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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 68 | Febrero 1987

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Nicaragua

Los contras: una derrota anunciada

Nicaragua vive momentos decisivos. El escándalo originado por la transferencia ilegal de fondos a la contrarrevolución nicaragüense, tras la venta de armas de Estados Unidos a Irán, amenaza con precipitar a la fuerza mercenaria en una crisis mortal. La contra podría tener sus días contados.

Equipo Envío

"La estrategia norteamericana se propuso en un plazo relativamente corto y a través de un frente militar con las fuerzas mercenarias el derrocamiento del gobierno revolucionario. Si la guerra actualmente se ha prolongado no es porque los Estados Unidos se propusieron en un inicio que la guerra fuese prolongada. La estrategia de utilizar las fuerzas mercenarias como eje para constituir un frente político importante en las principales ciudades del país, con los sectores que adversan al gobierno revolucionario, ha venido fracasando sobre todo en el año 84 y en lo que va del año 85".

Comandante Humberto Ortega Saavedra, Ministro de Defensa. (Entrevista al "Washington Post", octubre de 1985).

Los momentos más decisivos en los últimos seis años

Este juicio, pronunciado a fines de 1985, tiene aún más validez a comienzos de 1987. Nicaragua vive hoy quizá los momentos más decisivos de la encrucijada de los últimos seis años. El escándalo originado por la transferencia ilegal de fondos a la contrarrevolución nicaragüense, tras la venta de armas de Estados Unidos a Irán, amenaza con precipitar a esta fuerza mercenaria en una crisis mortal. "La contra podría tener los días contados", "Reagan ha perdido la guerra en Nicaragua", titularon algunos medios de información norteamericanos, mientras miembros del nuevo Congreso con mayoría demócrata anunciaban su intención de aprovechar la coyuntura para cortar definitivamente la ayuda a los contrarrevolucionarios.

Al revelar la ilegalidad e inmoralidad de la ayuda a la contrarrevolución nicaragüense, el Irán/Contragate supone la pérdida más seria de credibilidad de la política de Reagan ante la comunidad internacional y ante la propia opinión pública interna de los Estados Unidos al mismo tiempo que profundiza de manera clave la debilidad política de las fuerzas contrarrevolucionarias, debilidad cada vez más evidenciada en sus derrotas militares.

Es necesario señalar, sin embargo, que la crisis del proyecto contrarrevolucionario no estalla con el Irán/Contragate. La de los contras se parece más bien a una "derrota anunciada" a lo largo de más de cinco años de conflicto, en los que han carecido de una estrategia política capaz de "alzar" al pueblo nicaragüense contra el sandinismo.

Ofrecemos a nuestros lectores una sintética "crónica" de esta derrota anunciada a través de las distintas fases que ha tenido la agresión político-militar contrarrevolucionaria, esperando ayudar también con ello a una mayor comprensión de cuáles puedan ser las perspectivas de esta guerra.

Guerra de títeres: los contras

La guerra contrarrevolucionaria tiene ya su "historia". Como toda guerra, es un fenómeno complejo donde lo militar se combina con lo político, lo económico, lo diplomático, lo ideológico, lo ético y hasta lo religioso.

Desde un punto de vista especial, ha tenido también su "geografía" y ésta, bastante definida: las fronteras con Honduras y Costa Rica, las aisladas montañas del interior del país y la Costa Atlántica.

Desde el comienzo, ha sido una guerra de agresión externa, financiada y dirigida por el gobierno más derechista y agresivo de la historia reciente de los Estados Unidos. Su objetivo ha sido siempre, aunque bajo distintas fórmulas, el derrocamiento del gobierno sandinista.

En ese sentido, este conflicto se caracteriza por ser exactamente una guerra "contrarrevolucionaria" y, si es vista en su contexto más regional, una guerra "contrainsurgente".

No es, fatalísticamente, esta guerra un "accidente de la historia", el producto de la "intemperancia juvenil" e la revolución nicaragüense, un fruto del "militarismo sandinista" o como algunos llegan a afirmar, "una necesidad del gobierno totalitario de Managua para poder sobrevivir".

A la par que a otras revoluciones del Tercer Mundo, el imperialismo "impuso" a Nicaragua la guerra contrarrevolucionaria. Con ella trató de desvirtuar, desgastar y hacer fracasar el proyecto revolucionario.

En este marco, las condiciones impuestas por la situación de guerra representan el contexto -la "conditio sine que non"- en que la revolución sandinista se ha visto obligada a enfrentar la tarea de consolidar el proceso revolucionario, con su buena dosis de habilidad y pragmatismo, para mantener, hasta lo posible, el delicado equilibrio fundado sobre la política de unidad nacional, avanzado al mismo tiempo en la transición hacia una nueva sociedad.

Por eso resulta un pretexto simplista acusar a la revolución de "militarizase". Ante una guerra de agresión, en cualquier caso, no hay otra alternativa que la de defenderse. Se ha tratado de una defensa integral, pues los éxitos y los errores de esta guerra se han debido a la capacidad política de la dirigencia revolucionaria de combinar las tareas de la defensa militar con la participación popular, con las necesidades productivas, y con otros aspectos de la vida social. Es por esto que la experiencia acumulada por los sandinistas en estos años de conflicto representa un aporte a otros procesos de transformación en los pequeños países de la periferia.

Hasta hoy, los contras han sido el principal instrumento militar para agredir a Nicaragua. Ha sido a través de ellos que la Casa Blanca ha hecho la guerra. En junio de 1986, la aprobación de 100 millones de dólares en ayuda militar y "humanitaria" por parte de las dos Cámaras del Congreso, con el apoyo bipartidista, fue algo así como la "declaración oficial" de esta guerra. En un intento de limpiar la imagen negativa que, a pesar de todo el apoyo norteamericano los contras tienen ante la opinión pública estadounidense e internacional, el presidente Reagan había presentado anteriormente a la contrarrevolución nicaragüense como el "ejército campesino" más poderoso de la historia de América Latina, señalando que estaba compuesto por "más de 30 mil hombres". "Demasiados" -dijo el Presidente norteamericano- para que se pudieran definir todos como somocistas, insistiendo en que eran dirigidos por políticos sin vinculaciones con el pasado régimen.

En este afán propagandístico, los contras fueron también presentados por el Presidente Reagan como "combatientes de la libertad", fueron comparados con los padres fundadores de los Estados Unidos, Jefferson y Washington, y en una ocasión el mismo Reagan se declaró: "I'm a contra" (Yo soy un contra).

Si el número de contras iniciado por Reagan es evidentemente exagerado, la imagen del "ejército campesino más grande del continente" - clásico sueño interclasista del imperio norteamericano - es tal vez el elemento crucial dentro del proyecto estratégico que para la contrarrevolución diseñó Estados Unidos en Nicaragua.

Estados Unidos: cinco ejes fundamentales Primer eje: las zonas rurales

Estados Unidos ha venido trabajado este proyecto sobre cinco ejes fundamentales.

En primer lugar, Estados Unidos se propuso la creación y consolidación de una fuerza político-militar capaz de enfrentar, desgastar y derrocar a la revolución sandinista. Para esto, contó desde el comienzo con los restos de la Guardia Nacional somocista. De los 15 mil hombres con que contaba ésta al momento del triunfo revolucionario, unos 7 mil fueron hechos prisioneros por el gobierno revolucionario. Los otros se dispersaron por otros países y varios de ellos se refugiaron en algunas embajadas de Managua. Se puede afirmar que desde la primera hora de la revolución, la CIA trató de reagrupar y organizar a los somocistas en función de sus planes.

Una vez logrado esto en Honduras, se propuso:

-ocupar un territorio en la franja fronteriza norte -importante desde el punto de vista estratégico- y proclamar allí un "gobierno provisional";
-crear, de esta forma, una simetría con el conflicto salvadoreño, para debilitar a la vez a las fuerzas revolucionarias en Nicaragua y en El Salvador;
-ganar base social en el interior de Nicaragua tratando de destruir o impedir los avances sociales de la revolución en el campo. Para lograr esto, se apoyó inicialmente en un sector de la mediana y gran burguesía agraria ligada al somocismo y en las redes "familiares" de los ex-GN. Posteriormente, la contrarrevolución pasó a reclutar, por las buenas o por las malas, a un sector del campesinado, en particular al más aislado y pobre de la llamada "frontera agrícola", que fue objeto de una intensa campaña de carácter ideológico-religiosa basada en el anticomunismo.

Inicialmente el teatro de operaciones de la guerra contrarrevolucionaria fue el sector de Nueva Segovia, fronterizo con Honduras. Luego, las operaciones se extendieron a las montañas del interior: Estelí, Jinotega, Matagalpa, Boaco, bajando progresivamente hacia las zonas más selváticas y aisladas de la región central de Chontales y Nueva Guinea, con la intención de cortar en dos el país, juntando al teatro operativo la región sureña fronteriza con Costa Rica, donde operó la guerrilla de Edén Pastora.

Segundo eje: la Costa Atlántica

En segundo lugar, Estados Unidos trató de aprovechar desde el comienzo las tensiones históricas entre el Pacífico y el Atlántico que dificultaban las relaciones del sandinismo con las etnias de la Costa Atlántica. Por un lado, favoreció la alianza entre los somocistas y el líder mískito Steadman Fagoth y más tarde, sin renunciar nunca al diseño estratégico de "partir en dos" el país -preparando así las condiciones para una eventual intervención directa en esta región-, ha tratado de impedir y obstaculizar por todos los medios el proceso de acercamiento entre las comunidades mískitas y el Frente Sandinista en torno al proyecto de autonomía regional para la Costa.

Tercer eje: las ciudades del Pacífico

Estos dos ejes -partes de un mismo proyecto estratégico- resultarían parciales e incompletos si no se tomara en cuenta un tercer aspecto.

Estados Unidos se propuso la creación de un "frente interno" en las ciudades del Pacífico, a través de la infiltración de comandos urbanos especializados en sabotajes y atentados y sobre todo, alentando un conjunto de fuerzas políticas, ideológicas, económicas y religiosas a que desafiaran abiertamente al poder revolucionario con el fin de desestabilizarlo significativamente.

Cuarto eje: la región centroamericana

Al mismo tiempo -cuarto eje del proyecto-, Estados Unidos fue creando las condiciones regionales para mantener a la revolución bajo constante presión y amenaza de una intervención directa de tropas norteamericanas. Ha atizado las tensiones fronterizas con Honduras y Costa Rica, en búsqueda de "pretextos", involucró a El Salvador en el apoyo logístico a los contras, utilizó las bases del Comando Sur de Panamá -en violación de los tratados canaleros Torrijos-Carter- y ha transformado a Honduras en su "portaaviones" centroamericano con la instalación de bases y la permanente realización de maniobras militares a pocos kilómetros de la frontera nicaragüense.

Quinto eje: el ámbito internacional

Como quinto eje, Estados Unidos ha tratado por todos los medios de aislar a Nicaragua en el plano internacional: boicoteando las propuestas de paz de Nicaragua y de Contadora; presionando a sus aliados para que asuman posiciones beligerantes contra la revolución; cortando sus relaciones comerciales directas y tratando de dificultar las que Nicaragua tiene con otros países; obstaculizando los créditos de las instituciones bancarias multilaterales y desarrollando una persistente campaña ideológica contra el sandinismo.

Este era -y en buena medida sigue siendo- el "marco estratégico" diseñado por el imperialismo para destruir a la revolución. Se trata de un proyecto orgánico y coherente. Tanto que a lo largo del conflicto hubo momentos en que este proyecto pareció lograr -sobre todo, en sus primeros dos aspectos- avances tales como para poder llegar a constituir una seria amenaza para el proceso revolucionario.

Este proyecto, basado fundamentalmente en una alianza de clase hegemonizada por un sector de la burguesía pro-norteamericana "sobreviviente del naufragio", se proponía aglutinar a diversos sectores populares, manipulando para ello el sentimiento religioso del pueblo nicaragüense y, en particular, tratando de involucrar a un sector del campesinado, organizándolo en un plan político-militar alrededor del núcleo "fuerte" demando constituido por los ex-oficiales de la Guardia Nacional.

Sin embargo, este proyecto no logró más que resultados muy parciales o coyunturales y hoy es posible afirmar que esta estrategia, en su conjunto, ya ha fracasado.

En este trabajo trataremos de analizar las razones de fondo del declive contrarrevolucionario y las perspectivas del conflicto, deteniéndonos en particular en el primer eje del proyecto de agresión antes señalado. Proponemos una periodización en cuatro fases del desarrollo de este primer eje del conflicto. Por tratarse de una historia reciente y hasta actual no dejan de tener estas fases un cierto carácter relativo.

