Nicaragua
“Después de la desunión, el mayor enemigo será la abstención”
Eliseo Núñez Morales,
abogado, exdiputado en la Asamblea Legislativa
representando a varios partidos liberales,
y desde 2019 asesor técnico en organización territorial de la Alianza Cívica,
analizó los retos de la oposición
y el momento en el que está hoy el desafío de la unidad de todos,
en una charla con Envío que transcribimos.
Eliseo Núñez Morales
Les hablaré desde adentro, pero no me miren como un vocero de la Alianza Cívica, porque no lo soy. En estos momentos estoy tratando de hablar con todo el que quiera hablar, de que el trabajo funcione y de no abonar a la desunión. Lo que puedo decirles, en una primera síntesis, es que, más allá de discursos y comunicados, la Alianza Cívica se salió de la Coalición Nacional para ver cómo mejorarla unidad opositora desde fuera. Y la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) se quedó en la Coalición con el mismo objetivo: ver cómo mejorarla desde adentro. Ahora, creo que lo más importante es restablecer las relaciones entre la Alianza y la UNAB, solidificarlas. Creo que ya todos hemos entendido que ni las fuerzas de la UNAB ni las de la Alianza, mucho menos las de los partidos políticos, son suficientes para enfrentar a esta dictadura. En el punto al que hemos llegado estamos todos como cuando en la película “Tiburón”, ¿se acuerdan?, vieron el tamaño del tiburón que tenían enfrente y todos acordaron: “Necesitamos un barco más grande”.
Hay que reconocer que los partidos políticos crean todavía muchos problemas. Y todos los que estuvimos en partidos políticos tenemos que admitir que somos responsables, de una manera o de otra, de los problemas que enfrenta hoy Nicaragua. Los partidos tienen que cambiar. Deberían ver a toda la gente que entró a la política después de Abril, que es muchísima, como una inmensa cantera que podría engrosar sus filas cuando esto pase. Esa cantera es una oportunidad de oro para impulsar el surgimiento de nuevos liderazgos. Entenderlo y promover la formación de esa cantera de nuevos líderes prestigiaría a los partidos políticos, sobre todo hoy, cuando en todo el mundo la búsqueda de denominadores comunes en política, con la globalización de la información, es mucho más difícil que hace unos años y los partidos tienen que entender la urgencia de cambiar si quieren reinventarse. Lo están haciendo algunos en muchos países. En Nicaragua, con partidos muy tradicionales, donde los liberales tienen valores conservadores, todavía no vemos cambios.
La plataforma política que necesita nuestro país la tienen que encabezar las voces de Abril, los autoconvocados, los jóvenes. ¿Y los partidos? Deben servir de vehículos. Tienen que renunciar a dirigir. No les estamos pidiendo que desaparezcan. En esta etapa les pedimos que no dirijan, que sirvan sólo de base legal. Si no lo entienden, si quieren seguir controlando a toda la oposición, la unidad se hace bien difícil.
Veamos los dos partidos liberales que hoy tienen peso en los territorios. Los conozco desde adentro y admito que pareciera que los liberales estamos condenando de nuevo a toda Nicaragua a la disputa de más de una década entre los dos partidos, el PLC de Alemán, con todos sus problemas y Ciudadanos por la Libertad (CxL), con todas sus aspiraciones. Esa disputa facilitó el regreso de Ortega al gobierno en 2006.
Lo óptimo es que tanto el PLC como CxL, con todos los errores de cada uno de ellos, unos más grandes que otros, participaran en una misma coalición opositora. Y eso no significaría que se unieron. No significaría la Unidad Liberal, significaría equilibrio y fortalecería a toda la oposición. Los últimos acontecimientos relacionados con la crisis interna en el PLC nos alejan de eso.
