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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 286 | Enero 2006

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Nicaragua

Mirando a noviembre, mirando al Sur

La victoria electoral de Michelle Bachelet en Chile y la de Evo Morales en Bolivia han llenado de más energía, expectativas y sueños a América Latina, y a quienes desde lejos miran a nuestro continente con respeto. En América Latina empieza a configurarse un mapa político esperanzador en términos de integración, soberanía, justicia y dignidad. ¿Y en Nicaragua?

Equipo Nitlápan-Envío

En los años 80 Nicaragua fue, por múltiples razones, un “centro del mundo”. Así nos sentimos, así nos miraban. Desde 1990, esa percepción desapareció drásticamente y el provincianismo más ramplón lo fue invadiendo todo, a la par que el barniz de las franquicias estadounidenses, las marcas, los centros comerciales y una marea de autos de lujo nos hacían creer que si no éramos centro de nada, al menos ya nos habíamos colado en el mundo global. Desde entonces, nadie nos miró más, y nos quedamos mirando al Norte. Y es hora de mirar al Sur.

MIRANDO A AMÉRICA LATINA

América Latina ha vuelto a ser objetivo de la atención internacional, tras cambios significativos en los últimos años, en los últimos meses. Y previsiblemente, se darán más en este año. En lo económico, el MERCOSUR detuvo al ALCA y comienzan a dar pasos hacia la integración las economías más fuertes del continente. En lo político y social, una transformación drástica en Venezuela, con todos los desgarramientos que esto supone, y otra -con otros matices- se anuncia en Bolivia, el país más empobrecido del Sur de América. En lo cultural, en Chile, la primera mujer que, por su trayectoria política y por sus propios méritos, llega al gobierno en el continente, dispuesta a poner un sello “de género” en sus políticas; y en Bolivia, el primer indígena que, desde su lucha en los movimientos sociales, gobierna en el continente, dispuesto a transformar la resistencia de los pueblos originarios de nuestra América en oportunidades de vida y desarrollo.

En el esquema más simplificador, el que circula entre los analistas del “pensamiento único”, la izquierda que gobierna hoy en el continente tiene sólo dos variantes: izquierda populista e izquierda moderna, los lúcidos y los demagógicos. El mundo en blanco y negro: una manera de evitar reflexionar en los incontables grises que el mundo tiene. Que la izquierda latinoamericana nos muestra hoy.

NO EN BLANCO Y NEGRO

Entre las izquierdas de tendencias “populistas” se identifica al gobierno del coronel Hugo Chávez en Venezuela y al del líder cocalero Evo Morales en Bolivia. Y entre las “modernas” se coloca al de la médica pediatra Michelle Bachelet en Chile y al del médico oncólogo Tabaré Vásquez en Uruguay. El gobierno del líder obrero Luiz Inácio Lula Da Silva en Brasil y el del abogado Néstor Kirchner en Argentina son considerados gobiernos de izquierda que se balancean entre estos dos polos. Pendiente de clasificación está el posible próximo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que mostró su orientación de izquierda gobernando el Distrito Federal.

El abanico es muy diverso. La trayectoria de cada uno de estos dirigentes, los planteamientos con los que llegaron al gobierno y con los que hoy gobiernan, son también diversos. No hay blanco-negro, hay grises. Lo que todas las izquierdas latinoamericanas tienen como denominador común es ser movimientos de reacción contra la fría y deshumanizante realidad del neoliberalismo, que ha acentuado la desigualdad y ha resquebrajado la solidaridad social en todo el continente en las últimas dos décadas. El “gris”, en cada caso, lo colorea y matiza la propia realidad, porque no son iguales -ni en cantidad ni en calidad- los efectos del modelo neoliberal en Chile o en Bolivia.

LO INNEGOCIABLE

La izquierda en América Latina se expresa hoy, no como una reacción ideologizada contra el neoliberalismo, denunciándolo de forma propagandística, sino como un conjunto de estrategias y medidas diferentes para enfrentar las formas en que el neoliberalismo ha devastado cada país del continente. Es precisamente esa diversidad la que genera esperanzas: en esa variedad de caminos nacionales se comprueba que la izquierda se ha renovado y está revitalizada, tratando de hallar salidas diversas, pero unida por el imperativo de escapar de la trampa del neoliberalismo para buscar la justicia social.

