frontera. El periodista Todd Miller asistió en marzo de 2012 a la sexta Border Security Expo en Phoenix. Una leyenda de gigantescas letras en la puerta de ingreso rezaba: “Because it’s not just your job, it’s your life”. Todd constató ahí que esas exposiciones no causan controversia alguna: “Border enforcement has become business as usual”.
En abril de 2015 tuvo lugar en Phoenix una Border Security Expo de dos días donde Applied Research Associates y RF Systems Lab, entre otras compañías especializadas en equipos militares, ofrecieron sus artilugios para reforzar la vigilancia fronteriza: armas, robots, cámaras, aviones en miniatura y sensores de seguridad perimetral. Había cámaras de un pie de altura sobre automóviles manejados a control remoto a un costo de 35 mil dólares. Algunos aparatos fueron originalmente desarrollados para aplastar a los fundamentalistas islámicos en Irak y Afganistán y ahora son ofrecidos al DHS para combatir a los migrantes. Dan Millis, activista del Sierra Club’s Borderlands Team, declaró al periodista Todd Miller: “Es como si Estados Unidos estuviera saliendo de Afganistán e invadiendo Arizona”. No es ningún secreto: el vendedor de StrongWatch Drew Dodds dijo en la Border Security Expo 2013: “Estamos llevando el campo de batalla a la frontera”.
Keith Raderschadt, gerente de Safran, que allí merca¬deaba sus aparatos de tecnología biométrica para escanear pasaportes, iris de ojos y huellas dactilares de diez dedos declaró a “The Huffington Post”: “Es probablemente la única manera de que realmente podamos asegurar la frontera. Sin hacer la comprobación biométrica, no tienes idea de quién realmente está cruzando la frontera”. En un eco tropicalizado de esta onda de vigilancia, los gobiernos de Guatemala y Honduras adquirieron, gastando sumas de hasta nueve dígitos, aparatos similares para sus aeropuertos.
ARMAS VAN, DROGAS VIENEN... Las compañías de armamentos corren tras el presupuesto del DHS, que en 2014 recibió 61 mil millones de dólares. El DHS viene contratándolas al menos desde 2006, año en que Boeing fue seleccionada para construir un muro virtual en la frontera. “The New York Times” mostró en 2013 una fotografía de un agente de la Border Patrol junto a una torre con radar, un puntero laser y cámaras de monitoreo que no reposan día y noche, un conjunto construido y vendido al DHS por Boeing, la segunda compañía más grande del mundo en producción de armas y la más grande de todas las compañías que producen pertrechos y brindan servicios militares, con 168,400 empleados en 2013 y un volumen total de ventas de 86,623 millones de dólares y de 30,700 millones en ventas de armas. Ganancias: 4,585 millones.
Desde 2011 la industria armamentista estadounidense padece un descenso de ventas debido al declive de los gastos militares del Pentágono. En ese contexto adverso, Boeing siguió creciendo porque explotó otro nicho de mercado: la seguridad en la frontera suroeste. La misma estrategia siguieron Lockheed Martin, Raytheon, Northrop Grumman y General Dynamics, que ocupan el primer, cuarto, quinto y sexto lugar de fabricación de armas en el mundo con 35,490, 21,950, 20,200 y 18,660 millones de dólares en ventas.
Del otro lado de la frontera, en un México convertido en frontera extendida de los Estados Unidos, se abre otro nicho de mercado para estas compañías: la lucha contra las drogas y la construcción de “la frontera del siglo 21”, objetivos medulares de la Iniciativa Mérida, un paquete de asistencia que deberá totalizar 2 mil 500 millones de dólares entre 2008 y 2015, destinados a equipar y entrenar a los escuadrones anti-narcóticos mexicanos. Hasta 2014, 1 mil 300 mil millones han sido transferidos al gobierno mexicano y de ahí pasaron nuevamente al lado estadounidense, a las arcas de sus compañías de armamento. Cruzando la frontera de ida y vuelta pasaron del sector público al privado. La Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) adquirió en el último año 18 helicópteros artillados Black Hawk (680 millones de dólares), vehículos terrestres de movilidad para propósitos múltiples (VTMPM) y diversos tipos de fusiles por un valor de más de 1 mil 300 mil millones de dólares que pagó a los contratistas privados del Pentágono. Un paquete de ayuda que en cierto momento fue interpretado como un logro diplomático del Presidente Calderón -porque aparentemente implicó un apoyo político a su lucha contra las drogas-, terminó como logro de los expendios de pertrechos militares, privilegiados beneficiarios de la lucha contra las drogas, librada por el PAN o por el PRI.