Kitty Monterrey, al frente de CxL, no puede seguir presentando una solución nacional desde una posición con un sesgo ideológico muy marcado. Un único partido y una única ideología no son solución para Nicaragua. Como todos los partidos políticos, ella debería entender que su papel es el de ser vehículo para las voces de Abril. Creo que hace una mala apuesta insistiendo tanto y ahora, en esta etapa, en un discurso antisandinista sin distinguir entre disidentes sandinistas y militantes de la dictadura. Podría serle más rentable cuando todo esto pase y la gente se alinee con los partidos que enfrentaron al Frente.
¿Detrás de CxL está la búsqueda de un “aterrizaje suave” para Ortega? No lo creo porque Ortega no quiere aterrizar el avión bajo ninguna circunstancia. ¿Hay un arreglo con Ortega, CxL y los empresarios por debajo de la mesa? Yo no veo indicios. Lo que miro, más bien, es que buena parte del empresariado más grande del país está en una situación de indiferencia ante la realidad nacional, lo que complica las cosas. Pero no miro a esos empresarios acercándose a Ortega. Y no, porque no haya condiciones materiales y políticas para un nuevo arreglo entre los empresarios y Ortega, sino porque Ortega está apostando a fortalecer su propia clase empresarial encabezada por sus hijos. Y lo más importante, porque los empresarios jamás coincidieron ideológicamente con Ortega, aunque lo veían como factor de estabilidad. Hoy, Ortega es todo menos factor de estabilidad. En estas circunstancias cualquier arreglo con Ortega carece de valor estratégico.
¿Y el PLC? Tendría que resolver su litigio actual entre los dos grupos que hoy se disputan la legalidad del partido, el grupo de María Haydée Osuna, que reclama la presidencia del PLC y desconoce la presidencia de Miguel Rosales, y el grupo de Rosales, elegido por el grupo de Alemán, que hasta hoy mantiene control en el PLC. El grupo que lidera Osuna cometió un error al entregarle la decisión sobre quién preside el partido al Consejo Supremo Electoral, porque ella y todo mundo sabe que el Consejo está controlado totalmente por Ortega. ¿Por qué no fueron capaces de un arreglo previo, por qué entrar a un juego que los lleva a las manos de Ortega?
Si yo hubiera estado en los zapatos de María Haydée, en vez de ir al Consejo a que decida cuál es el PLC legal, hubiera aliado a mi grupo de liberales con la UNAB o con la Alianza. Eso hubiera aportado al conjunto de la oposición una fuerza liberal, aunque sin casilla legal, como están otros partidos.
Ahora, lo que hay es un litigio en manos de Ortega y más desconfianza entre todos: que Alemán tiene un pacto viejo con Ortega y Haydée tiene un pacto nuevo con Ortega… y ambos en manos de Ortega. Eso ya hace inviable la casilla del PLC y nos deja a todos con menos opciones de casilla electoral como vehículo. Porque ahora sólo tendríamos dos: la casilla de CxL y la de los evangélicos del PRD.
Este mes, el secretario de Estado Mike Pompeo mandó un mensaje buscando apresurar la solución a la crisis creada por esta disputa en el PLC al informar que se le suprimía la visa de entrada a Estados Unidos a Arnoldo Alemán, a dos de sus hijos y a su esposa, María Fernanda Flores, vicepresidenta del PLC en el grupo de Rosales. Pompeo argumentó la medida en actos de corrupción que “aún repercuten en Nicaragua”. Creo que el gobierno de Estados Unidos miraba los vientos que soplaban, miraba el conflicto entre los dos grupos que hoy se disputan la legalidad el PLC y consideró que esa litis se había convertido en un cáncer interno que socavaba la unidad de la oposición. Y golpeó la mesa y saltaron las fichas. Eso permite ahora ver más claramente el panorama a quienes no querían verlo.
