México
Será una guerra contra "los del color de la tierra"
La "guerra contra el terrorismo" puede ser aprovechada
por las élites políticas mexicanas para sojuzgar aún más a los pueblos indígenas.
La nueva Ley Indígena es un error histórico.
Lo aberrante ahora será identificar el descontento indígena con el terrorismo.
Jorge Alonso
El 11 de septiembre, cuando el terrorismo atacó Nueva York y Washington, el repudio mundial a esta barbarie que implicó la muerte de miles de inocentes fue masivo. En Estados Unidos, después del estupor y del dolor, vino el odio y la sed de venganza. Un 85% de los estadounidenses se manifestó a favor de una acción militar inmediata y un 75% exigía represalias contra los culpables, aunque las represalias causaran víctimas inocentes. Entre los estadounidenses también se levantaron voces que demandaban justicia, pero no venganza. Las páginas editoriales de los diarios estadounidenses recibieron reflexiones opuestas a la guerra y en defensa de los derechos de los árabes-estadounidenses, mientras grupos civiles advertían que la guerra no era el camino.
No obstante, prevaleció el ánimo revanchista. El Presidente Bush declaró la guerra al terrorismo, alertando al mundo entero que no habría posibilidad de neutralidad: o se estaba con Estados Unidos o con el terrorismo. Bautizó su acción bélica como "Justicia Infinita", pero ante las críticas que recibió tuvo que cambiarle el nombre a "Libertad Duradera". Se atacaría a los terroristas y a los países que les dieran cobijo. No habría alternativa: o ayudaban a Estados Unidos en una guerra planteada como la del Bien contra el Mal, o sufrirían las consecuencias. Asistimos a un fundamentalismo de otro tipo, también de tono religioso. En la declaratoria de guerra hecha por el Presidente Bush nunca se apeló al derecho internacional y se advirtió que la guerra sería larga, y también insidiosa y cruenta. De entrada, debían suspendérsele a la CIA las restricciones a sus conocidas tácticas ilegales. La nueva guerra será también una guerra de información. Los militares anunciaron que van a mentir. Y presionan a los medios para que muestren lealtad. La censura no sólo tocará a los noticieros, llegará hasta los programas de humor político.
Como está planteada, la guerra podrá llegar a todas partes tratando de desarticular, por medio de la tecnología más sofisticada, las complicadas y renovables redes terroristas. Estados Unidos aprovechará la oportunidad para probar nuevos armamentos. Y como habrá violentas reacciones, crecerá el peligro de que se desaten respuestas con armas químicas y bacteriológicas. Más allá de los discursos, en ningún bando parecen importar las vidas de miles de inocentes ajenos al conflicto.
Fox: apoyo incndicional El gobierno mexicano se esmeró en mostrarse un entusiasta aliado de los Estados Unidos. El canciller Jorge Castañeda declaró que Estados Unidos estaba en su derecho de "buscar represalias" y que en esto el gobierno mexicano no le regatearía el apoyo. El Presidente Fox solicitó a los migrantes mexicanos en Estados Unidos que respaldaran a Bush y al ejército estadounidense, argumentando que México y Estados Unidos más que vecinos son una familia, y cuando "un malvado ataca su casa, ataca nuestra casa". En este mismo mensaje, Fox anunció a los estadounidenses que a donde quiera que fueran, el gobierno mexicano estaría con ellos para cualquier cosa que necesitaran. A la par, Estados Unidos se apresuró a concluir los trámites de regularización de estancias de mexicanos, lo que incluye el cumplimiento del requisito de alistarse al llamamiento de reservistas para nutrir los frentes de guerra. La televisión estadounidense en castellano anunció que los latinos estaban dispuestos a acudir al llamado a combatir y estaban entre los primeros reservistas por ser muy valientes.
¿Esta humillación traerá el fin de las soberanías? Los actos terroristas no tienen justificación, pero sí muchas explicaciones. La principal apunta al cúmulo de agravios sufridos por tantos países -no es posible que el soberbio poder estadounidense haya agraviado en grado sumo sin recibir respuestas-y a una globalización que margina y empobrece y que se convierte en caldo de cultivo de odios y resentimientos.