Otro límite -y a la vez un valor- de este estudio es que hemos tratado de analizar el conflicto solamente a partir de la lógica interna de la misma guerra. Es decir, basándonos en el criterio/respuesta. Por un lado, la estrategia y las actividades contrarrevolucionarias planificadas por la CIA y ejecutadas por los contras y, por el otro, las respuestas de la revolución a estos desafíos.

Las fases de la guerra contrarrevolucionaria

En el desarrollo de la guerra contrarrevolucionaria se pueden identificar, a grandes rasgos, cuatro fases:

1) Desde el triunfo revolucionario en julio de 1979 hasta fines de 1980. Es la fase, propiamente, de las bandas, dispersas en las montañas del interior sin mayor coordinación con lo que ya se va gestando en Honduras, donde la CIA está reagrupando a los ex-GN para estructurar con ellos una fuerza contrarrevolucionaria organizada.

Ante esta situación, la revolución responde con la creación de pequeñas unidades de Lucha contra Bandas Somocistas (LCBS), organizadas por el Ministerio del Interior (MINT). En esta fase, el Ejército Popular Sandinista (EPS) prioriza el desarrollo de sus unidades permanentes como factor disuasivo ante la eventualidad de una intervención directa de Estados Unidos, con la que ya se cuenta. Surgen las primeras compañías de Milicias Populares Sandinistas (MPS).

En el plano político, un sector de la burguesía manipulada por la Administración norteamericana rompe el acuerdo de unidad nacional surgido tras el triunfo revolucionario.

2) Desde comienzos de 1981 hasta febrero de 1983. Bajo la dirección de la CIA, con el asesoramiento de los militares argentinos y con la complicidad del gobierno hondureño, la contrarrevolución pasa a estructurarse orgánicamente. Desde sus bases en Honduras tratan de "liberar" territorios fronterizos para proclamar un "gobierno provisional" y así pedir la intervención de Estados Unidos a través del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).

En la medida en que no consiguen este objetivo empiezan la fase de implantación de guerrillas en el interior de Nicaragua, tratando con una "política de terror calculado" de cortar los servicios estatales en el campo y de convertir la presencia gubernamental en las montañas del interior en una expresión casi exclusivamente militar.

En esta fase, la revolución responde con el desarrollo más intenso de las MPS y de las cooperativas de autodefensa. El EPS sigue organizándose en función de una posible invasión directa.

3) Desde marzo de 1983 hasta mediados de 1985. Es una fase de intenso y sorprendente desarrollo de las fuerzas contrarrevolucionarias. La CIA estructura las Fuerzas de Tarea, los Comandos Operacionales y luego los Comandos Regionales, con el objetivo de asentarse y controlar vastas zonas del interior de Nicaragua. Lo que define esta fase es el hecho de que los contras empiezan a operar ya desde bases situadas dentro del territorio nicaragüense.

Estados Unidos trata de boicotear el proceso electoral (julio-noviembre 1984), que confirma al FSLN como fuerza política hegemónica del país.

La revolución se ve obligada a cambiar su táctica militar. Se decreta la Ley del Servicio Militar Patriótico (septiembre/83). Con los jóvenes reclutados se forman en 1984-85 los Batallones de Lucha Irregular (BLI), particularmente entrenados para la lucha anti-guerrillera. Surge así en la montaña un nuevo estilo de combatir el fenómeno contrarrevolucionario: la "guerra de guerrillas de posiciones".

Se incorporan a la defensa medios militares más sofisticados, como los helicópteros de transporte y de combate y la artillería. Aumenta sensiblemente el presupuesto nacional para la defensa.

Con el desarrollo del Plan Unico de Defensa en las Regiones I y VI -Estelí, Madriz, Nueva Segovia y Matagalpa, Jinotega- se elaboran planes integrales que combinan la defensa con la organización político-administrativa y la producción. La presión campesina da a la reforma agraria un "giro" trascendental. Se llevan a cabo programas de reasentamientos campesino.

La fase de crecimiento del fenómeno contrarrevolucionario termina cuando la respuesta sandinista -todo el conjunto de medidas integrales adoptadas a lo largo de esta fase- obligan a la contrarrevolución a abandonar sus posiciones en el interior del país y a buscar seguridad en sus bases en Honduras y Costa Rica.

4) Desde mediados de 1985 hasta la fecha se asiste al declive estratégico de la contrarrevolución. Sólo uno de los Comandos Regionales de la FDN -el "Jorge Salazar"- se mantiene en el interior del país, obligado a buscar nuevas bases en la parte menos poblada y más selvática de Zelaya Central.

Ante la progresiva derrota estratégica de la contrarrevolución, crece el involucramiento directo de la CIA y del ejército de Honduras en la agresión.

La defensa de la revolución se consolida con la creación de nuevas unidades, los Batallones Ligero Cazadores y con la implementación del Servicio Militar de Reserva (SMR) para asegurar la defensa de las ciudades del Pacífico en el caso de una intervención directa.

Las necesidades de la defensa siguen absorbiendo el 50% de los recursos presupuestales y más de un tercio de la población económicamente activa, lo que crea inevitables tensiones en la "economía de sobrevivencia" del país.

Primera fase de la guerra: julio 1979 - diciembre 1980

Es la fase de las "bandas". Integrada por pocos centenares de hombres mal armados y escasamente entrenados -en su mayoría ex-oficiales somocistas, jueces de mesa, finqueros ligados al viejo régimen, cuatreros e incluso ex-guerrilleros-, las bandas no tienen una fisonomía política precisa. Poco coordinadas entre sí y sin mayor coordinación con lo que se está gestando en el exterior, se caracterizan por un vago interclasismo y son movidas principalmente por sentimientos de venganzas (parientes de ex-GN), revancha (entre familias campesinas) o resentimiento (ex-guerrilleros sandinistas con escasa preparación ideológica, con posiciones ultra-izquierdistas o con expectativas de obtener rápidos privilegios en la revolución). Estos grupos se dedican sobre todo al robo y al contrabando de ganado y en ningún momento llegan a representar un serio peligro para la seguridad del país.

En julio de 1980 se produce el más serio episodio de esta fase. Una de estas bandas, jefeada por "Dimas -natural de Yalí, ex-guerrillero y con cierto liderazgo en la zona- intenta tomarse los poblados de Quilalí y Yalí. Su banda se hace responsable además de los primeros asesinatos de líderes de cooperativas y promotores de educación popular.

Mientras tanto, en Honduras, empiezan a surgir las primeras agrupaciones de ex-Guardias Nacionales. La principal de ellas es la "Legión 15 de Septiembre", formada por varios ex-altos oficiales somocistas. Entrenados inicialmente en Estados Unidos -según varias fuentes periodísticas, en algunos campos "privados" y ya desde fines de 1979-, bajo la dirección de la CIA, los contras pasan luego a establecer sus primeros campamentos en los departamentos hondureños de El Paraíso y Choluteca, contando, desde el comienzo, con el tácito apoyo del ejército hondureño. Con el tiempo y por las características mismas de las bandas, la CIA logra infiltrar y controlar a algunos de estos grupos. algunos centenares de ex-GN y familiares de éstos son enviados a entrenarse a Florida, formando a su regreso los primeros grupos terroristas, que luego se convertirán en los Comandos Operacionales Especiales (COE), conocidos por su crueldad. Para entones, la fase de las bandas ya ha concluido y la CIA anuncia, con la estructuración de una sola fuerza contrarrevolucionaria, su escalada agresiva.

En estos primeros meses, la defensa militar de la revolución se encuentra todavía en una fase embrional. Después del triunfo, la gran mayoría de los guerrilleros sandinistas pasan a ocupar cargos en las nuevas instituciones del Estado.

Se empiezan entonces a formar las unidades permanentes del Ejército Popular Sandinista (EPS) y en su apoyo se crean en febrero de 1980 las Milicias Populares Sandinistas (MPS). Los primeros milicianos voluntarios son básicamente obreros agrícolas, cooperativistas, pobladores pobres, empleados públicos y militantes de la Juventud Sandinista de las ciudades.

En este primer período, el EPS se dedica a sentar las bases para la defensa de los objetivos estratégicos, militares y económicos, el Pacífico, en previsión de una agresión externa fulminante.

La lucha contra las bandas y el incipiente movimiento armado contrarrevolucionario queda a cargo, sobre todo, del Ministerio del Interior y de las MPS rurales. Surgen pequeñas unidades de "Lucha Contra las Bandas Somocistas", conocidas con la sigla LCBS que establecen bases permanentes en Wiwilí, Río Blanco, Waslala y otros lugares. Uno de los resultados de las LCBS es precisamente la desarticulación de la banda de "Dimas".

En esta época se toman también medidas jurídicas como la Ley de Emergencia (julio/79 - abril/80) y otras medidas preventivas en algunas zonas, como la de requisar a los campesinos las armas ligeras de cacería con las que cazaban y defendías sus cultivos de los animales. Esta medida causó malestar entre los campesinos y tuvo un efecto inicialmente negativo en la relación del nuevo gobierno revolucionario con el campesinado más pobre, para el que los viejos rifles representaban un instrumento de trabajo y un medio de subsistencia en las zonas más aisladas de la montaña. La medida se transformó de hecho, en un error político cuando, una vez desarticuladas las bandas, estas armas no fueron devueltas a sus propietarios.

En esta primera fase hacen también su aparición las primeras unidades de Tropas Guarda-Fronteras (TGF), que se dispersan en pequeños grupos de 20-30 hombres, a lo largo del borde fronterizo con Honduras. Estos puestos son desde el comienzo hostigados sistemáticamente por los exguardias nacionales que están en Honduras. El 14 de septiembre de 1980 cuando caen los dos primeros miembros de las Tropas Guarda-Fronteras (TGF) en Mata de Plátano, en el departamento de Nueva Segovia, pocos imaginaban hasta qué punto la muerte de los defensores de la frontera iba a ser habitual en muy poco tiempo. Sin embargo, el hecho de que ningún puesto fronterizo cayera en manos somocistas es un dato elocuente de la decisión con la que se combatió desde el principio, a pesar de la escasa preparación militar.

La dinámica social originada con la revolución abre un período de grandes transformaciones, de campañas masivas -como la de alfabetización- de esperanzas, ilusiones, y, como es natural, también de inevitables tensiones, desfases y confusiones.

Con los primeros decretos de reforma agraria, en julio de 1979, son confiscadas las tierras somocistas, que pasan a formar el Area Propiedad del Pueblo (APP). El Estado comienza a ceder tierras a las cooperativas, facilitando a éstas créditos baratos y otros servicios.

La política económica del gobierno se enfrenta a las disyuntivas que tiene, por un lado, la política de unidad nacional y, por el otro, la urgencia de efectuar las transformaciones sociales y económicas que demandan los trabajadores, sobre todo, del campo. Como consecuencia, la reforma agraria procede lentamente -no será proclamada "oficialmente" hasta julio de 1981-, y las tierras tituladas a campesinos, en grandísima mayoría cooperativizados, representan en febrero de 1983 menos de 2% de la superficie agrícola nacional. Esta lentitud resulta de difícil comprensión para el campesinado, que esperaba de la revolución una rápida y masiva entrega de tierras que, por otra parte, no hubiera estado probablemente exenta de efectos colaterales, al no poder el Estado sostenerla con una adecuada política de servicios.

En ese sentido, el mismo Estado, al priorizar la creación del APP y de las cooperativas, es visto pro algunos campesinos como un nuevo "patrón". La no entrega de tierras en parcelas individuales desilusiona, de hecho, a un amplio sector del campesinado. En varias partes del país se producen también ocupaciones espontáneas de tierras, que cuestionan la política agraria del gobierno que protege a la burguesía terrateniente más o menos eficiente, fiel al programa de unidad nacional.

Como producto en parte de esta compleja situación de tensiones entre la base campesina y la política gubernamental, cae drásticamente la producción en el campo, a pesar del aumento del salario mínimo. Se hacen bromas entonces sobre las "vacaciones históricas del proletariado".

La creación de nuevos canales estatales de distribución -ENABAS para los granos básicos y ENCAFE- produce también tensiones con los antiguos intermediarios de estos productos. En realidad, el Estado logra controlar la venta de las cosechas, pero no logra sustituir las figuras de los pequeños comerciantes que tradicionalmente abastecían al campesino. De hecho, el abastecimiento favorece más en estafase a los trabajadores de las ciudades que a los del campo.

