El Salvador
Reflexiones después de la firma de paz
Equipo Envío
El Comandante Joaquín Villalobos, el Comandante Oscar Miranda y el dirigente político Rubén Zamora, reflexionan sobre el momento actual en El Salvador, después de la firma, en enero, de los históricos acuerdos de paz.
Discurso de Joaquín Villalobos el día de la firma de la paz:
"Los salvadoreños somos excepcionales""El 1 de febrero, al iniciarse el cese al fuego en El Salvador, se instaló la COPAZ. En la solemne ceremonia, el comandante Joaquín Villalobos habló en nombre del FMLN. Estas palabras, ovacionadas en 20 ocasiones, fueron la primera presentación oficial y pública del FMLN ante la sociedad salvadoreña.
El conflicto que hasta el día de ayer vivió nuestra patria no tiene precedentes históricos en América Latina. Sorprendimos al mundo en la capacidad de hacer la guerra con una resistencia propia, de nosotros los salvadoreños. Miles de compatriotas emigraron y se convirtieron en héroes del trabajo, al mantener la economía del país con sus remesas familiares.
Nuevamente estamos sorprendiendo al mundo, al concluir una guerra que parecía interminable. La forma en que le hemos dado fin al conflicto y los cambios que se producirán en el país son, sin lugar a duda, algo de lo que nos debemos de sentir orgullosos todos los salvadoreños.
El pasado ha sido cruento, doloroso, difícil, y no es ni será fácil olvidarlo. Pero si realmente cumplimos los compromisos adquiridos, más temprano que tarde el pasado será historia y tocará a las futuras generaciones emitir su juicio sobre éste. Son los cambios los que harán posible avanzar al futuro superando el pasado.
Una guerra entre salvadoreños, estaba condenada a ser perdida por todos o ha ser ganada por todos. Con los acuerdos hemos ganado todos. Por ello, muy a pesar de que la transición no será fácil, es incorrecto pensar que estamos cerrando la guerra militar para abrir una guerra política o que los acuerdos son la continuación de la guerra por otros medios.
Los que después de 11 años de guerra, 70 mil muertos, un millón de desplazados y un país dividido, piensan que no ganaron por falta de tiempo o creen que ya casi ganaban, no han aprendido la lección y deben abandonar la tentación de jugar con fuego alentado de palabra y con hechos la confrontación. Esta es la hora de la paz y la reconciliación.
Los acuerdos conducirán a la modernización política y económica del país y establecen la concertación como piedra angular, no sólo para dirimir conflictos, sino para establecer nuevas políticas en un mundo cambiante y en una realidad económica social tan compleja. Quien crea tener la verdad absoluta y el modelo perfecto, aferrándose a dogmas, está equivocado. La única verdad y la salida correcta la da la concertación. El camino contrario a la concertación es la confrontación y eso ya aprendimos a lo que conduce.
Modernización política implica una profunda revolución que debe poner fin a todo vestigio de imposición, de unilateralidad en los órganos del Estado, implica neutralidad y verdadera independencia de los poderes. Esta es la base del cambio que nos llevará a dirimir los conflictos por la vía cívica y la concertación. En este contexto, la política debe dejar de ser el arte de engañar y de hacer demagogia y debe convertirse en una verdadera acción de servicio a la sociedad y no a la inversa.
Modernización económica implica poner fin al atraso casi feudal en el campo. Sin cambios profundos en la tenencia de la tierra, no habrá desarrollo en otros sectores de la economía ni habrá estabilidad. El plan de reconstrucción no debe ser para reconstruir un pasado que engendró guerra, sino para construir un futuro que nos garantice paz.
De que el Frente ha defendido y defiende los intereses de los pobres, después de todos estos años de lucha no puede quedar ninguna duda. La gran pregunta de muchos se hacen es: ¿qué pensamos de los que tienen riqueza? Creemos en el derecho al enriquecimiento lícito, basado en el esfuerzo del trabajo, creemos en la libertad individual, pero consideramos que si no hay sensibilidad social, la riqueza, en vez de ser motor de desarrollo, se convierte en generadora de conflictos.
El concepto de justicia social no puede ser desterrado de la economía. No creemos en el monopolio de la riqueza y del poder político en el que hemos vivido. El problema no es que hayan ricos, sino que sean tan pocos y que la mayoría de los salvadoreños sean extremadamente pobres. Como lo dijo nuestro recordado Guillermo Manuel Ungo, debemos avanzar a una democracia con menos hambre y a partir de ahí, podremos alcanzar una democracia sin hambre.
Con el fin de la guerra, asistimos a la primera revolución que no divide sino que une a una nación y que nace insertada y aprobada por todo el mundo. Hemos construido las bases de un proyecto nacional en el que creemos todos. Dentro de este proyecto, dejamos de ser enemigos y pasamos a ser adversarios políticos, para que de nuestras contradicciones no surjan conflictos antagónicos sino nuevas ideas y desarrollo nacional.
