Nicaragua
¿Hasta 2021… y más allá?
Cada vez está más claro lo que pretende Ortega.
En plaza pública insistió en que él se queda hasta 2021... y más allá.
¿Se lo permitirá la economía en declive acelerado?
¿Seguirá reprimiendo con saña ante los ojos del mundo,
que ya sabe lo que pasa en Nicaragua?
¿Cómo podrá neutralizar la persistencia de la resistencia azul y blanco?
Equipo Envío
El 25 de julio, representantes de las distintas coaliciones universitarias que se rebelaron en abril de 2018 contra la dictadura de Ortega convocaron a una marcha en conmemoración del Día del Estudiante, que hace memoria del asesinato de cuatro estudiantes en León a tiros de la guardia somocista.
Aquel crimen del 23 de julio de 1959 provocó una indignación nacional y desde el primer momento se le llamó “masacre”. Los crímenes de abril y de todos los meses que siguieron son innumerables y mantienen viva la llama de la resistencia cívica.
¡PATRIA LIBRE… Y VIVIR!
Como se esperaba, la marcha estudiantil fue prohibida por la Policía. La institución armada, que hoy protagoniza la represión apoyada por parapoliciales, ha declarado ilegales una docena de movilizaciones previas. Esto no detuvo a los estudiantes, que realizaron al menos cuatro demostraciones de protesta en distintos puntos de Managua obligando a los policías a dispersarse… y a desesperarse.
A estos piquetes express, que surgen por aquí y por allá, se suma el boicot a las empresas de los funcionarios y allegados del régimen, los paros de consumo y pequeñas y continuas, organizadas y desorganizadas, expresiones de rebeldía de una población dispuesta a conseguir “patria libre… y vivir”, un cambio de consigna que indica un cambio de mentalidad en las luchas que iniciaron con el estallido de Abril.
Es la “guerra de las pulgas”, a la que se ha referido en distintas ocasiones una dirigente azul y blanco. Esta “guerra” revela la voluntad cívica de la rebelión en la que está empeñada la ciudadanía nicaragüense desde hace casi año y medio. En esta dura etapa se encuentra hoy la resistencia contra Ortega, estrenando la novedad política que significa enfrentar sin armas una dictadura.
LA OEA Y SU ULTIMÁTUM
El mes de julio concluyó y la resolución aprobada el 28 de junio en la 49 Asamblea General de la OEA en Medellín “instando” al régimen de Ortega a reanudar una negociación “de buena fe y efectiva” con la Alianza Cívica y a cumplir con lo ya acordado y firmado, no se había concretado en nada.
La resolución “reiteraba” que en Nicaragua ha habido “una alteración del orden constitucional” por la violación a los derechos humanos, la falta de libertades y la falta de avance en las reformas electorales. Por todo esto, “instruía” al Consejo Permanente a conformar una comisión, que en el marco del proceso de aplicación de la Carta Democrática, realizara gestiones diplomáticas “al más alto nivel” para hallar una solución “pacífica y efectiva” a la crisis nicaragüense.
Pero Yolande Smith, representante de Grenada, que ocupó en julio la presidencia del Consejo Permanente de la OEA -se ocupa por rotación y por orden alfabético cada tres meses-, no había dado un solo paso para hacer realidad lo que mandataba la resolución. La pequeña isla del Caribe se ha abstenido en todas las reuniones y votaciones de resoluciones que sobre la crisis de Nicaragua ha habido en el organismo regional.
REPLIEGUE: 40 REEDICIÓN
Mientras la OEA callaba y la represión del régimen no cesaba, el mes de julio trajo las dos celebraciones anuales que son centrales para medir el apoyo al FSLN de Ortega y de Murillo.
El 6 de julio se reeditó por cuadragésima ocasión la conmemoración del repliegue táctico que miles de pobladores de la capital, dirigidos por combatientes del frente interno del FSLN realizaron en la noche del 27 de junio de 1979, caminando ordenada y sigilosamente los treinta kilómetros que separan Managua de Masaya, para encontrar allí un lugar donde resguardarse de los ataques de la guardia somocista.