De esta pluralidad de proyectos de izquierda, con orígenes diferentes, con pasados plurales y ante situaciones nacionales de desigualdad de muy variados niveles, se desprende que la consolidación de un bloque de izquierda latinoamericano no será una realidad en el corto plazo. Sin embargo, para sobrevivir en el área de mayor influencia de Estados Unidos, la izquierda latinoamericana tendrá que buscar y articular, desde ahora, formas de colaboración en todo lo que para la izquierda tendría que ser innegociable: la soberanía nacional, la defensa del principio de no intervención, la lucha contra la pobreza y por la equidad, el combate a la corrupción, la defensa del medio ambiente.

El vital tema del libre comercio -a pesar de su centralidad para la formulación de un programa económico de izquierda- parece ser uno de los de más difícil concertación en la América Latina que hoy gira hacia la izquierda. La propuesta del ALBA de Hugo Chávez no tiene muchas posibilidades. Por el agitado y provocativo estilo y discurso del líder venezolano, que no es compartido por la mayoría de los gobiernos de izquierda latinoamericanos. Sobre todo, porque los diferentes niveles de desarrollo y las diferentes estructuras y prioridades económicas de los países que hoy gobierna la izquierda del continente dificultan la articulación de una estrategia comercial de alcance continental que neutralice la que busca imponer Estados Unidos.

¿Y NICARAGUA?

¿Está Nicaragua inserta en este proceso de renovación de la izquierda latinoamericana? ¿Jugamos ya en esas ligas? ¿Seguimos siendo, y seguiremos siendo un pequeño país ensimismado, al margen de los cambios políticos e ideológicos que oxigenan hoy nuestra región?

En los análisis que todos los medios internacionales hacen de este denso año electoral en América Latina, olvidan con facilidad las elecciones de noviembre en Nicaragua, expresión de lo fuera de foco en que nos hemos colocado. Por el contrario, Daniel Ortega no pierde oportunidad -nacional e internacional- de declararse incluido en la lista de victoriosos líderes de la izquierda en 2006.

EN “TRANQUILIDAD”

Entramos en 2006, un año electoral, con la percepción -ojalá equivocada- de que será un año de crecientes tensiones hasta llegar a los comicios de noviembre. Sin embargo, entramos en un clima que todos califican de “tranquilidad”, refiriéndose con este ambiguo adjetivo al “punto final -oficial y formal- del desgastante conflicto entre el Ejecutivo y el Legislativo que llenó el año 2005 y que, dados los intereses en juego entre los tres polos del conflicto, sabíamos que necesariamente tendría que terminar cuando iniciara el año electoral.

Al concluir el año 2005, el Presidente Bolaños reconoció públicamente que sí, que para resolver la crisis que lo puso entre el pacto y la pared, consideró la posibilidad del “bolañazo” -la disolución de la Asamblea Nacional- y también barajó la posibilidad de amnistiar a Alemán. Dijo que eligió atrincherarse tercamente en los apoyos y presiones internacionales. Ciertamente, sólo así pudo resistir la crisis, pero sin resolverla, sólo ganando tiempo para que fuera el arribo del tiempo electoral el que postergara el conflicto hasta el próximo gobierno.

Las reformas constitucionales -motivo central de la crisis- permanecen congeladas desde octubre por el pacto Ortega-Bolaños. Los delitos electorales -refinado mecanismo de presión del FSLN sobre Bolaños durante la crisis- desaparecieron por arte de la magia jurídica de un juez sandinista en la tarde de la Gritería, 7 de diciembre, fiesta nacional, cuando ya se ha hecho habitual que sucedan “cosas”. Con insólitos considerandos, el juez del FSLN borró definitivamente los delitos electorales para los funcionarios de Bolaños, pero dejó abierto el proceso para todos los dirigentes del PLC involucrados en este caso. La decisión fue una de las primeras expresiones del “fin” del pacto Ortega-Alemán y del inicio del “pacto” Ortega-Bolaños.

