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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 322 | Enero 2009

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Internacional

En el año de Darwin y con tanto que aprender

Este año 2009 se celebran en todo el mundo los 200 años del nacimiento de Charles Darwin y los 150 años de la publicación de su Teoría de la Evolución, formulada en “El origen de las especies”. En Nicaragua también celebramos al eminente científico que nos explicó “el truco de la vida”. Lo hacemos recordando los ejes centrales de lo que Darwin nos enseñó y lamentando lo mucho que nos falta para entenderlo y asumirlo.

Jorge A. Huete Pérez

La teoría de la evolución, según la concibió Charles Darwin hace ahora 150 años, explica que la selección natural es el mecanismo que impulsa la transformación de una especie en otra y establece relaciones de parentesco y un mismo origen a todas las formas de vida.

Aunque el progreso científico -particularmente el de la biología molecular- nos brinda cada vez más datos a favor de la teoría darwinista, y aunque la comunidad científica la considera el principal paradigma de las ciencias naturales, ésta no es universalmente aceptada. El resurgimiento del movimiento anti evolucionista, cristalizado en el diseño inteligente y la ola anti-ciencia hoy en boga, ponen en peligro la comprensión de la evolución de la vida en la tierra.

EN NICARAGUA DUDAS Y RECHAZO

Toda generación ha forjado individuos particularmente lúcidos, que han ido descifrando los misterios del universo y a quienes hoy tenemos un gran aprecio. Tal es el caso de Albert Einstein, Isaac Newton o Gregor Mendel. Hay que reconocer, sin embargo, que por muy prestigiosos que se les considere en la actualidad, muchos de estos genios tuvieron que enfrentar el menosprecio y la humillación de sus contemporáneos.

Por su teoría de la relatividad, Albert Einstein sufrió burlas y marginación. También Charles Darwin fue objeto de sátira y ridiculizaciones al concluir que el hombre y el mono estaban emparentados. Sin embargo, mientras la relación entre materia y energía, establecida por Einstein en su famosa fórmula E=mc2 es hoy asumida hasta por quienes no la comprenden, en el caso de Darwin, aun en nuestros días, su teoría de la evolución continúa siendo objeto de dudas y de rechazo.

En Nicaragua, también se duda de ella y se la rechaza. Se explica esto por los bajos índices de educación formal de calidad y, más aún, por los altísimos índices de una religiosidad tradicional, promovida por las jerarquías institucionales, que jamás dialogan con la ciencia.

LA CLAVE DE “LA VIDA”:
LA SELECCIÓN NATURAL

El origen de las especies fue publicado por primera vez en Londres en 1859. En un día se vendieron los 1,250 ejemplares de la primera edición. Su autor, Charles Darwin, un naturalista inglés de 50 años, reunía en este texto observaciones de más de dos décadas de trabajo sobre la evolución de todas las formas de vida.

En su contenido medular, la teoría de la evolución explica que todas las formas de vida -existentes o ya extinguidas- tienen un origen común y que las nuevas especies surgen al azar y se afianzan según su capacidad de adaptarse y sobrevivir en un ambiente determinado.

Debido a la escasez de alimentos en cualquier medio, las poblaciones de cualquier especie se encuentran confrontadas y como resultado sólo una parte de ellas o algunas podrán sobrevivir. Apartando el azar, los individuos que logran sobrevivir -o que son “favorecidos” en términos de Darwin- muestran ligeras variaciones (morfológicas o de comportamiento) que les permiten aventajar al resto.

Darwin llamó a este mecanismo evolutivo selección natural. Según él, toda variación útil de un organismo se conserva y se hereda a las próximas generaciones. También argumentó que las distintas variaciones ocurridas en una especie no podían explicarse únicamente por el factor externo (clima, alimento, etc.) sino también por otros factores. Aunque en su tiempo no se había desarrollado la genética, Darwin propuso que en la aparición de variaciones de una especie debían incidir otros factores importantes de la naturaleza misma del individuo. En sus propias palabras, la naturaleza del organismo juega un rol preponderante en la producción de la forma particular que adopta cada variación.

Para demostrarlo, una desafortunada casualidad impidió que Darwin se apoyara en las leyes de la herencia, formuladas con propiedad más tarde. La genética como nueva disciplina científica no surgiría sino hasta inicios del siglo XX, teniendo su punto de partida en el redescubrimiento de los experimentos del monje austríaco Gregor Mendel (1822-1884).

Aunque contemporáneos al trabajo de Darwin, los experimentos con guisantes de Mendel pasaron ignorados hasta veinte años después de la muerte de Darwin. De no haber ocurrido esta fatalidad histórica, las observaciones de Darwin pudieran haber alcanzado ya en su tiempo una mayor solidez teórica, como sucede en la actualidad, cuando la genética molecular proporciona las mejores y más claras evidencias de la evolución.

En 1871, Darwin publicó “El origen del hombre”, incluyendo también a los seres humanos en el proceso único de la evolución de la Vida. Darwin afirmaba que el ancestro del hombre era un animal similar al mono. Esto provocó una apasionada controversia religiosa, que no ha cesado hasta el día de hoy.

