Nicaragua
A dos años de Abril: resistencia contra la dictadura y sapiencia ante el virus
A dos años de la rebelión cívica de abril 2018
Nicaragua carga con una triple crisis:
dos años de crisis política y económica
provocada por la crisis de derechos humanos desatada por el régimen,
y ahora una crisis de salud,
desatendida irresponsablemente por Ortega y Murillo.
La población azul y blanco sigue resistiendo cívicamente
y se defiende con inteligencia del virus.
Equipo Envío
El 6 de abril, la prestigiosa revista médica británica “The Lancet” publicó una información sobre la situación sanitaria en nuestro país que comenzaba con esta afirmación: “La respuesta del gobierno nicaragüense a la pandemia ha sido, hasta la fecha, quizás la más errática de las de cualquier otro país del mundo”.
Hasta el 30 de abril, cuando ponemos punto final a este texto, la respuesta no había cambiado. La insensibilidad y el secretismo de la dictadura ante la crisis sanitaria ha añadido así nuevas y desgastantes incertidumbres, nuevos sufrimientos, a los que ya soportaba nuestro país por la criminal respuesta que dio el gobierno a la rebelión cívica de hace dos años.
La dictadura de Ortega y de Murillo, desde la arrogancia del poder absoluto, continúa reprimiendo a los rebeldes de Abril, que ya son una mayoría social, mientras su actitud ante la pandemia es de negación y de negligencia criminal. ¿A qué escenario apuestan?
“AÚN ESTAMOS A TIEMPODE CAMBIAR EL RUMBO”
Ortega y Murillo han demostrado con creces buscar, con todo lo que hacen, permanecer en el poder. Han dicho con represión y con sus discursos no estar dispuestos a arriesgar su poder solucionando la crisis política que provocaron en Abril. Ahora, tampoco dan muestras de estar dispuestos a cambiar su proceder “errático” ante la pandemia.
En este caluroso e incierto abril hubo dos momentos en los que hubiera podido esperarse un cambio rectificador. Dos momentos que terminaron siendo dos oportunidades perdidas.
La primera oportunidad apareció terminando marzo, cuando la dictadura no suspendía las clases en los colegios públicos, organizaba centenares de eventos festivos para la semana santa -todos suponían aglomeraciones de gente-, y enviaba a brigadistas de salud y activistas políticos a dar consejos sobre la epidemia recorriendo barrios y comarcas de todo el país sin ninguna protección, convirtiéndose así en vectores del virus.
Ante un tan riesgoso contexto, el INCAE (Instituto Centroamericano de Administración de Empresas), think tank del gran capital regional, presentó al gobierno y al país un estudio técnico sobre el grave impacto que la pandemia podría provocar en nuestro país a una población que calcularon en 6 millones 465 mil personas “de seguir el curso que llevamos”. Señalaban también que aún estábamos a tiempo de “tomar medidas para mitigar ese impacto”.
“Dimensionamos esta situación como la crisis de nuestra generación. Es necesario actuar de manera inmediata, con urgencia y todos unidos. Únicamente así podremos aplanar la curva de propagación del contagio”, dijeron el presidente y el rector del INCAE.
“UNA GRAN ALIANZA NACIONAL”
El estudio del INCAE enumeraba las medidas recomendadas y adoptadas en otros países: distanciamiento social, diversos niveles de cuarentena, pruebas masivas para conocer el comportamiento y la progresión de la epidemia, protección sanitaria y económica para la población en mayor riesgo…
El INCAE proponía discutir y evaluar la aplicación de medidas similares en Nicaragua para después “en el momento oportuno” -en base a test y datos precisos-, decidir “una reducción estratégica de las actividades productivas y del tránsito no esencial durante tres semanas”.
Cuando el INCAE habló, ya otras voces -la Unidad Médica Nicaragüense, la Academia de Ciencias, el Comité Científico Multidisciplinario creado ante la emergencia mundial- habían planteado sus recomendaciones y propuestas. Todas las voces del país coincidían en que la prioridad era decidir el rumbo a seguir en el marco de un gran consenso nacional (“gran alianza nacional” decía el INCAE).
UN CONSENSO NACIONAL Y NO UNA “TREGUA”
Horas después de que se hiciera público el estudio del INCAE, la representación del sector privado (COSEP, AMCHAM y FUNIDES) llamó a un “esfuerzo unificado” de todos los sectores nacionales, dejando al margen diferencias, incluida “la opción partidaria”.
Algunos medios y generadores de opinión tradujeron el llamado del INCAE y el apoyo del sector privado y hablaron de que lo que se proponía era una “tregua” política. Dirigentes sociales y de la Coalición Nacional declararon que la emergencia sanitaria no era momento de “tregua”. “No hay tregua para los derechos humanos”, dijo el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH). “Dar tregua en este momento no es lo correcto, lo que el país necesita es un consenso nacional sobre las políticas públicas para enfrentar la pandemia”, insistió José Pallais, de la Alianza Cívica.
Por el peso político de los proponentes de la iniciativa -el sector privado- parecía que la propuesta del INCAE derivaría en un nuevo espacio de “diálogo”. Que los empresarios estaban brindándole al régimen la oportunidad de cambiar el rumbo “errático” ante la pandemia, tal como lo habían hecho en febrero de 2019, al proponer en aquellas fechas una “mesa de negociación” (el diálogo 2.0), urgidos entonces por solucionar la crisis económica, ya agobiante, y ahora movidos por el coronavirus, que pondría la economía nacional en cuidados intensivos.