Días después, María Haydée Osuna, diputada por el PLC, solicitó al Legislativo que María Fernanda Flores, también diputada por el PLC, fuera despojada de su diputación y de su inmunidad… No sé si será posible a estas alturas, pero yo hago votos para que Miguel Rosales llegue a un acuerdo con María Haydée Osuna, en un arreglo en que Arnoldo Alemán no participe y todos juntos los liberales del PLC entren en la unidad opositora, sin casilla, pero ya sin esta crisis. Y deberían entrar porque aquí nos necesitamos todos. Necesitamos de todos, de nuestros aliados naturales, de los no naturales… y hasta de los desnaturalizados.
Volvamos al momento actual en el que está la oposición. Está la UNAB, creyendo que la Coalición Nacional hay que reformarla desde dentro para ampliarla. Y está la Alianza creyendo que no funcionaba y buscando ampliar la unidad opositora desde afuera. Sin embargo, ni la Alianza ni la UNAB creen que deben dejar a la otra organización a la orilla del camino.
Admito que hay radicales en ambas organizaciones que así lo piensan, pero ni son la mayoría en la Alianza ni tampoco en la UNAB, ni tienen capacidad de llegar a serlo. En estos momentos debemos trabajar en acercamientos en todos los sentidos y con todo el mundo. Hoy hay gente de ambas organizaciones hablando con todo el mundo. Eso es positivo porque a veces los acuerdos vienen por donde menos se espera y es en los niveles más básicos de la comunicación donde se logra abrir una puerta.
Ahora, la labor que tenemos todos los opositores, estructurados o no estructurados, organizados o no, es hablar. Hablar con todos. Ponernos en los zapatos de los otros.
A quienes desde Abril entraron en política les cuesta entender que la desconfianza es siempre el día a día en la política. Y cuesta entenderlo porque en la vida es lo contrario: si nos metemos a una asociación, a un grupo, a un club, es porque ahí encontramos amigos o conocidos que nos dan confianza. No es así en política. Es permanente la desconfianza mutua. Por eso hay que hablar y hablar con todos para ir logrando reducir esas desconfianzas hasta superarlas. En política, el poder de la comunicación personal es importantísimo.
Ante la dictadura, que es el tiburón que enfrentamos, tendremos que entender que ningún grupo es suficiente y que todos son necesarios. Hoy miramos todo nebuloso y desarmado, pero yo quiero creer lo que enseña aquel dicho: Nunca es más oscura la noche que cuando va a amanecer. Creo que estamos entendiendo, poco a poco y con tardanza ante la esperanza de la gente, que el barco tiene que ser más grande para que todos quepamos en él. Y que necesitamos de todos para lo que sea, sea que esto se resuelva por la vía electoral o sea que nos toque la vía de la resistencia pacífica indefinida. En cualquiera de ambos casos, la elección de noviembre de 2021 será un parteaguas. Y habrá que decidir qué hacer y cómo hacerlo. Y la decisión que tomemos respecto a las elecciones requiere de mucha conversación previa.
A pesar de la pandemia y de la represión, en la organización territorial hemos logrado avanzar mucho, tanto la UNAB como la Alianza. Actualmente, en la Alianza tenemos directivas electas o grupos de trabajo. Para todos los efectos son lo mismo, son unidades territoriales organizadas. Tenemos 7 directivas distritales en Managua, 132 directivas o equipos de trabajo municipales y 15 directivas o equipos de trabajo departamentales.
La UNAB tiene directivas en 123 municipios. Tiene menos directivas departamentales que nosotros, pero eso es por cómo ha sido su dinámica en la organización. Nosotros hicimos primero un equipo departamental y ese equipo fue organizando los municipios. Y la UNAB fue directo a los municipios y desde ellos fue llegando a los departamentos. En la Alianza tenemos mayor densidad en lo departamental, aunque no mucha más, y la UNAB tiene menor densidad en los municipios, aunque no mucho menos. Para todos los efectos, la Coalición Nacional tiene prácticamente las mismas directivas que tiene la UNAB, que es parte de la Coalición, y me atrevo a decir que la UNAB tiene más directivas que las que ha logrado el PLC.