Durante años la conmemoración fue una caminata que iniciaba al atardecer y concluía en la medianoche o ya de madrugada con el discurso de Ortega en la placita de Monimbó, en Masaya. Pronto comenzó a abundar el alcohol y música estridente en las distintas etapas del camino. En los últimos años, Ortega ya no caminaba. Conduciendo lentamente su Mercedes Benz acompañaba a los caminantes, bajándose del vehículo en ocasiones para saludar a algunos.
En 2017 Ortega ya no usó su Mercedes blindado. El repliegue se convirtió en una caravana vehicular: motos, camionetas estatales y privadas... Ambos, Ortega y Murillo, participaron ese año en palco alto y rodante, mirando a sus seguidores desde el segundo piso de un autobús con aire acondicionado.
DERROTA Y FRUSTRACIÓN
En 2018, en plena “operación limpieza” de tranques y barricadas, la pareja gobernante decidió hacer el repliegue en la tarde del 13 de julio. Ese día la Alianza Cívica había convocado al segundo paro nacional. La caravana de vehículos buscaba quebrar el vacío que el paro, acatado mayoritariamente en todo el país, había dejado en la céntrica vía que va de Managua a Masaya.
La imagen de la entrada del Mercedes Benz de Ortega en Masaya, escoltado por policías motorizados, será inolvidable. Masaya cerró las puertas de sus casas. Y Ortega no pudo siquiera entrar en el barrio indígena de Monimbó, cercado de barricadas. Para entonces, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos contabilizaba ya 22 jóvenes asesinados en Masaya por la represión estatal. Asediados por el rechazo, Ortega y Murillo tuvieron que “celebrar” con policías y parapolicías encapuchados en el parqueo del cuartel de la Policía.
Este 2019 se repitió la escena de la pareja gobernante desfilando en el segundo piso del mismo autobús de dos años atrás. Los rodeaban 250 motorizados y 100 patrullas policiales cargadas de policías y parapolicías. A un buen grupo de los 500 agentes antidisturbios que controlaron la ruta, les tocó trotar bajo el ardiente sol de Managua en torno al bus refrigerado. Desde el aire, vigilaban dos helicópteros y tres drones. Y en puntos estratégicos, 28 francotiradores.
Managua cerró sus puertas y decidió un paro de consumo. Y Masaya volvió a cerrar de nuevo hogares y comercios. Ortega tuvo que pronunciar su discurso de apenas siete minutos en un predio en las afueras de Masaya ante una limitada concurrencia. Sus palabras vacías y su lenguaje corporal expresaban derrota y frustración.
EL 40/19 CON PLAZA LLENA
Para la celebración del 40/19, el cuarenta aniversario del histórico 19 de Julio, el régimen se aplicó a fondo para lograr reparar las decadentes imágenes del Repliegue.
La plaza estuvo llena. Los empleados públicos -más de 200 mil- estaban, como siempre, obligados a asistir. Este año, con más medidas de control que en años anteriores, tanto para que llegaran a la plaza como para que no la abandonaran hasta el final del acto. Los dueños de buses y camionetas fueron forzados a trasladar simpatizantes, so pena de perder sus permisos.
A pesar del poder simbólico que tiene el número 40, el único mandatario que llegó a festejar fue Anatoli Bibilov, presidente de Osetia del Sur, un pequeño territorio de unos 50 mil habitantes que se separó en 2008 de Georgia, segregación que apoyó Rusia, país que envió a Bibilov a los festejos. En más de una década, Osetia del Sur ha sido reconocida sólo por Rusia, Nicaragua, Venezuela y la islita de Nauru en la Micronesia.
No hubo representación de los gobiernos de Centroamérica, de los de Europa y de los de América Latina. Sólo de Venezuela, no de Bolivia. “Nadie quiere acercarse, nadie quiere mancharse con la sangre derramada por esta dictadura”, comentó el ex-Vicecanciller de Nicaragua Víctor Hugo Tinoco.