“AGOREROS DE DESGRACIAS”
Se rumoró que la iniciativa del INCAE y sus ecos habían logrado acercamientos entre representantes de la gran empresa privada y la pareja en el poder, pero que la Vicepresidenta había condicionado cualquier diálogo a que el sector empresarial pidiera públicamente perdón por haber participado en el “golpe de Estado” de abril de 2018 y a que influyera en Washington para que se suprimieran las sanciones.
¿Fueron sólo rumores…? Como simultáneamente, para el 31 de marzo, 1 y 2 de abril, la Asamblea Nacional convocó a los diputados a tres sesiones extraordinarias, se rumoraba, y se esperaba, que el Ejecutivo, que controla el Legislativo, anunciaría “algo”. Pero no. La primera reunión se suspendió por fallas técnicas. La segunda por la enfermedad de tres diputados. Y en la tercera, Gustavo Porras, presidente del Legislativo, lanzó un agresivo discurso que decepcionó a quienes esperaron alguna señal de rectificación en el “errático” rumbo del régimen.
Porras llamó “agoreros de desgracias” a quienes pedían el cierre de las fronteras. Consideró que si se imponía una cuarentena, la gente “por naturaleza llevaría la contraria”, afirmando que en los países que la imponían no tenían en cuenta “la conducta humana”. Reiteró que en Nicaragua los casos eran “esporádicos” y que el país estaba todavía en la primera etapa de la epidemia y bastaba con “lo principal: lavarse las manos”. Sobre la posibilidad de dictar medidas económicas paliativas para la mayoría de la población, que sobrevive con trabajos informales, no dijo una sola palabra.
Días antes el diputado del FSLN y presidente de la comisión económica de la Asamblea, Wálmaro Gutiérrez, había solicitado que se le apagara el micrófono a cualquier diputado del PLC que pretendiera hablar sobre la pandemia. Y calificó de “oportunismo político pasmoso” y de “locura” las propuestas de algunos diputados liberales para que se legislara sobre ayudas económicas para paliar la crisis a la población que trabaja en la informalidad y a las pequeñas empresas.
“JAMÁS SE DECLARARÁ EMERGENCIA”
Ese 2 de abril el diputado Porras anunció también que a Nicaragua habían entrado desde que se declaró la pandemia 16 mil nicaragüenses que venían de otros países y que a todos se les mantenía “en vigilancia”.
Hasta entonces los escuetos y confusos informes diarios del Ministerio de Salud (MINSA) sólo habían hablado, cuando más, de doce personas bajo vigilancia… “Si es así como dijeron, y no sabiendo qué tipo de vigilancia aplican, es pavoroso el número de personas que podrían andar esparciendo el virus”, dijo el neumólogo Jorge Iván Miranda.
Mayor asombro causó, dos semanas después, que la Ministra de Salud revelara que eran 36 mil las personas que habían llegado del extranjero y estaban “en resguardo en sus casas”. Sin emplear la vetada palabra “cuarentena”, explicó que el resguardo dura 21 días, pero no explicó quién garantiza el resguardo, qué pruebas se les han hecho a los resguardados y cuál es su resultado…
Terminada la sesión de la Asamblea, el diputado y nuevo “vocero” del régimen, Wilfredo Navarro, declaró que “jamás en Nicaragua se declarará un estado de emergencia”.
El régimen perdió ese día una oportunidad de cambiar de rumbo, de rectificar, de darle, con medidas similares a las del resto del mundo, un cierto giro al aislamiento internacional en que se encuentra. Pudo más la actitud de negación de la realidad, el obcecado aferramiento al poder y al relato de la “normalidad” recobrada tras el “fracasado golpe de Estado”.
“NO ES SANA UNA SOCIEDAD DE UNA ÚNICA VOZ”
En este clima de desinformación e incertidumbre llegó Nicaragua a los días de la semana santa.
El domingo de Ramos el obispo de Matagalpa Rolando Álvarez anunció en la misa que, con el apoyo de unos 15-30 médicos voluntarios, instalaría en la cabecera departamental y en cinco municipios de su diócesis unos Centros de Prevención Médica, en los que, a través de llamadas telefónicas darían información y orientaciones y también brindarían atención directa a la población.
La centralización de toda la información sobre la progresión de la epidemia en manos de gobernantes y funcionarios que desde hace años no inspiran confianza a una mayoría de la población, ha provocado la sensación de que el país va a la deriva. “No hay capitán en el barco”, dijo a una cadena internacional un habitante de Managua.
La iniciativa descentralizadora del obispo Álvarez, aunque no incluía hacer las pruebas -controladas por el régimen, que no informa sobre las que hace-, iba a ser de mucha utilidad en Matagalpa y podía contribuir a aliviar el frágil sistema nacional de salud. Pero, a la vez, era también un desafío a la estrategia secretista y desinformadora del régimen. En unas horas el Ministerio de Salud le prohibió al obispo llevar adelante su proyecto, incluso instalar un call center para escuchar preguntas telefónicas de la población.