En la Región VI -Departamentos de Matagalpa y Jinotega, ricos en café- algunos productores cafetaleros tratan de oponerse a las medidas gubernamentales, buscando alianzas con cooperativas y otras asociaciones surgidas durante el somocismo. Otros ganaderos, afectados por el intento e controlar el contrabando, pasan a apoyar los primeros brotes contrarrevolucionarios. Indicativa de esta coyuntura es la postura de algunos ganaderos de la zona de Matiguás, cercanos a las posiciones políticas representadas por el Movimiento Democrático Nicaragüense (MDN) de Alfonso Robelo, miembro de la primera Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional y salido de la misma en abril de 1980, protagonista además del primer episodio de fuerte tensión política interna alrededor de la convocatoria para una manifestación de este partido en Nandaime, en marzo de 1981.

En julio de 1980 el gobierno decreta una ley contra la descapitalización. En noviembre de 1980, muere en un enfrentamiento con la Policía Sandinista Jorge Salazar, dirigente del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), mientras trasladaba armas en su carro. Salazar resultó involucrado en un intento de golpe armado. Este episodio es la señal de la definitiva ruptura del acuerdo entre el sector de la agrande burguesía pro-norteamerica y marcará de ahí en adelante las reglas del juego de la tolerancia revolucionaria. En contraposición a este sector, se empieza a hablar desde entonces de los productores "patrióticos", que son los que se esfuerzas en reactivar la economía.

En esta primera fase, la prioridad del país es la reconstrucción. Las instituciones del Estado se desarrollan en medio de grandes dificultades y con fuerte carencia de cuadros capacitados. La revolución no puede todavía llegar a todos los rincones de la montaña y la ausencia de trabajo político permite además el surgimiento de las bandas y, más adelante, la implantación de las primeras redes de colaboradores de la contrarrevolución.

Es importante tener en cuenta que la mayoría de los cuadros del Frente Sandinista y del Gobierno provenía de las ciudades del Pacífico y estaba caracterizada por una mentalidad típicamente urbana, con poco conocimiento de la problemática del campo.

La Cruzada Nacional de Alfabetización será la cantera de la que empezarán a salir los nuevos cuadros sandinistas en las regiones el norte.

Mientras tanto, decenas de sectas religiosas inician una intensa campaña ideológico-religiosa predicando pasividad, apoliticidad y anticomunismo y encontrando terreno fértil precisamente en las zonas más aisladas de la montaña.

En síntesis: la fase que va desde la segunda mitad de 1979 hasta fines de 1980 se caracteriza en lo militar por el surgimiento de bandas que reflejan, más que un proyecto político, el desmoronamiento del viejo orden y los sentimientos de venganza, revancha, desilusión y resentimiento que provoca todo cambio social profundo.

En zonas como Yalí y Pantasma, al borde de la "frontera agrícola", se producen también brotes guerrilleros con contenidos reivindicativos utópicos y ultra-izquierdistas.

Las bandas no tienen todavía coordinación con los grupos somocistas que se están organizando bajo la dirección de la CIA, en Honduras. El MINT logra desarticularlas con la creación de las LCBS, aunque no se vislumbran aún planes de atención integral para las zonas afectadas por estos grupos armados. Ya en desbandada, la CIA logra controlarlos y usarlos para sus planes estratégicos.

No hay "guerra" aún y la defensa de las fronteras no es todavía un aspecto prioritario en la marcha de la revolución. La creación del nuevo ejército permanente, junto a la formación de las TGF y las MPS como elementos disuasivos capaces de enfrentar una eventual invasión de Estados Unidos y el mandamiento del delicado equilibrio de la política de unidad nacional - a pesar de las tensiones que ésta genera en las relaciones con el campesinado -son algunos de los mayores retos del proceso revolucionario desde su comienzo.

Ya desde esta primera fase, los nicaragüenses hablan de la "contrarrevolución" identificándola con el pasado somocista.

Segunda fase de la guerra: enero 1981 - febrero 1983

La elección de Ronald Reagan para la presidencia de los Estados Unidos, en noviembre de 1980, es decisiva para la transformación de los grupos de ex-GN dispersos en Estados Unidos y Centroamérica en un movimiento armado, organizado y coordinado con base en Honduras y con objetivos claros: la desestabilización y el derrocamiento del gobierno sandinista.

En un primer momento, sin embargo, la prioridad de la nueva Administración republicana para la región centroamericana parece concentrarse en El Salvador, donde en enero de 1981, pocos días antes de la toma de posesión de Reagan, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) lanza una "ofensiva general". Estados Unidos confía en obtener una rápida victoria contra la guerrilla salvadoreña para luego dedicarse a tiempo completo a Nicaragua.

El entonces Secretario de Estado, Alexander Haig, acusa a Nicaragua de "exportar la revolución" y de enviar armas al FMLN. En base a esta acusación -nunca probada por la actual Administración- Estados Unidos sostiene al comienzo que la presencia somocista en la frontera con Nicaragua tiene como objetivo cortar o dificultar el supuesto trasiego de armas entre Managua y la guerrilla salvadoreña.

A partir de enero de 1981, la CIA de luz verde a la guerra encubierta. Se aceleran los preparativos ya iniciados en la primera fase. Desde sus bases en Honduras, los contras desarrollan redes de colaboradores, de "correos" y un sistema de inteligencia en el interior de Nicaragua. Por medio del reclutamiento forzoso logran engrosar sus filas, mientras que con el terror calculado, tratan de cortar la actividad revolucionaria en el campo y/o militarizar la presencia gubernamental en amplias zonas campesinas.

A finales del mismo año, el presidente Reagan otorga a la CIA un financiamiento por 19 millones de dólares, que representa solo una pequeña parte del total de ayuda "encubierta" que sería canalizada en los años venideros a través de la CIA a la FDN, a MISURA y a la UDN-FARN.

Esta última organización había surgido en Costa Rica en 1980 -durante la primera fase- por iniciativa de los hermanos Fernando "el Negro" y Edmundo Chamorro. El financiamiento a la Unión Democrática Nicaragüense -Fuerzas Armadas Revolucionarias de Nicaragua (UDN-FARN) responde básicamente al intento de abrir otro frente de guerra en el sur de Nicaragua. La UDN-FARN, sin embargo nunca tuvo una real incidencia en el conflicto y sus intentos de realizar atentados - como el de volar la refinería y la cementera de Managua - fueron descubiertos y abortados. Más tarde, se separarán de la FDN para ligarse a ARDE. A raíz de la crisis de esta alianza, volverán nuevamente a la DN-UNO, a mediados de 1986, de la cual habría nuevamente salido en enero de 1987 en polémica por la asignación de fondos.

En esta segunda fase, la CIA asigna a asesores militares argentinos la tarea de entrenar a las fuerzas contrarrevolucionarias.

En los intentos de implantación de la contrarrevolución en Nicaragua se evidencian ya algunos elementos que muestran la diversidad -y la debilidad- de estos grupos, en comparación con la guerrilla del FMLN en El Salvador. Los contras, a diferencia del FMLN, reciben el sostenido apoyo de la potencia más grande de la tierra -Estados Unidos- y de los países fronterizos. Es en Honduras, principalmente donde se organizan, se entrenan, se refrescan después del combate para luego penetrar nuevamente en Nicaragua. Si estas "comodidades" les sería imposible sobrevivir en el interior del territorio nicaragüense. Por otro lado, su dependencia de Estados Unidos y de sus bases en Honduras, debilita su relación con su potencial base social en las zonas de implantación. Nada de eso sucede con el FMLN, cuya relación con la población salvadoreña tiene raíces históricas y un carácter político revolucionario.

Bajo la supervisión de la CIA, los grupos somocistas se estructuran política y militarmente. En 1981 nace en Honduras la Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN), en la que, bajo un nuevo impulso, confluyen varias organizaciones somocistas surgidas después del triunfo revolucionario: la Legión 15 de Septiembre -la más fuerte- la Alianza Democrática Revolucionaria Nicaragüense (ADREN) y el Ejército de Liberación Nicaragüense, estados dos últimas, pequeñas formaciones somocistas.

Con anterioridad en 1981, a la Legión 15 de Septiembre se había unido la organización MISURA -sigla que surge de las iniciales de mískitos, sumos y ramas, tres de los grupos étnicos de la Costa Atlántica-, liderada por Steadman Fagoth, ex agente de la seguridad somocista. La alianza con los somocistas, la brutalidad de Fagoth, su rechazo a compartir el liderazgo con otros jefes indígenas, crea tensiones entre los mismos líderes miskitos, entre ellos Brooklyn Rivera, quien un año después saldrá de MISURA para formar otra organización llamada MISURASATA -"miskitos, sumos, ramas y sandinistas unidos" (Asla Takanka)-, que retomó el nombre de la organización indígena que tuvo representación en el Consejo de Estado, primer cuerpo legislativo de la revolución. MISURASATA se unirá a fines de 1982 con la Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE), empezando a operar desde la frontera sur. Menos fuerte que MISURA en el plano militar MISURASATA disputará a MISURA el apoyo de Estados Unidos, del movimiento internacional por los derechos de los indígenas y de la misma población indígena de la Costa.

A finales de 1981, mískitos de MISURA y somocistas ejecutan el plan de la CIA dominado "Navidad Roja", el primer gran operativo contrarrevolucionario en la Costa. El escenario son las comunidades mískitas de la cuenca del Río Coco, en Zelaya Norte. La Radio 15 de Septiembre, entregada por la CIA a los somocistas y que sale al aire desde Tegucigalpa, transmitió en aquella ocasión mensajes en idioma mískito. El objetivo era "alzar" a la población indígena en contra del gobierno sandinista y crear una "zona liberada" donde eventualmente proclamar un "gobierno provisional" para pedir el reconocimiento internacional y solicitar, por medio del TIAR, la intervención norteamericana. El gobierno sandinista reaccionó a este intento de sublevación con el traslado de las comunidades mískitas desde la ribera del Río Coco, teatro e fuertes combates, hacia el interior, a los asentamientos de Tasba Pri (Tierra Libre).

Mientras tanto, desde sus bases en Honduras, los grupos contrarrevolucionarios extienden su actividad en el norte de Estelí y en las montañas de Jinotega y Matagalpa, consolidando sus redes de apoyo logístico basadas en los familiares de los ex-GN y en los campesinos pobres de la llamada "frontera agrícola", desilusionados por la demora de la reforma agraria o con parentesco con líderes locales de la contrarrevolución.

El Ministerio del Interior logra desmantelar algunas de estas redes. Ante estos campesinos arrastrados por las bandas contrarrevolucionarias a causa de lazos familiares o por confusión política, e inclusive ante algunos ex-guardias nacionales, la revolución se sigue mostrando generosa, aún cuando algunos de los perdonados se reintegran nuevamente a la contrarrevolución.

En esta fase de la guerra, los principales protagonistas de la lucha contra las bandas ya no son las LCBS, sino las TGF en la frontera, las MPS, las cooperativas de autodefensa y algunas unidades del EPS, por lo general todavía poco entrenadas para la lucha irregular y dotadas además de un armamento bastante pobre.

En octubre de 1981, se realizan en Honduras las maniobras militares "Halcón Vista", entre los ejércitos norteamericano y hondureño. Son las primeras de una interminable serie de preparativos del teatro de guerra en la región .

Mientras el accionar contrarrevolucionario empieza a afectar sensiblemente las zonas productivas, la Radio 15 de Septiembre afina su mensaje propagandístico en torno a los ejes del anticomunismo clásico, en defensa e la propiedad privada y de la religión y en contra del supuesto "ateísmo del régimen sandino-comunista".

En el plano político-económico, la reforma agraria de sus primeros pasos. En Wiwilí y San Albino, lugares históricos del sandinismo, donde el General Sandino fundó las primeras cooperativas, se realiza el 16 de octubre de 1981 la primera entrega de títulos de Reforma Agraria.

Las regiones más beneficiadas por la reforma agraria en este período son las del norte. Entre octubre/81 y diciembre/82, son expropiadas 50 mil manzanas en la Región VI -Matagalpa y Jinotega- y 25 mil manzanas en la Región I -Estelí, Madriz y nueva Segovia-. El 67% de estas tierras en la Región VI, en gran parte abandonadas, en asignado al APP. En la Región I, en cambio, el 60% de las tierras afectadas es asignado al movimiento cooperativo.

Estas entregas resultan en gran medida simbólicas o insuficientes para el campesinado. En su lento ritmo, las titulaciones privilegian además al APP y al sector cooperativo y no satisfacen aún la fuerte demanda de tierra propia que tienen muchos campesinos ni se dan en las zonas conflictivas donde las bandas contrarrevolucionarias tratan precisamente de implantar su guerrilla.