DRONES: SEGUNDO SALTO CUALITATIVO
EN LA HISTORIA MILITAR General Atomics, lugar 44 en el mercado de la industria militar, gestionó en 2015 un contrato con el DHS por 443 millones de dólares para que sus drones de reconocimiento -fogueados en el mapeo de las bases militares iraníes- peinen la frontera.
Esta empresa “posicionó” su marca en el nicho de la seguridad fronteriza con la dotación de los drones, Predators y Reaper, artefactos empleados por la CIA contra el estado mayor de Al Qaeda y los más de 1,900 insurgentes en las áreas tribales de Pakistán en 2006-2013. Sus flamantes contratos son una ventana al futuro de la vigilancia en la frontera. General Atomics ya vendió 10 Predators B al CBP por valor de 4 mil 500 millones.
El costo de mantenerlos en el aire es de 3,234 dólares por hora. El vuelo sostenido durante un año por un solo dron costaría 28.5 millones de dólares. El CBP se propone tener 18 drones en 2016 y 24 en los años siguientes, según el convenio firmado en 2012 con General Atomics. Quizás apuesta a la aprobación que los ataques con drones en Pakistán, Yemen y Somalia cosechan en la opinión pública estadounidense: 58%, según el Pew Research Center.
Ponderando la aprobación de la guerra con drones y su potencial patente de corso, Zygmunt Bauman estima que, después de la sustitución del servicio militar obligatorio por el ejército profesional, los drones no tripulados son el segundo salto cualitativo más importante de la historia militar e inauguran una “era post-heroica” de las guerras: pueden ver y dañar al enemigo sin ser vistos ni afectados, y la casi completa ausencia de daños colaterales garantizará la desconexión entre la población estadounidense y las guerras que emprenda su gobierno. En la frontera tendrá lugar la desconexión entre la implementación de la vigilancia y las tragedias de los migrantes rastreados.
TAMBIÉN LAS UNIVERSIDADES En la que ha sido etiquetada como “la immigration gold rush”, las Universidades no van a la zaga. Son pioneras en el desarrollo de tecnología militar y captan generosos fondos del DHS. Se mueven poseídas por esta fiebre del oro.
En 2008 la Universidad de Arizona recibió del DHS un fondo por seis años de 17 millones de dólares para desarrollar entre sus estudiantes el entusiasmo por la seguridad fronteriza. Junto a los think tanks Migration Policy Institute y RAND Corporation -éste último, formador de militares-, la Universidad de Arizona forma parte de un consorcio de 14 organismos de élite que integran BORDERS, una iniciativa del DHS para desarrollar tecnologías y políticas que protejan a Estados Unidos del terrorismo y las actividades criminales.
Con los fondos de BORDERS, convertidos en laborato¬ristas del DHS, los estudiantes de ingeniería mecánica aeroespacial de la Universidad de Arizona están diseñando drones de vigilancia en miniatura que llaman Micro Air Vehicles. Por efecto de estos mini-drones ocurrirá la disociación ver-ser-visto que Foucault encuentra en el panóptico y que hasta ahora era inversa y daba ventaja a los migrantes: “en el anillo periférico, se es totalmente visto, sin ver jamás; en la torre central, se ve todo, sin ser jamás visto”. Los operadores de mini-drones verán todo y podrán informar sin que los migrantes se percaten. La educación superior ha terminado al servicio del panóptico (controles, murallas y radares), que en su versión excluyente es banóptico (controles de tecnología informática).
“ENTRE MANOS SUCIAS Y BARRIGAS LLENAS” La Universidad de Arizona también cuenta con el Science and Technology Park que contribuye a la economía del estado con 3 mil millones de dólares y 7 mil empleos. Desde el 9/11 incursionó en las tecnologías de seguridad fronteriza con tan buen pie que está a punto de completar un muro fronterizo virtual con torres, cámaras y cables de fibra óptica subterráneos que pueden distinguir entre vacas y seres humanos. El parque aloja o provee a algunos de los pesos pesados de la vigilancia y la industria militar: Boeing, Raytheon, IBM, DILAS, Pillar Innovations, Honeywell, Oracle, Canon y Motorola, entre otras.