No ignoramos que hay fuerzas que se oponen a los acuerdos, a la paz y la reconciliación. A nombre de los muertos de todos, y de los sacrificios hechos por todos, en esta guerra que hoy termina, el FMLN se une a la nación y al mundo y llama a estos sectores a que como salvadoreños reflexionen, a que se unan a los cambios que también les beneficiarán a ellos y a sus hijos.
Las futuras generaciones se lo agradecerán. La transición requerirá mucha paciencia y tolerancia para educarnos en la cultura democrática y acabar con la cultura de la prepotencia y la confrontación. Debemos aprender a usar la palabra contra la palabra, y no balas o mordazas contra las ideas.
Esta guerra fue difícil y nuestro Frente demostró disciplina, creatividad, mística, sensibilidad, visión de futuro y nos sentimos orgullosos de nuestro papel en las transformaciones del país. Pero también estamos conscientes que cometimos errores, que no fuimos infalibles y que éste es el momento de decirle a la nación, con humildad, que lo reconocemos.
No nos importa si los errores de otros fueron mayores o menores que los nuestros, o si lo reconocerán algún día, nosotros estamos convencidos que sin verdad y sin justicia no habrá reconciliación y paz. En nuestra amada patria está muriendo el miedo y vamos a comenzar a vivir la alegría de decir la verdad. El Frente pondrá todas sus capacidades, todas sus energías y toda su mística en ayudar a formar las nuevas instituciones, en la reconstrucción del país y en su conformación como fuerza política de nuevo tipo, de base popular y de amplia representación social y nacional.
Vamos a defender los acuerdos junto a todos los que creemos en la paz. Vamos a unirnos a todos para construir un futuro digno con el que soñaron nuestros próceres y todos los mártires y héroes de esta guerra. Esta es la más noble causa de nuestra historia. Por ella ha valido la pena morir peleando, por ella ha valido la pena hacer la paz. Como reza nuestro himno nacional, conservar esta paz será nuestra gloria mayor.
Los salvadoreños somos excepcionales y hemos pasado bien la más dura prueba de nuestra historia. Dalton, en su "Poema de Amor" describe muy bien a los salvadoreños como "los hacelotodo, los comelotodo, los vendelotodo", lancémonos a trabajar por el futuro para dejar de "ser los tristes más tristes del mundo" y comenzar a vivir con felicidad la paz.
Pedimos a todos los compatriotas que ya no están entre nosotros que aboguen ante Dios para que hagamos posible el milagro de la democracia, la justicia y la paz. Manos a la obra, hermanos salvadoreños."
ENTREVISTA CON OSCAR MIRANDA
"Buscarán dividirnos, nosotros buscaremos unir a la sociedad"Envío entrevistó all Comandante Oscar Miranda, de la Comisión Política del PRTC
-una de las 5 organizaciones del FMLN- y del Estado Mayor Conjunto del FMLN,
quien también formó parte del equipo negociador en Nueva York.
ENVIO -¿Podrías hacernos un resumen de la lógica de este largo proceso negociador?
MIRANDA - Los primeros acuerdos de Ginebra (abril/90) y de Caracas (mayo/90), con los que arrancó el proceso y su agenda y entró en él de lleno la ONU, fueron fruto de la ofensiva del 89. Tenían un formato que todos aceptamos, pero que no dinamizaba suficientemente la negociación. En este formato se preveía una fase de cese al fuego en la que cada parte mantenía sus posiciones y sus armas, que duraría unos 2-3 años, y durante la cual gobierno y FMLN seguirían tomando acuerdos políticos. A eso le llamábamos la "paz armada". Este formato provocaba que las dos partes buscáramos llegar a esta fase con la menor cantidad de concesiones hechas de previo.
A pesar de esto, en San José (julio/90) se avanzó mucho en e l tema de derechos humanos y se consiguió un acuerdo que quedó ya fijado y que es excelente. Fue necesaria la segunda ofensiva general del FMLN de noviembre-diciembre/90 para lograr más avances. Hay que decir que aunque tuvo menos impacto político y menos impacto internacional que la del 89, nuestra ofensiva del 90 fue más exitosa que aquella en términos militares. En los acuerdos de México (abril/91) se recoge el fruto y ya aparece bastante de lo que meses después se concretará en Nueva York.
Lo que se da en Nueva York es un cambio del formato de la negociación, que permite acelerarla. El período de cese al fuego -la "paz armada- se reduce al máximo y previamente las dos partes tenían que tomar todos los acuerdos políticos, que se irán cumpliendo de manera simultánea al desmontaje de la guerra. En Nueva York I (septiembre 91), la cantidad y la profundidad de los acuerdos indicaban ya que el proceso era irreversible. En Nueva York II (diciembre 91) se abordan los últimos puntos a definir sobre toda una serie de temas en los que ya se había trabajado mucho y se había llegado a acuerdos en los meses anteriores, aunque no eran públicos aún.
