Nicaragua
“La Alianza Cívica quiere contribuir a crear una gran coalición que represente a todo el movimiento azul y blanco”
El Rector de la Universidad Nacional Autónoma de León de 1994 a 2006,
después Rector de la Universidad Americana desde 2007,
hasta su renuncia en diciembre de 2018,
y desde la rebelión de abril representante del sector académico
en la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia,
compartió en una charla con Envío
cómo nació la Alianza, con qué obstáculos “dialogó” en 2018 y “negoció”
en 2019 y cómo y por qué inicia ahora una nueva fase
para encontrar una salida a la crisis nacional.
Ernesto Medina Sandino
Desde que en julio Ortega decidió dar por terminada la mesa de negociación, entramos en la Alianza Cívica en una nueva fase de la lucha para lograr encontrar una salida a la crisis.
Nuestra decisión ha sido reestructurar la Alianza con el objetivo de contribuir a crear una gran coalición opositora donde estén representadas todas las expresiones del movimiento azul y blanco, que son muchas y que han estado dispersas durante mucho tiempo.
Queremos convocarnos a pláticas francas entre los distintos sectores hasta alcanzar acuerdos mínimos que compartamos todos, que nos proyecten unidos ante la población y que nos fortalezcan para lograr poner fin a esta terrible crisis en la que estamos, convencidos de que lo que está en juego es la sobrevivencia misma de nuestro país.
DE DÓNDE VENIMOS...
El 16 de agosto la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia anunció su reestructuración iniciando así una nueva etapa.
Creamos un Consejo Ejecutivo con representantes de ocho sectores: estudiantil, laboral, campesino, Costa Caribe, académico, sociedad civil, sector privado y sector político, dejando abierta la posibilidad de incorporación de otros sectores.
Y conformamos seis comisiones de trabajo. La de Inclusión, para incorporar nuevos miembros a la Alianza. La de Gestión Política, para promover alianzas políticas y reformas electorales hasta lograr elecciones observadas, libres, transparentes y adelantadas. La de Relaciones Internacionales, para coordinar esfuerzos ante la comunidad internacional. La de Comunicación. La de Administración. Y la de Verificación y Seguridad, que ya existía desde el primer diálogo de 2018 y que dará continuidad a todo lo referente a los temas de Justicia y Derechos Humanos en los que hemos venido trabajando desde 2018 con los familiares de las víctimas de la represión y con los organismos nacionales e internacionales especializados en la defensa de los Derechos Humanos.
Creo que para comprender mejor la importancia de esta reestructuración y de sus objetivos es necesario conocer algo de cómo surgió la Alianza y los problemas que ha tenido como organización a lo largo de su relativamente corta existencia.
LOS OBISPOS NOS LLAMARON
PORQUE IBA A HABER UN DIÁLOGO NACIONAL
A comienzos de mayo de 2018 los obispos de la Conferencia Episcopal nos invitaron a participar en una reunión cuyos objetivos no nos fueron explicados previamente. El padre rector de la UCA, José Idiáquez, y yo, entonces rector de la Universidad Americana (UAM), asistimos juntos a esa reunión. Nos encontramos allí con otras personas que también habían sido convocadas, a algunas las conocía de cara, con otras había tenido alguna relación pero nunca habíamos trabajado juntos.
El padre Idiáquez y yo fuimos invitados a pasar a una sala en la que nos encontramos con el obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez, quién nos explicó que Ortega le había pedido a los obispos de la Conferencia Episcopal que actuaran como mediadores y testigos de un diálogo nacional para resolver la crisis.
Nos dijo que no había aún fecha para iniciar ese diálogo, pero que ya había acuerdo entre la Conferencia y un equipo de gobierno para comenzar a organizarlo y que los obispos habían sugerido nuestros dos nombres para integrar una delegación universitaria y que el gobierno había sugerido integrar a Telémaco Talavera, entonces presidente del Consejo Nacional de Universidades y Ministro Consejero para varios asuntos de gobierno, quien también estaba allí presente, para integrar la delegación que representaría a las Universidades en el diálogo. Después de preguntarnos si aceptábamos ¬esa invitación, Monseñor Álvarez nos pidió que empezáramos a elaborar “una agenda universitaria” y nos dijo que los estudiantes y otros sectores también prepararían sus agendas.
NADIE QUERÍA DISCUTIR AGENDAS SECTORIALES
La reunión fue breve. Luego supimos que monseñor Álvarez se reunió con las otras personas que se encontraban allí para comunicarles lo mismo que nos había comunicado a nosotros. Al salir de la reunión el padre Idiáquez y yo vimos todo aquello bastante extraño y confuso, y coincidimos en que era imposible pensar en una agenda universitaria cuando estaban matando a la gente en las calles -en ese momento había ya más de veinte muertos-, y aunque no se nos dijo explícitamente, concluimos que el gobierno lo que estaba proponiendo era un diálogo por sectores y sobre agendas sectoriales para eludir el problema central, la tragedia que ya estábamos viviendo.
Acordamos ir a conversar con algunas de las personas que también habían sido convocadas, representantes de sociedad civil y sector sindical, para ver qué pensaban. Y aunque no se sabía aún quiénes iban a estar por el sector empresarial, fuimos a hablar con José Adán Aguerri, seguros de que él estaba involucrado en definir quiénes los iban a representar.
Con Aguerri fue con el primero que hablamos. Y desde el primer momento él nos dijo claramente que, aunque el empresariado tenía su propia agenda, nadie veía adecuado discutir agendas sectoriales. Coincidimos en que el tema a discutir era uno solo: poner fin a lo que pasaba en la calle, buscar cómo pacificar el país.
LOS ESTUDIANTES
DEBÍAN DE SER PROTAGONISTAS
Aunque nunca habíamos trabajado juntos acordamos seguir en comunicación y coincidimos también en acompañar a los estudiantes en el proceso en el que estaban para organizarse y elegir a su delegación para el diálogo. Hubo consenso en que los muchachos debían tener un papel protagónico, que debían ser los portavoces de la agenda que propondríamos. Cuando los estudiantes se organizaron y designaron su delegación tuvimos una reunión con ellos. También coincidían en desechar las agendas sectoriales.
Por fin, cuando ya cada sector tenía elegida su delegación, nos sentamos por primera vez todos los grupos. La Alianza aún no existía. Esa primera reunión tuvo lugar en la UAM. En ella abordamos el tema de la agenda y acordamos que no íbamos a discutir ningún tema sectorial y que nuestra agenda era aclarar y poner un alto a lo que estaba sucediendo, pedir justicia por las víctimas y lesionados que nos estaban siendo reportados. Y como a esas alturas ya era evidente que había una crisis de gobernabilidad, el otro tema de nuestra agenda sería la democracia.
Estando en esa reunión se recibió llamada de la Conferencia Episcopal para decir que el gobierno vetaba mi participación y que había pedido a los obispos que me retiraran del grupo, sin dar ninguna justificación. El grupo dijo que no aceptaba que el gobierno decidiera con quiénes iban a dialogar. Hicimos ver el malestar del grupo por esta situación y solicitamos ser recibidos por el cardenal Brenes y los obispos que serían testigos del diálogo.
Dos días después tuvimos una reunión en la que el grupo ex¬puso su malestar por lo que consideraba una injerencia indebida del gobierno en la organización del diálogo, que ponía en peligro su seriedad y despertaba dudas sobre la voluntad para iniciarlo de buena fe. El cardenal nos escuchó y dijo comprender nuestra posición pero nos hizo saber que la decisión del veto ya había sido discutida y aceptada por la Conferencia Episcopal, razón por la cual él no podía tomar una decisión. Nos solicitó dirigir una carta a la Conferencia en pleno exponiendo nuestros argumentos y solicitando se re¬considerara la decisión.
EN EL DIÁLOGO DEBÍAN ESTAR
EL CAMPESINADO Y LA COSTA CARIBE
En esa misma reunión expresamos nuestra opinión sobre sectores que creíamos debían estar representados en el diálogo y que hasta ese momento no habían sido invitados, específicamente, el movimiento campesino y la Costa Caribe. Por el movimiento campesino sugerimos se invitase a Doña Francisca Ramírez , doña Chica.