EVANGÉLICOS PROTAGONISTAS
El guion del acto fue similar al de otros años y como siempre fue transmitido en cadena nacional obligatoria. Y como siempre, Ortega, Murillo y sus invitados de la tarima central, estuvieron flanqueados por decenas de jóvenes uniformados con camisetas alusivas a la efeméride. Les toca permanecer durante más de ocho horas de pie cumpliendo con una rutinaria coreografía entre colegial y coreana a lo kimilsung.
La tradicional invocación a Dios que inauguraba cada año el acto y que le tocaba hacer al cardenal Obando, fallecido en 2018, estuvo a cargo del pastor evangélico nicaragüense Antonio Bolainez. Más que invocación, el también escatólogo hizo una extensa e inconexa prédica.
A Bolainez siguió la que el régimen consideraba su “estrella” en el acto, el pastor evangélico estadounidense Ralph Drollinger, ex-jugador de baloncesto en la NBA y ahora predicador, un hombre imponente por su estatura de más de dos metros, ministro fundador de Capitol Ministries, con gran influencia en los más altos funcionarios del gobierno estadounidense. Drollinger es conocido por sus mensajes homofóbicos y anti-derechos de las mujeres y por considerar el catolicismo “una religión falsa”. Visitaba el país con su esposa, miembros de su equipo y su traductor.
Dijo traer a los nicaragüenses saludos de sus “alumnos estudiantes de Biblia” en el Senado, en la Cámara de Representantes y en la Casa Blanca. Dijo que Ortega lo había invitado para explorar la posibilidad de ofrecer estudios bíblicos a los políticos nicaragüenses. Después, se dedicó a explicar lo que significa ser un político “cristiano”. Cuando terminó de hablar, Ortega se levantó, como impulsado por un resorte, y atravesó la tarima para saludarlo efusivamente. Murillo hizo otro tanto. De fondo, el “Himno a la alegría” de la novena sinfonía de Beethoven.
“LES PIDO UN FAVOR:
¡QUE CESE LA MAGNITSKY!”
Para entonces quedaba ya claro que, con la participación de estos dos pastores evangélicos la dictadura quería reforzar la estrategia anti-católica que lleva adelante desde hace un año atacando templos y desprestigiando y amenazando a obispos y sacerdotes. Escuchando a Drollinger parecía que había algo más: el reverendo había sido invitado con la intención de tender a través de él un “puente bíblico” con la administración Trump.
Bastaron segundos para comprobarlo. Concluyendo Drollinger su prédica, Murillo invitó al sacerdote católico Antonio Castro a hacer una “oración para que Dios siga derramando milagros y prodigios en nuestra Nicaragua”.
A Castro, párroco en la iglesia La Merced de Managua, que ha permanecido fiel al orteguismo, le correspondía invocar el “prodigio” esperado: “Quisiera pedirles -dijo- a mis hermanos pastores de Estados Unidos, profesores de Biblia en el Senado norteamericano, un favor: hagan sus buenas gestiones ante el Congreso, ante el Senado de su país, para que cesen a Nicaragua las imposiciones. ¡Que cese la Ley Magnitsky, que cese la Nica Act!”, dijo en tono de plegaria. La plaza lo ovacionó.
“¡DEJEN A LA HUMANIDAD RESPIRAR EN PAZ!”
Después, vinieron los discursos, el del presidente de Osetia del Sur, el del vicepresidente de Cuba Salvador Valdés y el de la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, las tres “personalidades” de mayor nivel que atrajo el 40/19.
Con su habitual inflamada oratoria, Rodríguez afirmó que la celebración del 40 aniversario llegaba “en me¬dio de peligrosas amenazas contra las tres revoluciones, contra Cuba, contra Nicaragua y contra Venezuela, cuando bloqueos económicos criminales pretenden azotar las conciencias de nuestros pueblos libres e independientes. ¡Imposible, imposible! -alzó más la voz- ¡Yo quiero recordarle al señor Trump que son malos tiempos para él y desde la Nicaragua Libre que resiste y vence, desde la Cuba libre que resiste y es victoriosa, desde la Venezuela libre que resiste y es indestructible, le tenemos que decir: ¡Malas noticias, señor Trump! ¡Más nunca seremos patio trasero de nadie! ¡Y váyase con su doctrina monroísta bien lejos!”
