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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 151 | Agosto 1994

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Honduras

Luces de cambio en un país a oscuras

Maestros bananeros, indígenas y militares reclaman salarios justos, dignidad, derecho a la tierra, fin de la impunidad y del enriquecimiento del alto mando. Son luces que dan batalla a tinieblas que son históricas.

Mario Posas

La devaluación de la moneda nacional y la inflación que no cesa tienen al borde de la desesperación a la gran mayoría de los Hondureños.

A hacer más desesperante la situación contribuye el severo programa de racionamiento de energía eléctrica que vive el país, con intensidad creciente, desde finales del primer trimestre del año. Después del campeonato mundial de fútbol -cuando hubo un respiro en los apagones- los hondureños volvieron a una oscuridad de más de 12 horas diarias de corte del fluido eléctrico.

Volvieron los candiles y creció la delincuencia

¿ Las causas de tan densas y prolongadas tinieblas? Hay varias. Lo que un vocero de la Iglesia Católica denominó "inaudita" incapacidad planificadora del gobierno. Los inviernos de los últimos cuatro años con relativa sequía. Y el notable incremento de la demanda de electricidad experimentado en los últimos años, procedente principalmente de las industrias maquiladoras. Tampoco han faltado insinuaciones a la hora de explicar la crisis: la incapacidad planificadora del gobierno anterior habría sido fríamente calculada para favorecer los intereses económicos de los sectores empresariales que abogan por la privatización del sector eléctrico.

Honduras necesita 470 megavatios diarios para abastecer de energía eléctrica a todos los usuarios del país. La represa Francisco Morazán, "el Cajón", que ha estado cerca del colapso por falta de agua para mover sus turbinas, tiene capacidad para producir 300 megavatios, pero hoy no llega a 150. Para cubrir el faltante, desde junio Honduras compra 10 megavatios a Panamá, 15 a Costa Rica y 24 a Electricidad Cortés (El COSAL), una empresa privada hondureña creada a finales del gobierno Callejas. Se espera que la crisis empiece a encontrar un camino de solución cuando en octubre lleguen al país dos plantas de energía eléctrica que el gobierno de México ha prestado al gobierno de Honduras. Las dos plantas pueden generar juntas unos 60 megavatios.

El racionamiento se inició con un corte de 5 horas diarias. Desde el 15 de julio pasó a ser de 12 y 14 horas diarias en dos fases 6-7 horas durante el día y 6-7 horas durante la noche. De 11 pm a 6 am, buena parte de las ciudades del país están a oscuras. La crisis de la energía ha creado condiciones propicias para el incremento de la delincuencia nocturna y del nivel de inseguridad ciudadana.

Y las tinieblas han cambiado considerablemente la vida de la mayoría de los hondureños. El racionamiento de energía ha ruralizado la vida de las principales ciudades de Honduras. Ha vuelto a aparecer la candelas, los candiles, las lámparas de gas, la linterna de mano, la estufas de keroseno y las radios de baterías. La crisis ha convertido las cocinas eléctricas en un adorno casi inútil. Para defenderse de la crisis, los que tienen más dinero han acudido a motores de todos tamaños que generan energía eléctrica y que atolondran con sus ruidos trepidantes todos los rincones. Las ventas de estos motores -mercancía de especulación se han incrementado en un 300%.

Un drama diario

Dos son las medidas tomadas en junio por el gabinete económico para detener otras "tinieblas", las de la devaluación y la inflación: 1) Subir el encaje bancario en 6 puntos y mantener un alza gradual del mismo: un punto cada 15 días hasta llegar al 40% en septiembre. Con esto, se espera reducir y dolarizar el circulante en lempiras. 2) Poner bajo control del Banco Central todas las divisas que ingresan en la banca privada y en las casas de cambio para venderlas a un precio unitario a través de una subasta diaria de divisas. Con esta medida, se ha logrado evitar el acelerado deterioro de la moneda nacional frente al dólar. El lempira se cotiza a unos 8.78 por dólar.