Se nos sugirió incluir esos temas en la carta que se dirigiría a la Conferencia Episcopal. Más o menos una semana después recibí en mi despacho la visita de un amigo, quien dijo llegar a solicitud de la Conferencia Episcopal para informarme que la carta había sido recibida y que se habían hecho gestiones ante el gobierno para tratar de revertir la decisión del veto, aunque sin resultados positivos. Ante esta situación se pedía mi comprensión y apoyo para que se continuara con el proceso de organización del diálogo y no se insistiera más en mi participación. Eso fue comunicado al grupo y les pe¬dí que se aceptara la decisión y siguiéramos adelante.
El grupo aceptó, pero pidieron que los siguiera acompañando en calidad de asesor y fue así como pude participar en el diálogo. El movimiento campesino fue incorporado al diálogo pero se invitó a su junta directiva, la que nombró como delegado a su presidente, Medardo Mairena. También se invitó a participar a una delegación de la Costa Caribe y se nombró a Daisy George.
NO HABÍA NADA QUE CELEBRAR
En los días posteriores hubo reuniones bilaterales entre delegaciones y un par de reuniones del grupo para confirmar que se participaría en el diálogo con dos puntos fundamentales de agenda: Justicia y Democracia.
Un día antes de la fecha acordada para inaugurar el diálogo tuvimos una reunión con el grupo de asesores de la Conferencia Episcopal, quienes llegaron a exponer algunos temas sobre la metodología del diálogo y el programa para el acto inaugural. En la metodología se insinuó la posibilidad de trabajar en mesas sectoriales, lo cual fue categóricamente rechazado por el grupo, que insistió en que debían incluirse y se debía comenzar a trabajar en los temas ya decididos.
Sobre el programa del acto inaugural, se rechazó la pro¬pues¬¬ta de concluir la ceremonia con un brindis. Dijimos que no había nada que celebrar y, mucho menos, conjuntamente con Ortega.
LESTHER ALEMÁN EXPRESÓ
EL SENTIR DE LA MAYORÍA DEL PUEBLO
Ya sin la presencia de los asesores, el grupo acordó que, como no estaba incluida en el programa la intervención de los estudiantes, no había más alternativa que tomaran ellos el micrófono y que uno de los delegados estudiantiles expresara el sentir de los jóvenes que estaban siendo atacados y masacrados en las calles. Ellos delegaron en Lesther Alemán esta tarea, quien ese día expresó el sentir de todo el grupo y de la inmensa mayoría del pueblo nicaragüense.
En días posteriores algunos diplomáticos que estuvieron presentes en la inauguración del diálogo nos expresaron un cierto malestar por el tono de la intervención de Lesther y por haber rechazado juntarnos con la delegación del gobierno para el brindis. En su opinión esto podía haber comprometido el futuro del diálogo.
Sinceramente, creo que la opinión de Ortega sobre el futuro del diálogo ya estaba definida desde antes de llegar a sentarse al seminario para el acto inaugural. Lo sucedido aquel día pudo haber reafirmado su falta de voluntad para un diálogo sincero, pero nada más. Por nuestra parte, pensamos que no tendríamos otra oportunidad de decirle cara a cara lo que estábamos pensando. Probablemente lo ocurrido ese día se seguirá discutiendo por mucho tiempo más y será un tema de debate en los programas académicos sobre negociaciones y diálogos nacionales.
POR LA JUSTICIA Y LA DEMOCRACIA
Aunque la Alianza se formó con personas que no nos conocíamos y nunca habíamos trabajado juntos, no tuvimos problemas para llegar a los primeros acuerdos básicos. Teníamos claro que un objetivo común era lograr detener la gravísima violación de derechos humanos y resolver la crisis de gobernabilidad mediante un cambio de gobierno, con un proceso electoral adelantado. Desde muy temprano el adelanto de las elecciones fue tema de nuestra agenda.
La Alianza Cívica como tal surgió cuando ya había iniciado el diálogo. En uno de los primeros días, antes de entrar a la sesión plenaria, estábamos casi todos en uno de los salones del seminario y comentábamos la necesidad de tener una organización más estructurada, lo que aceptamos todos. Fue en ese momento cuando el doctor Carlos Tünnermann propuso al grupo el nombre: Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia. Todos estuvimos de acuerdo: ese nombre reflejaba el sentir de todos y resumía las demandas de la gente en las calles. Así nació la Alianza, en una reunión informal.
SIN TENER UNA AGENDA CLARA...
Las sesiones plenarias del diálogo nacional las vio toda Nicaragua por la televisión. ¿Qué veíamos nosotros desde dentro? Al transcurrir los días sentíamos que había algunos aspectos organizativos que no estaban muy claros. Por ejemplo, llegábamos a sentarnos sin saber siquiera quiénes eran los miembros de la delegación formal y oficial del gobierno porque cada día llegaban nuevos delegados. Nunca supimos tampoco si había paridad, si el gobierno tenía el mismo número de delegados que nosotros. Tampoco era muy claro cómo se tomarían los acuerdos. Se hablaba de consenso y en caso de no haberlo, sería por votación, lo que en teoría nunca resultaría en una decisión si es que había representación paritaria de ambas partes. Quizás el tema más importante era el de la agenda y el haber iniciado el diálogo sin tener una agenda clara con objetivos bien definidos y acordados entre las partes.¬
MUY PRONTO NOS DIMOS CUENTA...
Era más que obvio cuáles eran nuestros objetivos y seguramente no eran los mismos que perseguía el gobierno, como quedó demostrado pocos días después, ya que muy pronto nos dimos cuenta que el gobierno no tenía ningún interés en llegar a acuerdos serios.
Viendo cómo se desarrollaron los acontecimientos, a mí me quedó la sensación de que al convocar a los obispos al diálogo Ortega les dijo o les ofreció cosas, que finalmente no fueron cumplidas, que hicieron que ellos aceptaran esta difícil tarea. Eso los hizo tomar decisiones que determinaron la forma en que se condujo el diálogo.
Espero que algún día podamos conversar con los obispos de lo que pasó en esos días y de lo que hablaron con Ortega. No creo que los obispos hayan sido ingenuos para creer que Ortega negociaría de buena fe y que estaba dispuesto a llegar a acuerdos de fondo sobre temas tan fundamentales como llevar ante la justicia a los responsables de los crímenes que estaban ahogando en sangre al país.Tampoco, sobre iniciar un proceso para volver a encauzar al país por el ca¬mino de la democracia. Muchas veces sentí que Ortega les había hecho algún tipo de ofrecimiento para que aceptarán y que el diálogo era un mecanismo para darle forma a lo que ofreció.
“ÉSTA ES LA RUTA DE UN GOLPE DE ESTADO...”
La génesis de la agenda del diálogo nacional es importante para comprender la compleja dinámica de este proceso y las dificultades para poner fin a la crisis.
El 22 de mayo los obispos anunciaron que se trabajaría en la definición de la agenda del diálogo y entregaron un documento guía que decía: “Mecanismos constitucionales que pueden utilizarse para lograr solucionar la crisis”. Pidieron a ambas delegaciones dividirse en grupos de trabajo para desarrollar este tema y dieron un plazo para entregar las propuestas. Nosotros trabajamos una propuesta con más de cuarenta puntos basados en las posibilidades que nos daba la Constitución para salir de la crisis y respondiendo a las aspiraciones que la gente estaba expresando en las calles, enfatizando siempre en la justicia y la democracia.
Ese día, como yo era asesor y no estaba integrado a los grupos de trabajo, me di a la tarea de ir a ver qué hacían los de la delegación del gobierno. En realidad no daban la impresión de estar tomando en serio la solicitud de los obispos. Después de un par de horas de trabajo entregamos a los obispos lo que habíamos hecho. Al día siguiente, cuando llegamos al plenario estaba sobre la mesa de todos los delegados una síntesis de lo que habíamos trabajado el día anterior, procesado por los obispos y por su equipo de asesores. Llevaba¬ el título “Ruta de la democratización”.
Al iniciar la sesión, el primero en hablar fue el Canciller Moncada Colindres, quien levantó esa hoja de papel y dijo: “Ésta es la ruta de un golpe de estado para derrocar al gobierno”. Fue la primera vez que el gobierno mencionaba lo del golpe de Estado. En ese momento sentimos que se cerraba la puerta a la búsqueda de una salida a la crisis.
“USTEDES TIENEN UN OPORTUNIDAD HISTÓRICA”
Por las implicaciones que esto tuvo para el fracaso del diálogo y para la vorágine de violencia que siguió después sería muy importante que algún día se publique la memoria del diálogo y se conozca qué fue lo que las dos delegaciones presentaron a los obispos el día anterior.