La Alianza y la UNAB están bastante niveladas en presencia territorial. Las voces de Abril, el efecto que tuvo Abril, se refleja fundamentalmente en quienes están organizados en la Alianza y en la UNAB, no tanto en quienes se organizan con los partidos políticos. Yo he andado en todo el territorio y doy fe que los partidos políticos existen sobre todo en las áreas rurales, y el que más presencia tiene es el PLC, no necesariamente siguiendo a Alemán. Después le sigue CxL.
A comienzos de septiembre, quisimos hacer una prueba de la organización que habíamos logrado en la Alianza con la estrategia que llamamos P198, las papeletas con el rostro de Ortega y el “SE VA”. Las hicimos llegar a los 132 municipios en los que tenemos organización y tuvimos reportes de 83 que nos mandaron evidencias de que la habían puesto: foto de la papeleta, lugar donde la pusieron y hora en que la pusieron. Eso no significa que en el resto la rechazaron. Algunos nos dijeron que la pusieron pero que tuvieron temor a sacar la foto, otros dijeron que salieron a ponerla y los siguieron.
Yo creo que a estas alturas, tanto la Alianza como la UNAB, tienen una estructura territorial suficientemente fuerte como para forzar situaciones dentro del conjunto de la oposición. No en todo el país y no ante la dictadura. Pero sí ya son lo suficientemente fuertes para conseguir cambios en los territorios. Entonces, si llegamos a un acuerdo de qué hacer para las elecciones de 2021 y a un acuerdo para la selección de candidatos a diputados, los territorios los elegirán entre su gente. Habríamos logrado que quien vaya de candidato a diputado salga del territorio. Sería un logro porque así les habríamos quitado a los partidos políticos la principal arma que tienen en el territorio: poner a los suyos en listas.
Sabemos que la lealtad a un partido político no deviene del carisma de sus líderes, mucho menos de la ideología del partido. Deviene de que el líder los ponga en la lista de candidatos. Y es por eso que los partidos nunca han aceptado la votación uninominal, porque en esa fórmula te eligen o te reeligen si eres bueno, no si el partido te pone en la lista. Las listas son un método altamente clientelar y estoy seguro que, con la organización que ya hemos conseguido y con un buen método de selección de candidatos en el territorio, los candidatos serán o de la Alianza o de la UNAB o del Movimiento Campesino, no de los partidos. La lista nacional de candidatos a diputados podríamos tener que negociarla pero las listas de diputados departamentales son innegociables y tendrán que salir de los candidatos escogidos en los territorios.
¿La iglesia católica, las iglesias evangélicas apoyan a la oposición? Lo que hemos experimentado en los territorios es que los pastores evangélicos y los sacerdotes católicos nos han ayudado. Hablamos con ellos, nos contactan con líderes locales.
En los territorios se comprueba que el sector evangélico no es sandinista, como a veces el régimen quiere hacer creer. Lo comprobamos en lo que fue “el corredor de la Contra”, esos 26 municipios que van en el norte desde Murra y Quilalí hasta llegar a El Almendro en el sur -ahora ya son 28, porque dividieron a El Cuá-Bocay en dos e hicieron municipio a Mulukukú-. En este corredor, el 90% o más de todos los pastores evangélicos fueron comandos de la Contra durante la guerra de los años 80. Con los delegados de la Palaba católicos pasa lo mismo. En la zona del Pacífico abundan pastores evangélicos que fueron militares, que son retirados del Ejército Sandinista. Esta migración de la guerra a la religión debería ser objeto de un estudio para entender mejor el fenómeno.
Hoy, cuando el 80% de la sociedad es opositora al régimen, párrocos, sacerdotes católicos y pastores evangélicos, son correas de transmisión de los sentimientos de la sociedad y casi nunca están ajenos a lo que la gente siente. Habrá algunos, pero en su mayoría los líderes religiosos no sólo guían a la sociedad, sino que la sociedad los retroalimenta.
