México
La Iglesia de los pobres en la mira del gobierno
El estallido revolucionario de Chiapas ha desatado una campaña del más alto nivel contra la Iglesia que nace del pueblo y contra la teología de la liberación. Y por esto, hoy México "huele a Centroamérica".
David Fernández
El 8 de abril, el diario Summa de la ciudad de México reveló con gran despliegue que el subcomandante Marco, del ejército zapatista de Liberación Nacional (EZLN) era un sacerdote jesuita de nombre Jerónimo Hernández López. La pregunta personalidad del vocero principal de la insurgencia chiapaneca e había obtenido - según el diario, propiedad de Televisa, el principal consorcio televisivo y radiofónico mexicano -, mediante el operativo Identidad, para el que "fue necesario infiltrar a un agente especial al seno del EZLN". según el diario, y de acuerdo con resultado "obtenido a través de estudio en computadora, fotografía, grabaciones de voz, parecido físico y videocasete", habían logrado establecer que el enigmótico y popular personaje urgido a raíz del conflicto armado de Chiapa, e un religioo de aproximadamente 36 año de edad, otro de cuyo seudónimo e el de "jXel" (Jerónimo, en lengua teltal). e señalaba, ademó, que la información que e proporcionaba era el resultado de "una investigación realizada por un grupo especial del Gobierno Federal".
Televisa a la ofensivaLa noticia dio la vuelta al país y a buena parte del mundo. De inmediato, medio como The New York Time buscaban una confirmación. Por la tarde de el mismo día circulaba ya en lo medio nacionales e internacionales un dementado público de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús en el que se asentaba tanto la falsedad de la noticia como una enérgica condena a "alguno medio" que desde hacía mese venían difundiendo informaciones igualmente calumniosa y falsa.
El sacerdote jesuita Gerónimo - con G - trabajó efectivamente en Chiapas en apoyo de la organizaciones indígena y campesina durante más de cinco años, pero desde agoto de 1992 había salido de la zona, destinado a la atención pastoral de lo refugiado guatemalteco en el estado de Campeche. De este traslado tuvieron conocimiento tanto la Secretaría de Gobernación (Ministerio del Interior) como la Procuraduría General de la República, pues este reporte es requisito exigido por las autoridades para poder trabajar en los campamentos de refugiados. Unos días antes de la sensacionalista noticia, jXel había sido entrevistado por agentes de Seguridad Nacional, supuestamente para confirmar su ubicación y el trabajo que desarrollaba entre los chapines.
La información mentirosa se había dado no por error - era fácilmente corroborable -, sino con alguna otra intención. Venía a agitar el de por sí enrarecido clima nacional, después de la insurrección indígena chiapaneca, del asesinato del candidato del PRI a la Presidencia de la República y del secuestro del principal banquero mexicano, Alfredo Harp.
A pesar del desmentido de los jesuitas, el periódico Summa -cuyo Presidente y Director General es Jacobo Zabludovsky, patriarca de la información televisiva de las derechas mexicanas - continuó con su ofensiva en contra de Gerónimo, de la Compañía de Jesús y del conjunto de la Iglesia Paralela de México -así llaman a los grupos de Iglesia comprometidos con los pobre -.
El 9 de abril, Summa publicó, junto con la aclaración de los jesuitas mexicanos, un nuevo alegato acerca de la participación de sacerdotes en el EZLN y sobre el "activismo declarado" de Gerónimo. Y un amplio reportaje, con decenas de nombres de personas de Iglesia involucradas en organismos no gubernamentales (ONGs), movimientos populares y organizaciones sociales, presentándolo como una "radiografía de movimientos radicales".
Según el reportero, Juan Manuel Beltrán, el que el Subcomandante Marcos sea identificado con un sacerdote jesuita es natural, puesto que "para quienes han estudiado la teología de la liberación y los grupos cristianos de izquierda, resulta completamente creíble, ya que la lucha de clases y la violencia revolucionaria son principios que han aceptado al recurrir al análisis marxista para interpretar la realidad". El reportaje daba por sentado la existencia de "errores doctrinales" en el pensamiento de estos cristianos, así como su activa participación en la guerrilla del EZLN.
Hostilidad abiertaEn las listas que el diario presentaba, llaman la atención tres cosas:
* Son listas recientes, con inexactitudes menores.
* Están elaboradas profesionalmente, mediante informantes internos a los movimientos y por observación externa de algunos eventos.
* La intencionalidad es mostrar el vínculo del principal candidato de la oposición a la Presidencia de la República, Cuauhtémoc Cárdenas, con estos sectores eclesiales.