Después de las palabras del Canciller, el ambiente se puso muy tenso. Aunque en mi calidad de asesor no tenía derecho a voz, Sandra Ramos solicitó la palabra y me dijo: “Hable usted”.
Dirigiéndome a los que encabezaban la delegación del gobierno les dije: “Ustedes tienen hoy una oportunidad histórica. Lo que aquí se propone para discutir es lo que el Frente Sandinista le prometió a Nicaragua en su programa histórico de 1969 y que no ha cumplido. Es lo que la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional que llegó al poder en 1979 presentó como programa para transformar Nicaragua después de derrocar a Somoza y tampoco se ha hecho realidad. Es lo que nunca se le cumplió al pueblo de Nicaragua. Ahora tienen ustedes la oportunidad de hacerlo realidad. Olvídense de la gente que está al otro lado del teléfono y asuman ustedes esta responsabilidad histórica”.
Al otro lado del teléfono estaban seguramente Daniel Ortega y Rosario Murillo dándoles órdenes...
Sí, era una gran ingenuidad pensar que los representantes del régimen iban a tomar en serio esa agenda. Pero sabiendo la tragedia que estábamos viviendo y el fervor de la gente que marchaba en las calles enarbolando la bandera azul y blanco y exigiendo un cambio, pensamos que en ese momento teníamos la oportunidad histórica de lograrlo.
Obviamente, a partir de entonces, aunque continuaron varias sesiones más, el diálogo ya estaba fracasado. Ningún punto de aquella agenda se discutió jamás. Y el tema de los tranques consumió a partir de ese día todas las discusiones. El resto ya es historia.
LOS OBISPOS FORMARON COMISIONES
CON EL DIÁLOGO PRACTICAMENTE MUERTO
Aunque con la negativa de aceptar la propuesta de agenda, ya el diálogo estaba prácticamente muerto, seguramente los obispos, para tratar de salvarlo, decidieron formar comisiones entre el gobierno y la Alianza. Con la mejor intención propusieron tres: la comisión electoral, la de justicia y la de verificación y seguridad. Propusieron también una agenda para el trabajo de cada comisión, basada en la agenda que había desencadenado la crisis y enviaron a cada comisión expertos para que nos acompañaran.
El gobierno envió a las tres comisiones a altos funcionarios que, en su mayoría, no habían estado en ninguna sesión anterior. Para la comisión de justicia enviaron a varios magistrados de la Corte Suprema.
Las delegaciones de la Alianza estaban integradas por participantes en el diálogo, incluyendo en todas ellas a estudiantes. Pensamos que no nos enfrascaríamos en discusiones legales, sino en el problema de fondo que el país estaba enfrentando, que en esos momentos era de orden ético y moral. No íbamos a discutir con los magistrados del Poder Judicial tecnicismos legales, sino el estado lamentable de la justicia en Nicaragua, producto de la dependencia total del Poder Judicial al Ejecutivo y la supeditación de todas sus decisiones a decisiones políticas y no al mandato de la ley.
Lo que queríamos discutir era la instrumentalización de la justicia convirtiéndola en un mecanismo de castigo contra quienes se atrevían a pensar diferente y protestaban por los abusos del gobierno, violentando así las normas mínimas del debido proceso. En la comisión electoral el gobierno también incorporó a magistrados y funcionarios del Poder Electoral. Aunque el objetivo final era llegar a acuerdos sobre reformas legales que aseguraran cambios en el sistema electoral para darle credibilidad y restaurar la confianza de la población, el objetivo inmediato era poner sobre la mesa el colapso y la falta de credibilidad al que había llegado el sistema electoral por la politización y manipulación del partido de gobierno.
SENTÍAMOS LAS EXPECTATIVAS DE LA GENTE
Ninguna de estas dos comisiones se reunió más de dos veces y no llegaron a ningún acuerdo. La única que aún sobrevive y que se mantiene en la reestructuración que hemos hecho es la de seguimiento y seguridad.
Como para entonces ya había comenzado la “operación limpieza” para desmontar a balazos los tranques, queríamos darle garantías de seguridad a compañeros y compañeras que estaban participando en los tranques. Esta comisión se movilizó en varias oportunidades a Carazo y a otros departamentos para tratar de evitar más tragedias. Pero eso fracasó también y todos sabemos lo que sucedió. Finalmente, el 25 de junio terminaron las sesiones del diálogo nacional.
Cuento todo esto para ilustrar las debilidades que hubo desde el comienzo. En algún momento de este proceso nos reunimos entre nosotros analizando el papel que estaba jugando la Alianza y para hablar de las demandas que sentíamos hacia nosotros de parte de la población. Aunque éramos conscientes de que las expectativas que tenía la población sobre nuestro papel sobrepasaban nuestras capacidades y posibilidades, fallamos en comunicarnos y explicarles nuestras limitaciones. La gente nos miraba como uno de los pocos grupos organizados que existía en ese momento, el que le plantaba cara al gobierno en el diálogo y nos daba un papel para el que la Alianza no había sido diseñada.
NO ESTÁBAMOS LISTOS
PARA JUGAR UN ROL POLÍTICO
Concentrados totalmente en el diálogo, nunca le dimos a la Alianza el carácter de organización política, al menos no en el sentido tradicional de las organizaciones políticas en Nicaragua.
Nos habían llamado para dialogar, y en aquellos meses surgían continuamente nuevos grupos con la demanda de que la Alianza se acercara a ellos, los incluyera, los escuchara y hasta cierto punto, los legitimara. Nuestra pregunta era cómo interactuar y trabajar con ellos, pero no teníamos respuestas preconcebidas.
Había que encontrarlas sobre la marcha y, naturalmente no se podía dar respuesta a todo, ni las respuestas eran siempre las que la gente esperaba de nosotros. La cantidad de demandas con relación a la Alianza era enorme y continua, y veíamos con preocupación las limitaciones que teníamos para responder a tantas expectativas de la manera más adecuada. Nuestras debilidades en la comunicación provocaron tensiones y reclamos que en algunos casos fueron difíciles de superar.
En aquellos momentos consideramos que no estábamos listos para jugar un papel político y no pensamos en convertirnos en una organización que se pusiera al frente de un enfrentamiento que ya era claramente político, a pesar de que aun antes de que el diálogo terminara ya era obvio que íbamos a entrar a una etapa en la que el enfrentamiento era entre dos visiones. La del gobierno de Ortega, decidido a permanecer en el poder a toda costa, y la visión todavía difusa del movimiento que se gestó a partir de abril, que no tenía ningún liderazgo identificable, ni ningún programa claro, más allá del reclamo de que Ortega y Murillo se fueran y nos dejaran libre el espacio del poder para comenzar a trabajar en la reconstrucción del país.
ESTÁBAMOS ANTE UN ENEMIGO
QUE NO SE DETENDRÍA ANTE NADA
Mientras todavía estábamos inmersos en el diálogo, varias veces discutimos si la alianza debía asumir otro rol diferente al de interlocutor del diálogo. También discutimos en algún momento la necesidad de hacer análisis más profundos de cómo iba evolucionando la situación y cuál era la correlación de fuerzas.
Hasta entonces el movimiento había sido espontáneo y voluntarista, pero ya percibíamos que el problema no se iba a resolver con cuatro o cinco marchas gigantescas en Managua y en el resto del país. A pesar de eso, no logramos avanzar mucho en un análisis en serio sobre la fuerza del movimiento azul y blanco y sobre la fuerza que teníamos enfrente, a pesar de que ya había voces que nos decían que esto no se iba a resolver fácilmente solo porque creyéramos que habíamos llegado a un punto de no retorno y que por haber llegado hasta ahí vendría la solución a la crisis.
Ya había señales de que era necesaria una organización más sólida, más estructurada y con un análisis más realista para saber qué cosas hacer y para poder tener perspectivas de éxito ante la represión sangrienta que Ortega había desatado. Al terminar en agosto de 2018 la “operación limpieza” todos estábamos convencidos de que estábamos ante un enemigo que no se iba a detener ante nada y que enfrentábamos una situación totalmente nueva y mucho más compleja.
UN BAJÓN CUANDO TERMINÓ EL DIÁLOGO
La Alianza como tal experimentó un bajón cuando se terminó el diálogo nacional. Habíamos sido convocados para dialogar y el diálogo había fracasado en el sentido de no haber logrado poner fin a la crisis y sentado las bases para lograr una justicia verdadera y dar inicio a un proceso de democratización sólido.