“No es sana una sociedad de una única voz”, decía Lin Meyling, el joven oftalmólogo chino que, entre otros colegas, denunció que el virus surgido en Wuhan estaba “fuera de control”, y por decir esa verdad en China, país de una única voz, fue encarcelado para finalmente morir víctima del virus.
A diferencia de otros países, Nicaragua llegó a la crisis por la pandemia del coronavirus ya “enfermada” por la agotadora e insoportable carga de una “única voz”. Hoy, esa única voz que conduce esta crisis está causando una sensible y peligrosa falta de sanidad a la sociedad.
SEMANA SANTA: CUARENTENA AUTOCONVOCADA
Las semanas santas han sido todos los años, incluso el pasado 2019 -segundo año en recesión económica-, días especiales en los que el movimiento turístico y las vacaciones oxigenan de forma importante la economía.
Este año 2020 fue una excepción histórica. El turismo internacional, que en 2017 dejaba en el país 840 millones de dólares, que empezó su declive desde la represión de abril 2018, que se recuperó algo en 2019 por el turismo nacional, brilló por ausencia en 2020.
Buena parte de la población, informada de la crítica situación internacional provocada por la pandemia y educada a través de los medios independientes por médicos y expertos nacionales, rechazó la falsa normalidad que trataba de vender el gobierno y decidió quedarse en sus casas, en una cuarentena autoconvocada.
A pesar de que en los barrios de Managua y de Masaya el régimen ofrecía transporte gratis, y hasta comida, las playas del Pacífico, otros años abarrotadas, estuvieron este año vacías. Y buena parte de los eventos organizados por el régimen para esos días -concursos de “miss verano” y de gastronomía, espectáculos musicales, competencias, bailes, festivales-, no estuvieron tan concurridos como esperaba el Instituto de Turismo, aunque sí provocaron aglomeraciones y, por tanto, posibles contagios.
DESOBEDIENCIA CIVIL
Las iglesias evangélicas realizaron sus cultos en las redes sociales para evitar grandes reuniones de personas. Los obispos de la iglesia católica, siguiendo las orientaciones del Papa Francisco, decidieron lo mismo con las misas y suspendieron procesiones muy populares y esperadas anualmente. Así fue en todo el país, excepto en León y Chinandega, donde sí hubo viacrucis y procesiones tradicionales, algunas masivas.
“Siempre ha habido en la iglesia sacerdotes desobedientes”, comentó el sacerdote Carlos Avilés, vicario de la Arquidiócesis de Managua, sobre estos clérigos, que favorecían con su actitud la “normalidad” que quiere proyectar el gobierno.
A inicios de abril un “informe de movilidad comunitaria” realizado por Google para conocer cómo estaba la población de Centroamérica respondiendo al #Quédate en casa, informó que en Nicaragua el 45% lo estaba haciendo. Para entonces, en el resto de los países centroamericanos la cuarentena ya era obligatoria y en Nicaragua ni siquiera estaba contemplada por el régimen. Ese 45% estaba en una cuarentena voluntaria.
Inició así una corriente de desobediencia civil, que demostraba que la propaganda del régimen era rechazada y que crecía su falta de legitimidad. “Nadie les cree”, decía la gente.
En la semana santa se impuso la sapiencia popular. Después, el confinamiento se relajó. Aunque quienes no creen al gobierno son mayoría social, es también mayoría la gente que no puede quedarse en su casa sin hacer algo para ganarse el pan de cada día.
POR FIN HABLA LA OPS
El 7 de abril, ya iniciada la semana santa, durante una conferencia de prensa virtual, y respondiendo a la pregunta de una periodista nicaragüense, la directora de la OPS (Organización Panamericana de la Salud), Carissa Etienne, expresó finalmente críticas a la riesgosa indolencia del gobierno de Nicaragua ante la pandemia. Hasta entonces, la OPS parecía “mirar hacia otro lado”, actitud por la que estaba siendo justamente cuestionada en nuestro país.
“Ella habló hasta que la comunidad científica internacional habló. Dos días antes, “The Lancet” alertó sobre lo que sucedía en Nicaragua. Y para entonces, desde la Academia de Ciencias de Nicaragua habíamos compartido un mensaje a las Academias de Ciencias del mundo explicando lo que pasaba aquí. Todas estas informaciones las toma muy en cuenta la OPS y la OMS”, explicó a Envío el científico nicaragüense Jorge Huete, que en páginas siguientes evalúa el “errático” actuar del régimen ante la epidemia.
“PREOCUPADOS POR LO QUE SE VE EN NICARAGUA”
“La OPS -tuvo que decir Etienne- ha estado preocupada por la respuesta al COVID-19 que se ve en Nicaragua. Tenemos preocupaciones en cuanto a la falta de distanciamiento social y a las aglomeraciones masivas. Tenemos preocupaciones sobre las pruebas y el rastreo de contactos y sobre el reporte de casos. También nos preocupa lo que vemos como inadecuado en cuanto al control y a la prevención de la infección”.
De esta manera dejó claro que todo lo que el gobierno hacía, no haciendo nada, le preocupaba a la OPS. Y añadió: “En varias ocasiones y en varios niveles, de manera formal e informal, hemos expuesto estas preocupaciones a las autoridades nacionales en Nicaragua”, aunque añadió con un punto de justificación: “Nicaragua es un país soberano”.