A nivel institucional, se reglamentan también las empresas de reforma agraria, se decreta la ley de cooperativas y surge en los primeros meses de 1981 la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG) para representar los intereses de los pequeños y medianos productores, logrando ya en su primer año más de 40 mil miembros.

El Estado garantiza a los productores privados que las nuevas leyes agrarias no afectarán al capital productivo. A pesar de esto, un sector de la burguesía abandona y boicotea la producción y se dedica a actividades especulativas, desviando el crédito hacia sus cuentas en el exterior. Un sector "patriótico" de los productores -cafetaleros y arroceros, sobre todo- mantiene su compromiso con el proceso revolucionario. Se perfila, paralelamente, un sector de empresarios "climáticos", que siguen contribuyendo al desarrollo del país, sin aparente entusiasmo, a la vez que se quejan de la falta de un "clima" apto para las inversiones.

Los indicadores socioeconómicos confirman que, gracias a las garantías ofrecidas al sector privado y debido a la postergación de una reforma agraria profunda -que siempre se caracteriza por una fuerte caída en la producción en su fase de arranque-, el sector agropecuario registra un crecimiento de casi el 9% anual entre 1980 y 1983.

El crédito agraria se mantiene alto y barato, pero no beneficia mucho al campesinado pobre, a quien todavía le falta la tierra propia y el acceso a los insumos productivos. Se incrementan los subsidios y los incentivos a la producción, pero ésta no recupera sus niveles anteriores a la insurrección de 1978 ni en el sector privado y menos aún en el estatal, lo que empieza a generar un debate sobre la eficiencia de las empresas del APP.

Por lo general, el Estado sigue priorizando el trabajo organizativo y político del sector estatal, de los canales de acopio y distribución, de la gestión de grandes proyectos de desarrollo y del sector cooperativo, priorizando el modelo de la cooperativa de producción sobre las cooperativas de campesinos con parcelas individuales.

De hecho, los problemas en la política agraria -supeditada como está a la política de unidad nacional - abren una brecha por la que la contrarrevolución entra, aprovechándose para su trabajo de implantación.

Bajo la dirección de la CIA y con el asesoramiento argentino, la contrarrevolución argentino, la contrarrevolución logra dar un salto de calidad en la estructuración de sus mandos y de sus fuerzas operativas. En 1982, la CIA crea el Directorio Político de la FDN, integrado en su mayoría por reconocidos somocistas y jefeado por el ex-coronel de la Guardia Nacional, Enrique Bermúdez.

La asesoría argentina termina en la segunda mitad de 1982, a raíz de la guerra de las Malvinas, que precipita la crisis del régimen militar de Buenos Aires. En esta coyuntura en la que toda América Latina hace frente común ante Gran Bretaña, apoyada por Estados Unidos, se debilita también la posición de Estados Unidos en la Organización de Estados Americanos (OEA) y se dificulta así la posibilidad de que algún país pueda recurrir al TIAR, tradicional instrumento para justificar la intervención militar norteamericana en el continente latinoamericano.

Con la salida de los asesores argentinos, la CIA se ve obligada a tomar directamente en sus propias manos el "trabajo sucio" de la guerra encubierta.

En julio e 1982, los contras penetran en San Francisco del Norte, a 12 kms. de la frontera con Honduras. Es la primera gran masacre de población civil: los contras asesinan a 15 campesinos, mutilándolos y torturándolos. Ocho más son secuestrados. En las paredes de las casas, la FDN escribe: "!Con Dios y patriotismo venceremos al comunismo!".

Para estas fechas, y según la defensa nicaragüense, operan ya "establemente" dentro de Nicaragua unos mil contra, aunque hay que considerar que el vaivén de estas agrupaciones, entrando y saliendo de Honduras, es muy intenso. El comandante Daniel Ortega habla de una "invasión silenciosa, pero sangrienta".

Con el llamado "Plan C", los contras intentan repetidamente a fines de 1982 ocupar la región de Jalapa en el extremo norte del país, con el objetivo de alzar a la población, declarar un "territorio liberado" y proclamar un "gobierno provisional". Jalapa y sus milicias campesinas, atacadas por todos los frentes, resisten heroicamente a las embestidas contrarrevolucionarias. Al fracaso militar de los contras contribuye también su política de terror, expresada especialmente en el reclutamiento forzoso de la población.

Los mayores enfrentamientos de este período se dan en el borde fronterizo. La resistencia sandinista obliga a la CIA a añadir a su plan original, de lograr fácil y rápidamente la "liberación" de un territorio, una nueva estrategia de mediano plazo - lo que a partir e entonces se denominará la "guerra de baja intensidad" -, implantando guerrillas en la profundidad de la montaña. Grupos armados contrarrevolucionarios penetran en las montañas de Estelí, Jinotega, Matagalpa y Boaco, aprovechando la todavía débil presencia del estado revolucionario en estas zonas, por la escasez o total carencia de servicios sociales o de trabajo político, logrando así consolidar redes de apoyo y preparando el cambio para el posterior surgimiento de los Comandos Regionales.

En esta fase, la defensa de la revolución descansa sobre todo en las Milicias y en los Batallones de Infantería de Reserva (BIR) que de ellas surgen. La Región VI cuenta con más de 12 mil milicianos, la mayoría de ellos obreros agrícolas y campesinos cooperativizados. A lo largo de dos años, decenas e BIR son movilizados hacia la montaña en turnos de 6-8 meses. Formados por voluntarios, militantes y simpatizantes de la Juventud Sandinista, trabajadores del sector productivo y jóvenes de los barrios pobres y marginados de las ciudades, los BIR constituyen de hecho un puente entre dos culturas el país: la urbana y la campesina. En este acercamiento no faltan errores e incomprensiones, pero este contacto servirá de "laboratorio" político para el afinamiento de los planes defensivos del país.

En la medida que crece el papel de los BIR en la lucha, disminuye el de las TGF. Resulta ya imposible defender de la infiltración masiva de los contras con pequeños grupos de TGF una frontera larga 700 kms y difícil desde el punto de vista geográfico. El teatro bélico se va desplazando hacia las montañas del interior y carece de sentido vigilar una "raya". El EPS opta por defender los centros principales, como Matagalpa, Jinotega, Estelí, Jalapa, Waslala y otros poblados. Los cambios en la táctica defensiva de la revolución representan aún, más que un salto de calidad de la preparación combativa, una respuesta coyuntural al desplazamiento geográfico del conflicto.

En abril de 1982, se anuncia la apertura de un nuevo frente político-militar en el sur al iniciar su fase de implantación el Frente Revolucionario Sandino (FRS) de Edén Pastora, que integra la Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE), jefeada también por Brooklyn Rivera, líder miskito de MISURASATA y por Alfonso Robelo -que había abandonado poco antes el país por la supuesta falta de voluntad política del FSLN de celebrar "elecciones democráticas"-.

Los planteamientos de ARDE difieren en las formas de los de la FDN. Su propaganda es más sutil. Fuertemente personalizado en la figura Edén Pastora, el mensaje "ideológico" llega, sobre todo, a través de las ondas radiales de la Voz de Sandino y de Radio Impacto que transmiten desde territorio costarricense. Una campaña "religiosa" llevada a cabo por sectores religiosos, tanto católicos como evangélicos, complementa la ofensiva.

Los ejes del discurso de ARDE son el rescate de la "originalidad" de la revolución sandinista -más que la contraposición frontal con ella, como es el caso en la propaganda de la FDN-; la expulsión del poder de los nueve comandantes - "corruptos" y "comunistas" - y el retorno del que fue el "comandante más querido', como vanidosamente se autoproclama Pastora.

La "traición" de Pastora, motivada por aventurerismo y por resentimiento despierta entusiasmo en Washington. Un funcionario de la Casa Blanca declara: "Pastora es nuestro hombre". Por toda respuesta, el comandante Daniel Ortega profetiza: "Hay una sola revolución y pronto habrá una sola contrarrevolución".

De hecho, ARDE no llegó a constituir en ningún momento un peligro estratégico para la revolución. En su aventura, Pastora fue segundo por un puñado de sandinistas sin mayor peso dentro del FSLN. No haber logrado provocar un fraccionamiento interno en el sandinismo ni una respuesta de alzamiento popular, son el gran fracaso político de Pastora, quien fue Viceministro de Defensa y Jefe Nacional de las Milicias Populares Sandinistas.

Los grupos de ARDE, mal entrenados, indisciplinados y jefeados por hombres con poca experiencia guerrillera, no logran tampoco competir en el plano militar con la FDN. El principal teatro de operaciones de ARDE es el Departamento de Río San Juan, región despoblada y aislada en la frontera sur de Nicaragua.

Los intentos de implantar la guerrilla contrarrevolucionaria van progresivamente integrando los objetivos iniciales de "liberar" un territorio fronterizo. Los grupos contras incursionan en amplias regiones del interior del país y esto requiere una readecuación y aceleración de los planes defensivos del gobierno revolucionario. Se elabora un Plan de Medidas Inmediatas para las regiones del norte con el objetivo de garantizar la presencia activa del Estado en las zonas más conflictivas.

Por otra parte, durante 1982 el APP se reduce en la Región I significativamente: en un 50%. El Estado cede a las cooperativas tierras del APP, de fincas afectadas por la reforma agraria o compradas a propietarios privados. De esta forma, el movimiento cooperativo triplica el área de tierras tituladas hasta entonces con la asignación de otras 44 mil manzanas. El movimiento cooperativo supera ya las 500 cooperativas y de ellas 30 son de autodefensa: los propios campesinos son los que empuñan las armas si son atacados por los contrarrevolucionarios. En la Región VI existe menos impulso al movimiento cooperativo y se mantiene alto el nivel de inversión en los grandes proyectos de desarrollo del Estado, como el agroindustrial de Sébaco, el ganadero de Muy-Muy/Matiguás y el de renovación tecnológica del cultivo de café, proyectos todos que requieren de la asignación de fuertes recursos económicos y humanos.

La regionalización político-administrativa proclamada el 19 de julio de 1982 contribuye a reasignar los recursos humanos y económicos con más eficacia, a evitar la excesiva centralización estatal y a permitir, en caso de que se diera una invasión norteamericana, el que las regiones desarrollen más autónomamente una resistencia popular y prolongada.

Se mantiene la política de subsidios e incentivos, mientras los niveles de producción siguen bajando.

Crece el endeudamiento campesino y el Gobierno procede a la reestructuración y parcial cancelación de las deudas.

El poder de compra del salario campesino y el abastecimiento rural sufren progresivamente un deterioro, aunque todavía éste no es drástico. En todo caso, los campesinos nicaragüenses viven mejor que el campesinado en el resto del istmo centroamericano.

En síntesis, en 1981, con la llegada de Ronald Reagan al poder, se inicia la guerra propiamente dicha. Por encargo de la CIA, asesores militares argentinos entrenan a los contrarrevolucionarios. La guerra de las islas Malvinas provoca la salida de estos asesores y la CIA asume directamente la responsabilidad de la guerra.

Con la creación a finales de 1982 del Directorio Político, la FDN, aún en medio de fuertes rivalidades internas que prefiguran su posterior descomposición, se efine como hija directa de la Guardia Nacional somocista.

Los contras tratan de ocupar la franja fronteriza de Nueva Segovia con el objetivo de proclamar allí un "gobierno provisional". Ante la imposibilidad de lograr este resultado, optan por penetrar en la profundidad de la montaña, en el intento de sentar allí las bases para su futuro desarrollo, cortando el flujo revolucionario hacia regiones de difícil control militar con el objetivo de desestabilizar al gobierno revolucionario. La contra actúa todavía en pequeños grupos de 50 hombres armados, que atacan cooperativas, centros de salud y escuelas, emboscan a funcionarios y asesinan a los campesinos que simpatizan con la revolución.

Desde estos primeros momentos, es evidente que la contrarrevolución no tiene una propuesta política para el campesinado, siendo un único programa político-ideológico "la vuelta al pasado" y una renovada y total dependencia de los Estados Unidos.

En la Costa Atlántica, la CIA trata de aprovechar las dificultades y los errores del Frente Sandinista en su política hacia las comunidades indígenas.

Ante la magnitud de las tareas que la revolución tiene planteadas, los gastos de defensa no son aún la prioridad dentro del presupuesto nacional. En la preparación para la eventualidad de una invasión directa de Estados Unidos se consume la mayoría de los recursos disponibles para la defensa. En este sentido, se puede hablar de una desigualdad en la guerra: los grupos somocistas, bien armados y apertrechados por Estados Unidos están mejor entrenados para el tipo de guerra planteada que los milicianos y reservistas del ejército sandinista que os enfrentan.