La tesis central del reportaje es dejar asentado que el objetivo de los grupos socioreligiosos donde participan cristianos de izquierdas es lograr que la sociedad apoye a la izquierda - el PRD - en los próximos comicios. Pero las palmas se las llevó el Director de la publicación, José Antonio Pérez Stuart, en su comentario editorial titulado Gabinete. Presentaba en él dos documentos: la ficha sindical del jesuita Jesús Acosta, cuando trabajó como sacerdote obrero en la Cervecería Modelo, y una carta de recomendación para ese trabajo, expedida por Servicios Educativos de Occidente, A.C. A partir de ellos insinuaba que Jesús Acosta tuvo que ver en la organización de "problemas" laborales en esa planta cervecera y con base en preguntas retóricas - como recurso para eludir la posibilidad de una demanda penal por difamación -, Pérez Stuart afirmaba mucho más:
* Que jesuitas de la teología de la liberación han actuado en forma clandestina en distintos países del continente.
* Que distintos curas de la teología de la liberación han tenido participación en los acontecimientos violentos de Chiapas.
* Que detrás del secuestro de Alfredo Harp - Presidente del Consorcio Banamex - se encuentran involucrados alzados de Chiapas y teólogos de la liberación.
* Que la misma posición doctrinal y pastoral asumida por Samuel Ruiz ha sido ya condenada por la Iglesia, "que a través de los órganos respectivos demandó la salida del obispo de Chiapas por considerar que estaba totalmente apartado de la Iglesia misma".
Estos infundios no serían preocupantes si no vinieran acompañados de muchos otros signos en el panorama nacional, si no se presentaran tras una fachada de seriedad periodística y en uno de los ahora principales diarios nacionales.
Un día después, el domingo 10 de abril, el diario Summa insistía en su primera plana: Marcos es Jerónimo: Investigadores. Y también: Niegan paradero del jesuita. Temen represalias del EZLN. Por último: Campeche, posible refugio de Jerónimo. Finalmente, el 21 de abril, la Compañía de Jesús en México demandó penalmente, por difamación, al diario Summa. Se trata de un desafío sin precedentes al principal consorcio de comunicación mexicano, abriendo la batalla en un nuevo frente: el jurídico.
"Es grande la tentación - dice el comunicado en el que los jesuitas anuncian la introducción de la querella legal - de distraer a la opinión pública y ocultar el núcleo del conflicto fundamental que vive hoy México: el problema de la injusticia, del que son parte muy agravante la mentira, la corrupción, el vacío de autoridad moral y credibilidad pública y la falta de una democracia acorde con el presente. Es más fácil inventar culpables que reconocer la propia culpa. Estos problemas retan abierta y urgentemente a todos los mexicanos. La crisis exige dedicación completa para encontrar medidas urgentes y eficaces. Nunca se debe perder de vista este objetivo. El reto lo escuchan los jesuitas en la voz del pueblo entero. Lo hacen suyo"
Los reportajes y posiciones de Televisa - a través del diario Summa y en su momento del diario Ovaciones - sólo han sido los puntos más altos y de mayor visibilidad de una confrontación mucho más amplia y de mayores alcances en el momento político mexicano. Las hostilidades en contra de la teología de la liberación y de la Iglesia cercana a los pobres vienen de tiempo atrás e involucran no sólo a la iniciativa privada sino también a algunos sectores gubernamentales y al propio Nuncio Apostólico.
Don Samuel Ruiz: protagonista en los comienzosLa etapa más reciente de la confrontación se anuda probablemente en torno a la figura de don Samuel Ruiz García, obispo de San Cristóbal de las Casas en Chiapas, y comienza por los intentos del Nuncio, Girolamo Prigione -a petición, según se denunció, de la propia Presidencia de la República - para destituirlo de su cargo.
El primer campanazo de alarma lo dio el periodista Miguel Angel Granados Chapa en su columna Plaza Dominical de El Financiero el 24 de octubre de 1993. Denunciaba que, según expresó el propio Nuncio Apostólico en una cena conmemorativa dada en su residencia, "el gobierno mexicano ha impuesto, y los mandos de la Iglesia Católica han aceptado, la remoción de Samuel Ruiz de la diócesis que ha regido durante más de treinta años. La decisión obedece a necesidades gubernamentales, no a exigencias de la administración eclesiástica y menos aún de la pastoral social e indígena en que descuella don Samuel".