ENVIO - ¿Qué es lo qué más les satisface de los acuerdos?
MIRANDA - Bastantes cosas. La creación de la Comisión para la Consolidación de la Paz (COPAZ) es trascendental. Todo el proceso de negociación, y hasta la misma ceremonia de la firma de la paz en México, es expresión del doble poder que existió durante estos años de guerra en El Salvador. En la composición de COPAZ, en esta instancia, se expresa claramente la realidad del doble poder. Todo el tiempo que le queda en el gobierno a Cristiani, tendrá que gobernar junto a COPAZ, con COPAZ por sobre su partido y su gobierno. Por otro lado, aunque no logramos la desmilitarización total (disolución de los dos ejércitos) ni la fusión de ambos ejércitos, le recortamos bastante el tamaño y las uñas al animal. Lo hicimos con la reducción y la depuración del ejército, con la disolución de todos los cuerpos de seguridad y de los batallones élite del ejército -menos uno, el de paracaidistas-, con la eliminación de los paramilitares y con la creación de la nueva Policía Nacional Civil -que fue una gran idea de Guillermo Ungo-. Todas éstas son conquistas tremendas. Con el acuerdo, mirándolo globalmente, hemos cambiado nuestro país y hemos construido una plataforma programática para seguirlo cambiando, con la ventaja de que es un programa que tiene ya el consenso nacional y el internacional.
ENVIO - ¿Lo menos satisfactorio de los acuerdos?
MIRANDA - En el tema económico-social el mayor avance es que queda abierta la puerta para una reforma agraria a fondo. Pero aún quedan muchos vacíos y muchas ambigüedades en este tema. Se definirán en la lucha diaria, que ya ha empezado. Una lucha que contará con la ventaja, con la novedad, de no tener delante la represión. No nos satisface tampoco el excesivo número de miembros que va a quedar en el ejército, aun después de la reducción. Se habla de 31 mil, donde el 60% serían fuerzas de combate y el 40% administrativos. Demasiados si su única misión es resguardar la soberanía de un territorio de 21 mil kilómetros cuadrados. Por último, consideramos que son excesivas las exigencias académicas en el formato técnico de la nueva Policía Nacional.
ENVIO - ¿Qué dicen los combatientes del FMLN? ¿Están contentos con los acuerdos? ¿Están frustrados?
MIRANDA - Están contentos. No existe el sentimiento de haber sido vencidos. Existe un profundo sentimiento de que valió la pena tanto sacrificio y tanta sangre. En los últimos años ya había entre nosotros un cierto cansancio porque veíamos la imposibilidad de conseguir un vuelco estratégico por la vía militar. La gran preocupación de los muchachos es ahora cómo seguir juntos.
Nosotros tenemos 6 mil 800 hombres en armas. Y todos van a quedar con algo enlas manos, ubicados, reconocidos. Todas nuestras estructuras y nuestros hombres se enrumbarán hacia tres caminos. El grueso, que son los combatientes de origen campesino, irá a la producción agrícola en las tierras que nos han quedado. Un porcentaje a las estructuras de la Policía Nacional Civil y otro ala organización del partido político en el que nos vamos a transformar.
En los acuerdos está escrito que todas las tierras de las zonas de conflicto pasan a manos de nuestros combatientes o de sus familias. En cada uno de estos 15 lugares, que representan una extensión significativa del territorio nacional - alrededor de una cuarta parte- y que tienen algunos de ellos magníficas tierras, la idea nuestra es crear polos de desarrollo económico-social. Vamos a organizar formas de producción que promuevan la organización, la participación, la productividad y la justa distribución de las riquezas. Los vamos a convertir en puntales económicos y políticos.
Entre nosotros ya hay una gran discusión sobre cómo hacer esto, cómo combinar trabajo individual y colectivo, cómo organizar a la gente. Creemos que no hay que idealizar la forma cooperativa, hay toda una ebullición de ideas. Ahorita lo que tenemos delante es el reto, no tenemos un diseño. Y seguramente no vamos a tener un diseño teórico sino que llegaremos muy pronto a distintas experiencias prácticas con su propio diseño. Un diseño que debe llevarnos al desarrollo, a mejorar la vida, a mostrar que es compatible la eficiencia con la solidaridad. En las zonas que no son de conflicto desarrollaremos otro tipo de organización: sindicatos, organizaciones de mujeres, estudiantiles... En San Salvador el grandísimo reto es cómo organizamos a los comerciantes y vendedores del sector informal. Tenemos retos por todos lados y los estamos asumiendo todos.
ENVIO - ¿Y el FMLN como partido político? ¿Qué ideas hay sobre esto?