Este ataque contenía muchos elementos de la globalización. Lo presenció todo el mundo en tiempo real y el simbolismo fue evidente: los lugares representaban el mercado mundial y el poder financiero internacional, y el mayor poderío militar del mundo. Una potencia bélica asegurada por un escudo antimisiles fue vulnerable a aviones propios y a turistas y residentes. La humillación fue enorme, por eso la respuesta desproporcionada. En esta "primera guerra del siglo XXI", con los nuevos mecanismos de la globalización, Estados Unidos busca someter a su "Destino Manifiesto" no sólo a nuestro continente sino al planeta entero. Habrá más de un frente de guerra, y uno de ellos estará en el ámbito financiero: la banca mundial será fiscalizada, lo que afianzará la dictadura del capital financiero comandado por Estados Unidos, decidido a establecer un estado policíaco a nivel planetario.
Antes, con los peligros inherentes, existía el "equilibrio nuclear". Con la desaparición de la Unión Soviética, y al quedar como única e indiscutible potencia militar mundial, Estados Unidos ha aprovechado la tragedia para refrendar su hegemonía supeditando a los demás países, a los que disciplinará bajo su mando, sin posibilidad de que apelen a su soberanía. Aunque Estados Unidos tiene el derecho a defenderse, debería hacerlo acatando el derecho internacional, olvidado por completo en el conflicto. La guerra desatada por Estados Unidos incrementará las víctimas civiles, y entre ellas serán más los niños, los ancianos y las mujeres. En todos lados crecerá el fanatismo, se dinamizarán nuevas acciones terroristas de fundamentalistas, el terrorismo grupal será combatido con terrorismo de Estado, sufrirán los derechos civiles y la democracia, y aumentará el autoritarismo y el maniqueísmo.
Las guerras siempre han sido vías para que las potencias resuelvan sus crisis económicas. Ésta no será la excepción. De inmediato han sufrido las aerolíneas y los seguros -cuyos movimientos financieros previos brindan importantes pistas para entender mejor lo acontecido- y ha sobrevenido una situación de volatilidad y depresión en el mercado financiero. Será compensada a mediano plazo con el alza de las empresas de seguridad y las vinculadas a la industria bélica. Sobran los análisis de quienes señalan que al ampliar el foco de acción a un terrorismo disperso en muchos países árabes, lo que está realmente detrás de todo es el control de los recursos petroleros en esa zona del mundo.
Un desastre económico para México En países como México el desastre económico será grande. Para este año se había planeado un crecimiento económico mayor que el de la población. Pero la recesión estadounidense impactará en la economía mexicana llevándola a un crecimiento cero o aún más bajo. La guerra podrá incrementar las exportaciones petroleras -que se verán sometidas también a la especulación-, pero no las de otros productos, que sufrirán severamente. El turismo también se verá muy afectado. Muchas empresas se verán obligadas a paros técnicos. El desempleo aumentará y los capitales se reducirán. A pesar de todo, los empresarios mexicanos se solidarizaron con las decisiones de la política estadounidense.
La opinión públicaLas encuestas de periódicos mexicanos revelaron el primer impacto de los ataques terroristas en la población. Un 55% estaba de acuerdo con un ataque estadounidense a Afganistán y un 44% consideraba que éste debía darse si se comprobaba que este país protegía a Bin Laden. Un sondeo realizado por teléfono en un programa televisivo días después mostró que un 63% opinaba que el Presidente Fox estaba haciendo lo correcto, un 20% creía que había hecho muy poco, y el resto pensaba que había caído en excesos. Pareciera que una mayoría tiende al apoyo incondicional, aunque en esta clase de sondeos hay que tener en cuenta que responden quienes están viendo el programa, tienen teléfono y desean contestar. La misma encuesta, por Internet, reducía el apoyo, aunque siempre quedaba por encima del 50%. Es la tendencia.
En esta encuesta, se manifestaron también otras tendencias interesantes. Un 73% se pronunciaba contra el terrorismo y un mismo porcentaje no estaba de acuerdo con el envío de tropas mexicanas al conflicto. El gobierno mexicano tuvo que aclarar que no enviaría tropas a esta guerra y que su colaboración se centrará sobre todo en la información.
