Honduras
Caravanas: nueva y trágica identidad de los pobres
“Peor es quedarnos en Honduras,
decía una familia de siete miembros que iba en la caravana.
“En el camino corremos el peligro de que nos asalten o nos maten,
en Honduras ya estamos condenados a morir”.“¡Échenme la culpa a mí, yo me voy porque no aguanto la vida que llevo”,
decía una señora que iba en camino.
No hay que buscar culpables de organizarlos.
Es la gente la que se organiza
y con un poquito que la animen sale,
empujada por un viento que sopla únicamente en dirección al Norte.
Ismael Moreno, SJ
Honduras se ha convertido en el país de las caravanas, una realidad que no explica un único factor. Debieron de pasar muchos años de incesante y silenciosa salida por la frontera de pequeños grupos de hondureños pobres para que lo pequeño se hiciera enorme. Hoy son multitudes a las que les basta sólo un empujoncito para lanzarse a las carreteras que los llevarán al Norte.
UNA NOTICIA MUNDIAL
La primera de las grandes caravanas salió de Honduras el 13 de octubre de 2018. Otra grande le siguió en diciembre y otra más el 15 de enero de 2019. Mucho se habla de quiénes son los que animan a los hondureños a dejar su país y a unirse a las caravanas.
La encargada de negocios de la embajada de Estados Unidos en Honduras ha divulgado spots publicitarios en los que se promueve la idea de que son agentes extraños quienes manipulan a los hondureños para que hagan eso con el objetivo de dañar la imagen de los gobiernos de Honduras y de Estados Unidos.
Tantos factores pro-caravanas se esgrimen que las caravanas han sido rodeadas de un aire de “misterio”. Pero, ¿hay alguna “mano peluda” que las organiza? La haya o no, y sea cual sea el poder de esa mano, las caravanas son un fenómeno social que ha desbordado cualquier previsión, convirtiéndolas en noticia mundial. La migración del Este de Europa, de Siria, de África, ya era noticia internacional. Ahora, Centroamérica, Honduras en particular, se suma a la agenda de los noticieros del mundo entero. Nunca tantos medios internacionales, que jamás informan sobre Honduras, se habían juntado para cubrir un “acontecimiento de los pobres” como los que vimos en nuestro país para cubrir la caravana de enero de 2019. Vinieron periodistas de Japón, de Rusia, de Noruega, de los países árabes…Hoy, Honduras es noticia por sus pobres, no por las causas que los han empobrecido.
Las caravanas son un fenómeno que ha desbordado a las iglesias, a las ONG, a todas las organizaciones de la sociedad civil y a los gobiernos. Es un fenómeno creciente e incontrolable. La mayoría de la gente común que ve pasar a los hondureños responde con sencillos gestos solidarios, generosos y espontáneos. En el otro extremo, el gobierno de Trump amenazó con una respuesta militar y el régimen hondureño intentó, infructuosamente, organizar una muralla policial en la frontera entre Honduras y Guatemala.
300 HONDUREÑOS SALEN A DIARIO
Las caravanas son un fenómeno social con un liderazgo improvisado en el que participan pobladores rurales y urbanos empobrecidos, sin más organización que la que les aconseja la sobrevivencia y la determinación de avanzar hasta alcanzar territorio estadounidense.
En abril de 2017 ya hubo una primera caravana. Era más pequeña, iban en ella unos 800 centroamericanos, el 75% eran hondureños. Con esta caravanas e incrementó el movimiento más desorganizado, de unos 300 hondureños que diariamente, y desde hace años, cruzan la frontera de Aguascalientes entre Honduras y Guatemala, aunque muchos se van quedando en el camino.
En octubre de 2018 la noticia de que se estaba organizando una gran caravana de miles de personas surgió en San Pedro Sula, una ciudad de la costa atlántica hondureña famosa mundialmente por ser una de las más violentas del mundo. Diversos investigadores y analistas la llaman “la Ciudad Juárez del sur”. Un grupo de unos 200 hondureños anunciaron que irían en caravana caminando hacia Estados Unidos saliendo de la terminal de autobuses el sábado 13 de octubre.
“FUE BARTOLO”
La organización de aquella primera caravana fue adjudicada inicialmente a Bartolo Fuentes, un líder social de la ciudad de El Progreso, que en una entrevista con medios locales dijo solamente que él se uniría a la caravana por unos días
.