Carissa Etienne es funcionaria internacional de Dominica, uno de los países insulares caribeños, que en las reuniones que desde 2018 ha celebrado la OEA sobre la crisis de derechos humanos en Nicaragua, ha votado siempre en contra de cualquier señalamiento crítico al gobierno de Ortega o se ha abstenido de votar o se ha ausentado en las reuniones…
Dos semanas después de las declaraciones de Etienne, el director de Emergencias en Salud de la OPS, Ciro Ugarte, dijo durante una conferencia de prensa virtual que “la interacción de Nicaragua con la OPS se ha reducido, específicamente respecto al COVID-19”. El organismo únicamente recibía información de Managua sobre los casos confirmados.
El 24 de abril, el subdirector de la OPS Jarbas Barbosa afirmó en una sesión virtual extraordinaria de la OEA que, por falta de información, la situación de la pandemia en Nicaragua es “indeterminada”.
¿A QUÉ ESCENARIO APUESTAN?
¿Por qué desconoce el régimen todas las prevenciones y provoca tantas “preocupaciones” a la OPS, señalamientos a los que en Managua ningún funcionario hizo ni siquiera alusión? ¿Por qué no brindan datos fiables y determinados? ¿Por qué actúan así, arriesgándose a provocar decenas de miles de infectados y centenares de muertos? 813 es el cálculo de fallecidos que habría en seis meses, según se lee en el protocolo que elaboró el MINSA para entregarlo a la OPS, un extenso documento que sólo conocemos porque alguien del MINSA lo filtró a “Confidencial”. El doctor en biología molecular Jorge Huete considera conservadora esa cifra de muertos.
Otras proyecciones, como la realizada por la Facultad de Medicina del Imperial College de London, publicada el 26 de marzo, son más dramáticas. Estos investigadores estimaron que si en Nicaragua no se aplican medidas de mitigación ni de distanciamiento social, en un año el 91% de la población del país (la calculan en 6 millones 13 mil 45 personas) se habría contagiado. 145,502 personas la pasarían en situación grave y de los 32,232 que llegarían a un estado crítico fallecerían 24,304. ¿Es este escenario el que pretenden?
Si es así, lo encubren con estos mensajes, reiterados masivamente a la gente que aún los sigue y a la menos informada por su acientífica educación: el coronavirus es como el de cualquier gripe, el virus llegó para quedarse y hay que seguir con la vida normal, el sistema de salud está preparado y es “el mejor del mundo” por ser gratuito, las vacunas que el gobierno pone anualmente vacunan contra el corona¬vi¬rus, la “derecha golpista” quiere muchos muertos para así desestabilizar al gobierno…
¿DÓNDE ESTÁ ORTEGA?
Si al finalizar marzo e iniciar abril la puerta que le quiso abrir el sector privado al gobierno para dialogar sobre una estrategia conjunta y de consenso nacional fue una oportunidad perdida, imponiéndose una vez más la lógica del poder absoluto que guía a la dictadura, la segunda oportunidad perdida ocurrió el 15 de abril, cuando Ortega reapareció tras 34 días de ausencia inexplicada.
Mientras en estos inciertos tiempos mandatarios de todo el mundo se comunican con sus pue¬blos, a Ortega ni se le veía ni siquiera se le escuchaba. ¿Estaba enfermo, no sabía qué decir o qué hacer, habría muerto…? A Murillo sí se la escuchaba en sus incansablemente repetidos mensajes seudoreligiosos de cada mediodía. Tampoco se la veía, porque desde hace doce años ese rito diario lo realiza siempre por teléfono, mientras la televisión pone algunas fotos fijas de su rostro.
La larga ausencia de Ortega se convirtió en noticia internacional. No sólo la respuesta de su gobierno a la pandemia era la más “errática” en el mundo, también el gobernante era el único que no le había hablado a su pueblo ni para orientarlo ni para animarlo ni para presentarle un plan que diera a la gente mínimas certezas y alguna esperanza. Por eso, la reaparición de Ortega, anunciada para la tarde del 15 de abril generó tantas expectativas.
ORTEGA: EL VIRUS “VA LENTO” EN NICARAGUA
En cadena nacional, Ortega y Murillo aparecieron en una mesa cargada de flores en una de las salas de su casa. Varios ministros rodeaban la mesa en posición de firmes y absortos, siguiendo sus palabras, de apenas 30 minutos.¬
Dos fueron los temas: el armamento mundial que atenta contra la paz. Y la pandemia. Las armas atómicas matan y restan recursos a la salud: Ortega se dirigía a los Estados Unidos sin nombrarlos. Sobre el virus, se declaró satisfecho del “tan lento” desarrollo que había tenido en Nicaragua, y lo achacó a que la salud es gratuita y el MINSA trabaja con el exitoso modelo de “salud comunitaria”.
Ese día Ortega podía haber declarado la emergencia en Nicaragua, al menos como una formalidad para conseguir recursos internacionales. Pudo haber anunciado que el curso escolar en escuelas y universidades públicas se suspendería hasta “ver el sol claro”, dando así, al menos, una señal de precaución ante posibles contagios. Pudo haberse solidarizado con tantas familias en crisis económica y anunciar alguna medida para paliarla, pero sólo dijo que si el país no trabaja “Nicaragua se extingue”.