La petición de remoción del obispo partió del Jefe de Asesores de la Presidencia, José Córdoba Montoya, después que don Samuel entregó al Papa una Carta Pastoral contraria a la política gubernamental, en ocasión de la visita del Pontífice a Mérida en agosto/93. Esta petición de remoción la hizo suya Monseñor Prigione. El 28 de octubre el representante papal afirmó: "Samuel Ruiz tiene graves errores doctrinales, pastorales y de gobierno. Chocan con la Iglesia y ofenden al Papa". Con insistencia machacona, Prigione insistió posteriormente en que las acciones que se estudiaban en contra del obispo no tenían nada que ver con la política ni con presiones del gobierno. Pero nadie le creyó.
La reacción mayoritaria de la sociedad nacional e internacional en defensa del "obispo de los indios" fue inmediata y contundente. Un caudal de comunicados, cartas, pronunciamientos y manifestaciones de todo tipo llegaron a la nunciatura, que tuvo que cambiar sus teléfonos, abrumada por cientos de expresiones de protesta y oposición al Nuncio, cuya expulsión o renuncia era una demanda generalizada en los mensajes.
Como el gobierno de Salinas negó una y otra vez tener alguna participación en la remoción de don Samuel, el Nuncio quedó completamente aislado y sin el respaldo de quien inicialmente lo animara a promover la sanción del obispo. Mientras, la estatura moral del obispo chiapaneco crecía considerablemente al lograr convocar en la defensa de su causa a amplios sectores de México y del mundo. Probablemente en el fondo de esta primera escaramuza del gobierno de México en contra de don Samuel y de la Iglesia comprometida con los pobres se escondiera el temor del grupo gobernante ante las elecciones de agosto de 1994. El panorama se les complicó muchísimo mas un mes después.
Chiapas los desnuda Con el estallido violento de las comunidades indígenas de Chiapas el primero de enero la figura del obispo de San Cristóbal adquirió una relevancia espectacular. Propuesto como mediador para un eventual diálogo por parte del EZLN, y aceptado por el gobierno mexicano, se transformó de la noche a la mañana en pieza clave para el logro de una solución política al conflicto militar. Dados su conocimiento de la realidad de Chiapas y su ascendiente moral frente a la población, no había un mejor hombre para procurar el encuentro y el diálogo de las partes en conflicto. El Nuncio y sus pretensiones recibieron un golpe definitivo. El conjunto de la Conferencia Episcopal Mexicana (CEM) se manifestó en apoyo del "obispo de los indios". El aval del Cardenal Corripio fue en ese momento una significativa toma de postura en el conflicto intraeclesial en que el Nuncio había sumido a los obispos mexicanos.
Pero a pesar de este apoyo eclesial oficial y de su posición como mediador para la paz, los ataques a Samuel Ruiz y a la Iglesia chiapaneca se incrementaron, provenientes de sectores claramente identificados con los empresarios y los ganaderos de la región. A este concierto se sumaron algunas conspicuas plumas al servicio del régimen. Para Héctor Aguilar Camín, la insurrección en Chiapas era el resultado de una mezcla de izquierda trasnochada con el fundamentalismo de la teología de la liberación. Luis Pazos - el inconsistente publicista del neoliberalismo -, en un alarde de irresponsabilidad, sin haber pisado siquiera suelo chiapaneco, publicó 10 mil ejemplares de un libro panfleto en el que culpa a guerrilleros centroamericanos desempleados, curas de la teología de la liberación, jesuitas y dominicos, de los acontecimientos de Chiapas.
De pronto, comenzó a circular una lista - a todas luces proveniente de los aparatos de seguridad del Estado - de los supuestos dirigentes del movimiento zapatista. En realidad era una lista de los sacerdotes, religiosos y religiosas de la diócesis de San Cristóbal. Revistas nacionales importantes como Impacto y Epoca - ésta última propiedad también de Televisa -, atizaron profesionalmente el linchamiento de los agentes pastorales de ese territorio eclesiático.
Señalaron que el Subcomandante Marcos era el sacerdote Joel Padrón. Luego sostuvieron que era Walter Meade, ex-novicio jesuita. Más tarde, aseguraron que la religiosa Janine Archimbaud - "una de las principales cabezas del EZLN" - había muerto en combate. Todo alrededor de la tesis de que "Samuel Ruiz es el supremo comandante de los zapatistas".