En 1975, en el que quizás fue su último juicio sobre los Estados Unidos, Hannah Arendt dio una conferencia en una conmemoración de la independencia de Estados Unidos en la que dijo: “No es ningún secreto que los miles de millones de dólares solicitados por el Pentágono para la industria de armamentos son necesarios no para la ‘seguridad nacional’, sino para evitar el derrumbamiento de la economía. En un momento en que la guerra como instrumento racional de la política se ha convertido en una especie de lujo justificable sólo para las pequeñas potencias, el comercio y la producción de armas se ha convertido en el negocio que crece más rápidamente, y Estados Unidos es ‘fácilmente el mayor comerciante de armas del mundo’. Como señaló tristemente el Primer ministro del Canadá, Pierre Trudeau, cuando recientemente fue criticado por vender armas a Estados Unidos que serían luego utilizadas en Vietnam, la cosa se ha convertido en una elección ‘entre manos sucias y barrigas llenas’”.
La barrigas armamentistas -y las de sus cada vez más numerosos empleados- no sólo se están llenando en Estados Unidos, aunque éste sea el país donde más abultadas se vean. MarkesandMarkets, una firma dedicada a estudios de marketing, calculó que en 2013 las ganancias mundiales de los contratistas privados que ofrecieron sus productos en el mercado de la seguridad fronteriza ascendieron a 20 mil millones de dólares. Estima que en 2018 el mercado de la seguridad nacional y la gestión de emergencias moverá 544 mil millones de dólares y el mercado de los drones habrá creado 70 mil empleos en 2016. Sólo en Estados Unidos los contratos de infraestructura de aduanas y los productos para la guardia costera y la seguridad en la frontera crecerán de 74 mil 200 millones en 2012 a 107 mil 300 millones de dólares en 2020.
LA LUCRATIVA INDUSTRIA DE LAS PRISIONES Clausewitz incluía entre las guerras tanto los procesos de exterminio como la simple vigilancia armada, que es la que tiene lugar en la frontera. Por eso es válido señalar que esta economía de guerra está creando zonas de guerra. Ese giro es patente en el tratamiento de los migrantes como enemigos, en el patrulleo ejecutado cada vez más como una acción militar y en la frontera gestionada como una zona de ocupación.
No se avizora el final de esta dinámica que cuenta con el combustible de numerosos intereses económicos. La Border Patrol y sus actividades son solamente un tramo en esa cadena industrial. Sus acerados eslabones deben suministrar algunos de los detenidos -las redadas y los tribunales de inmigración proporcionan otros- para que el complejo industrial de las prisiones, en su próspera rama migra¬toria, llene las camas que están presupuestadas y ordenadas por ley: un promedio de 34 mil camas. Disminuir los detenidos redundaría en una reducción presupuestaria que el ICE quiere evitar a cualquier precio. Y ese precio lo están pagando, hasta ahora, los detenidos que enfrentan engorrosos procesos burocráticos orientados a prolongar su cautiverio hasta que la migra dé caza al relevo que ocupe su cama.
A la industria privada de las prisiones le apuestan pobla¬dos que van desde New Mexico hasta New Jersey. Ansían la instalación de centros de detención en sus territorios para que el dinero federal chorree hacia ellos y genere empleos. Hay muchos otros involucrados con sólidos -también habría que decir líquidos- intereses financieros en la industria de la vigilancia fronteriza: las compañías constructoras del muro, las que entrenan patrulleros, las que desarrollan tecnologías de vigilancia, entre otras. Todos prosperan, no obstante unos resultados de la Border Patrol inversamente proporcionales a su voracidad presupuestaria.
Atizando el pánico que despierta una frontera despro¬te¬gida, el DHS hace impúdicos llamados a través de su página web para suscitar respaldo popular a su sostenibilidad corporativa. Una incógnita emerge: ¿Realmente el freno a la migración depende de aumentos en presupuesto y patrulleros?
LA BORDER PATROL
AL BANQUILLO DE LOS ACUSADOS En 1956 Wright Mills había advertido que el aparato militar se ha convertido en la función más grande y costosa del gobierno y, aunque bien versado en sonrientes relaciones públicas, tenía la eficiencia lúgubre y torpe de un dominio en expansión.