“ES UNA SEÑAL DE DIOS”
Con cierta sorna dijo Ortega que la pandemia es una “señal de Dios” para que “cambiemos de rumbo”, desentendiéndose así de tener responsabilidad alguna en lo que ocurra en el país.
¿No fue también ése un mensaje que dirigía al gobierno de Trump para que cambie de rumbo, se olvide de sanciones, y reabra la negociación que ha mantenido con Managua para un “aterrizaje suave”?
Ese diálogo se ha visto interrumpido, no por la pandemia, sino por la prioridad de Trump, su reelección, y bien sabe él que para lograrla debe ganar los votos de Florida.
Desde el Norte llegó pronto la respuesta: el secretario de Estado Mike Pompeo envió un mensaje a Nicaragua el 18 de abril, recordando el día en que el pueblo de Nicaragua se levantó “exigiendo cambiar el gobierno corrupto y represivo de Daniel Ortega y Rosario Murillo”.
A la “señal de Ortega” Washington respondía: “Llamamos al Presidente Ortega y a la Vicepresidenta Murillo a iniciar inmediatamente una transición democrática, incluida la restauración de las garantías de derechos humanos y elecciones libres y justas para lograr una Nicaragua sana, próspera y libre”. También hacía referencia a la negligencia ante la emergencia sanitaria: “El régimen de Ortega y Murillo se niega incluso a reconocer el peligro de esta pandemia mortal”.
INDOLENCIA IRRESPONSABLE
La comparecencia de Ortega no pasó de ser una “prueba de vida” que le dio a sus bases, que vivieron ansiosas su ausencia de más de un mes. Para el resto, para la mayoría social que es azul y blanco, y que lo repudia, fue una prueba de su incapacidad para conducir al país en momentos tan críticos para todo el planeta.
Días después, las organizaciones de la Coalición Nacional le exigían su renuncia, proponían un gobierno de transición y el adelanto de elecciones… Todas, exigencias retóricas justas, nacidas más de la desesperación que agobia al país que de la correlación de fuerzas que las sustente.
Desde abril de 2018 la pareja de dictadores de Nicaragua ha dado sobradas pruebas de no estar dispuesta a aceptar ninguna negociación política seria y de buena fe con los nicaragüenses que los adversan.
Siempre han sondeado negociaciones con Washington y siempre han estado jugando a “ganar tiempo”, confiando en la relativamente escasa importancia geopolítica de Nicaragua, en que aparecerán coyunturas más favorables y en la oposición se impondrá el desgaste y la división por sobre la resistencia y la unidad.
Es en este contexto de indolencia irresponsable que hay que entender lo que hacen ante la pandemia, que es no hacer nada. Aferrados al poder, y con la crisis económica previa a la aparición del virus, agudizada por la crisis económica mundial, no tenían más opción que activar su “modelo de salud comunitaria” y esperar a ver si sucede algo que les favorezca…
En páginas siguientes el doctor Jorge Huete analiza el riesgo que representa confiar, o hacer confiable, el modelo comunitario, basado en la movilización de personas por todo el país, visitando casa a casa...
Y señala la ineficacia ya demostrada por ese modelo en el control del dengue, una enfermedad infecciosa endémica en el país, que no ha podido ser erradicada desde hace décadas, a pesar de que para esta enfermedad sí puede resultar adecuado el despliegue masivo de “brigadistas de salud”.
ECONOMÍA Y SALUD: “LO PEOR ESTÁ POR VENIR”
Ortega y Murillo priorizarán la economía por sobre la salud. Eso dio a entender Ortega el 15 de abril.
El coronavirus llegó a Nicaragua después de dos años consecutivos de recesión económica y cuando se esperaba que 2020 traería un respiro a la averiada economía nacional.
Ya había algunos signos de mejoría y lo que todos los economistas e instituciones internacionales calculaban era lo poquito que crecería el Producto Interno Bruto, unos apuntando a mejores porcentajes, otros a más reducidos…
Hoy, todos los cálculos que se hicieron antes del coronavirus resultan tremendamente optimistas ante lo que será realmente el desplome que experimentará la economía del país más pobre de América Latina y uno de los más dependientes de la economía internacional y en particular de la economía de Estados Unidos.
El FMI pronostica para Nicaragua una caída del PIB de -6% en 2020 y cero crecimiento en 2021. Para economistas nacionales podría ser aún mayor porque “lo peor aún está por venir”, tanto en la economía como en la situación sanitaria si la pandemia se propagara sin control.
CRISIS EN LAS REMESAS Y EN LAS ZONAS FRANCAS
En estos dos años de crisis económica, responsabilidad de la crisis de derechos humanos en la que Ortega y Murillo sumieron al país desde abril de 2018, negándose a cualquier solución política, dos fuentes que siguieron moviendo la economía nunca se secaron.
Las remesas crecieron con los miles de exiliados que provocó la represión. Y las exportaciones de las zonas francas se mantuvieron y hasta se incrementaron, garantizando miles de empleos, con salarios y seguridad social.
Ahora, la crisis económica global, que ha contraído en todo el planeta la producción, las inversiones, el comercio y el empleo, ha afectado severamente estas dos fuentes de recursos externos. El Banco Mundial calcula una reducción de las remesas en América Latina y el Caribe de casi un 20%. Un porcentaje similar experimentarán las remesas en Nicaragua.