La represión ha obstaculizado la organización territorial y la ha complicado mucho. Impiden que nos movilicemos, nos siguen, nos asedian a donde vayamos, no nos dejan salir de la casa, rodean el lugar donde nos reunimos… Y todo esto se combina con otra cosa que considero peligrosísima: las alocuciones de la Vicepresidenta, ese rosario de diatribas y ofensas que nos lanza tan frecuentemente. Los nicaragüenses, y hasta yo lo he hecho, hacemos burla de sus epítetos.
No olvidemos lo que pasó en Ruanda: antes de la guerra civil entre hutus y tutsis, los hutus pasaron mucho tiempo llamando “cucarachas” a los tutsis. Así quisieron despojarlos de su humanidad para que cuando llegara la hora de matarlos, nadie sintiera que mataba a una persona. Ese agresivo y despectivo discurso oficial que nos llama vampiros, bacterias, comejenes… pretende lo mismo: despojarnos de nuestra humanidad, convertirnos en una lacra social.
Aunque algunos lo dicen, creo que en Nicaragua no vamos en camino al modelo político cubano, pero en cuanto al modelo represivo sí seguimos a los cubanos. El modelo cubano de control social y de represión se implementó al comienzo de la revolución, en los años 60, cuando estaba en marcha una revolución sumamente popular entre una población que aceptó como bueno ese control, y con un Estado que sustituyó casi totalmente a la empresa privada. Aquí no podemos ir hacia el modelo político cubano porque Ortega ni es popular y mucho menos podría nacionalizar la economía, porque no tiene cómo sustituir los medios de producción.
En cuanto a la represión contra la oposición, y después de la matanza de 2018, sí me parece que Ortega sigue las pautas represivas del modelo cubano: no dejar movilizarse a los líderes opositores, infiltrarlos, hacer sentir a la población que somos una minoría… Asesoría cubana para la represión no sé si la hay. Escuela sí y vemos que los métodos se parecen muchísimo.
Aquí cabe recordar que en los años de la revolución, Nicaragua tuvo dos fuentes principales de asesoría: Cuba y la Alemania del Este. En Cuba el modelo era y es de partido único. Poca gente sabe que en la Alemania de Honecker había un partido de oposición al Partido Comunista, que era el Partido Campesino. El partido de Honecker no era único, sino hegemónico. Y es ése, el modelo de la Alemania del Este, el que siguió Ortega.
El modelo de Ortega no es el de partido único como en Cuba, el suyo es el de un partido hegemónico. Y por eso necesita de una oposición funcional. En este sentido, les aseguro que nadie de quienes están en la Alianza o en la UNAB es oposición funcional a Ortega.En ambas organizaciones hay oposición de verdad. Tenemos serios problemas para ponernos de acuerdo, eso sí. Pero nadie le está haciendo el juego a Ortega.
La Policía acosa constantemente a los liderazgos opositores en todo el país. Y no hace diferencias. Pareciera que la Policía tiene más clara la unidad entre nosotros y en la represión no diferencia si alguien es de la UNAB, si es de la Alianza, si del PRD, si de CxL… De pronto, y ahí sí siguiendo el modelo cubano, le permite a alguno más que a otro, a veces sube o baja el tono con alguien o con algún grupo. Eso es calculado, es para dividirnos, para que desconfiemos y sospechemos unos de otros.
Quiero señalar otro aspecto importante, como resultado de la represión y del lenguaje oficial ofensivo contra la oposición. Eso pretende destruir la conexión comunitaria entre los nicaragüenses. Estamos llegando al punto de que en el barrio no confiamos en el vecino o en el de enfrente, que en el trabajo no confiamos en el de al lado… Se está produciendo una ruptura grave de la fibra social, se está rompiendo la solidaridad basal de la comunidad. Es increíble lo que me contó recientemente la hermana de un preso político: que a su hijo, de tres años, que es diabético, lo dejaron de atender con insulina en el centro de salud porque el CPC del barrio los denunció como “golpistas”.
