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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 202 | Enero 1999

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Centroamérica

¿Qué debe cambiar en Centroamérica?

El 11 de noviembre, pocos días después de la tragedia del "Mitch", Misereor, organismo de cooperación de los católicos de Alemania, dirigió esta Carta abierta a los Presidentes de Nicaragua, Honduras, Guatemala y El Salvador. Es una voz profética que, en nombre de ciudadanos creyentes del Norte y en defensa de los pobres del Sur, reclama a los gobernantes del Sur que dicen representar a sus pueblos.

Josef Sayer

"Muy estimados Señores Presidentes: El huracán "Mitch" ha castigado a sus países, dejando tras sí un cuadro de desolación y miseria. Hemos visto el espíritu de colaboración y de compromiso entre los mismos afectados. Y en respuesta, pudimos ver también una ola de solidaridad.

* La comunidad internacional está llamada a colaborar resueltamente para enfrentar de inmediato este tipo de emergencias y contribuir a la reconstrucción. Como Obra de ayuda de los católicos alemanes, Misereor ha recibido numerosos pedidos de Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. En momentos tan difíciles para todos los centroamericanos, nos sentimos especialmente comprometidos con ellos, con quienes ya estábamos unidos a través de una serie de proyectos directos de cooperación. Al igual que otras organizaciones eclesiales o privadas, Misereor se siente obligado a responder y a no abandonar a su suerte a los afectados por esta tragedia. En estos días hemos sentido que, para ello, podíamos contar con el apoyo de una gran parte del pueblo alemán.

* No obstante, junto con nuestras contrapartes, nos preguntamos si lo sucedido fue sólo una fatalidad del destino, inevitable e inmerecida, si fuerzas naturales incontroladas e incontrolables son las únicas y principales responsables de la pérdida de tantas vidas y bienes materiales, ¿No es demasiado sencillo y cómodo negar toda negligencia humana y echar toda la culpa a la Naturaleza? ¿No estamos obligados a investigar las causas, los efectos y las interrelaciones existentes, a fin de evitar y contrarrestar catástrofes futuras, en lugar de lamentarnos y quejarnos a posteriori? ¿No es esta catástrofe de nombre "Mitch" una más en una serie de numerosas catástrofes menores, que año tras año asolan estas regiones y a sus habitantes y que son debidas principalmente a acciones humanas y a desarrollos equivocados?

* Las aguas desbordadas de los cauces de los ríos tenían el color oscuro de la tierra que arrastraban. Laderas de montañas y colinas fueron ablandadas y barridas por estos torrentes. Faltando en ellas una vegetación intacta, rodaron los escombros y los árboles arrancados de raíz por las corrientes de agua adquirieron una violencia destructora.

A partir de 1960 desapareció de América Central la mitad de sus reservas forestales. Los suelos de toda la región han perdido sus nutrientes y sufren los efectos de la erosión. Cambios climáticos, ocasionados en parte por el exterminio de los bosques, han trastornado las estaciones del año y en lugar de la alternancia del invierno y del verano, son cada vez más frecuentes las inundaciones y las sequías.

* ¿Son culpables los campesinos y los trabajadores agrícolas de estos desastres? ¿O no se deben quizás a la extrema concentración de la propiedad en manos de unos pocos? ¿Qué alternativas existen para las innumerables familias campesinas, que marginadas a tierras pobres en zonas ecológicamente frágiles, provocan con técnicas no adaptadas la degradación y la pérdida de los recursos naturales -agua, tierra y vegetación-, mientras que las superficies fértiles son utilizadas principalmente, por latifundios y por algunas cooperativas, para cultivos de agroexportación?

* La vulnerabilidad de las zonas urbanas y de su infraestructura, ¿no tienen también su causa en el éxodo constante hacia las ciudades de la población rural, pobre y empobrecida, a quien se le quita toda posibilidad de desarrollo? Cientos de miles de familias pobres de las ciudades grandes y medianas de la región, de Guatemala y de San Salvador, de Tegucigalpa y de San Pedro Sula, han construido sus casas de madera, lata y cartón en barrancos por los cuales corren desagües y ríos o en empinadas colinas. ¿No han sido casualmente éstos los grupos más afectados por la destrucción? ¿Qué posibilidades tienen ahora estas personas de construir casas seguras, que no corran el riesgo de venirse abajo de nuevo, barridas por otro temporal? ¿Hay esperanzas reales de que finalmente tengan acceso a propiedades legales, de que se les construyan tuberías para el suministro de agua y desagües y de que esas empinadas colinas sean reforzadas?

* En común acuerdo, los Presidentes de América Central se han propuesto como objetivo la reconstrucción de sus países. ¿Cuán seguro es el fundamento sobre el que se basa esa reconstrucción? ¿Qué condiciones están dadas para que en breve no sean nuevamente destruidos los puentes, las calles, las casas y las fuentes de alimentos y sobre todo, qué condiciones garantizan que otra tragedia no cueste la vida de tantas personas? ¿Qué debe cambiar? ¿Cómo debe orientarse la ayuda solicitada para ayudar a los necesitados y a las víctimas, más allá de la colaboración espontánea e inmediata? ¿Se puede impulsar una reconstrucción sin eliminar los riesgos y la vulnerabilidad de sociedades desequilibradas y de regiones económicas y ecológicamente inestables?

* Con derecho, los Presidentes de la región llaman a la comunidad internacional a colaborar en la reconstrucción. Por nuestra parte deseamos llamar a los responsables políticos a crear las condiciones para un desarrollo socialmente justo, económicamente equilibrado y ecológicamente apropiado.

* Nuestro llamado se refiere también a los mecanismos y criterios de la ayuda, a fin de que todos los necesitados tengan acceso a una ayuda eficaz y sin distinciones por el origen étnico, la clase social o el compromiso político. En el pasado, la ayuda ante catástrofes y situaciones de emergencia creó siempre nuevas dependencias. La ayuda -incluso la ayuda de emergencia- debería fortalecer esta vez la responsabilidad de cada uno y promover su independencia.

* No por último, menos importante. Gobiernos extranjeros y la comunidad internacional tienen una notoria influencia en los procesos de los países centroamericanos. La pesada carga de la deuda externa y la exigencia de ingresar divisas han aumentado en estos países la presión sobre los recursos naturales. ¿Cómo puede asegurarse que una posible condonación de la deuda externa favorezca el desarrollo social de todos y brinde protección al medio ambiente?

* Desde hace más de diez años los gobiernos de los países industrializados y las organizaciones multilaterales han procurado lograr desarrollo y estabilidad con la liberalización de la economía, la apertura del mercado y la promoción de las exportaciones. Para nosotros, es indudable que, al menos ante la catástrofe actual, el acento en la liberalización de la economía debe ser dejado a un lado en las estrategias de desarrollo. La necesidad de reformas económicas sigue existiendo, pero el aspecto social, la lucha contra la injusticia social y la pobreza reclaman nuevamente el foco de nuestra atención y deben ser el centro de nuevos conceptos y esfuerzos por el desarrollo. Misereor se comprometió en el pasado con este objetivo y continuará haciéndolo en el futuro.

* La devastación provocada por el huracán constituye una gran carga para toda la región. No obstante, quizás represente también una nueva posibilidad de alcanzar un desarrollo justo y sustentable. Para seguir este camino los responsables políticos necesitan valor, capacidad de previsión y el apoyo de todos quienes estén interesados en el bienestar colectivo.



Muy atentamente,

Dr. Josef Sayer, Secretario de la Comisión Episcopal MISEREOR"

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