En esta fase de la agresión, la revolución responde con el desarrollo de las Tropas Guarda-Fronteras, de las Milicias Populares Sandinistas y más tarde, con las cooperativas amadas, mientras desaparecen de hecho las LCBS.

La lucha contra los somocistas se hace posible por el sacrificio de miles de jóvenes y trabajadores de las ciudades organizados en los BIR, caracterizados, en buena medida, por tener una edad promedio superior a la de los grupos contras, por un escaso conocimiento del terreno y de la idiosincrasia campesina, por usar un armamento bastante pobre y, en fin, por ser movilizados a la montaña por períodos cortos de 6-8 meses, suficientes sí para "foguear" a sus miembros, pero demasiado breves para que éstos puedan cosechar los frutos de la experiencia acumulada.

En el sur, ARDE empieza a crear sus primeras redes de apoyo y a sentar así las bases para la implantación de sus guerrillas.

En el campo, la Reforma Agraria empieza a dar sus primeros pasos. Sin embargo, las primeras entregas de tierras no pasan de ser todavía simbólicas. El trabajo organizativo del APP y de las cooperativas, la sostenida política de inversión en grandes proyectos de desarrollo, absorben los pocos y mejores recursos disponibles, dejando relativamente descuidados otros sectores productivos. Surge la UNAG, en representación de la pequeña y mediana propiedad campesina y se mantiene alta la presión campesina por la tierra.

Tercera fase de la guerra: marzo 1983 - julio 1985

La nueva fase se abre, a fines de febrero de 1983, con la invasión de unos 3 mil contras y, simbólicamente, con una nueva masacre: en San José de las Mulas, en las montañas de Matagalpa, los contras asesinan a 23 jóvenes de la Juventud Sandinista, movilizados desde hacía pocas semanas. Los "muchachos", sorprendidos en la noche, enfrentan con armamento de la Segunda Guerra Mundial a los contras, dotados de armas modernas y sofisticadas. Otros grupos penetran en los mismos días en los poblados de San Ramón y Esquipulas, cerca de Matagalpa.

El 4 de marzo, el Papa Juan Pablo II visita Nicaragua. En la misa campal en Managua, las madres de los jóvenes caídos pocos días antes piden al Pontífice unas palabras de consuelo y de paz.

En esta fase, la CIA recoge el fruto del trabajo de infiltración, secuestro e implantación iniciado dos años antes. En Honduras, se contabilizan en este período hasta 17 campamentos contrarrevolucionarios. Los contras dan un salto de calidad en su estructura operativa desarrollando las llamadas Fuerzas de Tarea (FT), los Comandos Operacionales y, más adelante, los Comandos Regionales.

Las Fuerzas de Tarea -aproximadamente 200-300 hombres armados en cada una- está integradas básicamente por ex-GN en los cargos de mando y como tropa, campesinos sin mucha experiencia militar y con débiles convicciones político-ideológicas. Las FT empiezan a tener zonas operativas geográficamente bien definidas y gozan de un obtenido apoyo logístico desde Honduras. Los contras están ahora dotados de modernos equipos de comunicación coordinados con el puesto de mano en Honduras que dirige la CIA, tienen armamento sofisticado y gozan de un eficaz abastecimiento aéreo. Su táctica operativa se basa principalmente en la capacidad de juntar varias Fuerzas de Tarea para poder golpear objetivos militares, económicos y civiles, y luego dispersarse en pequeños grupos, dificultando la labor de persecución del EPS.

La FDN implementan métodos de "persuasión" política, ideológica y religiosa para el reclutamiento. En las mochilas de los contras andaban copias del Manual de Operaciones Psicológicas de la CIA - salido a la luz pública en 1984 - y también Biblias, volantes con fotos de Juan Pablo II en la misa de Managua que dice: "El Papa está con nosotros" y otras publicaciones que proclaman abiertamente como jefe a Monseñor Obando y Bravo, arzobispo de Managua. La CIA se aprovecha también de cierta desilusión entre el sector campesino más pobre y aislado de la "frontera agrícola" para convocarlo a "alzarse" en contra de la revolución.

Este recurso a las técnicas de propaganda sicológica no hace a la contra descartar el empleo del terror y del secuestro forzoso de miles de campesinos para engrosar sus filas.

Este conjunto de factores permite que la contrarrevolución logre cuadruplicar sus fuerzas, pasando en poco tiempo (1982-1983) de 2-3 mil a 8-9 mil hombres, logrando conformar en 1984, 9 Comandos Regionales. Algunos de ellos se unen y el numero se reduce a 6. Estos comandos coordinan 2-3 o más fuerzas de Tarea con el objetivo de asentarse ya en forma estable en el interior de Nicaragua. Con el desarrollo de los Comandos Regionales, la FDN logra elevar sus efectivos a 12-15 mil hombres.

Se trata de un nuevo salto cualitativo en la estrategia militar norteamericana. El propósito es ir creando en el interior del país las condiciones político-militares que aseguren la reproducción del fenómeno contrarrevolucionario. Teniendo en cuenta las características de guerra de movimiento, los comandos Regionales se distribuyen, más o menos así en el territorio nicaragüense: el "Nicarao" en la zona de San Fernando, Ciudad Antigua y Telpaneca; el "José Dolores Estrada" en San Juan de Limay, la Trinidad y Estelí; el "Segovia" en la zona de Yalí y San Juan el Río Coco; el "Diriangén" en Wiwilí, Quilalí y Pantasma; el "Rafaela Herrera" en Bocay, Cerro Kilambé, El Cuá; el "Jorge Salazar" en Matiguás, Waslala y Río Blanco y dos años más tarde en Boaco, Chontales y Nueva Guinea.

En esta fase se evidencia la estrategia militar combinada puesta en marcha por la CIA. En primer lugar, mantener bajo presión constante el proceso revolucionario con amenazas más o menos abiertas de invasión, preparando además para este fin el cuadro regional e internacional que facilite este desenlace -bases en Honduras, maniobras, barcos de guerra ante las costas nicaragüenses, violaciones aéreas- o fabricando "incidentes" y "crisis" como la de "los MIGs", en noviembre de 1984, inmediatamente después de las elecciones en Nicaragua y pocas horas después de la reelección de Reagan.

En segundo lugar, tratar de desestabilizar y si es posible, de derrocar al gobierno sandinista a través del instrumento mercenario que es la contrarrevolución.

En tercer lugar, tratar de sembrar el terror y la incertidumbre en las ciudades del Pacífico, a través del llamado "Frente Interno" y de acciones directas de la CIA (sabotajes, destrucciones, asesinatos de dirigentes de la revolución, etc.).

En este plan, las Fuerzas de Tarea se lanza nuevamente al ataque de Jalapa -plan "Siembra" en junio/83 y plan "Sierra" en diciembre del mismo año-; de Somoto y Ocotal -plan "Marathon" de septiembre/83 - en un claro intento de aislar esta región, ocuparla, proclamar un gobierno provisional y pedir la intervención de Estados Unidos. Con el plan "Luna Negra", atacan en coordinación con MISURA, las zonas de las minas (Atlántico Norte), con el objetivo de secuestrar las comunidades mískitas de Tasba Pri.

En octubre de 1983, con la invasión norteamericana a Grenada, crece la tensión en toda la región centroamericana. Estados Unidos no oculta el mensaje: los marines están listos a intervenir, aprovechando cualquier pretexto y coyuntura favorable, como la creada en la pequeña isla con la trágica muerte de Maurice Bishop, asesinado por sus ex-compañeros.

Entre septiembre y octubre de 1983, son atacados por aire distintos objetivos nicaragüenses: el aeropuerto de Managua, el puerto de Corinto, diversos puestos militares, cooperativas de pescadores... Además son saboteadas la terminal de carga de petróleo de Puerto Sandino y los tanques de combustible del Puerto Benjamín Zeledón, en la Costa Atlántica.

En mazo de 1984, la CIA mina los puertos de Corinto y Puerto Sandino. Nicaragua recurre a la Corte Internacional de Justicia de La Haya y la CIA suspende este tipo de sabotajes.

Meses después, los contras lanza una "ofensiva generalizada" en las montañas de Jinotega y Matagalpa, con el objetivo e boicotear el proceso electoral, en combinación con la campaña política "abstencionista" de la Coordinadora Democrática, de La Prensa y de algunos obispos, con el objetivo de crear caos en el país y de preparar así las condiciones para una intervención directa.

A finales de 1984, la contra presiona fuertemente la zona cafetalera, tratando de boicotear la cosecha y caen en diversas emboscadas decenas de cortadores.

Los Comandos Regionales atacan también, entre otros, los poblados de San Rafael del Norte, San Juan del Río coco, Waslala, Pantasma, donde tratan de aprovecharse del descontento popular creado a raíz de una serie de crímenes cometidos por algunos cuadros sandinistas, que una vez descubiertos fueron condenados a 30 años de cárcel, en marzo de 1984.

La contrarrevolución profundiza la estrategia de golpear y destruir objetivos civiles y económico. Aún en esta fase, cuando el ejército sandinista no logra todavía golpearlos a fondo, los contras -según la expresión de un campesino- son "perros que muerden y huyen". Esta impunidad es abiertamente publicitada por la contrarrevolución para ganar base social en aquel sector de campesinado que se encuentra entre dos fuegos.

Blanco principal de los ataques es el movimiento cooperativo: más de 600 campesinos cooperativizados son asesinados. En Palacagüina, son destruidos los silos de granos básicos. Unas cuarenta empresas, entre privadas y el APP, son atacadas causando daños millonarios. Los contras asesinan también a Noel Riera, productor patriótico de Matiguás, en un claro intento de atemorizar a este sector productivo aliado de la revolución.

Con la Operación "Puente", a mitad de 1984, la CIA trata de unificar el teatro operativo del centro-norte con el del sur, juntando las fuerzas de la FDN y ARDE en la V Región - Boaco, Chontales y Nueva Guinea-.

En el sur, las fuerzas de ARDE buscan cómo dar un golpe propagandístico a nivel internacional para acreditarse" ante los ojos de los Estados Unidos. En abril de 1984, ARDE ocupa San Juan del Norte, pequeño poblado de pescadores en la desembocadura del Río San Juan en el Mar Caribe, separado del resto del país por 200 kms. de espesa selva tropical. La toma de no tiene ninguna relevancia estratégica desde un punto de vista militar. La población -unas 250 personas- habían sido ya evacuada por precaución un año antes. Al momento del ataque, en San Juan del Norte había sólo unos 70 soldados sandinistas. La acción, publicitada en el mundo como un éxito de ARDE, no es más que una pírrica victoria. El poblado es retomado días después por el EPS, que causa fuertes bajas a los contras.

A pesar de este fracaso militar, ARDE se propagandiza como el rostro presentable de la contrarrevolución, en contraposición a los somocistas de la FDN. Pastora es recibido en Washington. La CIA presiona por la unidad de todas las fuerzas contrarrevolucionarias y Pastora pone como condición que él sea nombrado "jefe supremo" de estas fuerzas. La DN se opone a este "nombramiento', pero no a hacer frente común con ARDE: "La alianza con ARDE se dará este año (1984), con Pastora o sin Pastora" declara a Radio Impacto Indalecio Rodríguez, del Directorio de la FDN.

Pastora resulta victima de su propia ambición. Su orgullo y su pasado sandinista lo hacen hombre no confiable para la CIA. A su vez, Robelo rompe con ARDE y se acerca a la FDN. ARDE entra en un proceso de descomposición y Estados Unidos le reduce el suministro de armas y el apoyo logístico.

A fines de mayo de 1984, Pastora es herido en un atentado en La Penca, en las orillas del Río San Juan. El mismo Pastora acusa inicialmente a la CIA de ser responsable del acto terrorista. Luego dice no saber quién pudo haber organizado el atentado y opta por callar sobre el hecho.

En Río San Juan, unos 7 mil campesinos son reasentados en una docena de asentamientos realizados a lo largo de la carretera en construcción. En las elecciones de noviembre de 1984, el Frente Sandinista logra en este Departamento el 75% de los votos, el consenso más alto de todo el país. En los nuevos asentamientos, los porcentajes favorables al FSLN sobrepasan el 90%.

A lo largo de 1983, el EPS busca cómo readecuar su estrategia frente al salto de calidad dado por la contrarrevolución. Nuevas estructuras territoriales surgen en la montaña, basadas en las cooperativas de autodefensa. Los BIR operan para impedir las concentraciones contrarrevolucionarias. Unidades especializadas del EPS y del MINT - las Tropas Pablo Ubeda (TPU), muy ágiles y especializadas en el trabajo de contrainteligencia - logran asestar importantes golpes, como el derribo de un avión de abastecimiento de la contra en Río Blanco y el aniquilamiento de una Fuerza de Tarea entera en Camoapa. En este combate cae el Comandante Enrique Schmidt.