PRIMERA PISTA:
LOS CRIADORES DE PALOMAS

Dos observaciones, aparentemente ingenuas, sirvieron de base a la teoría evolutiva de Darwin. La primera fue el estudio de la experiencia de domesticación y mejoramiento que realizan rutinariamente los granjeros y agricultores con animales y plantas de cultivo. Darwin llegó a la conclusión de que la herencia de muchas características físicas y de comportamiento podría controlarse. Para Darwin, de esta selección “artificial” realizada por los seres humanos, podría aprenderse mucho sobre la otra selección, la selección “natural”, la realizada por la Naturaleza.

La coherencia entre la selección artificial y la natural fue utilizada convenientemente por Darwin para explicar el origen de las nuevas especies y de las variedades en las especies. Con una diferencia: mientras en la crianza de animales, los criadores determinan qué animales se producen y cuáles se mezclan, según las características deseadas, en la Naturaleza sobreviven y se reproducen los que están mejor adaptados. En comparación con la vía artificial, la Naturaleza se presenta mucho más prolífica y creativa. En la Naturaleza, el traspaso de la herencia de una generación a otra sólo lo hacen aquellos individuos cuyas características les permiten sobrevivir a las dificultades adversas del entorno: el mal clima, la presencia de depredadores…

Como Darwin aprendería de los agricultores y mejora¬dores, en una misma especie ningún ejemplar es exactamente igual a otro. Esta sencilla observación lo llevaría a razonar que todos los individuos de una población exhiben particularidades propias, que manifiestan variaciones. En el vocabulario darwinista, el término población tiene un significado particular: se trata de la comunidad de individuos de una misma especie y de una misma localidad capaces de aparearse. Este concepto es fundamental para los evolucionistas, porque es la población -y no el individuo- la unidad de evolución, el objeto sobre el cual recae la acción evolutiva.

Considerando una población, la selección natural implica un proceso que consta de dos pasos esenciales. Primero, la producción de variación ilimitada por vía de la reproducción de un individuo, incluyendo la fertilización. Y segundo, la sobrevivencia de los individuos más aptos o la eliminación de los menos aptos (selección por eliminación). Si en el primer paso la variedad ocurre al azar, el segundo paso está determinado por las características que presenta cada individuo.

SEGUNDA PISTA:
LOS PINZONES DE LAS ISLAS GALÁPAGOS

La manera en que están distribuidas las especies nativas en diferentes partes del mundo fue la segunda consideración básica en la que se apoyó Darwin. Haciendo uso de la biogeografía, que estudia la distribución geográfica de las especies y sus causas, Darwin observó que especies muy parecidas generalmente habitaban en proximidad unas de otras, concluyendo que deberían estar emparentadas.

En las islas Galápagos -hoy parte de la República de Ecuador- adonde llegó a bordo del barco de exploración HMS Beagle Darwin observó la distribución de los pinzones, pequeñas aves similares al gorrión común o a los cenzontles de Nicaragua y Centroamérica. Distintos picos tenían los pinzones de cada isla. La comparación de las distintas especies de pinzones en las diferentes islas fue clave para que Darwin notara la relación entre variaciones y geografía.

Esta teoría ha venido a ser respaldada más recientemente con la demostración experimental de que, frente a alteraciones externas, estas avecillas experimentan cambios evolutivos en apenas 25 ó 30 generaciones. En dependencia de la disponibilidad del alimento se les altera la forma del pico.

También en el viaje del Beagle, que duró cuatro años (1831-1835), Darwin halló en territorio argentino fósiles de especies gigantescas ya desaparecidas -memoria de la vida pasada- relacionadas a los diferentes estratos del suelo -memoria de la tierra-. Estos hallazgos también condujeron a Darwin al concepto de evolución. El registro de la vida en la tierra estaría reflejado en forma de fósiles de las diferentes eras y períodos, incluyendo el Precámbrico, cuando aparecieron las primeras formas de vida hace unos 3,600 millones de años. Si bien el registro fósil mostraba discontinuidades bruscas, que parecían argumentar en contra de su idea de que una nueva especie surge a partir de una ancestral, Darwin propuso que, considerando el perfil global del registro fósil, se distinguía en él un patrón general hacia la variación y la complejidad de la vida.

NO ES UNA TEORÍA,
ES UN HECHO CON “MONTAÑAS DE EVIDENCIAS”

Después de Darwin una significativa cantidad de científicos evolucionistas -su número es muy escaso en Nicaragua- han contribuido a fortalecer la teoría de la evolución con datos y nuevas concepciones. Es lo que se conoce ahora como síntesis evolutiva, aludiendo a la síntesis lograda por la contribución de diversas disciplinas.

La síntesis evolutiva abrazó los avances de la genética moderna y proporcionó mayores evidencias que confirmaban las observaciones y predicciones de Darwin y sirvió, además, para colocar al darwinismo por encima de otras teorías también evolucionistas. Con base en el esencialismo y en la teleología cósmica, la ortogénesis -una de esas teorías adversas al darwinismo- propone un progreso de evolución que es lineal y dirigido por una “fuerza impulsora”.