Chistes, miedos y análisisEl acontecimiento y sus secuelas mantuvieron a millones de mexicanos pegados a los televisores. La mayoría de los comentarios que aparecían estaban condicionados por la propaganda televisiva. Pero también se hicieron muchos análisis independientes. Como ante todo hecho terrible, no faltaron los chistes de humor negro ni las interpretaciones apocalípticas sobre el cumplimiento de las profecías de Fátima.
En las cartas dirigidas a los diarios aparecieron muchas posturas críticas de lectores comunes. Hacían eco a señalamientos lapidarios como el de Chomsky, quien calificó el hecho de "una atrocidad en respuesta a las atrocidades de Estados Unidos". Condenaban el terrorismo, pidiendo congruencia para que la condena abarcara el inveterado terrorismo de Estado practicado durante años con impunidad por Estados Unidos. Concordaban con Umberto Eco, quien calificó de "demencial" la cruzada estadounidense. Un nutrido grupo de intelectuales mexicanos repudió el discurso de Bush por alentar los sentimientos más agresivos de su país.
Fue muy importante la llamada de alerta para no permitir que se criminalice al internacionalista movimiento antiglobalización. Resulta urgente que se impida su persecución y hasta su aniquilamiento bajo el pretexto de que en sus protestas callejeras se propician "actos terroristas".
Socios, no achichinclesLos analistas mexicanos destacaron que los atentados habían sido "una respuesta bárbara a la barbarie de Estados Unidos", y hacían ver que la guerra santa convocada por Bush implica la destrucción del derecho. Frente a un crimen irracional la respuesta racional debería ser someterlo a la ley y castigarlo conforme a justicia pero la respuesta iba a ser tan irracional como el crimen, al proclamar la destrucción de todos los que no piensen como el que declara la guerra. El escritor Carlos Fuentes afirmó que los mexicanos eran socios de Estados Unidos, pero no sus "achichincles".
Las críticas al comportamiento del gobierno mexicano crecieron en dureza, pues suponían llevar a la nación a una indigna subordinación sin que hubiera mediado ninguna consulta con la población mexicana. El PRD demandó la destitución del Canciller mexicano por sus declaraciones ajenas al derecho internacional y contrarias a la postura de principios internacionales mexicanos de no intervención y a su tradición pacifista.
El Consejo Interreligioso, que agrupa a representantes de las Iglesias católica, anglicana, luterana y presbiteriana, y a budistas y judíos celebró una jornada por la fraternidad ciudadana y se pronunció por la paz.
Nuestros emigrantes: ¿cuántos murieron?En Nueva York vive una importante comunidad de migrantes mexicanos. La mayoría son ilegales provenientes de zonas depauperadas del estado de Puebla y de la zona suburbana de Neza en el estado de México. Se calcula su número en medio millón de personas. Algunos de ellos trabajaban en servicios de limpieza y de cocina en las Torres Gemelas. Las oficinas gubernamentales reconocieron la dificultad de precisar el número de quienes murieron puesto que muchos no usaban sus verdaderos nombres por temor a ser deportados. Tan sólo una semana antes de los atentados, el Presidente Fox había planteado en Washington la necesidad de un acuerdo migratorio entre los dos países y la favorable respuesta de Bush había sido interpretada como un importante logro del gobierno foxista. Con los atentados, el plan acordado o pasó a planos secundarios, o dejó ya de estar en la agenda de Estados Unidos.
En la comunidad de mexicanos en Nueva York opera una organización que lleva por nombre Tepeyac y que ha hecho una importante labor social. Con su auspicio y días después del atentado, un grupo de migrantes mexicanos realizó una marcha por las calles newyorkinas para repudiar el terrorismo, llorar a sus muertos, denunciar las manipulaciones por parte de los medios masivos, y hacer un importante llamado a favor de la paz. Aunque sean minoritarios, grupos como éste están proponiendo alternativas pacifistas y la crisis puede ayuda a gestar un movimiento a favor de la paz.