Bartolo Fuentes ya había estado acompañando como periodista la caravana de abril de 2017. Por eso, y por pertenecer Fuentes al partido opositor fundado por Mel Zelaya, Libertad y Refundación (LIBRE), se convirtió en chivo expiatorio. Lo responsabilizaron de ser el “cerebro” de la caravana. Así lo dijo en rueda de prensa la Ministra de Relaciones Exteriores, acompañada por Ministra de Derechos Humanos. “Bartolo Fuentes es el responsable de la caravana, él organizó e instigó a muchas personas hasta manipularlas y conducirlas a ese trayecto peligroso”, dijeron, haciendo un llamado al Ministerio Público para que procediera en contra de Fuentes. Pero, como ocurre con frecuencia en nuestro país, mientras la caravana salía y avanzaba hacia el Norte, el nombre de Bartolo quedó atrás y fueron surgiendo otros chivos expiatorios, más poderosos que él.
Cuando esta primera caravana masiva, cruzó la frontera con Guatemala en el puesto de Aguascalientes, ya iban en ella unas cuatro mil personas que lograron romper el cerco que, tanto la policía de Honduras como la de Guatemala, habían establecido en la línea fronteriza. Cruzando el territorio guatemalteco y acercándose a la frontera mexicana la caravana aumentó en número de gente.
LOS “RETORNADOS”
El régimen hondureño, sin duda con financiamiento del gobierno de Estados Unidos, puso en marcha entonces un plan para convencer a los migrantes de retornar a Honduras. Logró que algunos centenares aceptaran.
A los que cedieron, los transportaron de regreso en buses y a otros por puente aéreo, y a cada uno se le prometió ayuda inmediata y un paquete de servicios posteriores. Cuentan testigos que no pocas de las personas que retornaron eran activistas del Partido Nacional, que sirvieron de carnada para una campaña publicitaria del régimen. Fueron muchos más los que siguieron en el camino y a finales de octubre unas 10 mil personas ya habían llegado a tierras chiapanecas en México.
MÉXICO: CAMBIOS POSITIVOS
Cuando en enero de 2019 se produjo la segunda oleada de caravanas el escenario político mexicano había cambiado con el nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
La política de rechazo y discriminación del anterior gobierno fue sustituida por una política de acogida, con respeto a los derechos humanos y con extensión de visas humanitarias de tránsito para todos los migrantes. A finales de enero de 2019, menos de quince días después de la salida de la segunda caravana de enero, unas 17 mil personas estaban a la espera de la visa humanitaria mexicana. La mayoría era de Honduras.
¿LOS “CULPABLES”?
Las caravanas y su masividad preocupan especialmente al gobierno de Estados Unidos. Y no sólo. Influidos por teorías de la conspiración son muchos los que en otros lugares han querido interpretar esta imparable realidad. Y como el Presidente Trump ha responsabilizado desde el inicio a los demócratas, hay quienes opinan que achacarles esa responsabilidad le suma argumentos para lograr la construcción del ansiado muro en la frontera con México.
El gobierno hondureño responsabiliza a la oposición y a grupos del crimen organizado: todos ellos fomentarían las caravanas con propósitos políticos de desestabilización. Estas especulaciones eluden la realidad. Las caravanas de migrantes hondureños y de migrantes centroamericanos expresan el nivel de desesperación de poblaciones a las que les resulta cada vez más arriesgado vivir en países que les niegan empleo y seguridad ciudadana y que les empujan a vivir en un permanente estado de rebusca.
EL ESTALLIDO DE UNA OLLA DE PRESIÓN
Las caravanas son la explosión de una olla de presión que el gobierno hondureño, asociado a una reducida élite empresarial y a empresas transnacionales, viene calentando desde hace al menos una década.
Gobiernos que abandonaron las políticas públicas, sustituyéndolas por programas de compensación social, mientras consolidaban un modelo de desarrollo basado en extender la industria extractiva y en privatizar los bienes comunes y los servicios públicos son los responsables de esta explosión.
Es cada vez más la gente que ya no aguanta la vida que en Honduras vive. La gente que va en las caravanas dice siempre lo mismo. En la caravana de enero de 2019 iban decenas de familias que se iban enteras, todos caminando, grandes y chicos. Una familia, con siete miembros, desde padres a nietos, decía: “Peor es quedarnos en Honduras, allá corremos más riesgo que en este camino”. Otra familia decía: “En el camino corremos el peligro de que nos asalten o nos maten, en Honduras no corremos ese peligro, allá ya estamos condenados a morir”. Así que no hay que buscar chivos expiatorios ni responsables de organizar nada. Es la misma gente la que se organiza y con un poquito que la animen sale, empujada por un viento que sopla únicamente en dirección al Norte.
“¡ÉCHENME LA CULPA A MÍ!”