Sin embargo, todos reconocen que hubo algunos resultados importantes, como haber logrado la presencia en Nicaragua de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y después del Mecanismo de Seguimiento para Nicaragua de la CIDH y del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes. Sus informes han sido decisivos para que el mundo conociera las graves violaciones de derechos humanos cometidas en Nicaragua.
FEBRERO 2019: LA REUNIÓN DE ORTEGA
CON LA CÚPULA EMPRESARIAL
Después de varios meses sin ninguna iniciativa de parte de Ortega y con la crisis económica avanzando, en febrero de 2019, la cúpula del sector privado se reunió con Ortega y acordaron instalar una mesa de negociación. Después del fracaso del diálogo de 2018 y de las lecciones aprendidas en él había bastante claridad en que la solución a la crisis pasaba necesariamente por una negociación política.
¿Quiénes serían la contraparte de Ortega en este nuevo intento? Después de la sangrienta ola de represión que puso fin a los tranques, y con el país prácticamente ocupado por fuerzas policiales y parapoliciales, no había ninguna organización que tuviera fuerza para sentarse con Ortega y obligarlo a hacer concesiones.
Para entonces, el reflujo de la movilización azul y blanco era evidente. La represión era brutal, había centenares de presos y miles de exiliados y no había movilización en las calles por la ola represiva. Ortega seguramente presionó para negociar con grupos que fácilmente cederían a sus pretensiones, como ya lo había hecho repetidamente en el pasado. Aunque no se conocen los detalles de las conversaciones con la cúpula empresarial, es muy probable que algunos de los presentes dejaron claro que una negociación a la medida de Ortega, con interlocutores dóciles y que no abordara a fondo los problemas fundamentales de la crisis, no haría más que retrasar una salida verdadera y probablemente agudizaría las contradicciones.
Al final se tomó la decisión de que fuese la Alianza Cívica la interlocutora del gobierno en esa negociación. O era la Alianza o no había negociación Fue también en la reunión con Ortega donde se decidió quiénes estarían en la mesa. Se acordó que habría un grupo de negociadores propietarios con sus suplentes respectivos y un grupo de asesores que estaríamos en “el cuarto de al lado”.
A mí se me invitó a participar en calidad de suplente. Es¬taba en ese momento fuera del país. Me mencionaron la reunión entre Ortega y los grandes empresarios, pero no me dieron mayores detalles. Aunque no tenía claro el posible trasfondo de esta decisión y con interrogantes sobre nuestra capacidad para afrontar una negociación de este tipo, por la gravedad de la crisis, por el compromiso que habíamos adquirido con las madres y familiares de las víctimas y de los cien¬tos de presos políticos… y por dignidad, sabía que mi lugar estaba ahí.
QUÉ PASÓ EN ESA REUNIÓN
Mi lectura de lo que pasó en la reunión del gran capital con Ortega, donde se decidió la mesa de negociación, es que Ortega demostró ante ellos su astucia política y vio la oportunidad de una salida sin tener que pagar el alto precio que desde abril de 2018 pendía sobre su cabeza.
Creo, sin lugar a dudas, que los empresarios estaban desesperados por encontrarle una salida a la crisis, que estaba afectando sus intereses y a la que no se le vislumbraba una salida real a corto plazo. Ortega, que también estaba siendo afectado en sus intereses económicos, seguramente pensó que ya tenía controlada la situación y que la fase más aguda de la crisis que amenazó su poder ya estaba superada, y vio la oportunidad de una salida que contaría con el aval del gran capital y que estaría dirigida a desmontar las amenazas de sanciones de la comunidad internacional sin tener que hacer concesiones de fondo.
Seguramente también incluyó en sus cálculos su menosprecio por la Alianza Cívica, convencido de que ésta no tendría la fuerza ni la capacidad de doblarle el brazo en una negociación. Seguramente pensó que sería fácil llegar a algún arreglo, a algunos acuerdos que sabía de antemano no iba a cumplir y que eso iba a desinflar una situación que seguía tensa, a pesar de tanta represión.
Creo que la cúpula empresarial, que tampoco pensaba en una solución integral a la crisis, creyó a Ortega y pensó lo mismo que él, que de la mesa podía salir algo positivo y relativamente rápido.
¿TENÍA SENTIDO ACORDAR
DERECHOS CONSTITUCIONALES?
Varios hechos refuerzan mi lectura. En la hoja de ruta se acordó el plazo de 30 días para llegar a acuerdos. Vencido el plazo de 30 días sin llegar a nada, se acordó una prórroga de unos días más, que también resultó irreal.
La metodología aprobada en la mesa también apunta en esta dirección, ya que se acordó que no se discutiera punto por punto hasta llegar a acuerdos, sino que, al no tener consenso sobre un punto determinado se podían abordar varios temas en paralelo hasta llegar a posibles acuerdos.
Fue así como surgieron los dos únicos acuerdos alcanzados: el de la salida de los presos políticos en un plazo no mayor de 90 días y el de restaurar los derechos y garantías constitucionales. Ambos fueron motivo de mucha discusión entre nosotros y de críticas muy fuertes que provenían de diferentes sectores del movimiento azul y blanco.
Noventa días era un plazo larguísimo. ¿Y tenía sentido acordar derechos que están en la Constitución? La libertad de expresión, de asociación, de movilización, la autonomía universitaria son derechos constitucionales. En un país normal no tenía sentido someterlos a discusión y ponerlos en un acuerdo negociado, pero terminamos viendo que era la única manera de colocar sobre el tapete lo que en ese momento era y sigue siendo un grave problema en nuestro país.
FRUSTRADOS Y ANTE UNA ENCRUCIJADA
Vencidos los plazos fijados para llegar a acuerdos, y sin señales inequívocas de voluntad para lograr algún resultado positivo, ese día quienes estábamos en “el cuarto de al lado” estábamos embargados por un sentimiento de frustración y convencidos de que ahí terminaba la mesa sin llegar a nada, porque no mirábamos voluntad en la delegación del gobierno.
Fue por la intervención de los testigos y de los asesores que nos acompañaban-algunos habían participado en el difícil proceso de paz colombiano-, que nos plantearon que en una encrucijada como en la que estábamos se imponía una alta dosis de pragmatismo, ya que las alternativas eran suspender la mesa de negociación sin haber logrado nada o alcanzar acuerdos que, aunque no eran plenamente satisfactorios, significaban un avance y permitían mantener abierto el espacio de negociación para los puntos que todavía estaban pendientes.
Fue así que al final de aquella tarde interminable se nos presentaron los dos documentos con las propuestas de redacción de los dos acuerdos, el de liberación de los prisioneros políticos en un plazo de noventa días y el acuerdo de derechos y garantías, que restauraba garantías y derechos garantizados en la Constitución, pero que estaban siendo violentados por el gobierno. Finalmente, consideramos que exigiendo su cumplimiento en aquel acuerdo se crearían las condiciones para comenzar a devolver la tranquilidad a la ciudadanía.
NADA SE CUMPLIÓ Y NUESTRA ÚNICA PRESIÓN
ERA LEVANTARNOS DE LA MESA
Después de intensas discusiones con nuestro equipo negociador se aceptó firmar los textos propuestos y anunciarlo en conferencia de prensa. Lo que pasó después ya lo sabemos: los acuerdos no se cumplieron. Muchos presos fueron excarcelados, pero ninguno fue liberado, ninguno tiene su expediente judicial limpio. Siguen siendo acosados, algunos han sido apresados, acusados ahora de delitos comunes, y aún hay más de cien presos en las cárceles. Y ningún derecho constitucional nos ha sido devuelto.
La firma de estos acuerdos trajo consigo críticas, algunas veces virulentas, en contra de la decisión de la Alianza. Se nos acusaba de falta de visión y de hacerle el juego al régimen, de no hacer partícipe de nuestras decisiones en temas tan trascendentales a los sectores que estaban involucrados en la lucha.
Con el trasfondo de estas críticas y ante la cada vez más evidente falta de voluntad por parte del gobierno para cumplir con los acuerdos firmados, la única forma de presión que nos quedaba era suspender las negociaciones y retirarnos de la mesa, exigiéndole al gobierno muestras claras de voluntad para cumplir con lo ya acordado y para avanzar en los puntos aún pendientes. La única manera de protestar y de hacer ver a la población que lo que ocurría en la mesa era una burla, era levantarnos de la mesa.