Cuando la sociedad civil mexicana, con una sola voz, se volcó a exigir al gobierno la apertura del diálogo con los alzados y el logro de una solución política negociada para el conflicto, hubo importantes pronunciamientos de Iglesia en este sentido: los de la CEM, la Conferencia de Institutos Religiosos de México (CIRM), la Orden de Predicadores y la Compañía de Jesús. Los jesuitas tomaban distancia de las posturas mayoritarias, que condenaban la violencia "venga de donde venga", y denunciaban en primer lugar, la violencia estructural e institucional en el estado de Chiapas. La reacción de algunos medios de comunicación y de círculos empresariales no tardó en llegar. El diario Ovaciones tituló su editorial: "Otra vez la Compañía de Jesús en contra de México".
Los coletos al ataqueDespués de concluida la primera ronda del diálogo, la situación en San Cristóbal se tornó grave para el obispo y sus agentes de pastoral. Una organización de ganaderos y terratenientes y de "auténticos coletos" - gentilicio que se dan a sí mismos los sancristobalenses de cepa - inició una campaña de desprestigio del obispo, acusándolo de ser instigador del zapatismo y exigiendo su inmediata expulsión.
La mediana y gran burguesía chiapaneca se movilizó durante varios días, protegida por algunos políticos de la región, esgrimiendo el estribillo de que el neozapatismo era obra de los cientos de catequistas formados por la diócesis. Este frente de ganaderos y propietarios exigía también el cierre de dos diarios, Tiempo y La Jornada y la salida de la zona de todos los miembros de ONGs y de los "curas zapatistas".
Tuvo que intervenir el Comisionado para la Paz Manuel Camacho Solís, para calmar los ánimos y desmovilizar a estos sectores inconformes. Sin embargo, el peligro del fortalecimiento de un tercer "ejército" - el de las guardias blancas o fuerzas para-milimitares al servicio de los ganaderos - , se hizo evidente. Los obispos del país reiteraron su apoyo a don Samuel, afirmando también que la investigación de los catequistas involucrados en el alzamiento indígena se haría posteriormente y que, en caso de comprobarse, se procedería aplicando las sanciones correspondientes.
"Traidores a la Patria"Luego de un compás de espera, propiciado en buena medida por el temor gubernamental ante la probabilidad de un grave deterioro en la convivencia social en México, y en tanto se elaboraban las nuevas directrices políticas frente a hechos que a todos tomaron por sorpresa, la ofensiva en contra de los agentes, opciones y actividades eclesiales comprometidas con las mayorías pobres del país, reaparecieron enseguida del asesinato de Luis Donaldo Colosio.
La revelación de la supuesta identidad jesuita del Subcomandante Marcos tuvo lugar en ese momento preciso, al igual que los ataques al "clero político" por parte de la candidata a la Presidencia por el Partido Popular Socialista -ahora paraestatal -, y los énfasis del responsable de la Secretaría de Gobernación para las relaciones con las Iglesias, Nicéforo Guerrero, en el sentido de que no se tolerarían intromisiones políticas por parte de los ministros de culto.
Un nuevo elemento se vino a añadir a la embestida. El diario Ocho Columnas, propiedad de la poderosa Universidad Autónoma de Guadalajara y de la organización de ultraderecha y secreta de los Tecos, ante la petición de "verdades" que hacía la Compañía de Jesús a los medios de comunicación respondió enumerando algunos supuestos hechos y personajes jesuitas relacionados con el "marxismo" y con la "actividad subversiva":
* "El apoyo total dado por la Compañía de Jesús al movimiento estudiantil' de 1968 que tuvo por objeto derrocar al presidente Díaz Ordaz para imponer en México una dictadura comunista".
* Decenas de jesuitas mexicanos y extranjeros que claudicaron de su fe y de su doctrina para colocarse al servicio del comunismo marxista-leninista de palabra y de obra.
* El caso de los jesuitas que abandonaron la tarea apostólica para convertirse en altos dirigentes del Partido Socialista de los Trabajadores - el más violento de su tiempo - y que luego hicieron apostolado en Chiapas".
Simultáneamente, en las calles de la ciudad de México aparecieron miles de carteles en los que se difamaba al obispo de San Cristóbal de las Casas ubicándolo dentro de una conjura centroamericana, llamándole "traidor a la Patria" y "comandante del Sendero Luminoso Norte", entre otros muchos insultos.
La firma del cartel por el Movimiento de Solidaridad Iberoamericana (MSIA) hizo que Miguel Angel Granados Chapa ubicara su autoría en el Partido Laboral, nacido en los Estados Unidos y vinculado con el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y con la candidata presidencial del Partido del Trabajo (PT), Cecilia Soto. Ambos partidos son patrocinados por el PRI-Gobierno.