La Border Patrol presenta esa misma eficiencia torpe de un dominio en expansión. Su vigilancia fronteriza ha experimentado una mutación cualitativa y ha obtenido un respaldo cuantitativo en personal y en presupuesto sin que llegue el prometido aumento de la eficacia, sino a contrapelo de un llamativo descenso en su desempeño.
En 1926 la Border Patrol logró 22,326 detenciones en la frontera suroeste y aprehendió a 33,159 violadores de la legislación migratoria en ambas fronteras. Con 104 agentes, su productividad fue de 319 aprehensiones por cada agente. En 1992 la productividad era de 322 y en 1993 de 352. A partir de entonces -precisamente cuando se multiplican sus operativos y se dispara su presupuesto- la productividad cae en picada.
En dos décadas (1993-2012), el número de agentes y el presupuesto en la frontera sur aumentaron 438.5% y 874%. En contraste, la eficacia registró una tasa de crecimiento inversa: en 2012 los agentes de la Border Patrol en esa frontera sólo hicieron el 29% de las capturas de 1993 y su productividad fue de apenas el 5.5% de la que tuvieron 20 años antes, pues pasó de 352 a 18 por agente. Esto significa que, si el cometido de la Border Patrol fueran exclusivamente los inmigrantes y si tomáramos como base de cálculo únicamente los 53 mil dólares de salario anual de un agente, el costo de cada captura pasó de 150 dólares en 1993 a 2,754 en 2012. Pero debido al incremento de la burocracia y al costo de las tecnologías de la vigilancia que proveen las grandes firmas de armamentos, entre otros gastos directos e indirectos, el costo de cada captura pasó de 300 dólares a casi 10 mil. Ninguna empresa privada podría soportar por mucho tiempo este ominoso dispendio.
¿PARA QUÉ TANTOS PATRULLEROS? El incremento más fuerte y sostenido de presupuesto se produce entre 2006 y 2013, que es también el período de mayor descenso en la productividad. Pero es precisamente el año 2001, el del 9/11, el que marca una dotación presupuestaria que nada a contracorriente de la eficacia: es el punto en que se cruzan los declinantes logros y el creciente presupuesto de una Border Patrol que desde 1993 había dado muestras de una productividad en descenso. El descenso de las detenciones, pese al cacareado éxodo centroamericano, se mantiene: 26 capturas por agente en 2014. El patrullero promedio necesita casi dos semanas para realizar una aprehensión.
La tasa de aprehensión varía según sectores y estaciones. Va desde 50 aprehendidos en Río Grande Valley hasta 4.2 en El Paso. En El Paso cada agente necesita tres meses para identificar y detener a un indocumentado, un ritmo que se presume es reflejo del flujo de migrantes.
La hipotética correlación entre aprehendidos y cruces ilegales es la principal premisa para concluir que el descenso de las capturas se debe a un descenso del flujo migratorio por compulsión de la crisis económica y del efecto persuasivo del patrullaje fronterizo, una tesis que consultores gubernamentales sostienen y a la que organismos de la sociedad civil hacen eco. Pero en tal caso, con un flujo menguante, ¿por qué aumentar los patrulleros?
Lo cierto es que esa tesis no se sostiene si contrastamos las cifras de las aprehensiones y las del stock de indocumentados que calcula el Pew Research Center con sus propias encuestas, una institución que no se basa en las aprehensiones para calcular el flujo migratorio. No existe tal correlación, a pesar de que el número de indocumentados va disminuyendo, no necesariamente porque lleguen menos indocumentados, sino porque los que ya entraron van legalizándose gradualmente vía residencia temporal o permanente, vía DACA, TPS, etc.
¿CÓMO EXPLICAR TANTA INEFICACIA? Como cualquier otra cifra referente a una población con cierto nivel de clandestinidad, hay que tomar estos datos como un boceto con brocha gorda. Con no menor cuidado hay que tomar la cifra de las aprehensiones: ese dato da cuenta de eventos y no de personas.
Los consultores del Congreso partidarios de los controles migratorios suponen que las aprehensiones pueden sobrerrepresentar la cantidad de personas que cruzan, pero parecen ignorar que también pueden subestimarla porque los migrantes a veces consiguen aprovechar por largas temporadas puntos ciegos antes de que la Border Patrol los identifique o porque los migrantes hacen menos cruces al año, como fue el caso de migrantes mexicanos temporales que se trocaron en migrantes permanentes. Ellos son un ejemplo de por qué puede disminuir el número de cruces no autorizados pero no el de migrantes no autorizados que pasan al año.