Cosas como ésas son el daño mayor de la represión. Ya era bastante tener una sociedad con individuos no preocupados por el de al lado -realidad que generan los modelos económicos inequitativos-, para que ahora le sumemos estas divisiones, nunca vistas hasta ahora en nuestra sociedad.
Cuando todo esto pase, confiar de nuevo entre nosotros no va a ser fácil. Se está sembrando mucha desconfianza. Y sin embargo, no todo está perdido, porque en medio de tantas desconfianzas y de las rupturas de la fibra social, hemos logrado enfrentar la pandemia. El virus nos ha atacado cinco o diez veces más que las cifras oficiales que da el gobierno. Pero aún con esas cinco o diez veces más hemos aguantado y no gracias al gobierno, sino gracias a nosotros mismos. Autoconvocados fuimos capaces de enfrentar el peor momento de la pandemia sin que el régimen nos cuidara, cuando el régimen apostó al contagio.
Sí, la represión nos ha complicado las cosas. Pero Ortega tiene ahora una gran mala suerte. Se llama Zoom, se llama Jitsi, se llama Gotomeeting, se llama Whatsapp… todas esas plataformas que nos permiten comunicarnos y trasladar a ellas nuestra capacidad de organizarnos. Cuando recorro los territorios insisto en que las usen y si no quieren o no pueden usarlas, les digo que de cualquier modo se organicen. “No tiene que ser en la Alianza, pero ¡organícense!” Porque sólo organizados vamos a cambiar Nicaragua.
Lo que hicimos ante la pandemia nos demostró que tenemos capacidad de hacer cosas grandes. Enfrentamos el virus con mucha más pobreza que otros países, pero con una decisión férrea de sobrevivir. Recuerdo días enteros con las calles de Masaya desiertas… Ahora, la solidaridad autoconvocada para ayudar a los damnificados por los huracanes nos dice que, a pesar de la represión, la base comunitaria es rescatable cuando todo esto pase. Y esto va a pasar.
Va a pasar porque si hay algo que Abril dejó claro es que pulverizó la sucesión familiar planificada por Ortega. Ahora están intentando reconstruirla. Pero, al pulverizarla, y teniendo a Ortega de salida por su edad, su sustitución provoca mucha incertidumbre en su base: quién… y qué pasará después…y cómo será el mañana… Quiéranlo o no Ortega y Murillo, la transición política empezó antes de Abril y a partir de Abril ya es indetenible.
Lo de hoy son dolores de parto, no dolores terminales. Si la criatura va a salir buena, dependerá de muchas otras cosas, dependerá de nosotros mismos. Los nicaragüenses somos muy dados a la arrogancia y cuando nos convertimos en líderes terminamos creyendo que tenemos siempre la razón. Y si no superamos esto, esto puede llevarnos a otro período autoritario.
No estoy minimizando la falta de unidad. No la hemos logrado, pero creo que hay voluntad de conseguirla, a pesar del montón de diferencias y de intereses que hay entre nosotros. He andado muchos años en la política y creo que la política es lo que es y estoy convencido, por eso, que aunque hay que sentarse a discutir basados en principios, en esa discusión hay que tomar en cuenta las aspiraciones y ambiciones de todos los que están sentados a la mesa. Evadir el discutir cosas concretas no ayuda.
Sólo discutir lo que nos une, que hay que sacar a Ortega, no empodera a cada grupo. Además, y lo repito continuamente a las personas a las que organizamos: “No tengan temor en decir que quieren un cargo público”. Los cargos públicos son para servir, no son una lotería para sacarse algo. Son para gente que quiere que el país funcione. Abril dejó muchos nuevos liderazgos a los que hay que darles espacios. A estudiantes, campesinos, autoconvocados, profesionales que salieron de Abril los necesitamos en la Asamblea y en las alcaldías. No es que ellos necesiten llegar a esos cargos. Los nicaragüenses los necesitamos, necesitamos que lo que surgió en Abril llegue al gobierno y genere el cambio que necesitamos.