NUNCA ACEPTÓ EL GOBIERNO
REVISAR LAS LISTAS DE LOS PRESOS POLÍTICOS
En dos o tres ocasiones nuestra posición fue que, aunque se suspendía la mesa de negociación, se dejaba un espacio abierto para discutir con la delegación del gobierno la implementación y cumplimiento de los acuerdos firmados.
Ellos nunca aceptaron este espacio de diálogo y más bien se presentaban en las instalaciones del INCAE -donde se celebraba la negociación- para brindar conferencias de prensa en las que acusaban a la Alianza de no presentarse y de boicotear las negociaciones.
La decisión de retirarnos hasta que no se cumpliese efectivamente con la liberación de todos los presos políticos llegó el 16 de mayo cuando mataron a Eddy Montes en la Cárcel Modelo. Cuando eso sucedió, se estaba agotando el plazo de los noventa días y existía el temor de que no todos los presos serían liberados. Insistíamos en que en la mesa se revisaran las listas para asegurarnos de que iban a salir todos, pero eso nunca lo aceptó el gobierno, que decía que ya todo estaba firmado, que saldrían los de la “lista conciliada” con la Cruz Roja Internacional y que no había más que discutir. En eso estábamos cuando ocurrió el asesinato de Eddy Montes y decidimos no seguirnos prestando al juego del gobierno y retirarnos de la negociación, que era también la exigencia de la mayoría de la población.
¿ORTEGA QUIERE REALMENTE RESOLVER ESTO?
La decisión de levantarnos de la mesa ha tenido muchas consecuencias. El argumento del gobierno, que nosotros abandonamos la negociación, ha encontrado eco en algunos sectores de la comunidad internacional. Otros interpretan nuestro retiro como un signo de la debilidad de la Alianza para encubrir nuestra incapacidad de resolver la crisis. Nosotros tenemos otra lectura.
Creo que levantarnos de la mesa en ese momento era lo moralmente correcto. Teníamos a un compañero asesinado sin que el gobierno hiciera siquiera una farsa de investigación para aclarar quién lo había matado y en qué circunstancias. Era imposible seguir discutiendo nada con este gobierno.
El problema no es la supuesta debilidad de la Alianza, el verdadero problema es la total falta de voluntad de la contraparte. Realmente, ¿Ortega quiere resolver esto? ¿Lo quiere resolver pacíficamente y mediante una negociación? Nosotros sí queremos resolverlo por la vía pacífica y a través de una negociación. Levantarnos de la mesa era una forma de decirle que si quería resolverlo debía ser negociando, pero en serio.
¿QUÉ TENEMOS NOSOTROS PARA DAR
EN UNA NEGOCIACIÓN TAN ASIMÉTRICA?
La pregunta que se hace la comunidad internacional, la que me han hecho repetidas veces, es si tiene sentido la negociación con Ortega, porque en una negociación ambas partes conceden hasta llegar a un punto que satisface a las dos partes. Y la pregunta que me hacen es: ¿ustedes qué tienen para dar?
Yo les digo que estamos bien claros de que ésta es una negociación totalmente asimétrica. La asimetría se da entre una parte que tiene el monopolio de la fuerza y hace un uso indiscriminado de la fuerza bruta y de la represión, y otra parte que busca una solución pacífica y rechaza el uso de la violencia, pero mantiene una posición firme de rechazo a la violación de los derechos humanos de la ciudadanía y demanda un cambio en la situación política del país para encauzarlo por la vía de la democracia y del desarrollo humano y sostenible. Esos principios son nuestra contrapartida y nuestra fuerza en la negociación.
De nuestro lado tenemos la convicción de que la única manera en que se puede terminar esta crisis es con la participación de todos nosotros, la mayoría que demandamos un cambio. Sin nosotros ningún acuerdo que haga el gobierno será viable y traerá paz al país y pondrá fin a la crisis. Estamos convencidos que Ortega no logrará poner fin a la crisis y que el país vuelva realmente a la normalidad negociando con grupos que le son afines o que se presten a una negociación prebendaria.
ESTO VOLVERÁ A EXPLOTAR...
Ortega debe escuchar a la comunidad internacional y reanudar la negociación con la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia. La pregunta acuciante es si Ortega entiende esto. Parece que no. Porque por mucho que uno quisiera a veces encontrar un poquito de racionalidad a lo que estamos viviendo, no ve en las decisiones que ellos toman algo de racionalidad. Deberían tener un mínimo de sensibilidad ante la tragedia nacional, ante el dolor de tanta gente, ante la economía del país al borde del precipicio. Eso debería hacerlos reflexionar, pero hasta ahora nada indica que eso sea siquiera una posibilidad en su forma de pensar.
Y por eso, la pregunta que nos hacemos continuamente en la Alianza es cuál es la alternativa, cómo terminamos con esto. Ortega cree que soluciona la crisis con más y más represión y que a punta de represión la gente se irá acomodando, cansando, acostumbrando. Pero ésa sería una victoria pírrica, ¿y por cuánto tiempo? ¿Un año, dos años...? Aun así, esto volverá a explotar.
ORTEGA NO SE SENTARÁ A NEGOCIAR
SIN PRESIÓN INTERNA
El pueblo de Nicaragua no acepta que lo humillen y lo sometan por la fuerza. Es un drama vivir en este país cuando uno piensa diferente, donde uno no puede ir a donde quiere ni hacer lo que quiere. El acoso, el hostigamiento, el control omnipresente de la policía, la violencia sin sentido de la policía y de las fuerzas paramilitares es inaceptable.
Para mí es una humillación salir a la calle y ver policías todos los días, por todas partes. Para Ortega y su gente ésa es la nueva normalidad del país, pero ¿hasta cuándo la gente seguirá soportando todo eso? Una de dos: o esto explota -el riesgo de que esto termine en una enorme explosión es real- o negociamos en serio.
Y ésa sigue siendo la posición de la Alianza: la lucha debe ser pacífica y la solución debe ser negociada. Pero Ortega no negociará en serio si no siente presión. La comunidad internacional ya demostró que tiene algunos mecanismos, pero no parece que hagan que Ortega acepte una negociación en serio con acuerdos serios que le quiten por fin el espolón a la crisis. Él sigue apostando a la represión hasta que no haya ninguna presión interna que lo obligue a sentarse.
A UN COSTO MUY ELEVADO HEMOS ENTENDIDO
LA COMPLEJIDAD DE ESTA LUCHA
Ha sido en el marco de este contexto que la Alianza Cívica ha tomado la decisión de reiniciar un proceso de reestructuración y de redefinición de su misión y visión, con el objetivo de fortalecer su papel como interlocutor en la negociación política y asumir un papel más claro como actor político en esta etapa de la lucha.
El nuevo objetivo estratégico de la Alianza es contribuir a formar una gran coalición opositora donde estén representadas todas las expresiones del movimiento azul y blanco para continuar la lucha por la construcción de una nueva Nicaragua.
Estamos convencidos de que si no hay una presión nacional e internacional en la proporción correcta no va a haber una solución pacífica a la crisis. La presión interna pasa necesariamente por el fortalecimiento de la organización de todo el amplísimo movimiento azul y blanco, que hasta ahora ha sido un movimiento voluntarista, en el que pensamos muy románticamente que solamente con manifestaciones, con protestas y con reclamos para hacerle saber a Ortega nuestro descontento y nuestro rechazo, él iba a dejar el poder.
A un costo muy elevado hemos comprobado que Ortega no escucha el clamor del pueblo y comprendemos ahora que ésta es una lucha mucho más compleja entre dos visiones de Nicaragua. En un lado, una Nicaragua viviendo bajo una dictadura, con un partido hegemónico que lo controla todo y que tiene el monopolio de la fuerza y que quiere paliar los síntomas más aberrantes de la pobreza con asistencialismo y con una retórica “revolucionaria” que pertenece al pasado. Y en el otro lado, una Nicaragua, que quiere vivir en democracia, en libertad, con un desarrollo económico sostenible e inclusivo, que garantice trabajo digno para todos y para todas, en la que se respeten los derechos humanos, que vea hacia el futuro y no más hacia el pasado.
La tarea principal de la Alianza en esta etapa es organizar y estructurar una plataforma política que movilice a la gente para defender sus derechos, luchar contra la corrupción y las mentiras que caracterizan a este régimen y empezar a construir la Nicaragua que siempre hemos soñado.