Contra "los del color de la tierra"El intelectual mexicano Adolfo Gilly ha advertido que la actual guerra es "contra los del color de la tierra", señalando que la acción violenta de un puñado de terroristas puede paralizar la organización de los oprimidos y de los agraviados exponiéndolos a las represalias de los poderosos. Según Gilly, el atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono fue un acto brutal y simbólico, pero no lesionó el poderío militar y financiero de Estados Unidos, sino que legitimó su terrorífica venganza. Y, como los agraviados por el poder militar y financiero de Estados Unidos son los del color de la tierra, hay que prever que serán ellos los acusados de terroristas y los expuestos al nuevo exterminio vengativo. La guerra sin frentes ni fronteras será contra los condenados del mundo y todo el que proteste contra la injusticia podrá ser señalado como potencial terrorista, quedando expuesto a ser aniquilado política y aun físicamente.
Desde hace muchos años, campesinos e indígenas, sobre todo de los Estados de Guerrero y Oaxaca, han optado por una larga guerrilla que ha ido adoptando diversos nombres ante la cerrazón política local, y ante la creciente miseria. En una guerra mundial en contra del terrorismo esta guerrilla se convierte en fácil blanco. A principios de agosto, el grupo guerrillero FARP había colocado tres artefactos explosivos en sucursales bancarias de la ciudad de México. No tenían capacidad destructiva, sólo pretendían resaltar la presencia del grupo. El gobierno se sobresaltó y magnificó el hecho, mientras los perredistas demandaban que se buscaran las vías del diálogo y de la concertación con los grupos inconformes. A mediados de agosto, el Ejército y la Procuraduría General de la República detuvieron a cinco sospechosos y anunciaron que en ocho Estados existían células de organizaciones guerrilleras. Los detenidos negaron ser de las FARP y uno de ellos reconoció pertenecer al ERP.
Ya había "cacería de brujas"La Procuraduría anunció que se daría a la tarea de buscar guerrilleros en la Universidad Nacional. Por su parte, el ERP precisó que dos de los detenidos eran hijos de uno de sus militantes, pero que los presos no pertenecían a su agrupación, y lanzó un llamamiento a los agrupamientos armados revolucionarios para reunificarse y prepararse para responder política y militarmente a la "cacería de brujas" emprendida contra ellos por el gobierno federal, al que acusó de reeditar la guerra sucia de los años 70. El jefe de gobierno del Distrito Federal instó al Presidente de la República a no aplastar a adversarios sino a abrir cauces de diálogo con ellos. La COCOPA precisó que, por la ley, sólo les atañía el diálogo con el EZLN. A finales de agosto, Fox anunció que se había abierto un proceso de investigación a 400 personas "muy peligrosas" involucradas con movimientos guerrilleros e insertadas en instituciones públicas y privadas.
La campaña de desprestigio se orientó contra la UNAM. Profesores eminentes consideraron que se había incrementado una especie de "guerra fría en contra de la cultura y del conocimiento", y que lo que buscaba el gobierno no era encontrar nexos de universitarios con guerrilleros sino detener las propuestas democráticas emanadas de la Universidad.
Ante el fracaso del diálogoAntes del primer informe presidencial, el Ejército Villista Revolucionario del Pueblo se adjudicó la colocación de dos cargas explosivas en la Bolsa de Valores y en la Secretaría de Agricultura, que no habían explotado al ser desactivadas por la policía. La agrupación, que anunció haber colocado los explosivos, aclaró que su intención era mostrar descontento por las políticas económicas del gobierno, por sus promesas incumplidas y por estar cerrado a los reclamos de amplios sectores de la población. Días después la Coordinadora Nacional Guerrillera José María Morelos y Pavón se atribuyó el estallido de dos pequeños artefactos explosivos. La Secretaría de Gobernación advirtió que los descontentos sociales o se expresaban por las vías legales o tendrían que soportar el peso de la ley. Era claro que el proceso de destrucción de la Ley Indígena y el fracaso gubernamental en dar salida pacífica a los reclamos de amplios grupos indígenas había alentado este tipo de expresiones, que constataban que el diálogo no servía para avanzar.
Lucha legal contra la Ley IndígenaDespués de que a mediados de agosto el Ejecutivo federal publicara las reformas a la Ley Indígena en el Diario Oficial, el EZLN calló y las comunidades y municipios indígenas comenzaron a expresar su voz de muchas maneras para rechazar la Ley reformada. El gobierno y el Congreso de Oaxaca presentaron ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación una controversia constitucional en contra de la Ley. Adujeron que afectaba a 418 municipios que elegían a sus autoridades según usos y costumbres. De esos municipios, 247 interpusieron también una controversia constitucional.