Entre los millones de desempleados en Estados Unidos, Costa Rica y España -países de donde llegan las remesas, el 56% de Estados Unidos- hay muchos nicaragüenses que han quedado sin trabajo o sin posibilidad de ahorrar. Y la demanda de la ropa que se maquilaba en nuestras zonas francas y se exportaba a Estados Unidos se ha desplomado. Miles de trabajadoras y trabajadores de las maquilas ya se han quedado sin nada o están “de vacaciones” recibiendo apenas la mitad de su salario.
Dean García, director ejecutivo de ANITEC (industria textil y confección) declaraba al finalizar marzo, cuando ya iniciaban los cierres de las maquilas: “Todavía no tenemos los cálculos, los vamos a tener en mayo que regresemos y empecemos a cuantificar cuánto es el porcentaje de órdenes perdidas que ya no se van a poder recuperar. Las tiendas se quedaron con gran cantidad de productos, porque en Estados Unidos la gente no está comprando ropa, sino comida y medicina”.
La crisis es general, no es sólo en las que maquilan ropa. La japonesa “Yasaki”, la mayor de las zonas francas del país, que fabrica arneses para automóviles, dando trabajo a 10 mil nicaragüenses, también tuvo que cerrar.
EL VIRUS ESTÁ “PARANDO” EL PAÍS
A la reducción en las remesas y a la crisis en las zonas francas, hay que sumar la caída de los precios internacionales del azúcar, del café, de la carne, de los mariscos, de prácticamente todos los productos tradicionales que exportamos por la contracción de la demanda mundial.
Y a eso hay que continuar sumándole la brusca caída en la inversión extranjera, en el turismo y en la cooperación internacional que ha experimentado Nicaragua desde hace dos años por la crisis política y que no mejorará nada en la emergencia sanitaria.
En los últimos meses de estos dos años de crisis política, el régimen ha tratado de impedir a toda costa un paro nacional prolongado, porque terminaría de hundir más la economía. Ahora, es el virus el que viene alentando un cierto nivel de paro en el país.
La sapiencia de los sectores mejor situados, que han optado por la autocuarentena y el teletrabajo, sumada a los ecos que tiene en todos los circuitos de la economía nacional la crisis internacional por la pandemia, ha provocado que el país haya entrado en una situación de semi-paro que se prevé prolongado y que se notará más cuando llegue lo peor que aún está por venir.
Lo único que permitirá oxígeno a la golpeada economía nacional es el insólito derrumbe del precio del petróleo, que podría compensar algo la caída de los precios de nuestras exportaciones.
¿LA DEFENSA DE LA ECONOMÍA O LA LÓGICA DEL PODER?
¿Es este sombrío panorama económico lo que está detrás del comportamiento del régimen, que se esfuerza en mantener a flote una economía cada vez más endeble?
¿Es por eso que habrían optado, sin confesarlo, por la estrategia llamada “inmunidad del rebaño”, arriesgándose a que el sistema de salud colapse por un contagio masivo? Valora esa hipótesis el doctor Huete en páginas siguientes, aunque no le convence que haya sido ésa la racionalidad del gobierno.
¿Encontrará la pareja en el poder que las reducidas cifras de contagios que presentan sean creíbles, o incluso logren terminar siéndolo, por razones demográficas?
El biólogo y antropólogo nicaragüense Jorge Jenkins, exrepresentante de la OPS en Venezuela, enumera algunas causas que explicarían una menor cantidad de contagios en Nicaragua. Sólo el 5.12% de la población del país es mayor de 65 años y es ésa la más vulnerable. La densidad poblacional en Nicaragua es de unos 50 habitantes por kilómetro cuadrado, la más baja en Centroamérica después de Belice. El 40% de la población nicaragüense es todavía rural, vive dispersa y, por tanto, distanciada. Y la mayoría de la población urbana vive en espacios horizontales, lo que permite mayor distancia entre viviendas y personas.
¿Serán ésas razones las que los han convencido de que pueden dar créditos a sus cifras? ¿O las creerán ellos mismos…? ¿Creerán que en Nicaragua podría darse “un milagro”?
¿O es simplemente su perversa lógica del poder, porque no están dispuestos a ceder ante el sector privado ni a aceptar ningún nivel de colaboración con nadie, ni a negociar nada, aun a costa de provocar una tragedia humanitaria, incluso a costa de convertir a Nicaragua en un foco infeccioso en la región, y justificar en la calamidad social que significaría una gran mortandad la declaratoria de un estado de excepción, con mayor control policial, para justificar incluso cancelar las elecciones? La convocatoria a los comicios debe hacerse un año antes y ya tiene fecha fijada: 2 de noviembre de 2020.
“NI UNA SOLA VOZ EN DEFENSA DE ESTE GOBIERNO”
Si el régimen atraviesa por un severo problema financiero y necesita recursos, ¿no habría una contradicción en enfrentar la pandemia con el artesanal “modelo de salud comunitaria”, desacatando recomendaciones de la OMS, alienándose así de recibirlos? ¿O actúan así porque saben que, aún con una buena estrategia, no recibirían nada por su negativa a negociar una salida a la crisis de derechos humanos que provocaron hace dos años, y que los señala como autores de crímenes de lesa humanidad?
El Banco Mundial, el FMI y el BID dispusieron un fondo excepcional de miles de millones de dólares -el FMI el que más recursos pone- para apoyar a los países más pobres ante la emergencia sanitaria.