Tras esta decisión está el reconocimiento y la convicción de que la lucha es ahora eminentemente política. Y aunque la Alianza se sigue preparando para la eventualidad de volver a negociar, creemos que aun con una negociación que llegue a resultados para superar la crisis, el verdadero problema de Nicaragua está ya a la vuelta de la esquina, porque la crisis nos está dejando un país polarizado, con divisiones que están a flor de piel, con odio de unos contra otros, con una economía destruida que requerirá de muchos años de duro trabajo para recuperarse.
LA CRISIS PUSO AL DESCUBIERTO
EL PAÍS QUE TENÍAMOS
La crisis puso al descubierto el verdadero rostro del país que teníamos. Era mentira que estábamos bien porque crecíamos al 5%. Crecía la economía, pero ese crecimiento sólo se veía reflejado en la cuenta bancaria de Ortega y del grupo de corruptos que lo rodean, mientras la gente seguía tan pobre como siempre.
Éramos el país más seguro de Centroamérica, la admiración de la región. Y descubrimos de manera trágica que eso se debía a que los grupos criminales eran parte del aparato de poder que, a una señal de sus jefes, se pusieron pasamontañas, empuñaron las AK y salieron a las calles a sembrar terror y muerte.
Se nos repetía hasta el cansancio que vivíamos una nueva etapa de la revolución socialista, cuando en realidad la política económica seguía al pie de la letra el manual del Fondo Monetario Internacional y daba una continuidad todavía más ortodoxa de la que siguieron los llamados gobiernos neoliberales.
La economía seguía dependiendo de los mismos productos tradicionales que Nicaragua exporta desde hace doscientos años, el único empleo que se fomentaba era el de sobrevivencia en las empresas de zona franca y en el mercado informal, donde trabajadores y trabajadoras no tienen ningún derecho.
Una de las principales fuentes de ingresos del país son las remesas que envían los cientos de miles de compatriotas expulsados de su patria para buscar en otras tierras lo que aquí no encuentran. Nicaragua exporta personas, mano de obra calificada, sus mejores talentos.
A la continua retórica que pretendía hacernos creer que vivíamos casi en el paraíso, se le opone ahora la terca realidad de un país empobrecido y atrasado al que, en lugar de ofrecerle cambios estructurales reales para sacarlo de la pobreza y el oscurantismo, se le ofrecieron proyectos fantasiosos sin ningún sustento real, como el del canal interoceánico, que sólo fomentaban más corrupción y falsas ilusiones y la entrega de la soberanía a las fuerzas más oscuras del capitalismo salvaje.
Mientras no entendamos que ésa que teníamos hasta abril es la Nicaragua que hay que transformar, no vamos a lograr estructurar la fuerza que se necesita para obligar a Ortega a entender que su tiempo ya pasó, que hace una década le dimos una nueva oportunidad para cumplir sus promesas de trabajo y paz y nos volvió a fallar, sumiendo nuevamente al país, por su ambición y arrogancia, en un nuevo mar de sangre y lágrimas. Él debe entender que tiene que hacerse a un lado para que podamos comenzar a construir la Nicaragua de la esperanza.
HEMOS ENTENDIDO LO QUE DEBE SER
LA UNIDAD EN LA DIVERSIDAD
Para emprender un esfuerzo así debemos ser realistas. Y la realidad que hoy tenemos, la que yo veo, es un movimiento muy fraccionado, en el que todavía hay mucha gente que sigue creyendo que esto es cuestión sólo de voluntad, y no de organizarse y estar dispuestos a correr riesgos.
Hay otros que piensan que, criticando y descalificando a quienes intentan hacer algo, las cosas van a cambiar y van a hacerse como ellos piensan, pero son incapaces de mover un dedo para dar el ejemplo y enseñar con hechos cómo deben hacerse las cosas. Esas actitudes sólo fomentan la división y la desconfianza.
¿Cómo superar las divisiones? Creemos que todo el mundo tiene derecho a pensar como mejor le parezca y a organizarse de la manera que crea responde a su forma de ser y a sus intereses. Debemos entender que la unidad tiene que ser unidad en la diversidad. El solo hecho de plantearlo así ha sido un gran paso, pero cómo hacer unidad en la diversidad no es tan sencillo. Todos los días hablamos y escuchamos a unos y a otros y vemos lo difícil que es con tanta diversidad darle forma a un movimiento fuerte y coherente que pueda hacerle contrapeso a un régimen que aún cuenta con muchos recursos y que ha demostrado no tener ningún escrúpulo.
HEMOS ENTENDIDO
QUE DEBEMOS TENER UN PROGRAMA MÍNIMO
Hemos entendido también que la única manera de tener un movimiento fuerte y bien estructurado es teniendo un programa mínimo con el que todos estemos de acuerdo, con el que todos estemos comprometidos y dispuestos a trabajar para hacerlo realidad.
En la etapa en la que entramos ahora es necesario fortalecer la estructura interna y el funcionamiento de la Alianza. No es fácil. Es una gran virtud del gran movimiento que se gestó en abril ese sentimiento de querer participar, de que nos oigan, de frenar el surgimiento de cualquier intento de caudillismo.
Pero eso convierte la unidad en un parto dificilísimo, porque tomar cualquier decisión lleva muchísimo tiempo de debate hasta que logramos estar todos de acuerdo, lo que en principio está bien, pero eso nos ha llevado a posponer las decisiones más difíciles y terminamos dejándolas sin debatir porque nunca nos vamos a poner de acuerdo o, si llegamos a acuerdos, son mediatizados para que todos estén conformes.
Este sentimiento profundamente democrático que tiene el movimiento azul y blanco debe estar acompañado de efectividad. Tiene que haber agilidad en las decisiones, tiene que haber un proceso de análisis y planificación que nos diga que lo que vamos a hacer es lo que se puede hacer y es lo correcto. Y un proceso posterior que nos diga si lo que hicimos tuvo o no tuvo impacto.
LA ALIANZA DE ORTEGA CON LOS EMPRESARIOS: ENTRE LA INDIFERENCIA
Y LAS ADVERTENCIAS
Estamos claros de que la unidad que necesitamos no debe tener exclusiones. Muchos de los mensajes que recibimos de la población en las redes sociales abundan en críticas contra la presencia y actuación de los empresarios en la Alianza.
Creo que es un tema que debe abordarse con franqueza y siempre con el ánimo de sumar, no de restar. Mi punto de vista es éste: bien sabemos todos la responsabilidad que ellos tuvieron en los años “felices” de alianza con la dictadura y todos sabemos que esa relación privilegiada fue aprovechada por los empresarios para impulsar una agenda legislativa acorde con sus intereses, que favoreciera el “clima de negocios” y la inversión.
Mientras, Ortega tenía las manos libres para impulsar su proyecto de concentración de poder mediante el desmantelamiento del andamiaje democrático y el desmontaje de la institucionalidad del país. Sin duda, esta alianza contribuyó al crecimiento económico de los últimos años y a los cambios superficiales que se observaban, especialmente en las principales ciudades y en las zonas turísticas.
Aunque no faltaron las voces que advertían de los peligros de esta situación, la verdad era que la mayoría lo mirábamos con indiferencia, y mientras esto no nos afectara directamente, las cosas iban bien. Sin duda, el efecto más perverso de todo esto fue la inversión de la escala de valores que estaba sufriendo la sociedad: los principios democráticos perdieron valor frente al supuesto bienestar económico, la tranquilidad y que nos dejaran en paz.
Expertos que visitaron el país en esos años y algunos estudios especializados, que tuvieron mucho impacto en esos años, advirtieron del peligro que se derivaba del desmantela¬miento de la institucionalidad democrática, incluso para el clima de negocios. No podía haber crecimiento sostenible, mucho menos una transformación estructural en un ambiente de abuso de poder, de perversión de la justicia y de corrupción al amparo del poder.
ABRIL 2018: EL ROMPIMIENTO
DE LOS EMPRESARIOS CON ORTEGA
Tarde o temprano ese mundo ideal colapsaría y fue lo que sucedió a partir del 18 de abril de 2018. La reforma unilateral del INSS provocó el rompimiento de la alianza del sector privado con el gobierno.
Pronto, la posición que tomó el empresariado al lado de los sectores que exigían justicia y democracia para terminar con la crisis hizo todavía más profundo el rompimiento. Si ese rompimiento es definitivo e irreversible es difícil asegurarlo, pero siendo fieles a la verdad, hasta ahora, y a pesar de las presiones y del enorme deterioro económico que sufre el país, los empresarios se han mantenido firmes al lado de los sectores democráticos y han jugado un papel positivo en estos meses de lucha.