Durante agosto y septiembre las controversias se fueron multiplicando. Comunidades indígenas de varios Estados se ampararon contra las reformas. Municipios indígenas de los Estados de Chiapas, Guerrero, México, Michoacán, Jalisco y Distrito Federal siguieron ese mismo camino. A finales de septiembre se habían acumulado unos 300 expedientes legales en contra de la legislación indígena. No obstante, Fox tanto ante el Primer Ministro británico Tony Blair como en su visita a Chile, elogió las reformas. Indígenas, abogados, antropólogos, académicos y miembros de organizaciones de la sociedad civil siguen insistiendo en que las reformas contradicen diversos instrumentos jurídicos. La aprobación y la publicación de la Ley Indígena expresan la falta de voluntad política del Estado mexicano para dar cabida al reconocimiento de los pueblos indígenas, de sus culturas, de sus instituciones y derechos. Es un reflejo más de la falta de diálogo y del abandono de la búsqueda de consensos con los pueblos indios.
Un golpe a la paz a la hora de esta guerraUna abogada especialista en derecho indígena ha resaltado que la Ley es el golpe de la clase política al proceso de paz, al movimiento indígena nacional y a los sectores que se habían sumado a la resistencia frente a una hegemonía cultural que traía bajo el brazo un proyecto económico.
En lugar de ofrecer autonomía se ha dado a estos pueblos más indigenismo, pretendiendo que sean asimilados y tutelados. Ellos demandaban poder de decisión y de organización. El obispo emérito Samuel Ruiz -quien recibió en Alemania un premio internacional por la paz- y el ex-rector de la UNAM Pablo González Casanova denunciaron que la nueva Ley no sólo no cumple con lo negociado en San Andrés, sino que promueve situaciones de violencia. El Foro de las ONGs de la Conferencia Mundial contra el Racismo celebrado en septiembre en Durbán, Sudáfrica, aprobó una condena contra las reformas constitucionales mexicanas en materia indígena por no cumplir con las condiciones de una paz justa y negociada en Chiapas. En Toscana, 130 representantes de asociaciones italianas de solidaridad con Chiapas rechazaron la nueva Ley y decidieron encarar al presidente Fox en su viaje a Italia.
En otoño murió la primaveraEl responsable del Instituto Nacional Indigenista en México ha reconocido que la actual "guerra contra el terrorismo" puede ser aprovechada para sojuzgar aún más a los grupos indígenas. La marcha zapatista de la primavera del 2001 fue la marcha de los del color de la tierra. El otoño ha agostado los brotes de aquella esperanza y la correlación de fuerzas se ha tornado peligrosa para los del color de la tierra y para quienes entre ellos y con ellos luchen por sus derechos.
Más que nunca nos tocará pugnar contra el pensamiento único y contra una idea de justicia que más que un reclamo por la equidad es la revancha del orgullo imperial herido, aprovechando la macabra oportunidad para imponer una globalización comandada por el dominio militar y financiero. Los del color de la tierra no pueden abandonar la idea de justicia en la cual la igualdad de oportunidades que deben tener todos los grupos sociales no excluye el respeto a sus diferencias culturales. La búsqueda de la paz implica el repudio a todos los terrorismos, incluido el terrorismo de Estado. En México las fuerzas populares tienen el reto de obligar al gobierno a regresar a los principios de autodeterminación y de no intervención, a conducirlo hacia el respeto al derecho internacional, a la búsqueda de equilibrios, a la paciencia y a la sensatez. Y, aun en este marco mundial tan complejo, a consolidar un verdadero camino de diálogo para resolver problemas nacionales inveterados que han empujando a los excluidos a la desesperación y a la desesperanza.
Cada día es más evidente que la salida que las élites políticas mexicanas han dado a la cuestión indígena ha sido errónea. Lo aberrante será permitir que el descontento indígena sea colocado en el bando del terrorismo. Las imposiciones generan siempre nuevos y más profundos problemas. Esta difícil coyuntura mundial podría aprovecharse para desandar caminos mal andados, y reiniciar auténticos diálogos que conduzcan a soluciones de verdadero consenso. ¿Será posible?
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