Alentada aún más por las ovaciones de la plaza, continuó vibrante: “Y le quiero recordar sus palabras de campaña. Había dicho usted, señor Trump, que no se entrometería en los asuntos internos de los países. Se lo recuerdo y le digo que agarre a sus guardias extremistas que lo acompañan, al señor Pence y a Bolton, ¡que saquen sus manos de Nicaragua, que saquen sus manos de Cuba y que saquen sus manos de Venezuela! ¡Y dejen a la humanidad respirar en paz!”
EL “EFECTO DROLLINGER” SE HACE HUMO
¿Cuál fue el momento exacto en que el reverendo Drollinger, resintiendo las ofensas que se vociferaban y aplaudían contra autoridades de su país, a las que él predica la biblia, abandonó aceleradamente el acto con su esposa y todo su equipo? El canal oficial, única señal televisada del acto, no lo enfocó. Tomas independientes permiten ver cómo sale de la tarima y rechaza al funcionario que quiso retenerlo.
No escuchó Drollinger las palabras finales de Rodríguez, refiriéndose a la “la rearticulación geopolítica imperial destinada al fracaso”, a “un mundo en reformateo”, en el que Rusia y China van trazando “nuevos caminos”. De Rusia dijo que “así como liberó a la humanidad del fascismo, está defendiendo hoy la estabilidad y la paz internacional”. De China, que con “su desarrollo propio” y, junto a Rusia, van trazando “el nuevo mundo del respeto, la justicia y el equilibrio internacional”
En cuestión de segundos, el que era central y cuidado “efecto Drollinger” se esfumó. El reverendo salió de la plaza, del hotel y del país y nunca se llevó a cabo la entrevista con Ortega y Murillo prevista para el día siguiente.
ORTEGA HABLA PARA SÍ MISMO
Sólo faltaba el discurso de Ortega, que escuchaban desde las varias tarimas líderes históricos del FSLN, entre ellos varios comandantes guerrilleros.
Este año, a diferencia de años anteriores, varios de ellos grabaron spots convocando a ir a la plaza, dieron largas entrevistas televisadas evocando las hazañas en las que participaron para derrocar a Somoza, y en la plaza sus nombres fueron especialmente destacados por la maestra de ceremonias, recibiendo todos y cada uno los correspondientes aplausos. Cuando la cohesión interna del partido rojinegro ha sufrido una erosión innegable, dar lugar a los “viejos”, algunos relegados u olvidados durante tantos años, no se sabe bien a qué intenciones responderá...
Ortega habló una media hora. Habló principalmente para sus bases. Para darles confianza, demostrarles que tiene una fuerza -que ya no tiene- y asegurarles que se quedará hasta 2021 “y más allá” como decían los gigantescos números y letras de colores en la base de la tarima, en la que el raído presupuesto nacional ya no permite colocar toneladas de flores. Como siempre, y como han dicho quienes lo conocen muy de cerca, Ortega también hablaba para sí mismo: demostrándose que aún está fuerte, diciéndose que se quedará hasta 2021.
“¡NO ADMITIMOS SANCIONES!”
Ortega habló de las sanciones, las que hace un año decía no importarle. Sobre esto, en un arranque exaltado dijo: “¡No podemos admitir sanciones, porque para que se aplique una sanción tiene que estar fundamentada en el derecho internacional! De lo contrario, ¡ningún Estado tiene la potestad de sancionar a otro Estado y el Estado que actúa de esa manera sencillamente está cometiendo delitos de índole internacional!”