Hoy día son inagotables los aportes de la ciencia que fortalecen la explicación darwinista de la evolución, incluyendo hallazgos provenientes de diversas ramas del conocimiento. La biogeografía ecológica y la taxonomía moderna sugieren un orden jerárquico de relaciones entre las especies y un origen común. La homología establecida por comparaciones anatómicas y embriológicas explica las relaciones evolutivas de las especies. La bioquímica y la biología molecular comparada apuntan no solo a la relación entre las diferentes especies, también demuestran con precisión sus distancias evolutivas.

Entre los grandes darwinistas han sobresalido Theodosius Dobzhansky, Francisco Ayala, Edward O. Wilson y Ernst Mayr. Este último, aludiendo a la teoría de la evolución, explica en su libro de 2001 Qué es evolución que la evolución ya no es una teoría o una idea sino que es una realidad, un hecho, un proceso que ocurre en la naturaleza, cuya ocurrencia puede ser documentada con montañas de evidencia. Y concluye que es desacertado continuar refiriéndose a ésta simplemente como una teoría.

ESPECIACIÓN:
UN PROCESO CONTINUO E INTERMINABLE

Antes de Charles Darwin, las especies se consideraban unidades fijas y sin continuidad. Con la síntesis evolutiva, adquirió mayor fuerza el argumento de la variación y la selección. Se elaboró un marco coherente de los procesos sustanciales de la evolución y los preceptos claves de la especiación, proceso mediante el cual se forman las especies. En la evolución continua de la vida, las especies son estadios temporales de otras nuevas. Para Darwin, la variación significaba la piedra angular de la producción de nuevas especies y la diversidad constituía un subproducto de la evolución.

Ciertas adaptaciones ocurridas en una especie ancestral o “madre” hacen que ésta dé origen a especies “hijas”, ya incapaces de entrecruzarse con ejemplares de las que provienen. Esta variedad de especies existentes es lo que comúnmente llamamos biodiversidad o diversidad biológica. La profundización sobre tan vasta diversidad biológica no sólo ha arrojado pistas sobre la evolución y la organización de la vida, sino que nos ha permitido también comprender la diversidad, más allá del nivel taxonómico de especies, para entenderla a nivel genético y de ecosistemas.

La diversidad de especies se genera por un proceso continuo e interminable que ocurre en todo momento y en todas las especies, pero a diferentes velocidades y ante diversos factores. Un factor puede ser la presencia de barreras geográficas, que conduce a la especiación alopátrica. La especiación simpátrica, en cambio, implica que, a partir de la especie original, pueden formarse nuevas especies sin necesidad de una barrera geográfica. Desde los tiempos de Darwin la ocurrencia de este tipo de evolución ha sido objeto de apasionados debates académicos.

LA TEORÍA DE DARWIN
EN LA LAGUNA DE APOYO Y EL LAGO COCIBOLCA

La nicaragüense laguna de Apoyo, en Masaya, representa un ecosistema ideóneo para el estudio de la especiación simpátrica. Por ser joven -formada hace apenas 20 millones de años-, esta laguna de origen volcánico constituye un observatorio natural de extraordinario valor para el estudio de los recursos biológicos.

Axel Mayer, uno de los evolucionistas más respetados del momento, ha estudiado durante décadas los peces de diversas lagunas de África y Centroamérica. En la prestigiosa revista Nature publicó en febrero 2006 un artículo titulado Especiación simpátrica de peces cíclidos de lagunas cratéricas de Nicaragua, en el que informa que en la laguna de Apoyo una nueva especie de cíclidos, Amphilophus zaliosus, evolucionó en menos de 10 mil años a partir de la especie ancestral, Amphilophus citrinellus. Tratando de indagar más sobre estos procesos y la variedad de especies de peces cíclidos -una familia de peces óseos de gran éxito evolutivo- el Centro de Biología Molecular de la Universidad Centroamericana desarrolla actualmente investigaciones en colaboración con Mattias Geiger, de la Universidad Ludwig Maximilian de Alemania y Jeffrey McCrary, investigador de FUNDECI-GAIA, expertos en estos temas.

Otra singularidad llamativa de los ecosistemas nicaragüenses es la presencia de tiburones de agua dulce en el lago Cocibolca. Aunque exóticos y siempre mencionados, estos tiburones han sido poco estudiados y la información científica sobre su comportamiento reproductivo y su diversidad es escasa. Por conocerse tan poco, se ha suscitado una controversia sobre si habitan exclusivamente en el lago o si se trata de tiburones que migran desde el mar Caribe, como ocurre con los tiburones que se desplazan entre el Océano Índico y el africano río Zambezi. Algunos estudios preliminares parecieran argumentar esta hipótesis. De cualquier forma, aún tendría que descifrarse por métodos moleculares el número de especies existentes, así como la reproducción y comportamiento de estos tiburones. A todas luces, el lago Cocibolca, conectado al mar Caribe por el río San Juan, representa un recurso valioso para los estudios de la evolución.

