América Latina
BALANCE DE UN CICLO QUE TERMINA Desigualdad persistente: el controversial legado de la “Marea Rosa”
¿Por qué durante el ciclo de gobiernos progresistas de América Latina,
los que se llamaron o se acercaron al Socialismo del Siglo 21,
los que los autores llaman integrantes de “la Marea Rosa”,
la lucha contra la desigualdad imperante en sus países
tuvo avances mucho más modestos de los que se proclamaron
y de los que se esperaban?
Sérgio Costa/Francesc Badia I Dalmases
En este año electoral en América Latina, cuando es posible que culmine el cambio de marea y alcancen o afiancen su poder fuerzas conservadoras en varios países, es un buen momento para reflexionar cómo fue que los gobiernos progresistas fracasaron en su propósito de reducir la desigualdad, al tiempo que sacaban a millones de ciudadanos de la pobreza extrema.
UN TEMA A ANALIZAR Y A DEBATIR
Nuevas mediciones, no ya basadas en encuestas de hogares, sino en declaraciones de impuestos sobre la renta, demuestran que el impacto de los gobiernos de izquierda en América Latina en cuanto a la redistribución de ingresos y riqueza fue menor de lo esperado. Está comprobado que estos gobiernos fueron capaces de reducir de manera significativa la pobreza, pero no de disminuir la concentración de ingresos y de riqueza en el pequeño grupo de millonarios situado en la cúspide de la pirámide social de cada país. Este resultado se ha utilizado para socavar la credibilidad de los gobiernos de izquierda, alegando que no han sido eficientes ni siquiera para conseguir el objetivo que los justificaba: el de reducir las desigualdades.
Para abordar esta controvertida cuestión, en 2018, cuando van a celebrarse elecciones presidenciales en países clave como Colombia, México y Brasil, el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín y Democracia Abierta se han puesto de acuerdo para presentar una serie de textos bajo el título “Desigualdad persistente”. El objetivo es proponer argumentos sólidos y elementos de análisis para consideración y discusión en la esfera pública latinoamericana e internacional en estos tiempos de rápidos cambios políticos que a menudo desatienden lecciones recientes e importantes como las de “la Marea Rosa”.
Nos proponemos analizar los límites y las dificultades que ha enfrentado y enfrenta la izquierda en América Latina para redistribuir la riqueza y los ingresos en cada país, teniendo en cuenta el impacto redistributivo logrado, considerando los diferentes componentes de las desigualdades sociales: dimensión socioeconómica, asimetrías de poder y cuestiones ambientales. Teniendo en cuenta también los actores y las circunstancias que han detenido el ímpetu redistributivo del gobierno. Intentaremos trascender el debate académico para poder llegar a un público más amplio de legisladores, formadores de opinión, actores políticos, activistas de la sociedad civil y medios de comunicación, que son los que conforman el espacio en el que se desarrollan la batalla de ideas y se presentan las propuestas políticas.
LOS SEIS FACTORES QUE LO EXPLICAN
Es cierto que las desigualdades y la pobreza han disminuido más en los países que en los últimos años han sido o conti¬núan siendo gobernados por fuerzas de izquierda: Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Venezuela, si los comparamos con los países latinoamericanos en los que no ha habido gobiernos de izquierda.
Sin embargo, es innegable que los avances en la lucha contra la desigualdad durante el ciclo de la “Marea Rosa” han sido mucho más modestos de lo que se esperaba, considerando que los gobiernos de izquierda fueron elegidos prometiendo precisamente revertir las desigualdades acumuladas desde el período colonial.
Las explicaciones que se dan de estos modestos resultados suelen combinar factores externos e internos. En cuanto a factores externos, se alega que el ciclo de crecimiento económico que ayudó a financiar el gasto en políticas sociales de los gobiernos de izquierda se basó en las exportaciones de materias primas y productos agrícolas, cuyos precios volátiles han disminuido en gran medida en los mercados internacionales en los últimos tiempos.
En cuanto a factores internos, se critica el hecho de que las transferencias de dinero en efectivo a los sectores más pobres de la población haya sido el elemento central de las políticas sociales que han seguido prácticamente todos los gobiernos de izquierda. Y se critica, porque es bien sabido, el limitado impacto redistributivo que tienen esas transferencias en efectivo, a diferencia del que tienen las políticas dirigidas a crear estructuras duraderas propias de un estado de bienestar: educación y salud públicas de calidad, inversiones públicas en formación profesional…
El tema fiscal también ha sido muy discutido. A fin de cuentas, excepto en casos aislados, los gobiernos de izquierda no han logrado crear una estructura de tipos impositivos progresivos capaz de redistribuir los ingresos desde la cúspide hasta la base de la pirámide social.
Todas estas explicaciones que justifican la persistencia de la desigualdad son sólidas y pertinentes y merecen ser tomadas en consideración. Sin embargo, revelan tan sólo la superficie del fenómeno y no dilucidan las razones últimas por las que los gobiernos de izquierda no han ido mucho más allá que de distribuir efectivo a los pobres.
Para comprender esas razones profundas es necesario articular el análisis de las desigualdades sociales con el examen, en cada caso, de las relaciones de poder. Para comprenderlas es necesario comprender las circunstancias políticas que han provocado que los gobiernos de izquierda no hayan podido avanzar más en su voluntad de promover la redistribución de los ingresos. Creemos que son seis los factores a considerar desde esta perspectiva.