Como observó Douglas Massey, los mexicanos han dejado de visitar a sus familiares en Navidad y Semana Santa. Massey también mostró que en los años 90 uno de cada tres migrantes retornó a México cada año, de donde infiere que el 70% de los migrantes mexicanos retornaba en un plazo de cinco años. Aquí tenemos un insospechado e irónico efecto de los controles migratorios: transformar la migración temporal en asentamiento permanente. Los peligros y costos de cruzar la frontera conducen a que muchos migrantes opten por un cruce definitivo. Tendríamos así menos cruces de migrantes pero más migrantes no autorizados.
MÁS AGENTES Y MENOS CAPTURAS Un elemento adicional sobre la falibilidad de las aprehensiones como indicador del flujo es el hecho de que el Instituto Nacional de Migración (INM) de México registrara entre 2002 y 2005 un incremento de 121% en el flujo de centroamericanos. En ese lapso las aprehensiones de centroamericanos por la Border Patrol apenas aumentaron un 26%. ¿Cuál es el flujo real: 121% o 26%? De estas cifras y consideraciones podemos inferir un hecho incontestable: si el flujo ha declinado, no necesariamente lo ha hecho en la misma proporción que las capturas. Se precisan otras explicaciones sobre el descenso de la productividad de la Border Patrol.
Expondré algunas explicaciones a guisa de hipótesis. La primera es una variante de la que los economistas llaman “la falacia de composición”, que en este caso se expresa como la imposibilidad de que 18,546 agentes hagan 6.5 millones de aprehensiones ahí donde 3,444 agentes hacían 1.2 millones, y no sólo porque el flujo de migrantes no tiene esas dimensiones ni porque por fuerza haya habido una disminución del mismo -en tal caso el incremento de agentes sería superfluo-, sino porque el crecimiento en agentes no se traduce de forma directa y forzosa en una cobertura más minuciosa y extensa.
Por más que aumenten los agentes, las zonas inhóspitas seguirán siendo poco patrulladas; el ingreso con pasaportes falsos, pasaportes auténticos alquilados o por otros medios que priorizan el fraude sobre la búsqueda de un acceso libre de vigilancia es una variable que seguirá siendo independiente del volumen de patrulleros; la abundancia de personal aumenta las probabilidades de colocar agentes en zonas inocuas y de hacer un uso menos racional de las horas/hombre. Está demostrado que el número de agentes no afecta algunas estrategias del cruce (documentos falsos, túnel, carreteras secundarias) y que la cantidad de horas de patrullaje de la frontera no son suficientes.
Ese patrullaje tiene muchos puntos débiles. Los check¬points no son permanentes y la Border Patrol ni siquiera lleva registro de las horas que un agente dedica a un checkpoint específico. Investigaciones federales han demostrado que los migrantes aguardan hasta el cierre de 8 horas que tiene lugar cada 14 días para cruzar sin riesgo de ser capturados en la región cubierta por la Border Patrol.
NO HAY RACIONALIDAD ECONÓMICA Hay autores que sostienen que el mero aumento de agentes no basta, pues el ICE está trabajando al máximo de su capacidad, pero carece de los vehículos, los centros de detención y los jueces, abogados y otros implementadores de las leyes migratorias necesarios para multiplicar las deportaciones. Pero la realidad es más elemental: lo que ocurre es que no hay suficientes detenciones. No sólo se trata de un descenso previsible de la utilidad marginal -no hubo aumento proporcional de las capturas por cada agente añadido-, sino de la utilidad absoluta: hubo más agentes y menos capturas.
Sólo el Estado, con su obsesión por la vigilancia, puede permitirse ignorar la curva del producto marginal del trabajo: la relación entre los costos y la cantidad de mano de obra. Un empresario racional, deseoso de maximizar su lucro, elegiría una cantidad de empleados cuyo producto marginal del trabajo sea igual a la tasa salarial del mercado. En lugar de esto, la Border Patrol incrementa los agentes y el uso de nuevas tecnologías que -contra todo pronóstico- absorben más personal: se necesitan 20 agentes de la Border Patrol para operar un solo dron y podrían requerirse hasta 2 mil analistas para procesar la información recolectada por un solo dron. La Border Patrol no se rige en absoluto por el paradigma racional del capital: el cálculo costo-beneficio. Sus posibilidades de mantener esta política de dominio en expansión se juegan en una arena que no tiene que ver directamente con la racionalidad económica.