Las dos medidas no han logrado, sin embargo, detener la inflación y la especulación, que día tras día hacen que los precios de los productos básicos queden fuera del alcance de la mayoría de los hondureños. No sólo la carne de res o de pollo se han vuelto platos de lujo También los frijoles. Todo sube de precio menos los salarios: es el lamento constante de casi todos. Algunos observadores estiman que el país vive uno de los más dramáticos momentos económicos de su historia recién a causa de la inflación, dramática realidad no bien reflejada en el frío e inexpresivo 16% de inflación acumulada en lo que va del año que ha reconocido el Banco Central.

Maestros en lucha

Intentando hacer frente al grave deterioro de sus salarios por la devaluación y la inflación, el gremio de los maestros y el de los afiliados al SITRATERCO, Sindicato de Trabajadores de la Tela Railroad Company, empezaron a movilizarse desde junio en demanda de reajustes salariales. No es casualidad que hayan sido estas dos organizaciones las iniciadoras de esta lucha.

Entre las organizaciones populares nacionales, son de las que tienen mayor capacidad reivindicativa y de movilización, y las que han estado a la vanguardia de la lucha por reajustes salariales en los últimos años. Un reajuste general de salarios ha sido la principal demanda que el movimiento sindical hondureño ha planteado al gobierno de Reina desde que estrenó el poder en enero. Desde abril, y bajo la dirección de la Coordinadora Nacional del Magisterio (CONAMA), que agrupa a todos los maestros de educación secundaria del país, los educadores exigían un aumento salarial del 100%.

El Presidente Reina reconociendo lo justo de la demanda, se reunió con ellos y en junio le ofreció un aumento del 40% para los 4 años de su gobierno, lo que representaba un aumento del 10% anual. Pero los maestros rechazaron la oferta y siguieron haciendo movilizaciones. Reina decidió entonces ofrecerles el incremento del 40% para los dos próximos años: un 20% anual. Los maestros aceptaron. Los de primaria recibirán un aumento mensual de 265 lempiras y los de educación secundaria, un incremento de 2.42 lempiras por cada hora de clase que imparten. Ambas reivindicaciones logradas representan 120 millones de lempiras extra sobre el presupuesto nacional.

Bananeros en lucha

La lucha de los sindicalistas del SITRATERCO ha sido mucho más difícil, con un costo social mucho mayor y con más fuerte repercusión en la vida económica, social y política del país. Las diferencias las hizo la frontera que marca el reclamarle al gobierno nacional y el hacerlo a una poderosa corporación multinacional norteamericana.

Los delegados que asistieron a la 35 Asamblea Ordinaria del SITRATERCO anunciaron el 11 de junio la decisión de los 6 mil 300 sindicalistas de irse a la huelga si la poderosa bananera no reajustaba sus salarios en un 48%. Después de un período de negociaciones en La Lima, ciudad de litoral norte, donde están las oficinas principales de la Tela y del SITRATERCO, los norteamericanos aceptaron sólo un aumento del 8%. Como rechazo, el 28 de junio se inició la huelga laboral.

Al prologarse ésta, las partes en pugna fueron invitadas Tegucigalpa para negociar con la mediación del Ministerio del Trabajo y del propio Presidente de la República. Como muestra de buena voluntad, la delegación sindical redujo su demanda a un 40% y la Tela decidió subir su propuesta al 9%. El Ministerio del Trabajo y el Presidente Reina cabildearon para que los trabajadores aceptaran la propuesta de la transnacional y así evitar el gran daño económico que tendría la prolongación de la huelga.

La delegación sindical aceptó la sugerencia de los funcionarios gubernamentales y el 5 de julio firmó, con la condición de que el acuerdo fuera ratificado por los más de 100 secretarios generales que en el SITRATERCO toman las decisiones de mayor trascendencia. Pero en una asamblea celebrada al día siguiente, los 100 rechazaron la propuesta salarial y exigieron una nueva.