SOMOS SIMILARES A LOS CHIMPANCÉS
EN UN 98%

La concepción evolucionista de que cualquier forma de vida en el planeta es el producto de la herencia dejada por un ancestro común a todas también es válida para los primates, incluyéndonos a nosotros, la especie humana. Darwin sugirió claramente el parentesco entre la especie humana (Homo sapiens) y los primates, e incluso habría anticipado que un antecesor común debería encontrarse en África, dada la ubicación en ese continente del chimpancé (Pan troglodytes) y del gorila (Gorilla gorilla).

La aceptación del humano como primate tendría que ser reconocida como un avance revolucionario en el entendimiento de la posición que tenemos en la Naturaleza. ¿Lo es así en Nicaragua o, más bien, en aulas de clase, textos, templos y congregaciones, se arremete contra este descubrimiento crucial?

La gran semejanza entre humanos y primates se comenzó a investigar principalmente a partir del siglo XVIII. Hoy, el progreso científico, embriológico, bioquímico y genético, ha venido a demostrar la certeza de la proposición de Darwin respecto a la cercanía y similitudes de la especie humana con los primates. Si bien la genética y la genómica -ciencia que examina la información genética total de una especie- investigan las similitudes y las diferencias, se debería reconocer que desentrañar la complejidad involucrada en las especializaciones humanas, como el lenguaje y el intelecto, presenta retos titánicos.

Aún antes de la era genómica algunos investigadores habían calculado la proximidad genética del humano y del chimpancé en un 98%. Habiéndose descifrado, tanto el genoma del humano (2003) como el del chimpancé (2005), se han podido realizar comparaciones entre ambas especies, encontrándose una similitud extraordinaria. Sin embargo, el porcentaje de similitud puede ser variable según el nivel que se considere.

A nivel molecular, dependiendo de qué molécula se estudie (enzima, proteína o secuencia de ADN) puede obtenerse un porcentaje variado entre estas especies. Se estima, por ejemplo, que ambos genomas son comparables en el 96% de regiones, ya que existen secuencias nuevas (inserciones) o faltantes (deleciones) en uno u otro, ocurridas en el transcurso de los 6 millones de años que transcurrieron desde que el humano y el chimpancé se separaron de su ancestro común. Sin embargo, en las regiones comparables la similitud puede oscilar entre el 97% y el 99%.

Además de confirmar la relación evolutiva del ser humano con los primates y con las demás especies, tal como la comprendiera Darwin, el estudio de ese estrecho margen de diferencias a nivel molecular debería ayudarnos a verter una luz más clara sobre nuestra singular condición humana.

EN TODA LA CIENCIA
ESTÁ LA HUELLA DE DARWIN

Todo asunto de importancia en las ciencias naturales tiene una conexión ineludible con el concepto de evolución de Darwin. El impacto del darwinismo no queda circunscrito apenas a un capítulo de la biología moderna, sino que muestra y demuestra su huella en cualquier ámbito moderno de las ciencias naturales. La comprensión darwinista de la naturaleza es parte de la armazón elemental de la biología molecular y de la genética moderna.

Cualquier experimento o aplicación de las ciencias naturales es impensable sin una concepción evolutiva. Los ejemplos son innumerables. La transferencia exitosa por ingeniería genética de un gen de una planta de narciso a otra de arroz para incrementar los niveles de vitamina A en el grano, no podría concebirse sin admitir una unidad biológica entre las plantas -a nivel de genes y de proteínas- y entre todos los organismos vivos, sean microbios, plantas, animales... y nosotros.

Tanto la evidencia de la resistencia bacteriana a los antibióticos por diversos mecanismos de presión ambiental, como la resistencia a agroquímicos de algunos artrópodos dañinos a la agricultura, no sólo demuestran irrefutablemente diversos mecanismos de la evolución sino que sirven de base para diseñar mejores fármacos y aplicaciones biológicas de relevancia médica y ecológica.

Gracias a los estudios modernos de la biología molecular se ha perfeccionado la teoría de la evolución descifrando dos procesos que aparentemente funcionan en dirección contraria. Por un lado, una tendencia al cambio genético -expresado en mutaciones y recombinaciones- y por otro, la tendencia a la conservación de la especie, ilustrada por mecanismos de reparación del material genético. La comprensión y aprovechamiento de estos dos procesos nos ha conducido a posibilidades insospechadas de la biotecnología moderna, una nueva disciplina en auge, en la cual convergen diversas áreas del conocimiento.

DARWIN: EL GENIO DEL SIGLO 19
Y UN GRAN FILÓSOFO DE TODOS LOS TIEMPOS

Del mismo modo que Einstein es considerado el genio del siglo XX, Darwin debería considerarse como la figura principal de la ciencia del siglo XIX. Un sinnúmero de ciencias han adoptado el darwinismo para su abordaje y su visión del hombre y la Naturaleza. La influencia de Darwin es visible en la sociología, la sicología, la siquiatría y la antropología.

El impacto de Darwin en la filosofía es uno de los que más interés despierta. Según Mayr, la mejor contribución de Darwin fue haber fundado la biología evolutiva sobre una base filosófica en oposición al esencialismo y al creacionismo, dominantes en su época. Según el concepto darwinista, la variación observada en cada nueva generación de un organismo vivo es, a la vez, causa y motor de la selección natural de las especies. El prestigioso filósofo inglés, Michael Ruse, considera a Darwin como uno de los más grandes filósofos de todos los tiempos y explica que el pensamiento de Darwin debe analizarse por sus implicaciones para algunas cuestiones filosóficas importantes, como la teoría del conocimiento (epistemología) y la teoría de la moral (ética).