La actitud del régimen de minimizar la pandemia, no tener siquiera una declaración de emergencia ni medidas concretas para mitigarla, además de no brindar información fiable, influye en el hecho de que no se esté considerando a Nicaragua elegible para acceder a esos fondos.
La desconfianza internacional en el régimen de Ortega viene creciendo des¬de abril de 2018 por la represión desproporcionada contra las protestas ciudadanas y por su negativa a encontrar una salida democrática a lo que las protestas de aquel año expresaron.
El régimen no ha cesado de reprimir ni un solo día, tampoco en estos días aciagos del COVID-19.
Más de una docena de sus funcionarios han sido sancionados por violentar los derechos humanos y también hay sobre el régimen señalamientos de corrupción.
Todo esto pesa más que la actual desidia ante la pandemia. Y todo esto lo conoce la comunidad internacional y los organismos multilaterlaes.
El excanciller Francisco Aguirre Sacasa señala que en los consejos administrativos del Banco Interamericano de Desarrollo, del Fondo Monetario y del Banco Mundial “no existe ya ni una sola voz que se levante en defensa del gobierno de Nicaragua, así de aislado está. Y eso seguirá hasta que modifique su postura y busque un acercamiento con la oposición responsable del país”.
EL ÚNICO “PLAN” DE DANIEL ORTEGA
En los informes elaborados por el Banco Mundial y el BID se menciona la ausencia en Nicaragua de medidas económicas y sociales para responder a la pandemia.
Y es precisamente para planes con medidas sanitarias y fiscales muy específicas que ambas instituciones multilaterales aprobarán fondos a los países que los soliciten. “El único plan de Ortega es no tener ningún plan”, dijo el economista Luis Murillo. Para Nicaragua sabemos que el único “plan” sigue siendo la represión…
El Fondo Monetario, la institución multilateral que dispone de más recursos, dejó abierta la puerta a Nicaragua cuando, en su última visita a nuestro país, alabó el manejo macroeconómico que había mantenido durante estos dos años de recesión. Alentado por eso, y con la mediación cómplice de Vinicio Cerezo, quien está al frente del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), Ortega solicitó recursos al FMI, pero aún no se han concretado. Sí ha aprobado ayuda el FMI a El Salvador, a Honduras y a Panamá.
También ha recurrido el régimen al BCIE solicitándole 13 millones de dólares para “prevención y contención” de la pandemia.
Hasta el 30 de abril, Daniel Ortega había recibido de la institución regional como donación 1 millón de dólares en efectivo y 26 mil pruebas rápidas para detectar el coronavirus, que el MINSA no ha informado cómo serán usadas.
De Taiwan, un país particularmente exitoso en el control del coronavirus, el gobierno de Nicaragua recibió una donación de equipos para reforzar las capacidades técnicas del personal sanitario que hace las pruebas para detectar contagios. Diversas fuentes del laboratorio del MINSA han filtrado a algunos medios que esos equipos “los tienen guardados”
“TODAS NEGATIVAS GRACIAS INFINITAS A DIOS”
A diferencia de la información que brindan los países de la región y que documenta periódicamente el SICA, el número de pruebas realizadas en Nicaragua está cubierto de misterio, como si fuera un secreto de Estado.
En los escuetos informes del MINSA lo único que escuchamos sobre tan importante dato para conocer la progresión de la epidemia es esto: “Se hicieron las pruebas que ameritaban, dando todas negativas, gracias infinitas a Dios”. Hasta el 30 de abril se reiteraba también que “todos los casos son importados y no hay transmisión local comunitaria”…
ENTRE LÁGRIMAS Y ESPERANZA
Así llegó Nicaragua al segundo aniversario de la rebelión de Abril. El segundo año de aquella “insurrección de la conciencia” fue conmemorado con un concierto de varios cantores nicas exiliados, con celebraciones en buen número de hogares en cuarentena autoconvocada, con abrazos virtuales que llevaban lágrimas, recuerdos y esperanzas por el ciberespacio, con miles de mensajes de resistencia en las redes sociales…
Uno de ellos, el del sacerdote de Monimbó Augusto Gutiérrez, torturado por paramilitares y hoy exiliado: “A dos años de la revolución cívica por la libertad, la justicia y la democracia no puedo no llorar, pero me siento lleno de esperanza porque veo cada vez más cerca el triunfo de la vida sobre la muerte, representada en la pareja criminal. ¡Viva Nicaragua libre!!”
Hoy, el espíritu de Abril sigue vivo. Esa vitalidad se expresa en una mayoría social con nueva conciencia ciudadana.
Aquel espíritu se revela en esfuerzos de unidad aún no concluidos, pero inéditos en este país, que se van organizando mejor en los territorios. Hoy hay más gente que nunca en Nicaragua consciente y determinada a trabajar por la construcción de un país mejor, algo que nunca imaginamos posible de alcanzar en la víspera de aquel histórico 18 de abril.
LA REPRESIÓN EN ESTE ABRIL
La dictadura no dejó de aportar su cuota de represión a las conmemoraciones de Abril.
Entre el 15 y el 19 de abril la UNAB (Unidad Azul y Blanco) registró 39 capturas de opositores y el asedio de policías antimotines a 132 de sus viviendas o negocios. Una de las asediadas fue la presidenta de la Alianza Cívica en Río San Juan. Ortega no olvida el repudio que millones le demostraron en Abril y sus policías, paramilitares y fanáticos se hicieron sentir con represalias por todo el país.