Sigue el conflicto

El conflicto tomó entonces una nueva dimensión. El Presidente Reina declaró concluida la huelga, criticando acremente a la delegación sindical firmante por no haber sido capaz de persuadir a los secretarios generales y a las bases del SITRATERCO a que aceptaran la propuesta de la Tela. Los altos funcionarios de la multinacional bananera, apoyados en la posición presidencial, la publicitaron en los medios de comunicación escritos y decretaron concluido el conflicto laboral.

Los huelguistas decidieron ensayar nuevos mecanismos de presión y se tomaron una carretera de amplia circulación. El Presidente Reina ordenó al ejército que los desalojara y la orden fue cumplida con gases lacrimógenos y lujo de brutalidad. Del enfrentamiento salieron seis huelguistas heridos de balas y seis soldados heridos con piedras. La decisión del Presidente fue aplaudida por los amantes de "la ley y el orden" y abiertamente repudiada por una gran mayoría de los sindicalistas del litoral norte, quienes para solidarizarse con sus compañeros del SITRATERCO decidieron tomarse otra carretera de gran circulación desafiando a Reina para que ordenara su violento desalojo, lo que no ocurrió.

En sus primeras 3 semanas de lucha y tensiones, el conflicto - que se prolongó en una segunda fase por el despido de 57 dirigentes sindicales y el cierre de 2 fincas -significó cuantiosas pérdidas para la multinacional norteamericana y también para el Estado hondureño, que dejó de percibir una considerable cantidad de dólares en concepto de impuestos por la exportación de bananos.

Indígenas en lucha

El lunes 11 de julio, cuando el conflicto entre el SITRATERCO y la Tela se encontraba al rojo vivo, más de 3 mil indígenas -varones y mujeres- llegaban a Tegucigalpa -a pie y en camiones -en lo que denominaron Peregrinación por la paz, la justicia, la vida y la libertad.

En su mayoría, los indígenas eran del etnia lenca, a la que perteneció el legendario cacique Lempira, que enfrentó a los invasores españoles al inicio de la conquista de Centroamérica. Los indígenas se establecieron en la céntrica plaza La merced y en los bajos del Palacio Legislativo. Allí vivían y allí dormían. Allí cocinaban frijoles y plátanos verdes en enormes ollas. Desde allí conmovieron a la sociedad hondureña.

Bajo la dirección del notable dirigente lenca Salvador Zúniga, los indígenas, que enfrentaron a Tegucigalpa coreando la consigna "¡Lempira vive!" presentaron un pliego común de peticiones al Presidente de la República. Entre ellas, la creación de un nuevo municipio lenca con el nombre de San Francisco de Opalaca, la construcción de una carretera que comunique las áreas donde viven con otras más comunicadas del departamento del intibucá, el establecimiento de expendios de consumo popular a través de la estatal Suplidora de Productos Populares, la veda del bosque durante 30 años para que en este plazo se regenere la flora y la fauna, la destitución del gobernador político del intibucá y del alcalde municipal de Yamaranguila, la destitución del vicepresidente Juna de la Cruz Avelar, a quien acusaron de ser el principal depredador del bosque en sus áreas. Los peregrinos exigían también la inmediata titulación de las tierras de todas las comunidades étnicas del país. (Por la importancia del tema, lo ampliamos en artículo aparte).

Durante su permanencia en Tegucigalpa los peregrinos indígenas recibieron en todo momento el apoyo de la población, con alimentos, atención médica y otras formas de solidaridad. La peregrinación se vio también fraternalmente apoyada por buen número de sacerdotes de las áreas indígenas y de otras zonas y algunos se incorporaron como miembros de la marcha. En la capital, los indígenas dieron muestras de un alto espíritu de disciplina y se convirtieron en señal viva y contradictoria de pobreza material y de riqueza cultural.