Comentando la aparición de El origen de las especies, Alfred Wallace, considerado co-descubridor de la selección natural, se refirió con fervor a Darwin: El señor Darwin le ha dado al mundo una nueva ciencia y su nombre deberá -en mi opinión- sobresalir por encima del de todos los filósofos de tiempos antiguos y modernos.

Francisco Ayala -propulsor de la síntesis evolutiva- valora así la importancia de Darwin: Completó la revolución copernicana, iniciada tres siglos antes, y con ello cambió radicalmente nuestra concepción del universo y el lugar de la humanidad en él, al extrapolar a la biología la noción de la naturaleza como un sistema ordenado de materia en movimiento. También dice Ayala que mientras la importancia de la revolución copernicana fue permitirnos entender la realidad material con teorías universales, Darwin sumó algo a Copérnico: Desde entonces tanto la realidad orgánica como la inorgánica pueden ser explicadas desde la ciencia.

Por sus implicaciones para la comprensión del mundo y del ser humano, el trabajo de Darwin también ha sido objeto de crítica y rechazo. Y, a pesar de que hoy día es inobjetable la huella imborrable de Darwin en el pensamiento moderno, y a pesar de que su legado es asumido por la mayoría de científicos, desde una visión antropocéntrica y fundamentalista religiosa, sus revelaciones son inaceptables.

EVOLUCIÓN: ¿PARADIGMA O DOGMA?

A pesar del extraordinario avance de las ciencias ocurrido desde la aparición de El origen de las especies, las ideas de Darwin que explican cómo ocurre la evolución, por selección natural, continúan siendo la plataforma sustancial para comprender este fenómeno. Aunque se sigue avanzando en la comprensión detallada de los procesos y mecanismos, específicamente por la genética molecular, el debate científico no se centra ya en poner en tela de juicio si ocurre o no la evolución.

Por desconocer las leyes de la herencia, Darwin no pudo proponer un mecanismo de transmisión de los caracteres nuevos. El surgimiento posterior de la genética proveería los fundamentos moleculares necesarios para explicar la transmisión y omisión de características transferidas de generación en generación, así como los mecanismos en que surgen las variaciones.

Todo el progreso científico confirma la unidad biológica de todas las especies y la variación y generación de diversidad ocurrida en la historia del planeta. Por esto, de forma tajante y extremista algunos defensores de Darwin han asumido la idea de la evolución como el dogma principal de la biología. Sin embargo, puesto que la ciencia no sabe de dogmas, lo más correcto debería ser pensar en la evolución como un hecho científicamente bien establecido, pero que, como tal, siempre puede ser puesto a prueba a la luz de cada hallazgo nuevo.

Las ideas de Darwin, igual que las de otros grandes pensadores y científicos, ayudaron a desentrañar uno de los grandes misterios del mundo en que vivimos. Para los humanos primitivos, el mundo era guiado por fuerzas superiores e indescifrables, benévolas y también malévolas. Mientras ese mundo mágico, afianzado en supersticiones, continúa siendo referente en la cultura de la mayoría de los nicaragüenses y en la de la mayoría de habitantes del planeta, es innegable que con Darwin el mundo comenzó a ser algo más penetrable y comprensible.

EL CREACIONISMO Y EL DISEÑO INTELIGENTE
CONTRA LA EVOLUCIÓN

La teoría de la evolución, como toda gran idea, fue recibida con escepticismo en el pequeño mundo científico de aquella época. La oposición a Darwin no solo provendría de intelectuales. También llegó de líderes religiosos de diversas denominaciones. La resistencia al concepto de evolución presentado por Darwin se explica por las ideas filosóficas dominantes entonces, entre ellas el denominado creacionismo, que atribuye el origen del universo y del hombre al acto de la creación. Aunque el creacionismo es anterior a Darwin, es después de la publicación de El origen de las especies que una lectura literal del primer libro de la Biblia lo ha transformado en una militancia obstinada en contra de la teoría evolucionista.

Una versión más reciente del creacionismo es el llamado diseño inteligente. En oposición a la evolución natural, los impulsores del diseño inteligente proponen la existencia de fuerzas sobrenaturales, de un creador inteligente -no utilizan la palabra Dios- para explicar la creación del universo, de la tierra y de todo el mundo natural.

Lo novedoso de esta posición es que se trata de darle a las creencias religiosas una estructura aparentemente científica que pueda enfrentarse al darwinismo en su mismo rango de acción. Pero cualquier teoría, para que tenga carácter científico, tiene que ser comprobable o falsificable y, como se sabe, las creencias religiosas no pueden comprobarse ni admiten comprobación. Cuando confrontados con algún fenómeno que la ciencia no ha podido descifrar, se argumenta una participación divina, inalcanzable al ser humano y que no admite comprobación, se cae en algo que, por lo tanto, no puede ser ciencia.