CENTROAMERICANOS: RUTAS DE ENTRADA A las razones aducidas para explicar el descenso de las aprehensiones hay que añadir que los migrantes y sus “coyotes” siempre están al acecho de veredas por las que los agentes no circulan. Se reubican en áreas de vigilancia más complicada. Sacan provecho del declive en el patrullaje aéreo. Detectan pequeñas carreteras y caminos vecinales donde darles el esquinazo a los patrulleros. Cambian sus rutas más rápido que la Border Patrol sus estrategias. Y esto explica en parte la no exclusión mutua de más agentes y más migrantes: los patrulleros no se ubicaron de acuerdo a las nuevas rutas de los migrantes, donde los centroamericanos fueron creciendo.
A juzgar por las aprehensiones de indocumentados no mexicanos -un grupo donde los centroamericanos son la gran mayoría-, el sector de Río Grande Valley (que abarca McAllen y Brownsville) ha subido en importancia como portón de ingreso: 10,742 a 192,925 capturados por la patrulla fronteriza en 2000 y 2014. El sector Tucson -cuya principal aduana está en Nogales- subió de 2,201 a 19,045. Laredo saltó de 3,336 a 17,509. El sector de Río Grande Valley es también, junto con Big Ben, el que presenta un porcentaje más alto de ingresos exitosos conocidos: era 39% en 2009 y fue de 31% en 2013.
La migra no ha tenido la misma flexibilidad para cambiar sus tropas: sigue empecinada en Tucson, donde en septiembre de 2014 tenía 4,052 agentes, y no patrulla tanto el sector Rio Grande Valley, donde sólo colocó 3,064 agentes. Guiándose por el volumen de aprehensiones en 1998-2012, período en que Tucson fue la principal puerta de ingresos no autorizados, en el 2014 la Border Patrol colocó en ese sector al 22% de sus agentes y ahí obtuvo el 18% de las capturas. En Rio Grande Valley colocó al 17% de sus agentes, que fueron responsables del 53.5% de las aprehensiones en la frontera suroeste.
En 2003-2006 las capturas de mexicanos promediaron más de 1 millón anual y en 2014 fueron de apenas 226,771. Pero en 2003-2014 las de guatemaltecos pasaron de 10,355 a 81,116, las de hondureños de 16,632 a 91,475 y las de salvadoreños de 11,757 a 66,638. Las de nicaragüenses en 2003-2013 subieron de 1,055 a 2,712. En 2014 los centroamericanos aprehendidos superaron por primera vez a los mexicanos en la historia de la Border Patrol. Si las capturas son un indicio del flujo, como pretende la posición oficial, la Border Patrol debería ubicar a sus agentes en los puntos de cruce del grupo de nacionalidades que incrementa sus ingresos. Pero la Border Patrol sigue sobre¬patrullando Tucson, como en los viajes tiempos (1995-2010) de alta migración mexicana y numerosos cruces en ese sector.
ABUNDAN LA CORRUPCIÓN
Y LAS DESERCIONES Otro elemento nada desdeñable como explicación del pobre desempeño de la Border Patrol es la corrupción, facilitada por el hecho de que los agentes patrullan generalmente solos y el colega más próximo puede estar a 10-20 millas.
El experto en la frontera Tony Payán sostiene que la corrupción de los agentes estadounidenses -aunque menos extendida y sistémica que la de los policías mexicanos- tiene un gran impacto: un solo agente corrupto de la Border Patrol es suficiente para permitir la introducción de toneladas de droga que generan cientos de millones de dólares para un cártel. La corrupción de agentes estadounidenses es mucho más rentable que la de mexicanos.
Si aplicamos el hallazgo de Payán sobre el tráfico de drogas al terreno de los migrantes, podemos visualizar que un solo agente que haga tratos con unos pocos “coyotes” puede dejar paso franco a miles de migrantes en cuestión de días o incluso horas. Éste es un tema en el film “The Border” (1982), donde el agente Charlie Smith (Jack Nicholson) se enfrenta en El Paso a una cohorte de colegas corruptos de la Border Patrol que tienen una red de tráfico y detienen y eliminan a los traficantes de la competencia.