Campaña de alto nivelIndudablemente, la intención del MISIA era golpear en primer lugar y ferozmente al proceso de negociación de la paz en Chiapas y al Comisionado presidencial Camacho Solís. A éste le acusaban de usar el conflicto chiapaneco "como una palanca para llegar a la presidencia de la república, con el descarado apoyo de un ejército extranjero (EZLN), de la prensa extranjera y de potencias extranjeras". El intento de golpear a Camacho Solís coincidió (¿casualmente?) con la estrategia que, para entonces, un grupo del gobierno mexicano se había trazado para destruir al mediador de la paz.
Filtraciones de la Secretaría de Gobernación hicieron posible conocer un documento de análisis sobre el papel que estaba jugando don Samuel Ruiz en el proceso de pacificación de Chiapas, sin fecha ni firma, pero elaborado a todas luces por un equipo de asesores de la propia Secretaría. En él, además de ofrecer apreciaciones analíticas sobre el embrollo chiapaneco, se proponían algunos medios para reducir la importante influencia social y política del obispo de San Cristóbal. Ubicado desde el principio como "parte del conflicto y de su mediación", se sugerían, entre otros, los siguientes caminos para sacarlo gradualmente de la jugada:
-Trasladar la siguiente ronda de negociación a un sitio que no sea la catedral. (Ya se anunció que será en un lugar distinto).
-Alentar al grupo de "auténticos coletos" y de ganaderos en sus actividades contrarias al obispo. Evidenciar ante la sociedad que el prelado no es una persona neutral en el conflicto, sino que está comprometido con una de las partes. Elaborar y enviar un dossier al Vaticano conteniendo las acusaciones y reseñas de las actividades políticas del Pastor.
-Alentar un nuevo protagonismo del Nuncio Apostólico y de sus obispos afines en el proceso de paz, que les haga superar el aislamiento en el que quedaron luego de su derrota en el intento por remover a don Samuel.
-Precisar mucho más en la Ley de Instituciones Religiosas el concepto de "ministros de culto", de manera que alcance también a los laicos que realizan actividades pastorales, a fin de que sus restricciones les sean aplicables también a los catequistas.
-Minar el prestigio social del obispo sancristobalense.
No es posible concluir, de la sola existencia de este documento, el que todos los ataques y acusaciones que se han hecho a la Iglesia que nace del pueblo y a la teología de la liberación, hayan sido acordados y coordinados por sectores gubernamentales. No obstante, los medios que se han utilizado, los grupos a los que se ha agredido y el tono que se ha adoptado, sí hacen pensar que se trata de una campaña bien organizada, de alto nivel, uno de cuyos objetivos sería el de golpear a las bases que han mostrado una mayor beligerancia en el respaldo al obispo Samuel Ruiz.
Olor a CentroaméricaLa agresividad en contra de la Compañía de Jesús se puede explicar por este hecho - ha respaldado fuertemente a don Samuel -, pero también por ser uno de los grupos más fuertes de la Iglesia que ha hecho un opción eficaz en favor de los pobres. La lógica, en este caso, podría ser la de golpear a quien el gobierno considera el aliado más firme de su adversario principal.
Hasta ahora, ninguna de las acusaciones ha podido ser probada. No se ha presentado a la opinión pública a ningún sacerdote, religiosa o catequista involucrado en el EZLN. Don Samuel ha aceptado la posibilidad de que algunos catequistas se encuentren participando activamente en el movimiento zapatista, pero ha dejado claro que lo han hecho en acompañamiento de sus comunidades, a título personal, y no como parte de una política diocesana.
Todos los testimonios, entre ellos el del propio obispo, apuntan a establecer que desde siempre don Samuel se opuso a la vía de las armas como estrategia de lucha, aunque no a las reivindicaciones planteadas por las comunidades indígenas. Como quiera que sea, el camino de la difamación y del desprestigio de los adversarios está siendo recorrido por algunos sectores empresariales y por las oficinas del gobierno.
Esto es sumamente peligroso en un momento en que el ambiente político nacional se encuentra enrarecido al extremo y es de una fragilidad absoluta. El país huele a Centroamérica. Nos sorprenden de repente las evidentes similitudes de nuestra circunstancia con aquellas que precedieron a las guerras del istmo. La anunciada modernización nacional salinista no fue real. Lo que estamos viendo nos habla de un retroceso a tiempos de primitivismo político, en los que la calumnia puede más que la verdad y el asesinato triunfa sobre la competencia democrática. Se trata, probablemente, del derrumbe de un régimen que ha sobrevivido por más de 60 años, edificado en la mentira y la corrupción, y que en su desplome arrastra tras de sí a muchos sectores sociales sanos y a otros los aplasta.
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