En Honduras, el gobierno está en manos de un sector de políticos que entiende el servicio público como un negocio y el Estado como su botín. Son gentes que han saqueado las instituciones públicas: el Instituto Hondureño del Seguro Social, el sistema de salud, la empresa de energía eléctrica… Y después de hacerlo, se encubren y se protegen unos a otros con el control político del sistema de justicia.
La población que se va ha ido experimentando progresivamente indefensión y abandono, sentimientos que se acrecentaron con las elecciones de noviembre de 2017, cuando Juan Orlando Hernández se reeligió violando la Constitución y se adjudicó un triunfo que, de acuerdo a cerca del 70% de la población, fue el resultado de un fraude muy bien organizado.
La población hondureña ha dejado de confiar en los políticos, en el gobierno y en la empresa privada. En las caravanas se expresa esa desconfianza y, más aún, la desesperación y la angustia de un pueblo que dejó de creer que algún día encontraría soluciones en su propio país. Se van “tomándose la justicia” no con sus manos… sino con sus pies.
Negando esta realidad, el gobierno de Honduras y el de Estados Unidos parecen necesitar a quienes hacer responsables de esta crisis. “Que me echen la culpa a mí -dijo una señora que iba en la caravana, mientras recibía agua de vecinos solidarios-. Yo me voy porque no aguanto la vida que llevo, porque no puedo pagar la luz, porque no puedo pagar ni lo que como”.
NO CREEN EN LOS DE ABAJO
Los de arriba siempre andan buscando culpables de sus problemas. Pertenecen a las élites que desprecian a los de abajo y nunca dan crédito a sus iniciativas. Todo lo que viene de gente que no es como ellos lo entienden como amenaza, y en algo tan masivo o inusual como las caravanas no sólo ven una amenaza, ven un delito.
Por discriminación y por racismo dan por hecho que la gente no piensa, que no tiene capacidad de decidir. Y que se mueve por factores externos que la influyen y manipulan sus decisiones. Obviamente, el fenómeno de las caravanas es de tal magnitud que también busca ser capitalizado por diversos sectores.
Hay sectores opositores en Honduras, quizás también en Estados Unidos, que procuran beneficiarse con la inestabilidad que produce un movimiento tan masivo. Pero eso no altera la verdad de lo que está sucediendo: lo que mueve a los pobres es su insoportable realidad cotidiana, que no es sólo de pobreza, es también de violencia. “Yo me voy porque si me quedo me mata mi marido”, decía una joven cargando a su niño de ocho meses.
La violencia contra las mujeres es una carga que a ellas se les añade a la difícil situación económica y a la inseguridad ciudadana.
SALIDAS VERGONZANTES Y CARAVANAS DIGNIFICANTES
Las caravanas han revelado la cruda realidad de una mayoría de nuestra población. La migración es diaria, es de uno en uno, o de cinco en cinco, o de diez en diez. Y seguramente en menos de un mes sale de Honduras la misma cantidad de personas que salieron en masa en un solo día.
Lo que sucede es que la “caravana” diaria ha sido silenciosa, discreta, invisible…y hasta vergonzante. Ahora, al hacerse masivo el éxodo, la caravana se ha hecho bulliciosa, pública, visible… y hasta dignificante.
Sí, este fenómeno contiene una dosis de dignidad. Porque ha desenmascarado el falso discurso sobre la prosperidad y la seguridad de nuestro país, evidenciando el fracaso de las políticas oficiales. Porque ha erosionado el triunfalismo que proclama que Honduras está mejorando. Porque ha dejado en evidencia que los programas de compensación social no sólo no resuelven nada, sino que profundizan el estado de precariedad de la mayoría de la sociedad. Porque ha dejado al descubierto que una sociedad que sólo incluye a un 35% de su población en la economía formal es insostenible.
Con las caravanas masivas la población hondureña se ha dignificado porque logra expresar el rechazo masivo a un cruel modelo de exclusión social. No tanto porque quieran un modelo alternativo al modelo capitalista. Es una protesta masiva a los altísimos índices de exclusión de este capitalismo “a la hondureña”. La gente abandona el capitalismo que los abandonó en su patria y decide ir en busca de otro capitalismo que les dé trabajo y oportunidades.
UNA REALIDAD SOBRE LA QUE NO TIENEN CONTROL
La caravana que arrancó el 13 de octubre de 2018, la que abrió las puertas a las siguientes, despertó de golpe a los sectores políticos y a la élite empresarial, acostumbrados a tener total control sobre todo lo que ocurre en el país, habituados a evitar sorpresas indeseables. Expertos en capitalizar a su favor los malestares, protestas y reclamos de los sectores sociales, se quedaron sin explicaciones.