Las deserciones de patrulleros que desde 1995 muestran una tendencia ascendente también han puesto más que un grano de arena en el desierto de la eficacia de la Border Patrol. La tasa de deserciones que promedió 5% en 1990-1994, sobrepasó el 10% en 1995-2001. Al año siguiente saltó al 18%. En 2005 cayó al 4%, sólo para remontarse de nuevo al 10% en 2007-2009. El magro aumento de agentes en 2011-2013 y su descenso de 2013 a 2014 no estaban programados. Obedecen al impacto de las deserciones: las nuevas contrataciones no añaden agentes, son meros reemplazos de quienes decidieron dejar de ser “la vanguardia de los Estados Unidos” y “proteger a los estadounidenses contra los terroristas y los instrumentos del terror”.
Una investigación para el Congreso identificó cuatro principales razones para desertar: insatisfacción con el tipo de trabajo, bajo salario comparado con otras ramas del aparato coercitivo, pobres condiciones laborales y falta de movilidad laboral vertical y lateral.
MALTRATO, INSATISFACCIÓN El maltrato y el ambiente de desconfianza son otros factores nada despreciables sobre los que hay evidencia. Por ejemplo, en julio de 2009 el agente Bryan González fue víctima del ambiente de mutua vigilancia, Guerra Fría y pensamiento único que impera en la Border Patrol. Fue dado de baja por hacer comentarios sobre la demanda de drogas en Estados Unidos como estímulo del narcotráfico en México y otras opiniones que denotaban cierto grado de elaboración sociológica y comprensión de los motivos de los migrantes.
El agente Baxter describió al periodista Todd Miller los consuetudinarios abusos físicos a los que son sometidos los agentes durante su entrenamiento y las presiones durante su vida laboral. En diciembre de 2014 la oficina de manejo de personal del Estado hizo, como todos los años, una encuesta sobre satisfacción laboral entre los empleados de las 74 agencias federales. Como todos los años, el DHS quedó en último lugar entre las grandes agencias. Subdividiendo las agencias en sus 314 subcomponentes, tenemos al ICE en el lugar 314 y al CBP en el lugar 293. El patrullaje en la frontera es un trabajo que satisface a muy pocos y del que muchos escapan cuando tienen otras oportunidades a mano. Es presumible un alto nivel de negligencia en un trabajo realizado en las condiciones descritas.
EL VÉRTIGO COMERCIAL
PROVOCADO POR EL NAFTA
Finalmente, coloco otro factor de peso para desplomar la eficacia de la Border Patrol: la vertiginosa evolución de la frontera suroeste. Las fronteras no son estáticas. Se expanden y se contraen al compás de las dinámicas económicas, sociales y militares. Al ritmo de las presiones del capital y de la xenofobia.
El NAFTA triplicó el comercio entre Estados Unidos y México. Multiplicó los cruces fronterizos en los últimos veinte años. En 2010 alrededor de 300 mil trabajadores mexicanos (“ciudadanos transnacionales”) cruzaron la frontera todos los días o al menos una vez por semana con permisos para trabajar y miles más cruzan con pases fronterizos. Entre 1995 y 2014 el número de camiones revisados en las fronteras con México y Canadá, pasó de casi 8 millones a más de 11 y el de pasajeros a pie de 33.5 millones a 41.6. Más de 1 mil millones de dólares en forma de mercancías atraviesan la frontera cada día. El comercio binacional por vía terrestre pasó de 71 billones en 1995 a 255 billones en 2010.
Para evitar la pérdida de control que esta dinámica empujaba, en ese período la Border Patrol aumentó de 4,945 a 20,863 agentes, una situación privilegiada y excepcional en un aparato estatal que a nivel federal se redujo de 4.4 millones de empleados a 4.2. Ese cuerpo de patrulleros y el resto de sus colegas en el CBP han tenido un aumento sostenido que en los últimos lustros no tiene correlato en el movimiento fronterizo.
Después del 9/11 el flujo de mercancías y pasajeros muestra un acusado descenso: entre 2003 y 2014 de 49.6 a 41.6 peatones. Los leves ascensos en otros rubros quedan compensados por el incremento de agentes, de modo que si en 2003 un oficial del CBP se ocupaba de 72 contenedores con carga, 471 camiones y 2,129 peatones, en 2014 debía supervisar 34 contenedores, 188 camiones y 699 peatones. Sin embargo, estas cifras planas no reflejan los cambios cualitativos. 678,941 personas ingresaron cada día del año 2014 por alguna de las fronteras terrestres.