Para completar el cuadro de la “tranquilidad”, el FMI le dio un nuevo aval a la gestión macroeconómica de Bolaños, liberó el desembolso de fondos y condonó la deuda que Nicaragua tenía con el FMI. Durante todo el año 2005, el gobierno nos amenazó continuamente con la catástrofe que representaría que el Fondo nos sacara de su tutela.

HAMBRE, SALARIOS DE HAMBRE Y MEGASALARIOS

La “tranquilidad” institucional coexiste con las tragedias sociales acumuladas, entre las que destaca, por ser la más vital, la desnutrición crónica de una tercera parte de la población nacional, y muy especialmente la de los niños de 0 a 3 años, etapa en la que las conexiones neuronales de sus cerebros se están formando. Esta tragedia silenciosa, ante la que predomina la resignación, hipoteca el futuro de Nicaragua.

A inicios de febrero, se presentó la llamada “canasta básica de alimentos” (39 productos) que, en un estudio coordinado FAO-gobierno, expresa las calorías diarias que garantizarían la adecuada alimentación de un ser humano. Esta canasta cuesta más de 2,000 córdobas (unos $110). El salario mínimo oscila entre 800 y 1,800 córdobas. Y el desempleo o el subempleo afectan a la tercera parte de la población activa.

Reclamando mejores salarios, no estuvieron “tranquilas” las calles. Desde noviembre, y durante los primeros 45 días del año, los médicos del sistema público de salud continuaron forzando una negociación con el gobierno para que se les aumenten sus salarios, ridículamente bajos. Los trabajadores de la salud se unieron a ellos en enero. La excusa del gobierno para no aumentarles lo que justamente demandan es que el FMI prohíbe a Nicaragua aumentar la masa salarial oficial, excusa que el FMI ha desmentido en reuniones privadas con miembros de la sociedad civil, aunque no lo hace en público.

Ante las justas demandas del gremio médico, resulta cada vez más urgente un reordenamiento salarial profundo. El FMI lo sabe. Todos saben -aunque en el gobierno no se habla de eso, ni tampoco dan pasos adelante los funcionarios danielistas instalados en altos cargos de las instituciones estatales- que ese reordenamiento implicaría una profunda revisión de los megasalarios: un 0.7% de los funcionarios gubernamentales se comen el 25% de toda la planilla salarial del Estado.

ALEMÁN: CASO PENDIENTE

Sólo una pieza de la crisis institucional quedó pendiente: la situación judicial de Arnoldo Alemán. Su libertad, los días o los meses que le quedan en su hacienda-prisión, las flexibilidades o severidades en el “régimen de convivencia familiar” -que hasta ahora le ha permitido participar libremente en fiestas, misas y reuniones políticas-, la amnistía que le dé la Asamblea Nacional (perdón y olvido) o el sobreseimiento definitivo que le otorgue un tribunal sandinista por “falta de pruebas” (se dirá entonces que el caso fue “político”). Cómo se resolverá el futuro de Alemán fue caso pendiente para este año. Y sin duda, en este año electoral se “resolverá”.

Todos los dirigentes del PLC han reiterado que la lucha por la libertad definitiva de Alemán continuará siendo prioridad en 2006 para el partido y para los diputados pelecé en la Asamblea Nacional. Y está claro que la prioridad de Alemán no es que el PLC gane las elecciones de noviembre, sino conseguir su libertad.

PARLAMENTO: ACROBACIAS

Diciembre es cada año un mes de treguas en las crisis y de fiestas en las que, con tragos y sin villancicos, transa intensamente la clase política cómo salir gananciosa en las crisis. Este año la pauta anual no se cumplió. Diciembre pareció bastante calmo, y las transacciones se trasladaron a enero. Durante la primera quincena del mes, la elección de la Junta Directiva de la Asamblea Nacional acaparó noticias y energías políticas y se convirtió en un espectáculo en que las acrobacias de los actores invitaban a apostar quién resultaría al fin elegido en cada cargo.