MIRANDA - El 18 y 19 de enero hubo en México una reunión amplia de los principales cuadros del FMLN, los dirigentes de los frentes guerrilleros, los de San Salvador y nuestros negociadores. Hay un total consenso entre nosotros de que el nuevo momento demanda la más amplia alianza de fuerzas sociales y políticas hasta formar un espectro que vaya desde la izquierda revolucionaria hasta la democracia cristiana, incluyendo a otros sectores que también existen. Una gama lo más amplia posible. Conseguir esto pasa primero que nada por mantener la unidad del FMLN. Es la premisa necesaria para pasar de ahí a la unidad popular y después a la unidad nacional. Se trata de conformar una unidad "de oposición", pero también es una unidad "de proposición", porque en los acuerdos tenemos una auténtica plataforma política y tenemos banderas.
En consenso en el FMLN que hemos entrado a un momento histórico en el que debemos abandonar actitudes y planteamientos de carácter vanguardista y hegemonista y buscar consensos no sobre la base de predominar sobre los demás sino de buscar con todos. No nos interesa ser los protagonistas ni siquiera los protagonistas más connotados. Nosotros queremos contribuir a crear un movimiento amplio que resuelva los problemas de nuestro país. No es fácil superar esta tentación porque, sin buscarlo, el FMLN ha obtenido ya un protagonismo histórico que nadie discute. Ahí está, no queremos abusar de eso, queremos construir un movimiento muy amplio.
ENVIO - ¿Y cómo anda la unidad en el FMLN? ¿Más sólida o más debilitada ante la nueva situación?
MIRANDA - La negociación no fue el triunfo de ninguna de las cinco organizaciones que formamos el FMLN sino del FMLN. Entramos en un período en el que la realidad del FMLN va a pesar más que los cinco juntos y muchísimo más que cada uno de los cinco. En este momento no hay entre nosotros diferencias de concepción. En los primeros años de la guerra sí las hubo, pero desde el 85 ya empezamos a dar importantes pasos de unificación.
Lo que hay todavía son cinco realidades orgánicas diferentes. Hay distintos desarrollos, distinta cantidad de fuerza convocable, hemos trabajado en distintas zonas, unos tienen medios de comunicación y otros no, hay hasta distintas realidades financieras. El reto ahora es saber administrar todas esas diferencias y no pretender borrarlas de un plumazo. Hay consenso en que esa pretensión sería idealismo. Tenemos 90 días para iniciar el proceso de convertirnos los cinco en un solo partido político. Eso nos va a unir más. Vamos a buscar las maneras de que la competencia se transforme entre nosotros en emulación. La realidad es que en todos estos años hemos aprendido a pelearnos y entendernos. Y esto tiene sus ventajas. Hoy no somos un grupo monolítico, hay cinco realidades y cinco estilos, y esto es una gran riqueza que nos ha hecho crecer y madurar.
ENVIO - ¿Y cuál sería el mayor riesgo para la unidad del FMLN en esta nueva situación?
MIRANDA - Hay un riesgo en todo ese mundo de nuevas relaciones políticas, nacionales e internacionales, a las que nos hemos abierto. Partidos de derecha y de todo color, gobiernos de todos los países, organizaciones de la más diferente índole. Dentro de ese mundo serán muchos los que buscarán dividirnos. Ya los buscan.
Sin embargo, creo que el mayor riesgo está en la nueva realidad del país. Algunos andan diciendo que se acabó la guerra y con ella se acabó la lucha de clases. ¿Se acabó la lucha de clases? Clase de lucha es la que comienza ahora! Y en ella unos pondrán el acento en la confrontación y otros en la concertación. En la confrontación para avanzar en los acuerdos, en la concertación para consolidarlos. Estas diferencias lógicas podrían deslizar al FMLN a situaciones difíciles de unidad. Veo ahí, en lo interno, un mayor riesgo. Sin embargo, estamos optimistas: la gran mayoría del pueblo salvadoreño para salir adelante, para sobrevivir, para vivir, para desarrollarnos.
ENTREVISTA CON RUBÉN ZAMORA
"En 1994 sabremos quién ganó en la negociación"Envío entrevistó a Rubén Zamora, dirigente del Movimiento Popular Socialcristiano y de la Convergencia Democrática, Vicepresidente de la Asamblea Legislativa y representante de la Convergencia en la COPAZ, nacida de los acuerdos.
ENVIO - Con la firma de los acuerdos de paz, El Salvador entra en una nueva etapa ¿Cómo la describirías?
ZAMORA - Parafraseando aquel famoso dicho de Regis Debray sobre "la revolución en la revolución", yo diría que en esta etapa lo que hay es "una transición en la transición". La complicación consiste precisamente en eso: coinciden una transición de tipo histórico, más estructural, y la transición más inmediata, de la guerra a la paz.