Lo que suceda en el futuro dependerá seguramente de la fuerza que tenga el movimiento que se está gestando y de que todas y todos entendamos que necesitamos del concurso y aporte de todos los sectores y se reconozca el peso que el sector empresarial tiene en este país.
La situación de los empresarios dentro de la Alianza no ha estado libre de momentos difíciles y de discusiones y reclamos muy fuertes.
Cuando el gobierno comenzó a invadir fincas y terrenos de algunos empresarios miembros de la Alianza, les solicitamos conversar francamente sobre lo que estaba ocurriendo y que nos dijeran si esas presiones afectaban su compromiso con la Alianza y su participación en ella, lo que -les dijimos- sería comprensible. Fue una de las discusiones más francas que hemos tenido con ellos y todos, sin excepción, ratificaron su compromiso y siguieron adelante.
Por otra parte, el que no se haya llegado al tipo de arreglo que quizás esperaban el gran capital y Ortega de la mesa de negociación no se ha dado porque el sector privado ha logrado mantener coherencia dentro de la Alianza sobre el planteamiento central: lo que realmente va a solucionar la crisis son unas elecciones con todas las garantías y que el tema de justicia no se dé por cerrado. Yo creo que hasta ahora eso lo sigue manteniendo el sector privado.
¿DÓNDE QUEREMOS A LOS EMPRESARIOS?
Creo que en este asunto la pregunta que todos tenemos que hacernos es: ¿Dónde queremos ver a los empresarios, a nuestro lado o en la acera de enfrente y buscando un arreglo con Ortega, lo que haría las cosas mucho más difíciles para el movimiento azul y blanco? Nadie es ingenuo y todos estamos claros de que ellos tienen sus intereses, como los tiene cada sector implicado en esta lucha.
Debemos conversar con cada sector de la Alianza sobre su visión del país que debemos construir para trabajar en las coincidencias y asegurarnos de que realmente estamos dispuestos a hacer algo nuevo y a romper definitivamente con el pasado. Esa discusión con el sector empresarial es fundamental y de trascendental importancia para el futuro del país. Pensar que en la nueva Nicaragua ellos van a hacer los mismos negocios que han hecho siempre, y de la misma manera que los hacían antes de abril, creo que no entra en los planes de la mayoría de quienes estamos en la Alianza. Tampoco creo que en esa nueva Nicaragua deberían entrar ideas de expropiaciones y experimentos económicos que ya han demostrado su ineficacia.
Esta discusión aún no la hemos tenido con ellos con la profundidad y seriedad debida. Está pendiente. No sabemos qué cuota estarán ellos dispuestos a dar. Y eso vale para todos, porque debemos estar claros de que en esa Nicaragua que vendrá después de superada la crisis todo el mundo tendrá que aportar una cuota de sacrificio y quienes tienen más tendrán que aportar más.
¿Están ellos dispuestos? No lo sé. Ésas son las cosas que hay que hablar cuando estemos diseñando acuerdos mínimos sobre el proyecto de la Nicaragua que queremos, un debate en el que tendrán que participar los empresarios y todos los sectores.
Si hoy estamos donde estamos, y Ortega no ha logrado convencer a nadie de que el país volvió a la normalidad, es porque ha prevalecido la idea, tanto en la Alianza como en todos los otros sectores que participan en esta lucha, que tenemos un compromiso que va más allá de los intereses sectoriales ahí representados. Y obviamente, uno de los sectores más fuertes es el de los empresarios.
Ellos son una fuerza real en el país y lo van a seguir siendo en el futuro, cuando su papel será aún más importante que ahora. Estamos claros que ese papel lo debemos ir definiendo desde ahora. Porque si Nicaragua va a seguir teniendo la inequidad que tenemos ahora, si va a seguir teniendo un modelo económico como el que tuvimos hasta el 18 de abril, ellos van a tener mucho que decir y mucho que cambiar.
Al igual que el sector empresarial, todos los demás sectores integrantes de la Alianza estamos en un proceso de reflexión y análisis para conocer mejor nuestras fuerzas y debilidades y para definir la forma en que podemos aportar a la consolidación de la Alianza y de todo el movimiento democrático.
EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL
HAY COMPLEJIDAD Y HAY MADUREZ
El sector estudiantil, por su peso e importancia en esta lucha, tiene una responsabilidad especial en este proceso y debe contar con el apoyo de todos los otros sectores. Como todos los demás sectores, también enfrenta problemas, que son comprensibles.
Las organizaciones que están en la Alianza quedaron huérfanas cuando el gobierno recuperó a sangre y fuego las Universidades que fueron el epicentro de las luchas. Los dirigentes que están en la Alianza ni siquiera pueden entrar a la universidad, dejaron de estudiar, les desaparecieron sus expedientes y sus bases están en muchos casos desarticuladas
¿Puede funcionar el movimiento estudiantil fuera de la Universidad? Son pláticas que hemos tenido con ellos, que las seguimos teniendo y es uno de los grandes retos que debemos enfrentar.
Quizás uno de los sectores del movimiento azul y blanco que atraviesa por una complejidad mayor en estos momentos es el movimiento estudiantil. Les hemos dicho que entendemos sus problemas y que son ellos quienes los tienen que resolver y hasta ahora han demostrado un alto grado de madurez, lo que les ha permitido avanzar, pero no podemos esperar respuestas y soluciones automáticas.
Es muy importante el talante democrático que han demostrado hasta ahora todas las organizaciones estudiantiles, que han rechazado las más mínimas tentaciones de centralismo, autoritarismo y caudillismo. Eso debe llenarnos de esperanza.
Hace poco tuvieron un foro en el que participaron más de 400 muchachos y muchachas y creo que dieron muestras de su capacidad de convocatoria, de organización y de compromiso con la unidad. Debemos seguir apoyándolos en estos esfuerzos. Aquí no podemos excluir a nadie.
DEBEMOS LUCHAR CON OTROS SECTORES
Y CON MUCHAS BANDERAS
¿Cómo veo la lucha en esta nueva etapa? La primera gran tarea es lograr la unidad. Es una tarea impostergable. La otra tarea es fortalecer la organización y desarrollar nueva formas de lucha para mantener la presión sobre Ortega y su régimen, hasta hacerlo entender que la única salida a esta crisis es por la vía del diálogo y la negociación poniendo el interés de Nicaragua por delante de cualquier otro.
Creo que tenemos que comenzar a diseñar otras estrategias de lucha, tomando como banderas los problemas que tiene la gente que los está sufriendo.
Las banderas de los jubilados, que han visto reducidas sus pensiones y que reciben muy mala atención en los hospitales. Las banderas de los cafetaleros, que exigen una auditoría de los impuestos que les cobraron y que consideran son mal utilizados.
Las banderas de los desempleados, que saben que con Ortega no recuperarán su trabajo. Las banderas de los empleados públicos, que deben exigir respeto a su dignidad. Debemos de ser capaces de organizarnos con otros sectores y con muchas banderas.
LAS TAREAS EN LAS QUE ESTAMOS
Y EL GRAN RETO: REPRESENTAR LA DIVERSIDAD
En la Alianza hemos tenido algo de arrogancia. El reconocimiento internacional como interlocutores para buscar la salida a la crisis nos dio la sensación de que estábamos por encima de otros.
Ha habido desencuentros que han trascendido con las organizaciones que formaron la Unidad Azul y Blanco. Pero creo que eso ya va superándose y todos estamos convencidos de que es hora de sumar.
En el trabajo internacional también tenemos mucho que mejorar. Queremos ir más allá de la OEA y de los organismos internacionales de derechos humanos y organizar mejor las relaciones con la diáspora nicaragüense en países que consideramos clave: Estados Unidos, España, Alemania, Suecia, en donde está mucho más organizada la diáspora, que ha hecho un lobby importante con los partidos políticos de esos países.
En la reestructuración hay una comisión encargada de la inclusión de nuevos grupos a la Alianza. Se han definido criterios mínimos, pero lo más importante es crecer sin afectar a organizaciones hermanas, priorizando sectores que aún no se han organizado y que han demostrado un compromiso claro con la lucha.
Excluir por supuesta falta de representatividad o de legitimidad resulta complicado y pienso que sería triste que para tener legitimidad tenga uno que haber pasado por la cárcel. Es con el ejemplo y con la lucha que tenemos que ganarnos la legitimidad.