Un líder campesino, Félix Lacayo, fue asesinado el 18 de abril en Río San Juan. Y fue en la isla de Ometepe donde la represión evidenció mayor saña en la medianoche del 19 de abril, contra un grupo de jóvenes que gritaban consignas, hicieron sonar dos morteros e intentaban colocar la bandera nacional en un poste de luz.
Las primeras capturas en la comunidad isleña de Esquipulas las justificó la Policía en un comunicado en el que afirmó que había detenido a personas que “en total estado de ebriedad” fueron denunciadas por un vecino y atacaron a pedradas a los policías.
EN OMETEPE REGRESÓ ABRIL
En Esquipulas hubo disparos de bala y bombas lacrimógenas, con resultado de varios heridos. Horas después, en la madrugada del día 20, llegó a la isla un refuerzo de policías antimotines, que realizaron más detenciones y que, acompañados de perros y de delatores locales, recorrieron casa por casa, allanando con violencia las viviendas de los azul y blanco. Decenas de los más jóvenes huyeron a las montañas para evitar ser apresados.
“Llegaron como 200 antimotines y dejaron una base militar en el parque de la comunidad”, dijo el excarcelado político Max Cruz, un joven que quedó lisiado por disparos de la policía en una movilización de 2018, después fue encarcelado, y meses después, ya en la cárcel, supo del suicidio de su hermano, quien no soportó la tensión de estar meses escondiéndose de la policía... Los ometepinos detenidos serán juzgados en Managua por siete delitos sin derecho a elegir a un abogado defensor.
En este segundo aniversario de Abril, en Ometepe se reprodujo en pequeño -porque es muy pequeña la comunidad de Esquipulas- la respuesta represiva que en 2018 la dictadura dio nacionalmente a las protestas cívicas: balas, capturas, cárcel, torturas, juicios, condenas...
En Ometepe vimos de nuevo el espíritu de Abril: la sublevación popular y auto¬convocada que desafía cívicamente las armas de la dictadura. Es esa resistencia que no olvida y que en estos dos años aparece en cualquier lugar cuando puede y como puede, que nunca deja de expresarse.
¿HACIA DÓNDE?
“¿Hacia dónde va a transitar este caudal humano que se levantó por Nicaragua y que en algún momento pareció haber borrado fronteras ideológicas, de edad, de clase social, de localización, nivel educativo u ocupación?”, se pregunta Guadalupe Wallace Salinas, una de las jóvenes ya no millenial, una gota en ese caudal, en su reciente escrito “Los rostros de la resistencia”.
Y como muchos se responde: “Sigo sin saberlo. Solo sé que se abrieron muchos diálogos al interior de las familias y la comunidad, muchos darnos cuenta sobre lo que necesita ser cambiado en el comportamiento político de la sociedad nicaragüense y sobre los agravios que ya no están dispuestos a permitirle al poder. Los escenarios son múltiples y nada asegura el final feliz que muchos imaginan. Sin embargo lo que pasó en Nicaragua -al menos con fuerza hasta el Diálogo 2.0- fue inédito, distinto, vibrante, esperanzador, plural...”
Todo lo que se abrió en Abril sigue abierto. También las heridas y la indignación. Todo sigue vivo y duele. Seguimos sin saber el final de este esfuerzo de tantos. Porque hoy, a la carga de dos años de incertidumbres políticas y de penurias económicas para la mayoría, viene a sumarse esta encrucijada que nadie en el mundo esperó y que hace cada vez más incierto nuestro futuro y el del planeta y que ha sido enfrentada por la dictadura con tanta negligencia criminal.
LA PANDEMIA ES UNA PUERTA
A gran distancia de la tan lejana, tan inmensa y tan poblada India, hacemos nuestra la reflexión de la brillante escritora Arundati Roy, la del “dios de las pequeñas cosas”, quien relata una situación aún más grave que la nuestra en su país, y a pesar de eso logra transmitir esperanza.
Dice Arundati: “¿Qué es esto que nos ha pasado? Es un virus, sí, pero definitivamente es más que un virus. Algunos creen que es la forma en que Dios nos llega a nuestros sentidos. Otros dicen que es una conspiración china para dominar el mundo. Sea lo que sea, el coronavirus ha arrodillado al poderoso y ha detenido el mundo como nada más pudo hacerlo”.
“Históricamente, las pandemias han obligado a los humanos a romper con el pasado e imaginar su mundo de nuevo. Ésta no es diferente. Es un portal, una puerta de enlace entre un mundo y el siguiente. Podemos elegir atravesarla, arrastrando los cadáveres de nuestros prejuicios. O podemos caminar ligeros, con poco equipaje, listos para imaginar otro mundo. Y listos para luchar por él”.
Una “puerta” fue también Abril. Millones la atravesamos y pasamos de “un mundo” al siguiente, totalmente distinto y esperanzador. Dos años después, la pandemia nos abre una nueva puerta, sin que sepamos si nos llevará a una más rápida salida de esta triple crisis o todavía no.
Tendremos que atravesar esa puerta. Resistiendo a la dictadura y defendiéndonos con sabiduría ante el virus.
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