La transición estructural es el marco. En El Salvador llevamos 60 años en los que la arena política ha sido dominada por el militarismo. Los militares han sido el eje de nuestra vida política. Para modificar esta realidad, se dieron en estos 60 años cuatro coyunturas de democratización anteriores a la actual. Del 44 al 48 la primera. La segunda del 59 al 61. Del 71 al 72 la tercera y la cuarta del 79 al 81. Como se ve, se trata de ciclos decenales, muy breves. Y muy breves, por la gran polarización desigualdad social que se basa todo el esquema de dominación que padecen las mayorías salvadoreñas.
En estas cuatro coyunturas de democratización encontramos características comunes. La primera, que en torno a ellas se logró articular una amplia movilización popular en la que se superan las diferencias y se consigue el consenso. En el 44-48 esto se expresa en la huelga de brazos caídos. En el 59-61, en la lucha contra Lemus, en el 71-71 en el surgimiento de la UNO y en el 79-81 en el Foro Popular. Más singular aún es que en todas estas coyunturas se dan golpes de Estado de los sectores militares más abiertos, golpes que después fracasan. Esto es muy típico de la política salvadoreña: en nuestro país el golpe de Estado ha jugado el papel de "mecanismo mercenario de democratización". La sociedad civil, incapaz de quitarse de encima a los militares, recurre a un sector de la fuerza armada para que le haga el trabajo. Finalmente, en tres de estas cuatro coyunturas se dieron cambios en la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina, que desestabilizaron el poder de los militares. En el 44-48, la reestructuración de alianzas que trajo la Guerra Mundial, en el 59-61 la Alianza para el Progreso y en el 79-81 la política de derechos humanos de Carter.
Estamos hoy en la quinta coyuntura histórica de democratización. La precedieron diez años de guerra civil, se cumple el ciclo decenal. Desde 1990, cuando se inicia propiamente esta coyuntura, fue en ascenso la movilización popular, caracterizada por el empeño de todos en superar la diferencia y alcanzar puntos de consenso. Por otra parte, la política norteamericana hacia El Salvador cambió, aunque la raíz del cambio está en dos hechos determinantes ocurridos en 1989 en nuestro país: la ofensiva de noviembre-que demostró a Estados Unidos que era imposible una victoria militar- y el asesinado de los padres jesuitas - que les demostró que las Fuerzas Armadas a las que apoyaban eran incorregibles-. La gran diferencia de esta quinta coyuntura está en que el golpe de Estado es innecesario y de darse, sería de signo anti-democrático. Once años de guerra construyeron un instrumento alternativo para la desmilitarización del país: la negociación. Si uno analiza lo que se ha negociado y acordado, en un 80% es una agenda para la desmilitarización de nuestra sociedad.
ENVIO - Este es el marco más amplio de la transición histórica. ¿Cómo caracterizarías la otra transición, la más visible?
ZAMORA - Estamos transitando de la guerra a la paz. El énfasis va a pasar de los instrumentos militares a los políticos, sociales, cívicos y jurídicos. Desde el punto de vista militar la guerra civil salvadoreña no tuvo vencedores ni vencidos y por eso hubo que negociar. Pero en la negociación no se negoció el problema estructural del país, su esquema socio-económico. El precio de la paz salvadoreña ha sido político y no socioeconómico. La transición de la guerra a la paz es una transición de los instrumentos militares a los instrumentos políticos, lo que supone reconversiones, readecuaciones y reacomodos políticos en muchísimos aspectos. En lo socioeconómico hay nuevas dimensiones, pero no son las más acentuadas.
ENVIO - ¿Cuál es la perspectiva de esta quinta coyuntura? Es evidente que la desmilitarización está aún en el papel. ¿Se alcanzará en esta oportunidad la democratización de El Salvador?
ZAMORA - A esta coyuntura entramos desde 1990, cuando se inicia en Ginebra el proceso negociador. La fase culminante se ha dado con la firma de los acuerdos de paz, tan largamente negociados. Pero la coyuntura no termina aquí. Los acuerdos formalizaron la nueva correlación de fuerzas a partir del corte que se dio a la guerra. Pero esta nueva correlación no queda ni institucionalizada ni consolidada con los acuerdos. Lo primero, naturalmente, es que todo lo acordado se cumpla. Para lograrlo son esenciales todos los mecanismos de vigilancia y de verificación creados en los mismos acuerdos, pero tan esencial como ellos será la movilización popular. Y para consolidar más definidamente la nueva correlación de fuerzas que surge de esta guerra, sin vencedores ni vencidos, resultan esenciales las elecciones generales de marzo del 94. El período más crítico se dará en este año 92, entre el 1 de febrero y el 31 de octubre, que son los meses para la implementación de la mayoría de los acuerdos. Pero después nos queda aún pendiente el resultado de las elecciones.
ENVIO - ¿Por qué poner tanto el acento en el resultado electoral? Hay quienes creen válido y más realista para las fuerzas de izquierda el que privilegien el ir poco a poco contribuyendo "desde abajo" a la transformación de la sociedad más que el acceder tan pronto al poder?