Con más millas fronterizas por cubrir y muy diversas actividades a monitorear -desde la profilaxis de la carne de importación hasta la ubicación de cocaína, desde los derechos de propiedad intelectual hasta los permisos en regla para importar fármacos y la neutralización de los discípulos de Osama Bin Laden-, el procesamiento de esos ingresos estuvo a cargo de 59,544 funcionarios distribuidos en 328 puertos de entrada.
DEMASIADA FRONTERA PARA ESTOS AGENTES La multiplicidad de funciones de la vigilancia territorial ha producido mutaciones en la línea fronteriza. La frontera no sólo se ha hecho más grande en pasajeros y en millas a cubrir. También se ha vuelto más banóptica, artillada, metálica y multicoladora: traficantes, contrabandistas, migrantes, narcos, terroristas, etc. En millas a cubrir, en 2005 los agentes de la Border Patrol sólo tenían una cobertura efectiva de 288 millas (15% de la frontera) y en 2010 aumentaron a 1 mil 107 millas, el 57% de la frontera, un dato que atiza el desconcierto ante el descenso en las aprehensiones.
El asunto es que no se trata sólo de cobertura geográfica. En tiempo récord y con un mínimo de preparación, los agentes de la Border Patrol tuvieron que dejar de ser el equivalente de un teléfono convencional -alámbrico para más inri- para convertirse en un smartphone, con funciones de procesar textos, mostrar videos, sonar música, tomar fotos y comunicar. Ahora, tienen que ser un factótum, pero con un entrenamiento minimalista.
Un agente de la Border Patrol recibe una formación de apenas 633 horas distribuidas en 16 semanas, de las cuales 214 horas (32%) están dedicadas al aprendizaje del español, 191 horas (29%) a temas legales y operativos, 125 (19%) a entrenamiento físico, 67 (10%) al manejo de armas y 44 (6.6%) a clases de conducir. Demasiado jamón para un par de huevos. Los agentes están desbordados por la multiplicidad de tareas. El desempeño del CBP no sólo ha menguado en la captura de migrantes. Su sección de aire y mar también tuvo malos resultados: en 2012-2014 sus incautaciones de cocaína bajaron de 3,964 libras a 992 y las de contrabando de 454 millones 670 mil 297 dólares a 253 millones 541 mil 555.
El crecimiento de la frontera y de las tareas post-9/11 de la Border Patrol hace materialmente inviable -o al menos incompatible con las exigencias de una movilidad acelerada de las mercancías- las revisiones escrupulosas en las que los controles territoriales necesitan apoyarse.
CRUZA LA DROGA
Y SIGUEN CRUZANDO LOS MIGRANTES
Un alto mando de la migra señaló en 1995 en la todavía no tan atragantada frontera: “Si nosotros examináramos en busca de narcóticos cada camión que llega a Estados Unidos por la frontera suroeste la aduana haría llegar la fila de camiones -unidos todos los parachoques- hasta la ciudad de México en sólo dos semanas, 1,177 millas de camiones de cabo a rabo”.
No es ningún secreto que el NAFTA fue un gran propulsor del comercio de coca. Tomemos en cuenta que más del 70% del colosal comercio mexicano-estadounidense cruza la región fronteriza en camiones. En esos miles de camiones a los que el NAFTA pavimentó la vía hacia Estados Unidos cruza la droga y la Border Patrol sólo tiene capacidad de inspeccionar una fracción muy reducida.
Otro tanto se puede decir de los migrantes, que no sólo entran por los puntos ciegos -ahora casi inexistentes por las nuevas tecnologías-, sino también ocultos en los camiones o muy visibles en automóviles, saludando desde el asiento del copiloto, mostrando sus pasaportes falsos o con pasaportes verdaderos que alquilan, en manos del azar y la lotería de la frontera.
En la cuarta y última parte de estas reflexiones veremos cómo el lucrativo negocio de la vigilancia fronteriza, a pesar del ineficiente desempeño de la Border Patrol, se mantiene con una alta dosis de teatralidad.
MIEMBRO DEL CONSEJO EDITORIAL DE ENVÍO.
INSTITUTO DE SOCIOLOGÍA – UNIVERSIDAD PHILIPPS
DE MARBURG.
|