Ahora, como la inclusión será por sectores, esperamos que sean los sectores quienes designen democráticamente a sus representantes. Nosotros no vamos a decidir, queremos que decidan los sectores.
Estamos también yendo a los territorios para hablar con las organizaciones locales y conocer mejor a quienes están dando la cara en los municipios. Está siendo una tarea muy difícil por el acoso y el asedio permanente. El gran reto es que la coalición que estamos conformando represente a toda la diversidad y complejidad de nuestra querida Nicaragua.
¿Y EL LIDERAZGO?
Algunos piensan que nos hace falta un liderazgo con rostro, nombre y apellidos. El tema del liderazgo lo hemos discutido, pero por la forma en que este movimiento surgió, por la forma en que se ha estructurado, por su horizontalidad, ha sido alérgico a las jerarquías y a los líderes.
En los momentos más intensos de la lucha hablar siquiera de coordinador de algo era casi sinónimo de traición a la esencia misma del movimiento. Teniendo en cuenta el legítimo temor a estar incubando nuevos caudillos, poco a poco se ha venido aceptando la idea de encontrar formas nuevas de organización que nos permitan ser más eficientes en la toma de decisiones y para aprovechar el enorme potencial que nos da la diversidad.
Dentro de la Alianza también se ha avanzado y la conformación del Consejo Ejecutivo, el nombramiento de un Coordinador General como el doctor Carlos Tünnermann, y un Director Ejecutivo como Juan Sebastián Chamorro, son pasos en esta dirección.
¿ESTAMOS LISTOS PARA HACERNOS
CARGO DE LA TRANSICIÓN?
Cuando estábamos en la etapa de las grandes manifestaciones de 2018 los amigos de fuera de Nicaragua me decían que estaban viendo algo así como una “primavera árabe tropical”: grandes movilizaciones con mucho fervor y entusiasmo, muy decididas, pero que terminaron mal, casi todas con la intervención del ejército...
El temor que había en mucha gente de la comunidad internacional era que aquí ocurriera algo similar, que interviniera el ejército o que se fuera Ortega y quedara un vacío que sería llenado por el caos, lo que les hacía preguntarse: ¿y después, qué?
Debemos reconocer que en 2018 eso nunca lo pensamos nosotros seriamente. Era tanto el dolor y la rabia provocados por las masacres y el cinismo de Ortega y Murillo que todo lo que exigíamos era que se fueran y ya después arreglaríamos las cargas.
Hoy, después de todo lo que hemos vivido, debemos hacer¬nos las mismas preguntas: Si Ortega se va de repente, ¿estamos listos?, ¿qué va a pasar después? Lo que he percibido al hablar con representantes de varios países es que en la comunidad internacional tienen temor a que en Nicaragua se cree un vacío con la salida de Ortega, lo que podría provocar una gran inestabilidad.
Por eso es que creo que han preferido llevar las cosas con una cautela y calma que no nos gusta, pero tenemos que admitir que también es responsabilidad nuestra esa lentitud, porque no les hemos demostrado convincentemente que estamos listos para hacernos cargo de la transición.
¿Soy pesimista, optimista, realista? Pienso que debemos analizar objetivamente dónde estamos hoy, cuál es la fuerza que tenemos, la fuerza que tiene la dictadura y hasta dónde puede llegar la comunidad internacional con sus acciones para así tener claros los escenarios posibles y analizar cómo podemos actuar en cada uno de ellos.
No podemos seguir actuando guiados sólo por el instinto, los buenos deseos o por la ya mil veces demostrada disposición al sacrificio de los nicaragüenses. A pesar de todo, creo que estamos mejor preparados hoy para la transición porque estamos más claros de la complejidad de la tarea. Creo que hay mayor claridad en relación a la necesidad que tenemos de alcanzar acuerdos mínimos para avanzar. Y entre ellos, acuerdos sobre la convivencia con quienes piensan diferente a nosotros.
LAS PREGUNTAS MÁS DIFÍCILES
Entre las preguntas más difíciles que tenemos que hacernos es cómo vamos a convivir con la gente que ha apoyado a Ortega y que lo va a seguir apoyando. Se ha avanzado mucho en la conciencia de que no es posible ignorarlos. Existen ya varias iniciativas para encontrar mecanismos para enfrentar esta tarea, algunas de nivel local. Es necesario que nuestra agenda incluya estos temas.
Otro tema que no podemos obviar es el problema que representan los paramilitares para el futuro, ya que estamos todos bien claros que sin resolverlo Nicaragua no tiene ninguna viabilidad.
La comisión de verificación y seguridad ha estudiado los posibles mecanismos que existen para enfrentar este problema. Obviamente, ante la magnitud de la tragedia que vivimos, hay quienes tendrán que responder ante la justicia, una justicia de verdad, pero hay mucha gente que no participó en las masacres y que tiene derecho a pensar diferente y a no ser objeto de represalias o exclusiones.
Si los excluimos, volveríamos a lo mismo que hoy sentimos nosotros. Y el sentimiento peor que hoy experimentamos es sentirnos ciudadanos de segunda. Y yo no quisiera que esa sea la lógica que repitamos con ellos, convirtiendo a los que piensan diferente, sandinistas o no, en ciudadanos de segunda.
La justicia es un paso fundamental para enfrentar y superar esta crisis. Hemos insistido hasta la saciedad en la necesidad que tenemos de saber qué pasó, quién dio las órdenes y qué órdenes se dieron… Es fundamental saber la verdad.
En el fondo, todos sabemos qué fue lo que pasó, pero necesitamos una investigación independiente que nos lo confirme. No concibo construir una Nicaragua diferente fundamentada en la mentira, con esa duda, y pretender seguir adelante como si no hubiera pasado nada.
TENEMOS UNA FUERZA INMENSA,
NI SABEMOS SUS DIMENSIONES
Finalmente, éste es el mensaje que quisiera transmitirles: a pesar de que aún estamos desorganizados y nos falta todavía mucho por hacer, tenemos una fuerza que ni nosotros mismos sabemos las dimensiones que tiene.
El hecho de que Ortega no se haya atrevido a solucionar esto buscando socios a los que puede imponer su voluntad, como lo ha hecho siempre, y el hecho de que el sector privado no se haya sentado con él para “arreglarse”, indican que el movimiento azul y blanco tiene un enorme poder y una enorme fuerza, que debemos cuidar, definiendo ya cuál es nuestra propuesta de país para que la gente se sienta identificada con ella.
Nuestra agenda está ahora condicionada por la urgencia que tenemos de salir de esta crisis. Lo que está por detrás es crear las condiciones para que nunca más vuelva a repetirse todo lo que hemos vivido y lo que estamos viviendo aún, sabiendo que la raíz de la crisis es un gobierno irresponsable, corrupto y asesino.
Lo que quedará tras la salida de este gobierno serán unas condiciones sociales injustas, polarización y mucho odio que habrá que superar. ¿Hasta dónde va a llegar el consenso de los nicaragüenses para hacer un cambio profundo en las estructuras sociales de Nicaragua, de manera que el país que resulte de este esfuerzo sea un país más justo? Eso aún está por verse y son temas que hay que debatir, especialmente con el sector privado para saber qué es lo que piensan.
DE LO QUE SÍ ESTOY SEGURO
Quienes nos hemos metido en esto no lo hemos hecho por resentimiento con Daniel Ortega ni buscando nuestros intereses. Lo hemos hecho porque esta crisis ha puesto al descubierto que el país que existía antes del 18 de abril estaba hecho solamente de mentiras y promesas y que la mayoría de nosotros estábamos casi resignados a seguirlo aceptando.
Pero la rebelión de abril nos dijo ¡basta, no más engaños ni mentiras! y la crisis que desencadenó nos da la oportunidad para transformar nuestro país. Sabemos que la transformación de Nicaragua tendrá que ser una transformación integral.
Si estamos a la altura de realizarla, está por verse, tenemos que demostrarlo. Todo el sacrificio que han hecho tantos sería en vano si de esta crisis no sale una Nicaragua diferente, más justa, más pacífica, más tolerante, más solidaria.
No perdamos la fe. En la medida en la que todos vayamos haciendo lo que tenemos que hacer lo vamos a lograr. Yo no sé cuándo va a terminar esto, pero de una cosa sí estoy seguro: nunca vamos a volver al 17 de abril de 2018, Nicaragua ya nunca será la misma y va a ser otra. ¿Qué tanto será otra y qué tan pronto será la Nicaragua que queremos? La respuesta está en nosotros.
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