Estalla una "bomba"

En un principio, el Presidente Reina y sus altos funcionarios vieron, tanto en la peregrinación indígena como en huelga del SITRATERCO signos de una conspiración contra el gobierno. En los días de la peregrinación y de la huelga se habló con gran insistencia de un golpe de Estado planificado por la oposición y por algunos militares, inconformes con el nuevo orden de cosas que va minando el rol protagónico de la institución armada en la sociedad hondureña.

Pero fue hasta el 22 de julio que salió a luz pública una denuncia que estremeció la estructura de las fuerzas armadas y dio un nuevo y definitivo curso a la tradicional impunidad de la que ha disfrutado el alto mando militar.

Oficiales, personal técnico y de tropa de la Fuerza Aérea Hondureña denunciaron públicamente y por escrito cosas de las que hasta ahora sólo se hablaba en círculos privados y en voz baja: el ilícito enriquecimiento del alto mando. El documento de denuncia fue enviado al presidente de la República el 11 de julio, pero sólo fue publicado por la Prensa once días después. Los oficiales acusados de corrupción en el escrito con el General Héctor Castro Cabús, ex-Comandante de la Fuerza Aérea y el Coronel Oscar Sevellón Moradel, actual Comandante del mismo cuerpo castrense.

El perfil que del General Castro Cabús esbozan sus subordinados es paradigmático. Según los denunciantes, el General es dueño de varias residencias millonarias, de varias haciendas, de terrenos urbanos, de un yate anclado en la paradisíaca isla de Roatán, de unas 2 mil cabezas de ganado, de una planta camaronera en el sur del país, de acciones en el Banco de las Fuerzas Armadas, en la industria Cementera -propiedad de los militares-, de acciones en hoteles de lujo ubicados en Roatán y Trujillo y de cuantiosas cuentas en dólares en bancos de Estados Unidos y del Caribe.

Entre las principales fuentes con las que llegó a amasarse esta fabulosa fortuna, los denunciantes señalan el tráfico de armas a la contra nicaragüense, el tráfico de drogas, el cobro de cheques de oficiales, técnicos, tropa y personal auxiliar ya dados de baja, la malversación con la ayuda militar norteamericana, la introducción de mercadería en aviones de la fuerza aérea sin pagar impuestos para ser vendida en el comercio local y la venta de gasolina asignada a la Fuerza Aérea a líneas aéreas comerciales.

En sus mejores tiempos, el General Castro Cabús y el Coronel Servellón Moradel ganaron como asalariados del Estado no más de 10 mil lempiras mensuales "¿Cómo es posible, señor Presidente y pueblo hondureño- preguntan los denunciantes -que estos señores amasen tanta riqueza con esos sueldos? Es la misma pregunta que se han hecho desde hace años otros muchos hondureños.

Los denunciantes no firmaron el documento. "No lo firmamos -se disculpan -por razones obvias, pues no quisiéramos perder nuestro empleo, que es el sustento de nuestra familia, o ser desaparecidos. Pero estamos todos a la orden para colaborar en el proceso de investigación y comprobación de éstos y otros hechos bochornosos para nuestra Honduras". Los denunciantes anónimos dejaron consignado también su repudió a la conducta autoritaria de ambos militares, quejándose de haber sido privados por los mismos de los derechos y beneficios de los que oficiales y técnicos de la Fuerza Aérea Hondureña habían venido disfrutando históricamente. La Fuerza Aérea ha sido tradicionalmente un cuerpo élite dentro del aparato castrense y uno de los sectores más ilustrados de las Fuerzas armadas.

La denuncia, surgida del propio seno del ejército, ha creado una gran expectación y será un importe test para determinar si el Presidente Reina tiene voluntad política para llevar adelante su pregonada "revolución moral". Servirá también para poner a prueba la capacidad del Fiscal General de la República comprometido públicamente a investigar a los "peces gordos" que se han enriquecido ilícitamente y a ponerlos tras las rejas. Ante un caso así - y ante más que pueden esperarse- se llega a la conclusión de que la "revolución moral" está implicando más desafíos que los que los mejores propagandistas del gobierno pudieron nunca imaginar.

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