Bien sabe Ortega que hasta el momento ninguna sanción ha sido contra el Estado de Nicaragua, sino contra dos miembros de su familia y nueve funcionarios de su gobierno. Aunque clamó contra las sanciones, sin referirse a los sancionadores, ¿hubiera hablado así Ortega si el reverendo Drollinger no hubiera abandonado el acto? Quién sabe…
EL FIN DEL DIÁLOGO
De su discurso algunos esperaban respuestas responsables a dos interrogantes: ¿regresará a la mesa de negociación, adelantará las elecciones?
“¿Diálogo ¿con quién? -exclamó Ortega-. Con los campesinos, con los obreros, con los pequeños empresarios, con los artesanos, con los productores pequeños, medianos y grandes, con todos aquellos que estén dispuestos a trabajar por la paz y por la producción económica y social en este país... ¡Ése es el único diálogo que tiene sentido, el único diálogo que tiene cabida en las actuales circunstancias históricas que vive Nicaragua!”
De forma implícita rechazaba así regresar a la mesa de negociación con la Alianza Cívica. Y explícitamente lanzaba, una vez más, una “carnada” a la clase empresarial -incluyó a los “grandes”-, cada vez más preocupada por los desastres que está causando en el país la crisis económica.
Sólo unos días después, se confirmó que Ortega “mataba” el diálogo con la Alianza en la mesa de negociación que se instaló en febrero.
El 1 de agosto fue el Nuncio del Vaticano, Waldemar Sommertag, quien confirmó que, firmada por el Canciller Moncada, se le había enviado al Papa el 30 de julio una carta en la que el régimen le comunicaba que la mesa de negociación “se culminó con la ausencia definitiva de la otra parte”. Una carta similar le envió la Cancillería al Secretario General de la OEA, Luis Almagro.
SE QUEDA HASTA 2021
Antes del 40/19 corrieron rumores de que Ortega anunciaría un adelanto de las elecciones para el primer semestre de 2020. “Quienes se ponen a andar repitiendo que hay que hacer ya las elecciones, ¿qué quieren? -dijo burlesco- ¿Quieren que los barramos para después salir diciendo que les robamos? En el 2021 vendrán las elecciones, ¡y nosotros ya estamos preparados para ganarlas! Y se harán las reformas a la ley electoral, los ajustes que sean necesarios dentro del marco de la ley… ¡para que nadie venga a quejarse después que les robamos las elecciones!” Siguieron las ovaciones.
Aunque era de esperar, porque hablaba a sus bases -auténticas, forzadas o fanatizadas-, el discurso de Ortega en la plaza volvió a ser irresponsable. Es lo habitual. No tiene disposición de negociar en serio una salida electoral. No sólo no acepta anticipar las elecciones. Da a entender que cuando sean, seguirán bajo su control y no cumplirán con la obviedad que el parlamentario Ramón Jáuregui le advirtió claramente al concluir la visita que en enero hizo una delegación de parlamentarios europeos: “La democracia tiene una regla: aceptar la posibilidad de la derrota”.
El discurso de Ortega mostró que esa posibilidad no está siquiera contemplada. No parecen ser solamente bravuconadas. Ya está lista la negociación de las reformas electorales con los “partidos” que lo han acompañado estos años en los sucesivos remedos de elecciones que concluyeron en fraudes. Hay presencia de cinco de esos “partidos” en la Asamblea Nacional, listos para negociar con Ortega.
DESDE ABAJO Y DESDE ARRIBA
Todo va indicando que Ortega se está preparando para gobernar en 2021 “desde abajo” o “desde arriba”.
Si le tocara gobernar desde abajo, Ortega cuenta con un “sicariato institucionalizado”: sus paramilitares, bien armados y organizados, protegidos por el escudo de la impunidad que él les garantiza. Cuenta con la ley de autoamnistía ya aprobada. Y cuenta también con un ejército de testaferros a los que se les están traspasando propiedades y negocios.
Pero no renuncia a seguir gobernando desde arriba. Y para ello, conservará el control del aparato electoral. Lumberto Campbell, hoy magistrado presidente del Consejo Supremo Electoral, “está trabajando con sigilo y a toda máquina, aceitando el sistema electoral ante un eventual adelanto de elecciones. Y si una eventual reforma electoral exige el cambio de magistrados y a Campbell le toca dejar el cargo, en las estructuras medias del Consejo, el trabajo ya queda hecho y asegurado”, dijo recientemente una fuente interna del régimen a periodistas de “Confidencial”.
