México
¿Voto del miedo o miedo al voto?
Cinco factores explican los resultados de las elecciones mexicanas. Entre ellos, el miedo al cambio y al caos que hábilmente sembró el PRI. Pero el miedo mayor fue el que siente el PRI: miedo al voto libre de los mexicanos. Por eso organizó tan gigantesco fraude. Ya hay pruebas.
David Fernández
Las elecciones del 21 de agosto podían haber sido un importante paso en el tránsito de México a la democracia. Pero no lo fueron. Al darse en un contexto sumamente delicado para la nación, parecían especialmente trascendentes para la pacificación social. Pero no fue este su resultado. Al contrario, las elecciones han venido a mostrar el verdadero rostro del régimen de partido de Estado, y han abierto la posibilidad de un conflicto generalizado en México.
Crisis social, crisis de liderazgoLa insurrección indígena en Chiapas, en enero de 1994, colocó a México en una nueva época de su historia. Durante seis años, el grupo gobernante había apostado todo a un proyecto económico de características neoliberales y, sin haber fortalecido la economía en su conjunto, tenía entre las manos un país con unos cuantos logros macroeconómicos, pero con una fragilidad económica indiscutible y con una microeconomía en crisis.
El proyecto que el gobierno llevó adelante trajo como logros visibles el incremento en las reservas monetarias nacionales, el crecimiento de la economía global durante los tres primeros años del sexenio y el freno a la antes endémica inflación económica. Por todo esto el país pagó muy altos precios. Entre otros, una creciente polarización social, el aumento desmedido en la pobreza y el desempleo, la indefensión frente a los capitales transnacionales y la crisis de la pequeña y mediana industria nacionales.
El equipo salinista olvidó o ignoró la realidad social concreta, transgredió las reglas políticas elementales y le dio la espalda a las necesidades del pueblo. Estas graves omisiones sociales se tradujeron -junto con la crisis de una pobreza en aumento - en una profunda crisis de liderazgo y de proyecto, así como en una grave ruptura de la red de relaciones, vínculos y procesos de todo el sistema nacional.
Con una actuación siempre autoritaria del régimen, y con un avance insuficiente en las condiciones democráticas del país, los salinistas reformaron radicalmente leyes básicas y secundarias del pacto nacional surgido de la Revolución de 1910-1917, sin lograr consensos previos, erosionando así gravemente la credibilidad de los tres Poderes de la Unión, de los partidos políticos y de la ley misma.
Desde hacía 60 añosDespués de la insurrección en Chiapas, se produjeron en México fugas de capitales escandalosas - 11 mil millones de dólares en un solo mes - y el país se encontraba con una moneda sobrevaluada y con desequilibrios en la bolsa y en la balanza de pagos. En el momento de las elecciones, el poder adquisitivo real de los trabajadores era apenas una tercera parte de lo que fue hace diez años. En 50 días las tasas de interés de los Certificados de la Tesorería crecieron del 9% al 18%. Según las propias fuentes oficiales (INEGI y Banco de México), durante el primer trimestre de 1994 el PIB creció en menos del 0.5% "Bajo el contexto más optimista, el crecimiento estimado en el trimestre es el más bajo del sexenio y sólo resulta comparable con la tasa negativa de 1.3% registrada en 1987". Según las mismas fuentes, la población formalmente inactiva y de subempleados era del 23% en ese mismo período.
En el terreno de las instituciones nacionales, antes del 21 de agosto teníamos dos importantes asesinatos sin resolver - el Cardenal Posadas y el candidato Colosio -, decenas de secuestros de algunos de los principales agentes económicos, un núcleo armado de unos 20 mil indígenas en el Sureste del país, un diálogo en suspenso entre el EZLN y el gobierno, y enormes contradicciones en el partido de gobierno. Los allanamientos y hurtos de documentación a locales de organismos no gubernamentales y organizaciones sociales, y la persecución e intimidación a jesuitas, dirigentes sociales y medios de comunicación social, se multiplicaron unos meses antes de los comicios.
Con todo esto, existía en México un clima preelectoral de inestabilidad como hacía 60 años no se vivía en el país. Era una crisis nacional y de casi todo: crisis de agotamiento de un modelo de poder y de formas de ejercerlo, crisis de valores medible en la desorientación acerca del porvenir, crisis económica paliada en parte por el socorro monetario recibido de los Estados Unidos, crisis laboral con nuevos cierres de empleos y la incorporación anual de 900 mil jóvenes al mercado de trabajo, sin posibilidades de conseguirlo.