ZAMORA - A nuestro juicio no se puede separar la lucha negociadora de estos años de la lucha negociadora de estos años de la lucha popular que debe darse en 92 y 93 para que se cumpla lo acordado ni de la lucha electoral que culminará en 1994.
Pretender separar la lucha negociadora, la lucha popular y la lucha electoral y posponer un posible gobierno de izquierda para el año 2 mil o para más tarde es un error. La elección del 94 no es cualquier elección. Verla como un hecho aislado es peligroso. Las elecciones del 94 son parte del proceso de negociación.
Y es un desafío para la izquierda el ganar esas elecciones. Ahí veremos en definitiva quién ganó esta negociación, allí se va a decidir quién ríe mejor, si ríe la derecha o si ríe la izquierda. Porque el triunfo supremo de la actual derecha neoliberal no es ya liquidar la fuerza política de la izquierda sino ubicarla en un papel subordinado. Reducirla, convertirla en una "izquierda bonsai", minúscula, colocada en el jardín de una "democracia" totalmente orientada a sus intereses empresariales. Por eso debemos jugar con inteligencia en las elecciones del 94.
ENVIO - ¿Y cómo sería ese juego? ¿Ya tienen algún diseño?
ZAMORA - Es complejo. Nosotros lo vemos así. En primer lugar, la izquierda debe ir unida. El FMLN -con ése o con otro nombre- y la Convergencia Democrática debemos hacer sólo al final de la contienda una coalición electoral. Segundo, creo que en el 94 no debemos plantear la elección en términos de izquierda vs. derecha. Esto polarizaría el país. Hay que plantear la elección en términos de oposición vs. gobierno. Y desde esta perspectiva el problema fundamental a resolver por la izquierda es el de la Democracia Cristiana.
Nosotros creemos que para la izquierda, la gobernabilidad del país pasa por gobernar en alianza con la DC. Porque, aún ganando las elecciones, en un período tan cercano a la guerra, un gobierno sólo de izquierda sería fácilmente desestabilizado por la burguesía y por los norteamericanos. Nuestra percepción es que del 94 al 99 las dos tareas centrales que debe tener un gobierno progresista en El Salvador son la ampliación de la democracia y la reconstrucción socioeconómica del país.
Los acuerdos nos dan un marco democrático, pero tendremos que ampliarlo en la práctica diaria. Porque la concepción que ARENA tiene de la democracia es restrictiva. Para ellos la democracia no es más que una concesión que hacen a la izquierda "subordinada". Si ARENA, si la derecha, gana las elecciones, el marco de los acuerdos tenderá a reducirse. Para la otra tarea, la reconstrucción económica y social del país, es necesaria una concertación amplia. Entonces, es una realidad objetiva que tenemos que hacer una alianza y que en las elecciones tenemos que ganar el gobierno pero ganando a la par la gobernabilidad depende de la alianza de la izquierda con la DC. Naturalmente, una alianza en la que la hegemonía no la tenga la DC sino la izquierda.
ENVIO - Conociendo a la DC salvadoreña, su renuncia a una hegemonía demócrata-cristiana en favor de una hegemonía de izquierda parecería la cuadratura del círculo...
ZAMORA - Para intentar resolverla, nosotros proponemos una fórmula que llamamos el "pacto de segunda vuelta". El sistema electoral salvadoreño nos lo permite porque tiene dos vueltas. Si en la primera, ninguno de los candidatos o coaliciones gana la mayoría absoluta, se va a una segunda vuelta con los dos candidatos que hayan conseguido mayor número de votos.
A la primera vuelta irían ARENA (o la derecha con otro nombre, si se lo cambian como quieren algunos), la DC, y la coalición de izquierdas. Partimos del supuesto -y creo que es una hipótesis realista- que ninguna de estas tres fuerzas ganaría en una primera vuelta. El pacto se haría entonces antes de la primera vuelta entre la izquierda y la DC y consistiría en que quien gane menos votos en la primera vuelta pasaría en la segunda a apoyar con todos sus votos al que haya sacado más. Hay líderes de la DC que han expresado ya su aprobación a este tipo de compromiso.
ENVIO - ¿Puede calcularse cuantitativamente, electoralmente, la fuerza de la izquierda?
ZAMORA - El resultado de las pasadas elecciones no es una señal adecuada. El país va a ser otro en 1994. Cuantificar electoralmente a la izquierda es una incógnita sobre la que hay todo tipo de especulaciones. La presencia política abierta del FMLN obliga a la Convergencia y a toda la izquierda y en general al resto de fuerzas a un reacomodo interno. Vienen nuevos inquilinos y eso va a modificar la casa. Por ejemplo, muchos de quienes lucharon electoralmente con nosotros en la Convergencia tiene ahora su casa a donde ir.