El pleito pospuso por nueve días consecutivos, con incalculables horas de debate y mediaciones del Presidente Bolaños y del Cardenal Obando, la elección de la Junta Directiva. Nunca antes había sucedido. La pugna tuvo ribetes confusos (¿quién estaba aliado con quién, por qué y para qué), grotescos (el caso del diputado sandinista Gerardo Miranda, que en 24 horas pasó de ser traidor a la sagrada causa del pueblo a heroico infiltrado en las filas enemigas). Y sobre todo, fue desalentadora. Porque prácticamente la lucha por cada uno de los cargos sólo evidenció ansias de protagonismo personal y de proyección electoral y una disputa feroz por los recursos financieros que se mueven en el presupuesto que maneja la directiva de la Asamblea, cada uno de sus cargos y la pléyade de asesores que gravitan en torno a cada uno de ellos. En tiempos de campaña electoral, estos recursos se vuelven especialmente apetecibles.

PARLAMENTO: PROSELITISMO

Al final, resultó electo Presidente del Parlamento, Eduardo Gómez, un liberal arnoldista que apoyó a Bolaños durante este período integrando la mini-bancada Azul y Blanco, un hombre gris y sin perfil, y por eso “de consenso”. En la nueva Junta Directiva y en las comisiones parlamentarias, el PLC y sus aliados se impusieron cuantitativa y cualitativamente sobre el FSLN, que contó con más poder en el período 2005.

A la directiva entró el diputado Orlando Tardencilla (Alternativa Cristiana), aliado del Movimiento por el Rescate del Sandinismo. Representará en la Asamblea a la “Alianza Herty 2006”. La Alianza hizo públicos los temas que priorizará desde la directiva parlamentaria este año: oposición a la amnistía de Alemán, reforma a la Ley de Carrera Judicial y respaldo a la creación de un banco de fomento estatal para apoyar a pequeños y medianos productores.

En la agenda parlamentaria de este año electoral hay pendientes leyes importantes para el país, entre otras las reformas al Código Tributario, la Ley de Zonas Francas, el nuevo Código Penal, la Ley de Carrera Administrativa, la Ley de Acceso a la Información Pública. Sin embargo, no puede esperarse un debate reflexivo. Se aprobarán a la mayor velocidad -ya anunció Gómez- porque los diputados van a andar haciendo proselitismo.

¿PREPARANDO EL FRAUDE?

Desde octubre, cuando Daniel Ortega decidió desactivar la crisis originada por las reformas constitucionales acercándose a Bolaños y declaró terminado el pacto con Alemán -del que Ortega ha obtenido muchas más ventajas que Alemán, y en el cual conserva aún la llave maestra de la libertad de Alemán- han sido crecientes las tensiones del PLC-FSLN, con agrios reacomodos entre ambas bandas.

Los tiempos electorales les exigían también un distanciamiento. No es posible para el FSLN ni para el PLC captar votos con un discurso común. El FSLN tiene que volver a discursear contra la corrupción y a favor de los pobres y el PLC tiene necesidad de enarbolar de nuevo la bandera de la democracia entendida ésta como antisandinismo.

Lo no previsto en el terreno electoral por ambas bandas es la “novedad” política que trae este proceso electoral: esas banderas -tanto la del antisandinismo, como la que ofrece sensibilidad social y honestidad en el gobierno- están ahora en otras manos: la antisandinista alianza que lidera el banquero neoliberal Eduardo Montealegre y la alianza que encabeza el sandinista Herty Lewites.

La ruptura pre-electoral entre el PLC y el FSLN se ha hecho más visible que en ningún otro terreno de los abonados por el pacto en el Consejo Supremo Electoral (CSE). Desde la convocatoria a elecciones de autoridades regionales en la Costa Caribe, no ha habido un día de paz y armonía entre los tres magistrados electorales del PLC y los tres magistrados electorales del FSLN. A los sandinistas se ha sumado incondicionalmente el Presidente del CSE, Roberto Rivas, cuyo principal “pacto” ha sido siempre la defensa de los intereses políticos y económicos del Cardenal Obando.

Las denuncias sobre maniobras técnicas del FSLN, manipulando el proceso de cedulación y el padrón electoral, para alterar los resultados en las elecciones regionales de la Costa Caribe de marzo se han multiplicado. ¿Hay voluntad en el FSLN para organizar ese fraude técnico? ¿Este operativo sería el preludio de un plan similar para las elecciones generales de noviembre?