Mientras decenas de científicos -incluso creyentes- han refutado magistralmente, punto por punto, cada uno de los postulados de la doctrina del diseño inteligente, es obligatorio reflexionar sobre lo equivocado de querer ajustar una creencia a un marco científico y sobre las consecuencias de arremeter contra la evolución: se anula de paso la aplicación de la ciencia y del método científico como vía válida para conocer el mundo natural.

El darwinismo no se concibe como creencia. Todo el pensamiento científico no es una creencia. Es algo que debe comprenderse y, habiendo revisado el caudal de conocimientos que argumentan a favor o en contra, debe aceptarse. No se trata tampoco de abogar en contra de creencia religiosa alguna, ni de contraponer las explicaciones científicas a cualquier explicación religiosa. Se trata más bien de insistir en que el ámbito de la ciencia no admite ser confundido ni mezclado con el ámbito religioso.

BUSH NO ACEPTA A DARWIN

La negación del fenómeno de la evolución, emprendido por los creacionistas del diseño inteligente coincide con una campaña anti-ciencia que ha ido acrecentándose en los países industrializados. El diseño inteligente no presentaría mayor preocupación para la comunidad científica si se contemplara simplemente como una doctrina. El problema y el debate surgen por haber sido propuesto como una alternativa a la concepción evolutiva de la naturaleza. No se busca solamente implantar una creencia religiosa sino prescindir del conocimiento científico, sustituyéndolo por una visión supersticiosa de un mundo operado en base a intervenciones y milagros divinos, visión que tiene siempre negativas consecuencias políticas y sociales.

Una arista peligrosa de esta tendencia es el interés de introducir en el ámbito educativo doctrinas religiosas disfrazadas como científicas. En su afán por contraponerse a la enseñanza del proceso de evolución, los creacionistas abogan por introducir en el currículo escolar la “teoría” del diseño inteligente. Se argumenta que, en una sociedad democrática se debería enseñar una alternativa también “científica” a la evolución. En otras palabras, bajo el disfraz de una “teoría” alternativa y, burlando la separación entre Iglesia y Estado, se intenta introducir una doctrina religiosa en las escuelas laicas.

En Estados Unidos, en donde más resonancia ha tenido el debate y en donde se ha intentado incorporar esta doctrina en más de 20 Estados, el caso llegó incluso a la Corte Suprema, en donde la iniciativa fue descartada. El Presidente George W. Bush se mostró partidario de esa doctrina y se pronunció a favor de introducirla en las escuelas. Políticos del mismo corte de Bush piensan que el mundo fue creado hace apenas 4 mil años y que en el tiempo de la creación los humanos compartieron el paraíso con los dinosaurios. Lo simpático de esta idea, cargada de ingenuidad puede convertirse en una seria preocupación cuando nos percatamos que va sustentada en falacias, pero armada en sistemas algo sofisticados.

TAMBIÉN HAY AMBIENTALISTAS
CONTRA LA CIENCIA

Ante el caudal de evidencias a favor de la selección natural como responsable de la historia evolutiva de la tierra, rechazarla sería, no únicamente un despliegue de la más profunda ignorancia, también dejaría al descubierto una sujeción retrógrada a prejuicios ideológicos oscurantistas.

Preocupados por el daño ambiental causado por los seres humanos en nuestro planeta y decepcionados por el mal uso del desarrollo científico-técnico para fines militares y destructivos, también hay diversas organizaciones con sus activistas que se oponen a un mayor progreso de la ciencia. Algunos llegan incluso a cuestionar la validez de la ciencia como actividad para comprender el mundo que en que vivimos.

Si bien hay que compartir con ellos la preocupación por el deterioro ambiental y se puede coincidir también con ellos en el acelerado rumbo tecno-consumista que nos está llevando al individualismo y a la deshumanización, no puede ser aceptable un retroceso al pensamiento pre-científico. El conocimiento científico y sus aplicaciones apropiadas deberían socializarse y considerarse como una vía eficaz para enfrentar los problemas ambientales. Antes de seguir depredando el planeta, la biodiversidad -producto de la evolución- podría, usada apropiadamente, resolver la escasez de alimentos. Con la ciencia moderna, cerca de 50 mil especies silvestres de plantas -algunas en proceso de extinción- deberían significar una fuente alternativa e inagotable de alimentos.

TODAVÍA PODEMOS
SALVAR EL PLANETA Y SALVARNOS NOSOTROS

Hoy, cuando el planeta atraviesa otra era de extinción masiva, causada en buena parte por la actividad humana que destruye el hábitat de millones de especies, el consenso científico continúa siendo optimista y piensa que aún hay tiempo para salvar la biodiversidad y salvar también a la humanidad. Y piensa que los seres humanos no podrían asumir su responsabilidad ante el daño causado al planeta si no admiten su relación intrínseca con el ecosistema global.