En nuestro partido, el MPSC, estamos en lo que llamamos "la separación de aguas". En cualquier caso, nosotros creemos que en El Salvador es válido el pacto de segunda vuelta y no lo sería lo que algunos están proponiendo, tanto dentro como fuera del país: la llamada tesis chilena. La tesis chilena plantea aglutinar a toda la oposición democrática y de izquierdas contra el gobierno bajo la hegemonía de la DC. Pero comparar la situación chilena con la salvadoreña es una locura política. Porque en Chile la izquierda fue derrotada política y militarmente. Y porque en los 17 años de dictadura de Pinochet, la DC chilena logró convertirse en el partido hegemónico de toda la oposición.
En El Salvador la izquierda no ha sido derrotada ni militar ni políticamente y en la oposición, la DC salvadoreña no tiene la hegemonía política y mucho menos la social. Desde 1985 está en un claro descenso de hegemonía y también de votos. Por todo eso creemos que la izquierda tiene derecho, capacidad y posibilidades para disputar la hegemonía a la DC en un pacto electoral y después en un cogobierno. Todo esto hay que estudiarlo bien, decidirlo bien, es un tema clave. El tema electoral - las alianzas, la coalición de izquierda - son desafíos que nos toca enfrentar con clarividencia en esta compleja coyuntura.
ENVIO - Y además de estos desafíos más estrictamente político-electorales, ¿cuáles son los principales retos de la izquierda para esta etapa histórica?
ZAMORA - Desde un punto de vista político más amplio, yo veo cuatro problemas fundamentales. El primero es que en el pueblo se va a dar, tal vez muy pronto, una clara y fuerte contradicción entre las expectativas que tenía sobre la paz y lo que la paz les puede dar en la realidad. Han sido años y años achacándole todos los males del país a la guerra. Y la mayor parte de los males de nuestro país tienen sus raíces en la estructura social injusta, llena de desigualdades. Y esta paz no puede resolver esos males. Es más, la paz podría incrementar algunos de ellos. Por ejemplo, el de la seguridad ciudadana. Los miles de desmovilizados de las dos partes, la crisis económica y la presión que va existir sobre el comportamiento de la nueva policía podrían traer en lo inmediato mayor inseguridad.
El primer desafío que tenemos es ése: cómo hacemos para que esta contradicción entre expectativas y realidad no degenere en una frustración y se desvalorice la paz y no se aprecie en su justa medida lo que significa el fin de la dominación militar y en consecuencia, se empiece a añorar el "orden" impuesto históricamente por los militares. La izquierda debe enfrentar ya este desafío con realismo porque será a las fuerzas democráticas y progresistas alas que nos va a tocar pagar el costo de esta frustración. La derecha no es la que va a pagar. Ellos van a decir: ya lo decíamos nosotros. Y en su propaganda nos harán aparecer como los responsables del desgaste o de la devaluación de la paz.
El segundo gran desafío es la reconversión política de la izquierda. Esta nueva etapa se caracteriza también por la incorporación al terreno político de la fuerza más organizada y numéricamente más grande de la izquierda, el FMLN que tiene una probada experiencia militar de 20 años. Pasar de lo militar a lo político implica una reconversión en el FMLN y en la izquierda en su conjunto. El FMLN tiene también un gran desafío en mantener su cohesión.
Porque el FMLN no es un solo partido, son 5 partidos distintos. El FMLN debe seguir cohesionado, pero en la oposición política y en circunstancias muy especiales. En nuestra reconversión hay que incluir también todo este complejo desafío político-electoral, el de la coalición de izquierdas, el de las alianzas, del que ya hablamos.
La reconversión abarca problemas de estructuras, de liderazgos, de lenguaje. Creo que el gran desafío del FMLN es el de pasar de ser, sin discusión, el partido mas organizado del país, el que es capaz de poner a 100 mil militantes en la plaza de un día para otro, a ser un partido nacional, por el que vote el joven o el ama de casa que jamás irán a una plaza y que han debido durante años en la propaganda del gobierno un temor irracional a la izquierda, asociándola a violencia y terrorismo.
El tercer desafío es la estructuración de un planteamiento económico-social nuestro, de izquierda. En este momento, la izquierda salvadoreña no tiene elaborado ese planteamiento. Hay ideas, pero incipientes. Y no sólo se trata de elaborar un planteamiento económico alternativo, se trata también de elaborar un nuevo planteamiento social. Los dos van estrechamente vinculados. En nuestra estrategia de organización social para estos dos próximos años, ¿vamos a seguir amarrados a los sindicatos como eje central de la organización social, cuando ya el gobierno reconoce que un 51% de los salvadoreños no tiene empleo fijo y por tanto no pueden estar en ningún sindicato? Hay muchas nuevas preguntas que debemos responder en lo económico-social. Nosotros no aceptamos el modelo neoliberal, pero como izquierda no tenemos modelo alternativo. Estamos en un limbo: no tenemos nuestro cielo y no queremos caer en el infierno de ellos. El cuarto gran reto que veo para esta etapa es combatir a la derecha desestabilizadora, la que no ha aceptado los acuerdos ni acepta la nueva situación. La experiencia del sandinismo en Nicaragua, como la nuestra a partir de ahora, es muy especial.