PREGUNTAS AÚN PENDIENTES

No son sólo los justificados temores político-técnicos los que permiten mirar hacia noviembre con incertidumbre. Falta aún mucho por rayar en el cuadro electoral. Son muchas las preguntas que aún no tienen una respuesta clara.

¿Habrá cuatro opciones en la boleta electoral, dos antisandinistas y dos sandinistas? Sería sano y útil que la población se sometiera al test político de decidir entre esas cuatro opciones. Si las elecciones son realmente transparentes, se medirían así muchas cosas, algunas de ellas relacionadas con la conciencia de izquierda que aún conserva nuestra población.

¿Se unirá finalmente la derecha, hoy partida en tres grupos liberales (PLC de Alemán, ALN-PC de Montealegre y APRE de Alvarado)? Haciendo alarde de falta de tacto, el embajador de Estados Unidos en Managua, Paul Trivelli, no ha cesado de hacer declaraciones públicas en contra de Alemán y de realizar encuentros no tan privados para lograr la unidad. ¿En el esfuerzo por alcanzar una alianza antisandinista monolítica, estilo la UNO en 1990, participan también otras embajadas? Alemán sigue siendo el tamal de la discordia. ¿Estará apostando Estados Unidos a Montealegre, convencidos de que el PLC ya está totalmente desgastado, sin recursos financieros y sin su líder?

¿Y cuál será el candidato que seleccione Alemán entre los siete pre-candidatos que buscan su bendición y que se enfrentarán en unas elecciones primarias organizadas desde su hacienda-cárcel? ¿Elegirá Alemán a un candidato perdedor -como algunos han pronosticado- para facilitar la victoria a Daniel Ortega y para que éste, a cambio, lo libere definitivamente de su condena a 20 años de cárcel? A comienzos de abril se debe conocer quién será el candidato del PLC.

LA PREGUNTA MÁS CRUCIAL

¿Hay voluntad política -más aún, hay tiempo político- para que el PLC inhiba como candidato presidencial a Eduardo Montealegre y el FSLN haga lo mismo con Herty Lewites? Pareciera que la presión internacional ha debilitado esa voluntad y ha cancelado el tiempo de la tentación de hacerlo. Pero nada es seguro en un país donde de forma tan burda se ha “politizado la justicia y se ha judicializado la política”, en acertado diagnóstico del Secretario de la OEA, José Miguel Insulza, cuando comprobó in situ lo difícil que es mediar en los conflictos políticos de Nicaragua.

Y la pregunta más importante de todas: ¿Qué listas de diputados presentarán a la población estas cuatro opciones? De la correlación de fuerzas que tenga a partir de 2007 la Asamblea Nacional -con reformas constitucionales o sin ellas- dependerán muchas cosas. Porque serán esos diputados y diputadas quienes empiecen o no a enfrentar los grandes problemas creados en las instituciones y en toda la vida nacional por siete años del pacto PLC-FSLN, porque serán ellos y ellas quienes se decidan o no a empezar a dar respuestas a problemas vitales para la población. Serán esas listas las que nos indiquen si es realista soñar con que de los resultados electorales surjan cambios para Nicaragua.

NO ES SÓLO
EL NEOLIBERALISMO

El proceso electoral ocurre en un momento dramático para el futuro de Nicaragua. ¿Resistirá nuestro país cinco años más de neoliberalismo y de dominio del pacto? Nuestro proceso electoral se inserta en un momento también dramático para América Latina, un momento de renovación y revitalización de la izquierda latinoamericana, que ha creado enormes expectativas y que, a la par que mueve grandes esperanzas, no deja de estar amenazado.

Si la incapacidad del neoliberalismo para justificar y legitimar las tremendas desigualdades sociales y la pobreza que ha profundizado entre los latinoamericanos y las latinoamericanas es el telón que sirve de fondo a las victorias de la izquierda del continente, el fracaso del neoliberalimo también forma parte de la ecuación electoral nicaragüense.

Pero, en nuestro caso ese fracaso no lo explica todo. Se confunde con los otros múltiples fracasos del país: la corrupción generalizada -con la altísima tolerancia social de la que aún goza-; la impunidad y el Estado-botín como pilares inconmovibles de la cultura política; el colapso, no tanto de los partidos políticos, en sí, sino de los principios doctrinarios del liberalismo y del FSLN; la complicidad de la Iglesia Católica con los abusos de poder de las élites políticas del país durante los últimos años; la penetración del narcotráfico; el desprestigio del sistema judicial y de otras instituciones del Estado.