Las élites han gozado siempre de los privilegios que les garantiza el Estado y sólo reaccionan cuando sus enormes ganancias se ven amenazadas por una oposición consistente, como ha ocurrido en comunidades donde la población organizada se opone a los proyectos extractivos y a las concesiones otorgadas a empresas nacionales y transnacionales. Por eso reaccionaron asesinando en marzo de 2016 a Berta Cáceres.
HERIDOS EN SU AMOR PROPIO
También se sienten heridas las élites en su amor propio cuando, viviéndo a sus anchas en el disfrute de sus privilegios, la realidad de los excluidos los desenmascara. Esto han logrado los pobres con sus caravanas: quitarles las máscaras.
Las élites y el régimen de Juan Orlando Hernández han invertido millonarias sumas en publicitar que el país va por buen camino, que la economía está sana, que los programas sociales tienen contenta a la gente… pero ahora aparecen miles de ciudadanos huyendo de ese país que promocionan y emprenden el camino del riesgo buscando otro país, otra economía…No pueden ni las élites ni el régimen menos que acusar a la oposición y buscar chivos expiatorios por este fracaso mediático y real.
EL SUEÑO AMERICANO
Las caravanas no sólo desenmascaran un modelo injusto. Revelan también rasgos del imaginario colectivo de la sociedad hondureña, potenciados por la injusticia vivida y soportada.
El primer rasgo es una histórica y extrema dependencia del exterior. Buscar fuera del país la solución a las necesidades y a los problemas es una mentalidad que en la población hondureña se ha ido acentuando a lo largo de más de un siglo, tras la implantación en nuestro país del enclave bananero a comienzos del siglo 20.
Mirar al Norte, esperar de allá, y emprender camino hacia Estados Unidos es la dramática rutina mental de una sociedad que configuró su sueño en torno al “sueño americano”: querer ser o parecerse a un estadounidense, tener sus dólares para comprar lo que ellos compran, ganar lo que ellos ganan…es la fantasía soñada ante la pesadilla que viven en Honduras.
Estados Unidos significa la tierra prometida para estos migrantes, como lo es para las élites. Lo es para los peones que son los pobres, como para los capataces que son los ricos. Es la auténtica “tierra de pan llevar”, como la llamó un día el poeta hondureño Rafael Heliodoro Valle. La caravana no tiene ni un gramo de movimiento antisistema.
Es la avalancha intrasistema de los harapientos, enseñados a buscar arriba, en el norte, lo que no tienen en su tierra. No saben los migrantes hambrientos que su iniciativa está estremeciendo el sistema, pero aunque no lo sepan, lo están cimbreando.
LA LÓGICA DEL SOBREVIVIR
Un segundo rasgo del imaginario colectivo hondureño es la mentalidad que provoca el vivir a diario atrapados en la lógica de la pura y dura sobrevivencia. En el rebusque del día a día, cada quien buscando lo suyo, arañándole migajas al sistema sin cuestionarlo, se forja un modo de pensar y un modo de actuar y de decidir.
Rebuscando soluciones, cada quien, individualmente, se une a otros. Se juntan, pero no van organizados. La caravana es la aglomeración de millares de individualidades que sólo se acercan para hacer el mismo camino, llevando cada quien en su mochila un proyecto individual. Sólo los une la ruta, pero cada migrante, cada familia, traza individualmente sus planes.
Este rasgo de la mentalidad y del comportamiento de la sociedad hondureña, que encierra a la gente en sus propios problemas, es una enfermedad política. Cada quien busca y cada quien rebusca, absorto en lo suyo, tal vez convencido de la verdad que encierra ese adagio popular que dice que “el buey solo bien se lame” o aquel otro que dice: “cada quien librando su cacaste”.
EL FRACASO DE LAS RESPUESTAS COLECTIVAS
Es la lógica de la sobrevivencia: cada quien busca resolver a su modo y estableciendo compromisos con quien sea, con tal de salir adelante. Los demás estorban, el encuentro con otros para reunirse y buscar juntos estorba. Todo mundo despotrica por lo que ocurre: por el alza del combustible, del agua, de la energía eléctrica, pero al momento de buscar soluciones conjuntas…que lo hagan otros. La masiva salida hacia el Norte revela que la gente no confía en los demás, en la comunidad, en el colectivo, en la organización social. Y esa desconfianza expresa también el rechazo a organizarse.