Resultados: 5 factoresCon todo y esta crisis, el régimen salinista apostó todo al continuismo del PRI e hizo hasta lo imposible por perpetuarse en el poder. El fraude realizado el 21 de agosto muestra el extremo al que se llegó. La designación del candidato del PRI, Ernesto Zedillo, luego del asesinato de Colosio, manifestó ya esta voluntad de persistencia. Otro dato de la voluntad salinista de establecer en el país un nuevo "maximato" fue la negativa del gobierno a realizar una reforma electoral suficiente que garantizara comicios limpios y creíbles. El gobierno se preparó desde el comienzo para un nuevo fraude y para la movilización con que se le podría cuestionar después. Adquirió, por ejemplo, decenas de vehículos antimotines en previsión de disturbios públicos posteriores a las elecciones y se los asignó al ejército. Las previsiones se verificaron: hubo fraude. Pero, como señaló Heberto Castillo, las elecciones mexicanas fueron como un acto de magia de David Copperfield: todo mundo sabe que hubo truco, pero nadie ha podido demostrarlo a cabalidad.
Cinco son los factores que, en orden de importancia, contribuyeron al supuesto triunfo del partido oficial:
1)el fraude múltiple,
2) el régimen de partido de Estado,
3) el corrimiento del voto ciudadano,
4) la concepción de la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas - único candidato realmente alternativo -,
5) la situación interna del PRD.
Fraude: 11 millones Como se hace cada día más evidente, el proceso electoral estuvo viciado de origen. La feria de las cifras que se han ofrecido desorienta al mejor plantado. Los porcentajes definitivos que presenta el Instituto Federal Electoral (IFE) señalan al PRI como triunfador en la contienda presidencial con el 48.77% de los sufragios. Le sigue Fernández de Cevallos del PAN con el 25.94%. Y en tercer lugar, Cuauhtémoc Cárdenas con sólo el 16.60%.
Son cifras fraudulentas. Estamos en condiciones de asegurar que hubo cerca de 5 millones de personas "rasuradas" (eliminadas) de las listas nominales oficiales y que hubieran deseado votar. Prueba de esto fueron las protestas multitudinarias en las casillas especiales - para ciudadanos supuestamente en tránsito, pero que se saturaron por electores que no aparecían en las listas de sus casillas - y que lograron agrupar sólo a un porcentaje mínimo de electores que no aparecieron en el listado oficial.
También hubo "fantasmas": sectores del padrón que fue inflado - con homónimos y otros -, y cuyo número pudiera llegar hasta a 6 millones de falsos electores. Junto a varios visitantes extranjeros invitados, Foro México pudo ubicar antes de los comicios a numerosos "fantasmas" en el padrón, por lo que interpuso una demanda contra Arturo Núñez, director del IFE. En conclusión, al menos 11 millones de votos quedaron volando y fueron presumiblemente utilizados de manera prioritaria para elevar la votación del partido oficial.
Además de éstos, se dieron otros mecanismos tradicionales de fraude, bien documentados ya por Alianza Cívica: ciudadanos que no estaban en la lista nominal en casi el 70% de las casillas, ciudadanos registrados en casillas no vecinas, "carruseles" de policías o militares que estuvieron votando varias veces desde tempranas horas en las casillas especiales para agotar en ellas las boletas, casillas en las que se permitió votar sin credencial (8%) o con el dedo ya entintado (35%), votantes a los que no se les entintó el pulgar y uso de tinta que se borraba.
PRI: poderosa maquinariaSi algo salió a la luz en estas esperadas elecciones fue el carácter del Estado mexicano y de su brazo electoral, el PRI. En realidad, la oposición no se enfrentó a un partido político, sino a un completo aparato de administración y de control social. Pilares del PRI-gobierno en las elecciones fueron los grandes capitales, los medios de comunicación - especialmente Televisa -, todas las instituciones gubernamentales, los funcionarios públicos, la Iglesia, las escuelas, los sindicatos.
¿Quién de nosotros se atrevería a formar un equipo de fútbol para enfrentarlo mañana a la selección nacional del Brasil, y jugar además en su cancha, con las reglas y el árbitro cariocas? Esta fue la proeza que realizó la oposición en los comicios.