El 19 de julio de 1983 se anuncia la Ley de Servicio Militar Patriótico (SMP) y a partir de septiembre se empieza a implementar el reclutamiento. Como es natural, tratándose de tiempos de guerra, la implementación de esta ley produce grandes tensiones sociales. En contra del SMP se pronuncia la Conferencia Episcopal nicaragüense, mientras algunos sacerdotes favorecen abiertamente la evasión y la salida de jóvenes del país.

Meses después, se crea la comisión Apoyo a los Combatientes para atender los problemas familiares relacionados con la movilización de miles de jóvenes.

A pesar de las dificultades iniciales, el SMP representa un enorme salto de calidad para la defensa del país, ya que permite concentrar las fuerzas permanentes del ejército en la defensa del Pacífico, sin descuidar los frentes de guerra en las montañas y en las fronteras. En el mero corazón de la montaña, surge el Centro de Entrenamiento Militar de Mulukukú. Miles de jóvenes son movilizados por un período de dos años, lo que supone un mejoramiento sustancial en su preparación combativa. Entra en acción el "Simón Bolívar", primer Batallón de Lucha Irregular (BLI), especialmente entrenado para la lucha antiguerillera. Mejora en su conjunto el armamento y con ello sube la moral de las tropas. De hecho, con el SMP disminuyen sensiblemente las bajas sandinistas: entre más de 30 mil jóvenes movilizados las bajas son sólo del 1%.

En mayo de 1984, se crea el Consejo Supremo de Defensa de la Patria, articulado en Consejos Regionales de Defensa y Seguridad (CRDS), con el objetivo de coordinar mejor las estructuras del EPS, MINT, FSLN y del Estado en general en la ejecución de planes de "defensa integral", como el Plan "De Pomares a Fonseca", como el Plan "De Pomares a Fonseca", que trata de combinar todas las iniciativas del Estado alrededor de las necesidades de la defensa y la producción.

El campesinado es el más golpeado por la guerra. Por un lado, tiene que soportar los costos más altos de la defensa del país -ataques, destrucciones, asesinatos, secuestros- y al mismo tiempo contribuir con su propia vida a la defensa de la soberanía. Por otro lado, resiente más duramente los efectos generales de la crisis económica. Desde 1982, el flujo de servicios sociales -salud, educación, seguridad social- hacia el campo se ve seriamente dificultado u obstaculizado en amplias regiones a causa de la guerra.

La integración de obreros agrícolas a la defensa priva al sector productivo de mano de obra. Mujeres y niños pasan a ocupar sus puestos en la producción y ya no resulta raro ver, por ejemplo, a una campesina de Jalapa manejando un tractor.

El desplazamiento a causa de la guerra implica el desarraigo social de miles de campesinos, la pérdida de las cosechas y el abandono de tierras fértiles.

Por otra parte, a pesar de la condonación de la deuda campesina, que alivia la presión económica, sobre todo de los pequeños productores maíz y frijoles, se sigue deteriorando el poder de compra del campesinado. De hecho, el abastecimiento sigue favoreciendo más a los trabajadores del Campo (ATC), el sindicato de los obreros agrícolas, pide al gobierno que garantice los productos de la canasta básica para mitigar así el peso de la crisis.

Se acerca la titulación de tierras. En particular en la Región VI, donde sobre un total de 550, 472 mil lo son en el año 84. En proporciones menores pero igualmente significativas, hay asignaciones también en la Región I. En esta región, las cooperativas son incorporadas a proyectos productivos estratégicos como el del tabaco y a la producción de granos básicos con relativo nivel de mecanización. La región logra además la autosuficiencia alimentaria.

Ante la amenaza de una intervención directa de Estados Unidos, los productores patrióticos organizados en la UNAG se pronuncian en apoyo al gobierno. El FSLN sella su alianza con el sector patriótico haciendo que algunos de estos productores sean candidatos a la Asamblea Nacional en las listas electorales sandinistas. Mientras, un sector de la burguesía pro-norteamericana sigue descapitalizando sus empresas.

Si hasta finales de 1984, la FDN, a pesar de la derrota sufrida en su plan inicial de implantarse en las Segovias -Jalapa, Ocotal, Estelí- había logrado extender el teatro de sus operaciones desplazándose progresivamente de la Región I las regiones VI y V con el objetivo estratégico de asentarse en el territorio, reponer las bajas y crear las condiciones para su "auto-reproducción" precisamente allá donde más débil era la presencia de la revolución, así como distraer fuerzas sandinistas en función de una eventual intervención directa del imperialismo, a comienzos de 1985 la expansión del fenómeno contrarrevolucionario atraviesa por un compás de espera. No se trata, aún, del declive. La fuerza contrarrevolucionaria es todavía fuerte, quizá más fuerte que nunca -se calculan entre 12 y 15 mil hombres-, pero precisamente en su momento más crucial no logra consolidar su presencia ni ocupar un territorio ni dar golpes decisivos al proceso sandinista.

Mientras tanto, la revolución va creando a ritmo sostenido las condiciones para poder imprimir una profunda inversión de tendencia al curso de la guerra. Si estos elementos político-militares se encontraban en germen -el SMP, sobre todo- en los últimos meses de 1983 y en abierto desarrollo a lo largo de 1984, es en los primeros meses de 1985 cuando el proceso revolucionario logra acularlos y sintetizarlos en una política integral de atención a las zonas conflictivas. La cosecha de esta siembra no tardará en revelarse plenamente en la segunda mitad de 1985.

El cambio en la correlación de fuerzas se debe a múltiples factores. En primer lugar, la doctrina militar defensiva sandinista en vista ya desde una perspectiva más integral y coherente, que combina la iniciativa revolucionaria en todos los frentes de lucha militar, política, económica, social e ideológica. Elemento clave en esta doctrina es la conciencia del carácter "político" de la guerra, donde "gana quien se gana la gente, no quien mata más", en frase del Viceministro de Defensa, Mayor General Joaquín Cuadra.

Con la estrategia de defensa integral se reducen algunos costos sociales. De hecho, hay menos gente movilizada que en 1983 en los BIR. La implementación del SMP permitió además una mejor planificación de las necesidades de la defensa y una distribución más eficaz de las fuerzas. Esto se tradujo en la montaña en la nueva modalidad de guerra de guerillas de posiciones, basada en una presencia estable, ya no ocasional, de muchas pequeñas bases operativas -las BAO; Bases de Apoyo Operacional-, un mejor conocimiento del terreno y la excelente capacidad operativa de unidades -los BLI- ágiles en la persecución del enemigo. Los BLI operan en coordinación con las milicias campesinas territoriales, formadas por jóvenes campesinos que, en vez de prestar su servicio militar en otras partes del país, son ahora integrados en su propio lugar de origen a las estructuras territoriales de la defensa.

"Por la paz, todos contra la agresión", "Todo para los frentes de guerra, todo para los combatientes" son algunas de las consignas más escuchadas a comienzos de 1985. "La guerra - según el Comandante Luis Carrión - como fenómeno no es estrictamente militar sino político y social". Carrión asume por encargo del Gobierno Revolucionario y de la Dirección Nacional del Frente Sandinista la responsabilidad de las Regiones I y VI, las más afectadas por la guerra.

Como expresión de esta concepción integral de la defensa, se aprueba a comienzos de 1985 el Plan General Unico para estas regiones, lo que incluye acciones de carácter militar, político y económico-social.

Las primeras medidas son de carácter organizativo. Se reducen las instancias político-administrativas. El mismo FSLN agiliza su trabajo político pasando de 15 comités zonales a 5. A la par, se reducen los Consejos Regionales y Zonales de Seguridad y Defensa. La redistribución de recursos permite al FSLN retomar la iniciativa política en muchas zonas conflictivas, desatenididas en los últimos años a causa de la guerra.

En la Región VI, se abre un centro de capacitación regional para cuadros, muchos de ellos nuevos. "Esto es indispensable para poder después armonizar hacia abajo todos los esfuerzos en función de la defensa y que todo el mundo actúe en una misma línea, en un solo plan, con una sola visión", explica Carrión. Esta obra de "armonización" implica un análisis crítico y la toma de conciencia del papel de lo "político" en la guerra, de la importancia de la relación con la población, de la política agraria, entre otras cosas. La lógica que está detrás de estas reformas administrativas ya no es la de prevenir una invasión fulminante sino la de derrotar a la contrarrevolución.

Los últimos meses de 1984 y los primeros de 1985 son, de hecho, los más autocríticos en la marcha de la revolución. Ante los desafíos planteados por el conflicto armado, el gobierno revolucionario replantea el sentido de la Reforma Agraria y la presencia de sus instituciones en el campo para consolidar la alianza con el campesinado como sujeto político fundamental de la revolución.

Primer objetivo del nuevo Plan Unico es, en particular el fortalecimiento de la alianza con el campesino más pobre y sin tierra. En toda Nicaragua, a pesar de la Reforma Agraria, se registra una fuerte presión por la tierra. En 1985, se calcula que en la Región VI el 40% de los campesinos tiene todavía problemas de tierras. En mayo-junio del 85, los campesinos organizados consiguen dar un "giro" a la reforma agraria . El viraje hacia los intereses del campesinado se expresa en la masiva titulación de tierras a pequeños productores individuales y en una mayor flexibilidad hacia el movimiento cooperativo. Ante la fuerte demanda de tierras el Estado reduce también el área estatal y negocia con el sector privado la compra de fincas para luego asignarlas a las cooperativas.

Estos esfuerzos hacia el campo se acompañan por una atención mayor de los problemas de abastecimiento, de distribución, de transporte, etc. En general, el Estado tiende a reducir su papel en la distribución y el acopio, reorientando a su vez el papel de las empresas del APP.

En los primeros meses de 1985, se lleva también a cabo en las regiones del norte un programa de reasentamientos campesinos, que afecta a unas 7 mil familias desplazadas de guerra. Varias zonas conflictivas de la montaña son evacuadas en este plan, lo que permite a las fuerzas armadas crear zonas de "tiro libre" donde poder utilizar fuego de artillería y la fuerza aérea -sobre todo helicópteros de combate- sin afectar a la población civil. Sin embargo, una vez superadas las condiciones extraordinarias que habían motivado el vasto plan de reasentamiento, éste se interrumpe en la primera de las dos etapas previstas.

Del "paquete económico/85" resultan eliminados los subsidios a la producción, que si bien favorecieron a las capas urbanas más pobres, desincentivaron de hecho la producción de los pequeños y medianos productores agrícolas. La masa monetaria liberada con la eliminación de los subsidios es transferida en parte a los productores -nuevos precios para los granos básicos- en parte a los salarios -aumentos del 150%- y en parte al sector comercial.

En febrero de 1985, el córdoba es devaluado en relación al dólar. La inflación empieza a subir sostenidamente, deteriorando el poder adquisitivo del salario. El gobierno otorga incentivos en dólares a la producción cafetalera, algodonera y ganadera.

En síntesis, si tuviéramos que representar gráficamente la fase que va desde marzo de 1983 hasta la primera mitad de 1985, veríamos un ininterrumpido crecimiento de las fuerzas contrarrevolucionarias. La CIA logra, de esta forma, conformar las Fuerzas de Tarea, los Grupos Comandos y luego los Comandos Regionales. A la par de este desarrollo de su capacidad operativa, son igualmente evidentes los dos grandes fracasos de la estrategia contrarrevolucionaria. El primero: precisamente en el momento de su mayor fuerza la contra no logra ningún objetivo político-militar estratégico, como la ocupación de ciudades o poblados o el alzamiento masivo de la población contra el gobierno sandinista con el desencadenamiento de la tan ansiada guerra civil. Tampoco logra impedir el éxito del proceso electoral: sólo 16 de las 3892 juntas receptoras de votos son cerradas preventivamente, ni siquiera por algún ataque directo de los contras. De esta forma, es derrotado también el diseño estratégico de la CIA de unificar en forma abierta en un frente cívico-militar a todos los sectores "abstencionistas" y a la contrarrevolución armada, "bendecido" con la propuesta del "diálogo de reconciliación nacional" hecha por los obispos católicos en la Carta Pastoral de abril de 1984.

El otro gran fracaso está en la permanente falta de un programa político que no sea el retorno al somocismo y en la carencia total de una propuesta concreta para el campesinado. Esto impide a los contrarrevolucionarios la consolidación de una base social estable en el campo.