Estamos en nuevas situaciones políticas, que son producto también de nuestras decisiones -el FSLN promovió elecciones, el FMLN firmó acuerdos-, pero en estas nuevas situaciones estamos en la oposición, una oposición que aceptó unos límites. Cómo hacemos para combatir a la derecha recalcitrante sin a la vez convertirnos nosotros, la izquierda, en elemento de desestabilización de lo que nosotros mismos contribuimos a crear? Porque lo que hoy hay en El Salvador es el producto ganado con mucha sangre por la izquierda en todos estos años de esfuerzo, pero no es un gobierno de izquierda. Seguimos en la oposición.
Todos estos enormes retos los tenemos que enfrentar, no totalmente pero sí muy a fondo, en sólo dos años, los que nos separan de las elecciones del 94, que serán definitorias. El tiempo es corto y hay que actuar con decisión y urgencia. Se ha cerrado el 16 de enero la última página de un libro escrito durante 60 años con demasiada sangre. Hoy empezamos a escribir uno nuevo. Nosotros queremos hacerlo con muy buena letra, queremos que sean páginas realmente nuevas. Ese es el desafío histórico que tenemos entre las manos.
ACUERDOS DE PAZ " FMLN - GOBIERNO SALVADOREÑO "El desmontaje de la guerra civil en El Salvador se logró al tomar las dos partes una serie de acuerdos que deben cumplirse entre el 1 de febrero y el 31 de octubre de 1992 y que implican la reforma de muchas leyes, comenzando por la Constitución, y la elaboración de unas 90 leyes nuevas. Los principales acuerdos -en extensión, más de 200 páginas- son:
Fuerzas Armadas- Cambio radical en la doctrina militar: el ejército queda subordinado al poder civil, no puede desarrollar tareas de seguridad y de inteligencia y su única misión será la defensa de la soberanía y el territorio nacional.
- Reducción en 2 años de un 50% del ejército (de unos 62 mil a unos 31 mil efectivos) y disolución de 5 de los 6 batallones élite de infantería que fueron punta de lanza de los operativos militares durante la guerra.
- Depuración de toda la Fuerza Armada: una comisión de 3 civiles evaluará durante 5 meses a todos los miembros del ejército y cuerpos de seguridad y sólo quedarán de alta los no comprometidos con la violación a los derechos humanos.
- Disolución de los Cuerpos de Seguridad: Guardia Nacional, Policía de Hacienda, Policía de Aduana y Policía Nacional. Y creación de un único cuerpo para todo el país, la Policía Nacional Civil (10 mil efectivos y 500 directivos), en las que participarán en igual proporción ex policías que queden bien evaluados en el proceso de depuración y excombatientes del FMLN, a la par de civiles sin historial militar.
- Disolución de la Dirección Nacional de Inteligencia controlada por las Fuerzas Armadas y creación de un nuevo organismo de inteligencia bajo control civil.
- Disolución de patrullas cantonales y defensas civiles, cuerpos paramilitares que actuaban en la zona rural.
- Suspensión del reclutamiento forzoso de jóvenes para ser incorporados a las Fuerzas Armadas.
Derechos Humanos- Creación de una nueva autoridad nacional: Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos.
- Aseguramiento legal y con verificación internacional (ONU) del pleno respeto a los derechos humanos, civiles y políticos: ele derecho a la vida, a la seguridad, a la libertad, a la organización, etc. Y de la erradicación de escuadrones de la muerte, torturas, capturas por motivo político, desapariciones, incomunicación de detenidos, etc.
- Creación de la Comisión de la Verdad que estudiará durante 6 meses los crímenes y masacres de mayor repercusión cometidos desde enero/80 para que se haga justicia y se erradique la impunidad practicada durante años por el aparato militar del gobierno.
Tema económico-social- Legalizar a favor de los combatientes del FMLN, sus familias y la población civil que vivió allí todas las tierras de las zonas que estuvieron bajo control del FMLN durante la guerra.
- Reparto de todas las tierras de fincas que excedan de las 245 hectáreas (límite establecido por la Constitución) entre los salvadoreños sin tierra.
Control y verificación de acuerdos- Creación de la Comisión Nacional para la Consolidación de la Paz (COPAZ) como mecanismo de supervisión, control e implementación de todo lo acordado. Participan en COPAZ 2 miembros del gobierno, 2 del FMLN y 1 por cada uno de los 6 partidos con representación en la Asamblea.
- Verificación internacional de todos los acuerdos por más de mil miembros de la ONU presentes en El Salvador (ONUSAL).
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