La migración colectiva es el fracaso de la respuesta colectiva, de la opinión pública. Es el rotundo triunfo del rebusque individual. El fenómeno de las caravanas es la expresión extrema de las respuestas individuales a un problema estructural y sistémico sin salidas. En un ambiente así, todo lo que venga de arriba y de afuera se acepta y se recibe.
Esta mentalidad explica también por qué vota la gente por quien les aplasta si está arriba y de afuera les regala una “bolsa solidaria”. En una sociedad atrapada en el rebusque los programas compensatorios tienen un enorme éxito, y al quedar intactos los problemas estructurales se profundizan las políticas privatizadoras y las concesiones a las grandes empresas. Así, la vida se va deteriorando, y termina estallando en caravanas de desesperados.
LA BÚSQUEDA DE CAUDILLOS
Un tercer rasgo del imaginario colectivo de la sociedad hondureña que revelan las caravanas es la reiterada apuesta por las relaciones verticales.
Los que se unen a las caravanas caminan mirando el camino que los saca afuera del país y mirando hacia arriba. Dejaron de mirar a quienes van su lado. Son el resultado del síndrome de la “banana republic” que sembraron los estadounidenses, que dejaron a tantos esperando embelesados el regreso de las compañías bananeras. En las caravanas son miles los que dan los mismos pasos y van por la misma ruta, pero llegando a la meta se dispersarán. En el individualismo nacieron. Eso es lo que aprendieron, así crecieron, así han sufrido y así siguen sufriendo.
Las relaciones sociales en Honduras se basan en una rígida verticalidad: se nos enseña a depender de los de arriba. Es el paradigma del poder, del patriarca en la familia, y del caudillo en la política. El de arriba es el que puede resolver mis problemas si a cambio le ofrezco sumisión, lealtad incondicional.
Estados Unidos es el máximo caudillo en el imaginario colectivo, el patriarca total, el poder todopoderoso. Esta apuesta por la relación vertical se fortalece a costa de debilitar la relación horizontal, la de los iguales entre iguales. Lo horizontal se hace tan tenue que es casi invisible, no existe. A lo sumo nos vemos los unos a los otros para ver quién logra más de quienes están arriba. Cuesta descubrirse como iguales porque cada quien busca a quién obedecer, de quién ser “seguidor”. Cuando ya está cansada de que la engañen es bien frecuente escuchar a mucha gente decir: “Aquí lo que necesitamos es un líder fuerte que resuelva, que nos diga lo que hay que hacer”.
LAS RELACIONES VERTICALES
La mentalidad verticalista ha permeado con fuerza las organizaciones sociales, las organizaciones comunitarias, las ONG y sus liderazgos. Y, por supuesto, está entronizada en los partidos políticos, ejemplos eximios de verticalismo y cantera de caudillos.
La mentalidad verticalista se ha instalado también en la cooperación internacional. Las relaciones bilaterales que suelen establecerse son verticales y, por eso, de dependencia entre quienes tienen los recursos y quienes los reciben, generalmente las organizaciones de base. Esta mentalidad vertical ha alejado a las ONG del pueblo y ha limitado su incidencia en la promoción de relaciones horizontales.
Este verticalismo está todavía más entronizado en las iglesias, en donde la gente encuentra la mayor de las justificaciones, porque Dios es el todopoderoso que está arriba de todo y de todos y la gente lo ve representado en los poderosos dirigentes de las iglesias. Qué lejano es este verticalismo divinizado de la promoción de una cultura de la hospitalidad entre los pueblos. Qué lejano de una pastoral del buen samaritano con los que van en camino, atendiéndolos, escuchándolas, sanándolas, informándoles de derechos, de los peligros del camino y de los espejismos de la meta soñada.
EL “EJE DEL MAL” ESTÁ EN HONDURAS
El “eje del mal” del que tanto hablan los políticos de Estados Unidos no está fuera de Honduras, está dentro. Está constituido por alianzas entre una reducida élite política que ha vivido incrustada en el Estado y que usa los recursos públicos como si fuesen su propiedad, con una élite empresarial oligárquica. Desde esta alianza manejan la política y la economía del país, como socios minoritarios del capital transnacional. Esta trinidad que excluye a la mayoría de la población es el verdadero gobierno hondureño. Esta alianza tripartita está acuerpada por otros tres poderosos actores: la embajada americana, las fuerzas armadas y personajes del crimen organizado, unos públicos y otros en las sombras.
Estos seis actores en alianza conforman el eje del mal. Ellos son los responsables de por qué se van los hondureños. Ellos explican por qué las caravanas atraen a millares de nuestros compatriotas.
CORRESPONSAL DE ENVÍO EN HONDURAS.
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