También admito que hay un montón de temas muy controversiales que van a poder ser discutidos sólo si retomamos la democracia. Las opiniones ideológicas son actualmente sobranceras porque aquí y ahora sólo vale la palabra del dictador y todo lo demás es “plática de presos”.
De nada sirve estar discutiendo sobre asuntos ideológicos, que son interesantísimos y apasionantes, cuando lo que tenemos que discutir es cómo tener democracia en un país en que empezamos a tenerla. Tanto los temas ideológicos como otros temas difíciles en un país como el nuestro, tan conservador, no son para discutirlos ahora. Tampoco para imponerlos como si no se pudieran debatir nunca. Y aquí quiero decir algo que poca gente sabe: todos los grupos que están en la UNAB que mantienen la agenda de género, la de la interrupción del embarazo, la de los derechos de la diversidad sexual, firmaron un compromiso de no incluir esa agenda en el debate hasta que retorne la democracia al país. No han renunciado a esos temas, pero saben que lo primero es salir de la dictadura y que sólo después podremos discutir todo eso.
El problema ahora es saltar la barda que nos separa de la democracia. Sólo si la saltamos habrá un espacio en el que podremos discutir muchas cosas. Pero si no saltamos la barda que es Ortega, no habrá un espacio donde discutir nada y nos vamos a quedar de este lado, comiéndonos entre nosotros mismos.
Reconozco que hemos perdido mucho tiempo. Pero también tenemos tiempo por delante. Yo creo que si de aquí a 2021 hacemos un buen trabajo, la oposición quedará sólo en dos bloques: el que va a ir a las elecciones asumiendo que hay condiciones mínimas, y el otro bloque, el que, a pesar de las condiciones mínimas, va a llamar a la abstención. Creo que la división de dos o tres bloques con dos o tres candidatos candidatos podemos hacer algo aún para evitarla. Pero de que se quede un bloque pidiendo la abstención no nos salvamos.
¿Qué prevalecerá? Va a depender de qué capacidad tenga el bloque que vaya a las elecciones de generar esperanzas y qué credibilidad tenga. Y dependerá de quiénes lideren la abstención y cuánta credibilidad tengan. Para mí, el mayor enemigo después de la desunión es la abstención. Y negarse a ver ese enemigo nos aleja de hallarle solución, porque ya está ahí presente.
Entiendo el desánimo, porque hemos perdido mucho tiempo y se mira a Ortega como invencible y eso desalienta. Pero debemos entender que el camino que iniciamos en Abril no tiene retroceso. Tenemos que encontrar un método para elegir un liderazgo de toda la oposición. Y ese liderazgo, sea bueno o malo o regular, va a tener que asumir y vamos a seguirlo todos. Yo deseara que los liderazgos colectivos primaran, pero creo que todavía este país necesita que el liderazgo colectivo se exprese y se refleje en alguien concreto. Por eso, la candidatura presidencial, sea quien sea, va a ser muy importante, porque al generar la dinámica propia del tradicionalismo político de Nicaragua, generará también unidad.
A pesar del tiempo perdido y de todo lo que ha ocurrido recientemente soy optimista. Porque veo en los territorios que la gente de la Alianza y la de la UNAB se llevan muy bien y están caminando y colaboran en muchas cosas. Lo que veo también es que cuando llegue el momento de tomar la decisión de ir o no ir a las elecciones ésa va a ser una discusión que seguramente nos va a fracturar.
Será una discusión muy compleja que va a fracturar Alianza-Alianza, Alianza-UNAB y UNAB-UNAB… Y es que en todos los territorios y en las dos organizaciones hay grupos que dicen que quieren ir y grupos que dicen que no debemos ir. En el exilio hay una mayoría que dice que NO y una minoría que dice SÍ. En la Alianza es minoría los que dicen NO. Y en la UNAB están como a la mitad el SÍ y el NO. En la Coalición, como está controlada por los partidos políticos predomina el SÍ, porque la misma naturaleza de los partidos los lleva a participar.