Actualmente existe un esfuerzo esperanzador de la comunidad científica en esta dirección. En un emotivo ensayo titulado La Creación, el biólogo darwinista Edward Wilson, formulador del concepto de biodiversidad, hace un hermoso reclamo para salvar el planeta. Llama a científicos y a cristianos a derribar prejuicios y a construir valores que ayuden a salvar la biodiversidad. Poniéndose a trabajar las dos fuerzas más poderosas de la humanidad -ciencia y religión- para salvar la creación, Wilson cree que los políticos y la sociedad nos seguirán, y el problema podría resolverse en las próximas décadas.

Cualquiera que sea la comprensión que tenga sobre su origen y el del universo, la especie humana tiene en sus manos la responsabilidad y la posibilidad de salvar el planeta y de salvar la humanidad.

EN NICARAGUA
NO SE ESTUDIA LA EVOLUCIÓN

En países en donde la enseñanza de las ciencias es defectuosa, como en Nicaragua, la evolución como ley del mundo natural es desconocida. Los estudiantes de las carreras de biología apenas reciben alguna instrucción pasajera en esta materia y ni mencionar a los de otras carreras, como medicina, que ni siquiera aprenden biología general.

En el currículo de las diversas disciplinas universitarias todos deberían contemplar la teoría evolutiva. No es así. Y podríamos decir que una amplia mayoría de los profesionales nicaragüenses de distintas carreras no la conocen lo suficientemente bien como para discutirla con propiedad. La formación de los profesionales ignora la esencia de la teoría evolucionista. A 150 años de su formulación, esto es una vergüenza inaceptable que debería corregirse a lo inmediato.

Cuando menos, la enseñanza de biología evolucionista permitiría entrenar a los jóvenes biólogos, de forma amena y sencilla, sobre los principios básicos de cómo hacer ciencia al estilo de Darwin: estableciendo correlaciones entre diversas evidencias factuales -obtenidas por observación- para, a partir de ahí, formular teorías generales. Después de todo, es mediante la observación de los fenómenos que se capturan las ideas centrales.

EN NICARAGUA SOMOS
PRISIONEROS DE LA SEUDOCIENCIA

Dados nuestros retrasos educativos, particularmente en la enseñanza de las ciencias, Nicaragua es presa fácil de la superstición disfrazada de ciencia.

Considérese el siguiente ejemplo. En febrero de 2006 unos extranjeros -alemanes y sudafricanos- impartieron charlas en Nicaragua promoviendo el uso de vitaminas para contrarrestar la desnutrición, tan frecuente en comunidades pobres. Hasta ahí todo bien. Lo que nadie esperaría es que las vitaminas que venían a regalar entre los asistentes a las charlas serían promovidas también como un método efectivo para curar cualquier tipo de cáncer y hasta el SIDA. El VIH, decía el “especialista” es otro invento del imperialismo norteamericano. Para agregar que la verdadera causa del SIDA es la desnutrición, que puede curarse con abundancia de vitaminas. Apresurados en asegurarse un puesto en la fila para recibir la muestra gratis de las milagrosas vitaminas, los participantes -médicos del MINSA- no tuvieron tiempo para solicitar datos y fundamentaciones.

UNA SUPREMA CHARLATANERÍA
CON RESPALDO OFICIAL

Otra caso que refleja la vulnerabilidad que padecemos en educación científica fue el anuncio del “descubrimiento” de que Nicaragua es la cuna de la civilización universal. Un reporte del semanario oficial “El 19”, de septiembre de 2008, informó que una investigadora nicaragüense residente en Costa Rica, habría descubierto la cuna universal de la civilización nada menos que en Nicaragua. Realzando su hallazgo, la investigadora destacó en una conferencia que impartió en el Instituto Nicaragüense de Cultura que el hecho primordial de encontrar en Nicaragua la cuna de las civilizaciones antiguas, la ciudad Madre, con sus lenguas Madres, el Genoma Madre y el origen del hombre americano, hace más de 50 mil años, es de suma importancia para Nicaragua y el mundo.

Para comentar tan extravagante insensatez, conviene citar textualmente a la “investigadora”, considerada por el periodista como filósofa y antropóloga: Esta Macro-Teoría aclara en forma concreta y explícita a través de pruebas de origen lingüístico, histórico, arqueológico e incluso genéticamente, la relación de Nicaragua con los demás pueblos del mundo, como la Madre original de todos ellos. O sea, Nicaragua como la cuna de las civilizaciones antiguas y milenarias, quienes dieron el conocimiento cultural, social e histórico a nuestra humanidad.

De paso, la investigadora hizo hincapié en invalidar la teoría de Darwin, aunque paradójicamente, por reconocer un origen único a todas las poblaciones humanas, su tesis debería más bien apoyarse en ésta. Al final de su presentación, la investigadora -destaca el periodista- agradeció profundamente el apoyo brindado por el gobierno.

MUCHOS EMBUSTES NOS ACECHAN

Una sola pregunta bastaría para desenmascarar esta charlatanería: ¿Cuáles son las evidencias? Y en la respuesta de la “investigadora”, uno esperaría la presentación de restos arqueológicos de civilizaciones antiguas, documentaciones lingüísticas de diversas tribus nicaragüenses y sus pares del mundo, secuenciaciones genómicas de restos biológicos encontrados en los supuestos hallazgos de civilizaciones extintas. En fin, las pruebas de tan reveladores descubrimientos.