Paralelamente, en el sur, ARDE entra en un proceso de descomposición interna. En un atentado atribuido a la CIA es herido Edén Pastora.

A partir de 1983 el proceso revolucionario fue tomando una serie de medidas en los campos militares, político y económico, al comienzo todavía poco coordinadas entre sí, pero que desembocan ya en los primeros meses de 1985 en un Plan Unico integral que permitirá a la revolución revertir la tendencia del conflicto.

Del SMP surgen los BLI, conformados por jóvenes llenos de energía, alta moral y buena preparación. Sólo hace falta "foguearlos" para que protagonicen la ofensiva militar que ya se anuncia completada con una serie de medidas integrales en los aspectos político-económicos.

En 1985 aumenta notablemente el presupuesto nacional dedicado a la defensa. Una mayor atención hacia el campo en lo que se refiere al abastecimiento, a los servicios de salud, bienestar social y educación, es acompañada por el viraje de la política agraria, con la entrega de tierras a pequeños productores individuales y con una mayor flexibilidad hacia el sector cooperativo, en busca del objetivo de consolidar la alianza con el campesinado.

Esta fase termina precisamente cuando la respuesta sandinista obliga a la contrarrevolución de Nicaragua y buscar seguridad en sus bases en Honduras.

Cuarta fase de la guerra: julio de 1985 - ...

En la fase que se abre, a grandes rasgos, en la segunda mitad del año 1985 se anuncia el declive estratégico de la contrarrevolución. El cuadro de la guerra cambia de hecho en los tres teatros operativos: las montañas del centro-norte, la Costa Atlántica y la frontera sur.

En julio de 1985, el EPS lanza la "Operación Soberanía" en el departamento de Río San Juan. Los grupos de ARDE son expulsados hacia territorio costarricense. En la ribera del río San Juan el EPS ocupa una pista aérea utilizada para abastecer a estos grupos. Cortadas las redes logísticas, los pocos y reducidos grupos de ARDE que quedan dentro del territorio pasan a ser abastecidos directamente por la FDN.

En agosto de 1985, un grupo de ARDE secuestra la "Flotilla de la Paz", integrada por unos 30 norteamericanos, cristianos pacifistas del grupo Acción Permanente por la Paz. El mal manejo de todo el episodio por parte de los secuestradores agudiza la crisis política de ARDE.

En mayo de 1986, 6 de los 7 cabecillas de esta organización abandonan a Edén Pastora y pasan a las UDN-FARN del "Negro" Chamorro, aliado de la UNO-FDN. Pastora anuncia su retiro de la lucha: "Ya es imposible ganar la guerra contra los sandinistas". Pide y obtiene asilo en Costa Rica. Según fuentes periodísticas, la CIA habría presionado el gobierno tico para que lo negara.

A la ofensiva en el sur, se acompaña el fuerte acoso y la persecución de los grupos contras en el norte. La alta movilidad de los BLI y de las fuerzas especiales de MINT -las Tropas Pablo Ubeda (TPU)- obliga a los contras a desplazarse continuamente por la montaña. La defensa territorial hace el resto. De hecho, para la contra la montaña es ahora un "campo minado": por donde camine tiene que chocar con el extenso dispositivo de la defensa sandinista. La guerra de desgaste se torna desfavorable a la contrarrevolución: es ella la que resulta desgastada.

Bajo la ofensiva generalizada, los contras sufren cuantiosas bajas. Los Comandos Regionales de la FDN se ven obligados a dispersar sus fuerzas en pequeños grupos que tratan de evadir el enfrentamiento directo con el ejército sandinista. Los contras ya no dan la cara y ya no es posible para ellos asentarse en el territorio sin ser fácilmente detectados, perseguidos por los BLI o duramente golpeados por la artillería sandinista.

A comienzos de 1985, el gobierno sandinista amplía los términos de la amnistía promulgada por primera vez en diciembre de 1983, incluyendo ahora en ella los jefes de los contras que se entreguen voluntariamente con sus armas. La medida, que introduce significativamente en el conflicto la categoría de alzados -y ya no simplemente la de contras o la de bestias como se identificaba indiscriminadamente a los contrarrevolucionarios en 1983-, representa otro importante cambio en la política hacia el sector más aislado del campesinado que se unió voluntaria o forzosamente a la contrarrevolución. La oferta de amnistía favorece el desalzamiento de centenares de campesinos pobres, engañados por la contra. Se trata de un fenómeno creciente, como demuestran las cifras: 100 desalzados en Siuna, 309 en El Cuá-Bocay, 111 en Río Blanco... Hasta la fecha, los desalzados se calculan alrededor de 2 mil. Entre ellos, los más conocidos han sido Efrén Mondragón, ex-GN y ex-jefe del Comando Regional "José Dolores Estrada" y Jimmy Hodgson, líder de MISURASATA.

Paralelamente, ante la demanda de seguridad de las cooperativas de autodefensa, de los cortadores de café, de los empresarios patrióticos, de los asentamientos, del campesinado en general, en contundentes operativos la Seguridad del Estado logra desmantelar varias redes logísticas contrarrevolucionarias en el interior de Nicaragua. Con el Plan "Llovizna", en noviembre de 1985, una red de 150 colaboradores de la contrarrevolución es desarticulada en la montaña de Matagalpa y Jinotega. La eliminación de estas redes, particularmente de sus componentes armados, facilita enormemente el proceso de desalzamiento acogiéndose a la amnistía, pues ya los jóvenes campesinos tiene ahora menos miedo de ser asesinados por la contra después de desalzarse.

Sin sus redes de colaboradores, cuando los contras tratan de ingresar a Nicaragua desde Honduras se encuentran "ciegos" y sordos. Además, para penetrar a la profundidad de la montaña tienen ahora que superar varios obstáculos: las renovadas Tropas Guarda-Fronteras (TGF) -que vuelven a su originaria función-, las Compañías Permanentes Territoriales (COPETE), los BLI, las cooperativas de autodefensa...

Los contras son así empujados hacia el norte, a costa de fuertes bajas en sus filas. Y ante la desfavorable coyuntura, los Comandos Regionales optan por replegarse hacia su retaguardia estratégica: las bases en Honduras. Todos menos uno, el "Jorge Salazar", que logra desplazarse más hacia el interior, en la aislada y despoblada selva tropical de Zelaya Central. La actual sobrevivencia de este Comando se debe básicamente a dos factores: en primer lugar, su accionar se da en un terreno muy selvático y montañoso, particularmente apto para acciones guerrilleras y, en segundo lugar, el hecho de que el EPS haya priorizado antes la eliminación y expulsión e los otros Comandos mas cercanos a la frontera con Honduras,ha permitido al Comando "Jorge Salazar" disponer de un período relativamente largo -de mayo de 1983 hasta julio de 1985- para implantarse sin hostigamientos fuertes.

Para la contrarrevolución se hace vital el poder incidir en nuevos territorios, ampliar el teatro operativo, distraer fuerzas y desviar la presión sandinista. Necesita también de mejores resultados que la puedan "legitimar" internacionalmente como fuerza beligerante. Por eso, se lanza nuevamente al ataque con el Plan "Repunte", actuando en forma "suicida", como lo hizo en agosto de 1985 en La Trinidad, a unos 100 kms. de Managua sobre la carretera panamericana rumbo a Estelí: los contras logran penetrar en el poblado por unas pocas horas, pero en la retirada, la Fuerza de Tarea entera -de unos 300 hombres- es aniquilada por completo por el EPS y las TPU. En esta oportunidad, entran en acción por primera vez los helicópteros artillados de fabricación soviética MI-24, cuya llegada en noviembre/84 había provocado la famosa "crisis de los MIG".

Una vez "cortado el cordón umbilical", que ligaba a los grupos del interior de Nicaragua con los campamentos en Honduras, todo se hace muy difícil para la contra. Pide terreno y en consecuencia, la posibilidad de ganar base social y de recomponer sus filas de las fuertes bajas sufridas, tanto de tropas como de cabecillas del nivel intermedio de mando. De hecho, a lo largo del 85, la contra logra todavía "reponerse", gracias al secuestro masivo, de las 5,600 bajas sufridas -4,608 muertos, más de 500 heridos y unos 500 capturados, según la defensa nicaragüense-, pero no logra aumentar el conjunto de sus fuerzas. Sus posibles "reservas" en las Regiones I y VI parecen ya agotadas. El desplazamiento del "Jorge Salazar" hacia la Región V responde precisamente a un nuevo intento de hacer de esta región aislada la cantera estratégica de la contrarrevolución. El relativo crecimiento registrado por la FDN en esta región no compensa, sin embargo, las pérdidas sufridas en las regiones I y VI, hasta entonces los principales centros de la fuerza de la FDN. El secuestro masivo, como método de reclutamiento, muestra sus límites en la baja moral y escasa preparación ideológica y combativa de los contras así reclutados.

En esta situación, se hace cada día más indispensable para la contra el abastecimiento aéreo, proporcionado en abundancia por la CIA, no habiendo logrado aún la defensa sandinista afectarlo seriamente -aunque recientemente, a raíz del "caso Hasenfus", se ha detenido relativamente-.

Sin la comida, las armas y municiones, las botas, las medicinas, etc., que reciben por vía aérea, no sería posible ni combatir ni, mucho menos, reclutar nueva gente.

Estas tendencias de la guerra se han profundizado a lo largo de todo el año 1986. Los combates más fuertes se concentran en el borde fronterizo con Honduras donde, en marzo, el EPS golpea a fondo los campamentos contrarrevolucionarios causando alrededor de 600 bajas y en noviembre-diciembre repele eficazmente el intento de invasión de unos 3,000 contras.

Mientras tanto, en la zona central del país, los BLI y los nuevos Batallones de Ligeros Cazadores (BLC) -aún más ágiles y entrenados en la persecución de las bandas desarticuladas- mantienen la ofensiva contra el Comando Regional "Jorge Salazar", considerado el más fuerte y "estratégico" de la FDN y, en la actualidad, el único que permanece en territorio nicaragüense.

Ante los reveses de la contra, la CIA reacciona con una escalada más terrorista, dotando a los contras de nuevos aparatos altamente sofisticados como las minas a control remoto que siembran el terror en los caminos de montaña. Son víctimas del terror contrarrevolucionario decenas de indefensos campesinos, mujeres, niños, cooperantes extranjeros. Familias enteras son exterminadas en San José de Bocay y Pantasma.

La crisis en el plano militar hace estallar nuevamente la contradicciones en el seno de la FDN-UNO. La Unión Nicaragüense Opositora, surgida en junio de 1985 en San Salvador, como "cara política" de los contras, está dirigida por la llamada "triple A": Adolfo Calero, Alfonso Robelo y Arturo Cruz. La CIA presiona abiertamente para que arreglen sus divergencias o, en caso contrario, para que le dejen las manos libres para resolverlas. El conflicto interno se da alrededor de la imagen internacional y del liderazgo de la organización.

Cruz quisiera que los civiles contaran mas y que las decisiones entre los tres se tomaran por mayoría y no por consenso -lo cual pondrían previsiblemente a Calero, jefe del ala militar, en minoría-. Este último acepta finalmente un compromiso: los tres se turnaran en la dirección cada dos meses. Funcionarios norteamericanos proclaman: "Fue un paso positivo, se amplió el liderazgo fortaleciendo el control civil y la coordinación de las actividades militares". Los acuerdos dejan intacto el aparato militar de la FDN y la crisis queda latente en espera de un nuevo estallido, en enero de 1987 .

En noviembre de 1985 es prorrogado y ampliado el decreto de estado de emergencia. Con esto, se quiere impedir el surgimiento de un "frente interno" contrarrevolucionario. Son arrestados unos 25 miembros de las llamadas "fuerzas especiales de sabotaje interno" (FESI), que planeaban atentados terroristas en las ciudades del Pacífico. Fuertes cantidades de explosivos y unos 600 fusiles AK son capturados a estos contrarrevolucionarios.

En octubre del 85, se empieza a implementar el Servicio Militar de Reserva (SMR),por el que miles de trabajadores y pobladores de las ciudades del Pacífico entre 25 y 40 años de edad reciben un entrenamiento de 3 meses. El objetivo es organizar y articular, junto a las unidades permanentes del ejército -artillería pesada, blindados, fuerza aérea, defensa antiaérea, etc-, la defensa popular del Pacífico ante la amenaza de una intervención directa de Estados Unidos.

Estrategia del Ejército Sandinista: cuatro fases

Con esta medida, el EPS termina de completar su estrategia, cuyo desarrollo puede ser resumido sintéticamente así:

-primera fase: estructuración del EPS, creación de las MPS y lucha del MINT contra las bandas.