Pero la decisión que tendremos que tomar el próximo año no será solamente ir o no ir a las elecciones. Aclarando que no hablo en nombre de nadie, sino en el de Eliseo Núñez, les digo que la pregunta no será si vamos o no vamos, la pregunta que nos tendremos que hacer se basa en la certeza de que Ortega se va a robar las elecciones, y sabiéndolo, tendremos que preguntarnos: ¿Podemos arrebatárselas de las manos si se las roba? Y si la respuesta es SÍ, decimos SÍ aunque se las vaya a robar. Si la respuesta es NO, si vemos que no tenemos capacidad de arrebatárselas, tenemos que cambiar de estrategia porque estaremos ante la necesidad de prepararnos para un juego de más largo plazo.
Creo que ésa es la pregunta que debemos hacernos y que va a ser bien difícil de contestar en el momento en que ya tengamos que discutirla. Y para discutirla tendremos que haber logrado cohesión. Y lograr cohesión pasa porque todos tratemos de bajar de nuestros pedestales y tratemos de ver al otro no como alguien funcional al régimen, sino como alguien que es opositor y que tiene una táctica distinta a la nuestra.
En este momento, yo no sabría decir si hay más población dispuesta a ir a las elecciones para arrebatárselas a Ortega que más población decidida a abstenerse. Yo hablo con la gente más brava, con los que se están organizando y en las estructuras organizadas la gente quiere ir a pelearla. Pero eso no significa que ésa sea la opinión mayoritaria en la población.
Permítanme para terminar un recuerdo personal. En 1979, en los últimos días de la insurrección armada contra Somoza, yo tenía seis años y mi madre trabajaba por Ticuantepe. Mi papá fue desde Masaya, donde vivíamos, a buscarla para ponerla a salvo. Ni mi papá ni mi mamá regresaron hasta después de dos días. Recuerdo a mi abuela contándome por qué no volvían, consolándome. Cuando lograron regresar decidieron dejar Masaya. Recuerdo ir saliendo por la calle principal de Masaya, a pie, con las pocas cosas que podíamos llevarnos.
Recuerdo que mi papá me llevaba con la mano puesta en la cabeza, en la nuca, y cada vez que sonaba un disparo me bajaba, me agachaba hasta tocar la calle y cuando se dejaban de oír los disparos seguíamos caminando. No recuerdo haber llorado, pero sí recuerdo que sentí un miedo horrible desde que desaparecieron mis papás hasta que hice aquel camino por una calle llena de barricadas y entre las balas. El 19 de junio de 2018 tuve que sacar de la casa a mi hijo pequeño, cuando entraron en Masaya los paramilitares de la “operación limpieza”. Tenía los años que yo tenía. Instintivamente, le puse la mano en la cabeza como me la había puesto mi padre a mí. Mi hijo tampoco lloró, pero sé que sentía el mismo miedo que yo tuve. Y al tocar su cabeza la pregunta vino a mí: ¿Por qué cuarenta años después mi hijo tiene que vivir lo mismo que yo viví?
En este país tenemos que cambiar. No podemos permitir que esta transición que ya empezamos en Abril nos lleve a otro ciclo de autoritarismo. Tenemos que luchar porque la democracia pueda funcionar en Nicaragua. Y como dije al principio, lo que nos toca ahora es hablar, hablar, hablar entre todos, oírnos entre todos, asumiendo que el otro que no piensa como yo está jugando de buena fe. En parte, lo que ocurrió recientemente fue por pensar que el otro juega de mala fe. En este momento tenemos que hablar entre todos. Tenemos que saber por qué el otro desconfía de mí y preguntarnos qué hacer para que confíe. La unidad se va a resolver con voluntad y con empatía. No todo está perdido. Déjenme ser optimista.
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