No hay pruebas. A la fecha, una de las evidencias de mayor antigüedad en Nicaragua, encontradas en Kukra Hill, a 650 km de Managua, apenas datan de unos 2 mil años. Las Huellas de Acahualinca, a orillas del lago Xolotlán, en Managua, consideradas una de las evidencias más antiguas de civilizaciones americanas apenas alcanzarían los 6 mil años, aunque recientemente se ha sugerido que son de un período menor.

Preguntado sobre la tal Macro-Teoría para fines de este escrito, Ermengol Gassiot, de la Universidad Autónoma de Barcelona, y buen conocedor de la arqueología nicaragüense, responde que este anuncio contradice el conocimiento asumido como válido por la arqueología científica y no ofrece ningún dato riguroso que permita plantear la solvencia de lo que en el texto se menciona. Por su parte, Michael Ruggeri, arqueólogo norteamericano opina que tales evidencias, remontadas a 50 mil años, deberían documentarse con referencias de sitios en donde las afirmaciones pudieran constatarse y examinarse por expertos. No existen tales pruebas. Tampoco hay en la literatura ninguna muestra de los trabajos de esta investigadora y no existe ningún artículo científico de ninguna arqueóloga con su nombre.

Estos hechos deberían alertar ante el embuste de la seudociencia, que bien promete la cura de todos los males, como también puede glorificar nuestros orígenes ancestrales y hasta la pureza de nuestra raza. Tristes evidencias de que el músculo de la ciencia nicaragüense es tan frágil que no puede competir ni siquiera con el protagonismo de la astrología.

NOS QUIEREN HACER RETROCEDER
A OTRA EDAD MEDIA

El ataque contra la ciencia puede ser, además de religioso, ideológico. En ambas falsificaciones aquí referidas se percibe un propósito ideológico. El SIDA se presenta como un invento del imperialismo, mientras se resalta el orgullo y la dignidad de la nación, asociando los descubrimientos de una presunta originalidad étnica al esfuerzo de un gobierno.

¿Y por qué preocuparse con estas cosas? ¿Qué tanto daño puede causar esta seudociencia folklórica? Aparte del número de muertos por querer tratar el SIDA a punta de vitaminas, quizá el daño mayor sea el que se cause a las nuevas generaciones, a las que se retrocede a otro medioevo, en donde la guía serían los oráculos, fantasías y ficciones de sus líderes.

El montaje de un modelo político fanático e intolerante en Nicaragua -que ha pasado a ser uno de los pocos países que por razones político-religiosas prohíbe el aborto terapéutico- pareciera el terreno más fértil para la superstición y la seudociencia. Supone, además, el peligro latente de un retroceso educativo, no sólo en el tema de evolución -por lo repugnante que pudiera resultarle a una raza “cuna de toda civilización” verse emparentada con el mono-, sino para la ciencia toda.

Aunque en Nicaragua aún no se haya presentado formalmente, como en otros países, la moción de implantar el diseño inteligente en el currículo escolar, dadas las condiciones actuales las posibilidades de que esto ocurra son cada vez mayores. El retorno al siglo XIX, antes de que se produjera la necesaria separación Iglesia-Estado, parece ser, más que una simple intención, un proyecto. Aunque se pensaba que esa separación no tenía vuelta atrás, existe ahora una trama visible que pretende utilizar las creencias religiosas, cristianas o no, como un “mecanismo de dominación simbólico-religioso”, al decir del politólogo nicaragüense Andrés Pérez Baltodano. De manera que no sería extemporáneo suponer que, en nombre de una nueva religión-ideología, renegando de la evolución, nuestros líderes apañen el diseño inteligente en las escuelas.

Por eso se vuelve imprescindible y urgente que, a la par de una consolidación del quehacer científico, se procure una mejor educación en ciencias desde la escuela primaria, para que la población en general, no solamente los científicos, tenga los elementos suficientes en su cultura general para tomar decisiones desde su propia espiritualidad con racionalidad y sensatez.

EL EJEMPLO GENIAL DE DARWIN

La ciencia enseña a descubrir la correlación entre las evidencias y a desentrañar los misterios del mundo y procura cuestionar la rutina y las creencias convencionales. Asimismo, el quehacer científico crítico exige libertad de pensamiento y, en consecuencia, necesita un ambiente de tolerancia como exigencia indispensable para la creatividad.

En la búsqueda de la verdad, Darwin supo, a sabiendas de las contrariedades y desde una posición ética, hacerle frente a los mitos y prejuicios de su época. Será un ejemplo siempre vigente para las nuevas generaciones de Homo sapiens.

A 150 años de El origen de las especies y a 200 años del natalicio de Darwin, su legado -más allá de su genial contribución al conocimiento- debería ser reconocido universalmente como uno de los mayores y mejores aportes de un científico a la comprensión de la naturaleza humana. También en Nicaragua deberíamos reconocerlo y celebrarlo.

BIÓLOGO MOLECULAR. DIRECTOR DEL CENTRO DE BIOLOGÍA MOLECULAR DE LA UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA (UCA) DE MANAGUA.

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