DANIEL ORTEGA
NO ES IZQUIERDA

A pesar de la descomposición doctrinaria y moral del FSLN, Daniel Ortega se presenta ante el electorado nicaragüense, y en cualquier ocasión que puede ante la opinión pública de América Latina, como la expresión nacional de la lucha contra el neoliberalismo y del renacimiento de la izquierda latinoamericana, mientras la responsable y vocera de su campaña electoral, Rosario Murillo, acapara las tribunas rojinegras anunciando que el FSLN volverá a gobernar con luz de eternidad.

Pero las diferencias entre el FSLN y la izquierda brasileña o uruguaya o argentina o boliviana son infinitamente mayores que las diferencias que separan al sandinismo danielista del PLC de Arnoldo Alemán.

Los movimientos de izquierda en América Latina han llegado al poder todos ellos estrenándose en el gobierno, unos como expresión de la maduración de amplios movimientos sociales (Bolivia), otros para dignificar a las mujeres y darles un lugar digno y equitativo en la sociedad (Chile), todos con una propuesta anti-corrupción.

Daniel Ortega -y el FSLN que hoy controla- ya ha gobernado; ha desarticulado, cooptado odesnaturalizado cuanto movimiento social surgió en estos quince años neoliberales en Nicaragua; y tiene un público e impresentable historial en su relación con las mujeres. Respecto a la corrupción, el historial delictivo del FSLN arrranca con “la piñata”, pasa por la quiebra del Interbank y termina con la infame foto del pacto con Alemán, uno de los principales símbolos de la corrupción en nuestro continente.

El Frente Amplio de Tabaré Vásquez asumió la lucha contra la corrupción como una de sus principales banderas. Mario Benedetti proclamó, con la llegada de Vásquez al poder: Se terminó la corrupción. Nadie en su sano juicio podría hacer esa misma aseveración en Nicaragua si en las elecciones de noviembre triunfara Daniel Ortega. El Frente de Tabaré es un muro de contención contra el tsunami de la corrupción que afecta a América Latina. El Frente de Daniel Ortega ha alimentado el tsunami que ha ahogado a Nicaragua en un mar de corrupción e impunidad durante los últimos años.

Los movimientos de izquierda de América Latina han llegado al poder con agendas que han intentado ser auténticos puntos de partida para el desarrollo de estrategias, políticas y visiones alternativas al neoliberalismo. El FSLN ha sido incapaz de trascender un discurso antiimperialista y anticapitalista que, como diría José Coronel Urtecho -cuyo centenario celebramos- es de frases comunes, para la plaza pública y de labios afuera. No cuenta el FSLN ni con los principios ni con las estrategias para estructurar un programa de gobierno que represente un desafío serio a la tendencia neoliberal que hoy domina en Nicaragua.

HOY TENEMOS EN NICARAGUA
OTRA IZQUIERDA

La renovación y revitalización de la izquierda latinoamericana tiene hoy su expresión en Nicaragua en el Movimiento por el Rescate del Sandinismo, nacido entre dirigentes sandinistas que, en distintos momentos y de distintas formas, se opusieron a la traición de los principios que dieron vida al FSLN.

A ellos se han ido sumando -no sin dificultades- hombres y mujeres, sandinistas y no sandinistas, que participan en esta lucha electoral por algo más que por alcanzar las prebendas derivadas del poder. Sueñan con la justicia social, con la soberanía nacional y con la equidad en las relaciones humanas, las tres banderas de la izquierda latinoamericana de todos los tiempos.

¿Tiene posibilidades esta nueva izquierda nicaragüense de ganar las elecciones? La respuesta a esta pregunta pasa, en primer lugar, porque las elecciones sean limpias. En cualquier caso, al Movimiento por el Rescate del Sandinismo debemos agradecerle que Nicaragua no se haya quedado al margen de las corrientes renovadoras de la izquierda latinoamericana.

Mirando a noviembre, es gracias a este movimiento que podemos mirar al Sur con una complicidad esperanzada.

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