Como señala la Declaración de la Convención Nacional Democrática sobre las Elecciones, la contienda electoral fue injusta. En un régimen de partido de Estado, la competencia electoral no es democrática. Y en el caso de México, las inequidades son tanto estructurales como históricas. Existe un gobierno patrimonialista, que maneja programas y recursos públicos intentando comprar la legitimidad, un sistema de relevos sexenales donde el cambio se identifica con las mudanzas que decide en privado la oligarquía, y un control corporativo por el que los derechos gremiales son materia de regateo cupular. Los comicios mexicanos también fueron - y son - injustos por la insuficiencia de las reformas legales, que dejaron en manos del gobierno la parte sustancial de la preparación, organización y calificación de la elección.
El corrimiento de votosNo se puede desestimar la evidencia de que grandes sectores de la población cambiaron su intención de voto y votaron por el partido oficial. Este voto, consciente y libre, merece respeto. Pero la forma en que el PRI-gobierno lo obtuvo fue completamente ilegítima y desleal. Con técnicas que nos traen a la memoria los mejores tiempos del fascismo hitleriano se buscaron los votos de una ciudadanía, acosándola con amenazas y pronosticando el caos y la inseguridad si ganaba la oposición. El corrimiento del voto popular - por más que lo niegue Zedillo - se debió a campañas como la de "México repudia la violencia" o la de "Yo voto por la paz", que no fueron otra cosa que campañas anticardenistas.
El partido de Estado echó a andar también varios mecanismos que podrían tipificarse como delitos en cualquier país democrático: el empleo indiscriminado de recursos gubernamentales para hacer propaganda y proselitismo a favor del PRI. De manera destacada, se entregaron fondos condicionados del PRONASOL y del PROCAMPO. La entrega de estos recursos se hizo en muchas ocasiones incluso un día antes de la elección.
Se dio también un control gubernamental total sobre los medios de comunicación a lo largo de toda la campaña para favorecer al candidato oficial. Y se crearon varios organismos de "observación" y de "conteo rápido", buscando quitar peso a instrumentos similares que la ciudadanía había organizado para tener cierto control sobre los comicios, principalmente Alianza Cívica Observación '94. Por todas estas razones, viene creciendo en el país la conciencia de que el voto por el partido de Estado no puede interpretarse como un respaldo al proyecto neoliberal, que ha polarizado enormemente a la sociedad, sino como resultado del miedo y de la coerción promovidos por el Estado mexicano.
Junto al voto popular que se desplazó hacia el PRI estuvo también, y como siempre, el viejo voto corporativo. Ese voto comprado en los sindicatos, cosecha de compromisos subrepticios o públicos de los príistas y de prebendas a cambio de la venta de conciencias y convicciones.
Campaña PRD: 3 erroresTres errores pueden señalarse en la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas que tuvieron consecuencias en los resultados electorales. Primer error: pensar que el exitoso fenómeno de 1988 se repetiría de manera natural, contando con la inercia de los votantes y con la reiterativa repetición de los mitines de Cuauhtémoc.
Detrás de esta idea se escondía otro error: menospreciar la influencia que los medios de comunicación tienen sobre la población. Tercer error: pretender atraer a nuevos sectores sociales medios y altos hacia el programa del PRD, con lo que éste resultó desdibujado y perdió parte de su base tradicional. Se pretendió hacer de Cárdenas un candidato light, confiable, civilizado, "decente", sin que por ello consiguiera convencer a los dueños del capital de que podían confiar en el.
PRD: divisiones Los evidentes conflictos internos del Partido de la Revolución Democrática jugaron indudablemente en su contra. El estilo de la burocracia hegemónica en el partido resultó un lastre en la campaña electoral. Una burocracia proclive a la negociación y al pacto fácil con el Estado al que dice combatir, montada sobre un movimiento social que le es ajeno, pero que utiliza para sus objetivos de autopromoción. Una camarilla que le tiene miedo al pueblo, con gran vocación opositora pero con poca voluntad de poder. Esto afectó mucho la campaña electoral.
No es difícil que en esta etapa postelectoral se produzca una fractura en el PRD. De parte del grupo hegemónico parece existir la voluntad de aislar al sector "intransigente", encabezado por su Secretario General, para poder así librarse de la traba que le impide negociar y acomodarse con el nuevo régimen. Si las protestas ciudadanas se incrementan y se presiona en favor de la unidad podría no suceder esto. Pero el peligro es real.
¿Voto del miedo?Algunos analistas han querido ver en los resultados de las elecciones mexicanas el fruto de un fenómeno similar al de la derrota sandinista en Nicaragua. Nada más ajeno a la realidad. Aun cuando nos está costando trabajo probarlo jurídicamente, el factor determinante de los resultados electorales oficiales fue el fraude descomunal del que fue víctima la población y no el voto nacido del miedo.