SIN UN PROYECTO NACIONAL
El agotamiento de las grandes narrativas nacionales es un factor. En otros momentos de la historia reciente de América Latina esas narrativas permitieron unir a las naciones en torno a objetivos comunes. Fue el caso, por ejemplo, del discurso nacional-desarrollista que, a mediados del siglo 20, ayudó a legitimar la participación decisiva del Esta¬do en el desarrollo socioeconómico de países como Argentina y Brasil.
Pudo observarse algo similar durante los procesos de democratización de fines del siglo 20, cuando grupos nacionales con intereses bastante distintos se unieron en torno al objetivo común de restablecer la democracia en Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay o Chile o incluso en los países de Centroamérica.
A pesar de ganar en las urnas, las fuerzas de izquierda que alcanzaron el poder en el umbral del siglo 21 no lograron convertir la lucha contra la desigualdad en un proyecto nacional hegemónico.
SIN UN ESPACIO PÚBLICO PARA PROPUESTAS
Un segundo factor es la erosión de las esferas públicas nacionales. En el contexto del proceso de democratización se crearon en distintos países espacios públicos que demostraron ser capaces de promover el intercambio efectivo de ideas, interpretaciones y argumentos entre grupos sociales diversos. Estos espacios de debate permitieron a los gobiernos promover y defender sus políticas y reajustarlas en función de las reacciones de la opinión pública. En los últimos años, la intensificación de la concentración de los medios de comunicación y el aumento del partidismo de los medios, junto con la aparición de múltiples foros y blogs que no se comunican entre sí, han transformado la esfera pública en un espacio de lucha, en el que los insultos y las noticias falsas tienen más peso que los buenos argumentos.
Este contexto nuevo crea dificultades insuperables para la legitimación de propuestas de cambio sustantivo, como los programas de redistribución de los ingresos que la izquierda latinoamericana quiso o pretendía implementar.
SIN BASE PARLAMENTARIA
Un tercer factor es una base parlamentaria volátil. La mayoría de los gobiernos de izquierda sólo pudieron establecerse a costa de alianzas con fuerzas conservadoras. Esas alianzas les aportaron la mayoría legislativa necesaria para gobernar, pero muy a menudo impidieron proyectos de reforma fiscal o planes redistributivos más audaces.
SIN EL CONSENSO DE LAS CLASES MEDIAS
El cuarto y el quinto factor tienen que ver con las clases medias. Por un lado, con la aparición de las llamadas nuevas clases medias. Por otro, con la resistencia de las clases medias establecidas.
Las nuevas clases medias están más comprometidas con la movilidad ascendente individual y la ampliación de sus oportunidades de consumo que con promover la justicia social. Obviamente, esto no significa una implícita condena moral a estos estratos por querer la prosperidad material. Lo que se señala es que la aparición de las llamadas nuevas clases medias, integradas por votantes tradicionales de los gobiernos de izquierda, obligó a estos gobiernos a corregir su discurso y sus intenciones redistributivas más radicales y a favorecer medidas destinadas a expandir las posibilidades de consumo y la movilidad ascendente de este segmento social.
Las clases medias establecidas, vieron, en muchos países, que la creciente capacidad de consumo de las nuevas clases medias una amenaza para su reproducción como clase. Al fin y al cabo, sus señas de distinción social, como el acceso a ciertos bienes y servicios (automóviles, empleados domésticos, educación universitaria…) o ya no se les garantizaban o dejaban de ser un privilegio exclusivo de ellas. Esto convirtió a las clases medias establecidas en el grande y poderoso oponente de los gobiernos de izquierda y de sus planes redistributivos.
EN ALIANZA CON EL GRAN CAPITAL
El sexto factor es la apropiación del Estado y de la política por las élites económicas. En los últimos años, los grupos más ricos de América Latina han logrado ampliar y consolidar su control sobre los Estados de la región, incluidos los gobernados por la izquierda. Ejerciendo una poderosa y a menudo corrupta influencia sobre los políticos y los gobiernos, esas élites han logrado instrumentalizar porciones del Estado en beneficio propio, así como obstruir leyes y reformas que podían limitar su poder económico.
Esto explica, al menos en parte, la inexistencia en muchos países de una estructura de impuestos mínimamente justa para las ganancias de capital y las grandes fortunas. También explica por qué la cúspide de la pirámide social, el 1% más rico de cada país, ha sido capaz de ampliar su participación en la apropiación de la riqueza y los ingresos, incluso en los países gobernados por la izquierda.
CON MODESTOS RESULTADOS
La combinación de estos seis factores, y otros que son relevantes en el caso concreto de cada país, permiten interpretar de manera más profunda y articulada los modestos resultados obtenidos por los gobiernos de izquierda de América Latina, los de la reciente “Marea Rosa” en cuanto a la distribución de los ingresos y de la riqueza.
Tan modestos resultados no se deben a la falta de voluntad política, a una incompetencia técnica o al desconocimiento de mecanismos efectivos para promover una mayor igualdad. Las circunstancias en las que los gobiernos accedieron al poder parecerían indicar que las fuerzas de izquierda han carecido de fuerza suficiente para promover reformas más radicales.
COSTA: PROFESOR DE SOCIOLOGÍA.
BADIA: DIRECTOR DE “DEMOCRACIA ABIERTA”.
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