-segunda fase: desarrollo de las unidades permanentes del ejército para la defensa del Pacífico y lucha de milicianos, movilizados por períodos cortos, en la montaña.

-tercera fase: desarrollo del SMP (BLI) y organización territorial (milicias campesinas) en la montaña, sin disminuir la defensa en el Pacifico a cargo del EPS.

-cuarta fase: creciente profesionalización de las fuerzas permanentes del ejército y fortalecimiento de la defensa en el Pacífico con la movilización de milicianos reservistas (SMR) y creciente capacidad operativa de los BLI y BLC en la montaña.

En el plano político-económico no se introducen sustanciales cambios respecto a la fase precedente. El presupuesto de defensa sigue alrededor del 50%, lo cual representa una carga muy pesada para la economía de sobrevivencia del país. La reforma agraria mantiene su atención al campesinado más pobre y debido a la mejor situación militar retoma la iniciativa aún en las zonas hasta ayer más conflictivas. Se procede a grandes pasos a la titulación masiva de tierras. En octubre de 1986, Río San Juan es proclamado "territorio libre de campesinos sin tierra". Siempre en 1986, en la región de Boaco-Chontales, son asignadas 80 mil manzanas que se añaden a las 30 mil ya tituladas, mientras se prevé para los próximos tres años la titulación de otras 300 mil en esta región, priorizada en los planes económicos, militares y políticos en 1987. En las montañas de Matagalpa y Jinotega, a pesar de la masiva infiltración contrarrevolucionaria de comienzos de 1987, se cosecha el café en fincas que estaban abandonadas desde hacía tres años a causa de la guerra.

En síntesis, en 1985, a pesar de disponer de grandes agrupaciones de fuerzas, los contras continúan sin poder ocupar establemente ningún centro importante del país. Bajo la ofensiva sandinista, la FDN tiene más bien que dispersar sus fuerzas, lo que reduce su capacidad de incidir en nuevos territorios.

Después de intenso accionar del ejército sandinista, en la segunda mitad del año 1985, se empieza a hablar cada vez más de declive estratégico de la contrarrevolución. De los 6 Comandos Regionales de los que la FDN disponía dentro del territorio nacional, sólo le queda uno, el "Jorge Salazar", obligado a buscar nuevas bases en la parte menos poblada del país.

En el intento de retomar la iniciativa, los contras se lanzan ataques "suicidas" en la profundidad del territorio (La Trinidad, Julio-Agoto de 1985).

La contrarrevolución entra a una fase defensiva. Fracasa, además, en el intento de infiltrarse en las ciudades y abrir e ellas un frente interno.

Si a lo largo de 1985 la FDN había logrado recomponer sus filas, aunque no satisfactoriamente, de las fuertes bajas sufridas, la tendencia es ahora el estancamiento y a la disminución. La FDN, tocaba la cima de 15 mil hombres, no logra ya crecer más y se ve duramente golpeada por el EPS, que le causa unas 12 mil bajas en los últimos dos años. E la actualidad se calcula en unos 6 mil hombres el total de las fuerzas contrarrevolucionarias.

Por otra parte, en esta fase desaparece la organización ARDE, mientras que en la Costa Atlántica avanza el proceso de autonomía y el diálogo con los mískitos "alzados en armas".

Ante las derrotas de la contra, la CIA acentúa su involucramiento directo, dotando a los contras de armas sofisticadas -misiles tierra-aire y minas a control remoto-, incentivando la política de terror en contra del campesinado, y empujando cada vez más el ejército hondureño a conflictos fronterizos con Nicaragua.

El Comandante Humberto Ortega resume, a fines de 1986, los resultados de esta fase como el producto de la doctrina defensiva sandinista basada en el concepto de los tres pegues: pegarse a la contra quitándole espacios y capacidad ofensiva; pegarse al terreno, organizando un amplio dispositivo defensivo popular; pegarse al pueblo, en particular al campesinado a través de la reforma agraria.

La defensa integral de la revolución lleva a perfeccionar en las regiones del norte la reorganización político-administrativa. Aún en medio de grandes dificultades -abastecimiento, servicios, transporte- mejora globalmente la atención al campesinado, mientras la reforma agraria prosigue a ritmo sostenido la titulación de tierras -aún en zonas conflictivas- a pequeños productores individuales y a las cooperativas.

En general, se produce en todo el país un salto de calidad en la preparación combativa. La reserva afina los planes defensivos del Pacífico. Las fuerzas armadas sandinistas dan una "impresionante" -a juicio de muchos observadores- demostración de preparación en el desfile militar del 8 de noviembre de 1986. En diciembre, se desarrollan las maniobras defensivas denominadas "Subtiava '86" -las más grandes realizadas hasta hoy por el EPS-, que simulan la reacción defensiva que se daría ante un ataque procedente de territorio hondureño, en la zona norte del Pacífico.

Perspectivas: qué salida

Con o sin Irán/Contragate, la guerra contrarrevolucionaria ya estaba perdida. Las razones de este fracaso son muchas.

Desde el comienzo, el fenómeno contrarrevolucionario en Nicaragua fue un "producto de importación". "Importados" fueron los hombres, las armas -debe señalarse que los contras no combaten con las armas capturadas a los sandinistas, como prescriben los manuales guerrilleros-, las botas y los uniformes, la comida y hasta los objetivos políticos.

Los contras son un ejército asalariado de los Estados Unidos. Y rara vez en la historia moderna una fuerza mercenaria de este tipo ha ganado una guerra contra movimientos populares de liberación nacional o contra gobiernos revolucionarios en su etapa nacionalizadora, como es el caso de Nicaragua.

La guerra que vino del Norte ha sido precisamente la principal debilidad estratégica de la contrarrevolución armada. El fenómeno contrarrevolucionario, en sus orígenes, no guardó ninguna relación con lo que realmente estaba ocurriendo dentro de Nicaragua. La contrarrevolución no tuvo, por decirlo así, tiempo de "hacer política". Surgió con la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca y se estructuró inmediatamente e torno a un plan militar, casi sin mediación política previa. No existían en la Nicaragua en 1981 causas socio-económicas que pudieran provocar una "insurrección antisandinista". Cualquier indicador socioeconómico demostraba fácilmente esta realidad. Ni entonces ni hoy, en condiciones mucho más críticas, se ha producido este desenlace tan soñado por la Casa Blanca: una guerra civil que pudiera "justificar" la simetría reaganiana con el conflicto salvadoreño.

La razón de fondo es que, fuera de las redes familiares de ex-GN, los contras no tenían ninguna base en el interior de Nicaragua. Para aspirar a provocar una "guerra civil", la contrarrevolución hubiera tenido que nacer dentro de Nicaragua. Cuando entró en el país, ya era demasiado tarde. A pesar de todas las dificultades experimentadas por el proceso revolucionario, en las zonas de la montaña donde la contra ganó algún espacio, el Frente Sandinista supo corregir sus errores y superar sus límites con agilidad política, logrando así revertir cualquier tendencia negativa.

La contra fue incapaz de presentarse como fuerza autónoma, con un programa político que no fuera el de Reagan. No supo tampoco articular un bloque de fuerzas internas ni estrechar alianzas sólidas con ningún sector social de Nicaragua. De hecho, ni la burguesía -si se excluye a un sector minoritario- la apoyó nunca abiertamente. Mucho menos el campesinado.

La guerra contrarrevolucionaria violentó, de hecho, la cultura campesina. No sólo con las mil veces documentadas atrocidades cometidas sino que los contras se aprovecharon de la tradicional "neutralidad" del campesinado más pobre de las zonas aisladas para alcanzar sus objetivos. Interpretaron como apoyo lo que no era más que una pasiva no-resistencia del campesino ante la disyuntiva de colaborar con los contras entregándoles maíz y frijoles o, si no, arriesgarse a ser secuestrado o asesinado. Ante el cañón de un fusil, este campesinado no tuvo en realidad más alternativa que colaborar con la contra para salvar la vida. Pero eso no es apoyo político.

En este sentido, los relativos avances logrados por la contra hasta mediados de 1985, se debieron, más que a méritos propios, a la ausencia temporal de una iniciativa política sandinista. A pesar de la inicial desorientación del proceso revolucionario ante este tipo de guerra, la contra o logró, ni aún en sus momentos de máxima fuerza, establecer "zonas bajo control" ni llegó a afectar la comunicación en las grandes carreteras ni ocupó un sólo objetivo estratégico -militar o económico- ni articuló un frente militar interno -el sueño de tener una "Guazapa" a pocos kms. de la capital- ni afectó con atentados a la dirección revolucionaria ni creó las condiciones internas para su auto-reproducción ni, sobre todo, logró perturbar la vida cotidiana de Managua ni la de las ciudades importantes del Pacífico, centros neurálgicos del país. Todo este conjunto de factores y la imposibilidad actual de desarrollarse ya estratégicamente como amenaza militar constituyen lo que Nicaragua llama "derrota estratégica" de la contrarrevolución.

Si la contra no ha podido lograr ninguno de sus objetivos, no ha sido por falta de armas o de dinero de los Estados Unidos. En la actualidad, i los 100 millones de dólares ni las armas y equipos sofisticados que le han proporcionado ni los nuevos oficiales entrenados por la CIA pueden hacer triunfar a los contras, como reconoció recientemente también el general retirado Paul Gorman, ex jefe del Comando Sur de Panamá, ante el Comité de Servicios Armados del Senado de Estados Unidos. Estos millones no pueden ayudar a los contras en el tipo de "guerra política" en la que se trata de ganar corazones y mentes, según el diseño norteamericano.

Es probable, más bien, que la mayor sofisticación del armamento -con el aumento de la confrontación militar que esto traerá- dificulte aún más la relación "política" de los contras con la población civil. El salto tecnológico no sería en este sentido una ventaja, sino la autoconfesión de la derrota estratégica, por más que estos armamentos aumenten el costo en vidas humanas de la guerra. En este marco, hay que interpretar que los 100 millones aprobados antes del Irán/Contragate por un Congreso con el Senado dominado por los republicanos, más que "oxigenar" a la contrarrevolución, se proponía con toda probabilidad crear las condiciones para la "solución final" de Reagan.

La contra, en prologada agonía, no está todavía muerta. Ante su declive, la CIA ha tratado en los últimos meses de preparar las condiciones para incidentes fronterizos e Nicaragua con Honduras y eventualmente con Costa Rica, de infiltrar comandos especializados en sabotajes y atentados, a la vez que llevar aún más el terror a la montaña. Todos estos indicios podrían, en perspectiva, señalar el comienzo de una nueva fase del conflicto -¿la quinta?-, caracterizada aún más por el terrorismo, centrada en la amenaza en los bordes fronterizos, mientras Estados Unidos boicotea cada vez más abiertamente el plan de paz de Contadora.

Hasta hoy la política norteamericana en Nicaragua, además de causar más de 35 mil víctimas nicaragüenses -el 1% de la población, entre soldados sandinistas, civiles y contrarrevolucionarios- y provocar daños a la economía del país por más de 2,800 millones de dólares, ha ido coleccionando fracaso tras fracaso en el plano militar. Tanto que hoy, desde una perspectiva militar, se encuentra paradójicamente en el mismo punto de 1982. Y ante la negativa de los países centroamericanos de instalar los campos de entrenamiento de la contrarrevolución, Estados Unidos se ha visto obligado a volver a entrenar a los contras en su propio territorio.

Sin embargo, los estrategas del Pentágono, que nunca entendieron bien las elecciones de Vietnam, debaten cínicamente las perspectivas de esta "guerra de baja intensidad", sin comprender aún el por qué de sus errores.

Después de tanta sangre vertida ya en esta guerra, ante los costos aún más altos que implicaría una intervención directa de Estados Unidos, y ante la firme voluntad de Nicaragua de "no conformarse con la contra, no querer convivir con ella" i con su proyecto de muerte, podemos hacernos la pregunta: ¿que harán ahora los estrategas de Washington? No sería hora de buscar seriamente una solución política negociada?

Frases históricas

-"1983 es el año de la victoria. En seis meses derrotaremos al FSLN". Indalecio Rodríguez, Directorio Político de la FDN

-"1984 será definitivo para derrocar al régimen sandinista". Adolfo Calero, Portocarrero, líder de la FDN

-"1985: éste es el año 1979 para los sandinistas". Adolfo Calero

-"El régimen sandinista caerá entre septiembre de este año (1986) y marzo del próximo (1987). Donald Lacayo, vocero de la FDN."

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