Como señala Foro México: "Todos los que fueron cómplices en la preparación de este Operativo Fraudulento de Estado pretenden ahora engañar a la ciudadanía haciendo circular la ridícula tesis de que el PRI ganó porque contó con el 'voto del miedo'. Los increíbles 16 millones de votos del candidato del PRI a la Presidencia de la República son producto no del `voto del miedo', sido del miedo terrible al voto ciudadano libre que patológicamente padece el estado priísta".
Es necesario también señalar que, a pesar del régimen político y de las manipulaciones del voto, más de la mitad de los electores se expresó en contra del sistema priísta. En las condiciones de la contienda, esto significa un contundente voto de censura al gobierno y es base potencial para una lucha por una auténtica transición a la democracia. Hay que recordar que la gran coyuntura del país sigue siendo la transición a la democracia y que una elección, por importante que sea, ni la cierra ni la define. Esto no termina aquí.
En Chiapas la sociedad se ha activado profundamente para repudiar el fraude cometido y para intentar impedir la imposición como Gobernador del candidato priísta a la gubernatura, Eduardo Robledo Rincón. Los chiapanecos - con el respaldo moral de los zapatistas - luchan con bloqueos de carreteras, tomas de oficinas, marchas y mitines, por defender el triunfo del candidato de la sociedad civil - bajo las siglas del PRD -, Amado Avendaño.
El PAN - la derecha tradicional mexicana - vive una profunda contradicción entre las cúpulas que negociaron el fraude - con Fernández de Cevallos a la cabeza - y las bases honestas con las que el partido cuenta. En el estado de Guanajuato, la ruptura con el PAN de Vicente Fox - dirigente estatal y triunfador para Gobernador en las elecciones, pero cuyo triunfo fue "negociado" por la dirigencia de su partido -, es casi un hecho.
El que la legislación haya podido mantener "candados" para favorecer al PRI - como impedir coaliciones o permitir que el gobierno presida el IFE -, lo consiguió el gobierno con el aval del panismo nacional. Esto y el rápido reconocimiento que hizo el candidato presidencial panista de su derrota ante Zedillo, han cuestionado gravemente la credibilidad del PAN ante la nación.
El 47% de los mexicanos no cree que las elecciones hayan sido limpias y culpa por igual al PRI y al PAN. En realidad, parece estarse conformando en México un bipartidismo a la norteamericana, con el beneplácito del gobierno de los Estados Unidos.
Esto no termina aquíEn el país y en el extranjero comienzan ya a conocerse las irregularidades de todo tipo cometidas en los comicios. Observadores, periodistas, ciudadanos y partidos políticos descubren poco a poco el rostro sucio de unas elecciones que se tratan de presentar como limpias. Todas estas constataciones reactivan la indignación y la insurgencia ciudadana.
Así concluye el informe de Jered Kotler, representante de la organización Washington On Latin America (WOLA): "Las irregularidades y violaciones a las leyes electorales estuvieron presentes en todos lados, sin excepción. Lo único positivo fue la participación masiva del pueblo mexicano, no sólo como electores en la jornada electoral, sino como observadores ciudadanos, funcionarios de casilla y representantes de partidos. Esto habla bien de las aspiraciones del pueblo mexicano. Pero nuestro temor colectivo es que estas aspiraciones se derritan al calor de las violaciones consignadas".
El objetivo en México sigue siendo el establecimiento de un gobierno legítimo, plural y representativo que, fundado en el estado de derecho, con un amplio programa de transición, cree las condiciones para una transición a la democracia, y dentro de una amplia reforma democrática, pueda convocar a un Congreso Constituyente y organizar las primeras elecciones democráticas en la historia de nuestro país. Esto será posible sólo si las fuerzas democráticas nacionales avanzan hacia la conformación de un frente amplio que combata al régimen de partido de Estado en todos los niveles sociales.
El PRI-gobierno tratará de impedir a toda costa la conformación de ese frente amplio, así como una activación de la insurgencia civil. Ya ha comenzado: hostiliza a dirigentes sociales, recurre a antiguas prácticas - la desaparición y la tortura -, establece un nuevo control sobre los medios de comunicación y busca todos los avales posibles en el terreno nacional e internacional.
Es peligroso. Esa actuación podría estarnos empujando a una guerra nacional. La existencia de varios grupos o frentes político-militares - incluido el de Chiapas - es un hecho sabido y comprobado. La disposición a actuar de estos grupos es patente. Y lo harán en la medida en que no se abran espacios para el desarrollo de la movilización ciudadana. Esto no termina con las elecciones.
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