¿Cómo reaccionará la comunidad internacional ante reformas electorales acordadas sin la Alianza Cívica? ¿Con más sanciones individuales? ¿Cuánto tiempo más la docena de contundentes informes internacionales sobre las graves violaciones de derechos humanos cometidas en Nicaragua -que se siguen cometiendo- afectarán efectivamente al régimen? ¿Entiende la comunidad internacional lo que significa Ortega gobernando desde abajo?
HUYENDO HACIA ADELANTE…
Y HACIA EL MEDIO ORIENTE
Ortega apareció derrotado en la efemérides del Repliegue y pocos días después envalentonado en la del 40/19. Es el teatro de la política. Tras bambalinas, están sumamente preocupados por las sanciones que ya se les han aplicado y por las que probablemente vendrán. Preocupados también por el aislamiento internacional, que parece imposible de superar. Y por el hueco en el presupuesto, que no logran llenar.
La crisis económica, de la que son responsables por su obcecación en no ceder nada está debilitando a sus bases y avivando las llamas del descontento y del repudio nacional. Y las consecuencias económicas que provocan las sanciones están obstaculizando la capacidad de administrar el gobierno y de gestionar un poder que aunque parece absoluto ya no lo es.
En la huida hacia adelante que practican necesitan con urgencia recursos y aliados, y con la misma lógica de los años 80 los buscan en la zona del “enemigo de mi enemigo”, en la zona del Medio Oriente, en donde en el mundo “reformateado” al que se refirió la Vicepresidenta venezolana, Rusia es la potencia que disputa espacios geopolíticos a Estados Unidos.
Apenas levantadas las tarimas del 40/19, en la tarde del 21 de julio llegó a Nicaragua el Ministro de Relaciones Exteriores de Irán Mohammad Javad Zarif, en gira por Estados Unidos, Venezuela y Bolivia.
La visita a nuestro país se produjo en un momento en el que las tensiones entre Estados Unidos e Irán están al rojo vivo, después de meses de crisis por el enriquecimiento de uranio que hace Irán para proyectos de energía atómica. Estaba aún en Managua Javad Zarif, quien llegó declarando que venía a unir fuerzas con Ortega para enfrentar el “terrorismo económico” de Washington, cuando desde allí el Presidente Trump afirmó que estaba “preparado para lo absolutamente peor con Irán”.
ORTEGA: UN “NO ALINEADO”
EN EL SIGLO 21
Con este acercamiento de alto nivel, Ortega pretende alterar a la administración Trump, que ha “hermanado” con sanciones a ambos gobiernos. “Nuestros pueblos -dijo Javad Zarif- estamos sufriendo ese terrorismo económico impuesto por Estados Unidos y no tenemos que permitir que pongan obstáculos al desarrollo de nuestros pueblos”.
“Ortega gana poco y pierde mucho al involucrarse en este conflicto”, dice el sociólogo Óscar René Vargas. Pero, en la lógica de Ortega, que es únicamente conservar el poder, él gana escudándose ante las embestidas de Trump. Quien puede perder es Nicaragua. El precio que le toque pagar a un país tan pequeño como el nuestro, que debería ser neutral en conflictos de estas dimensiones, no es un tema que Ortega considere siquiera.
La cercanía de Ortega a Irán no se explica solamente por el aislamiento que está experimentando en esta etapa de crisis. Es una afinidad histórica la que lo mueve a aliarse con quienes enfrentan al imperio del Norte, reviviéndose a sí mismo en aquel “tercer mundo” de los “no alineados” de los ya lejanos años 70 y 80.
LA LIMITADA COOPERACIÓN DE IRÁN
De la nueva alianza con Irán, ¿vendrán recursos para Nicaragua? Desde que llegó al gobierno, hace ya doce años, Ortega mantuvo una estrecha amistad con Mahmoud Ahmadinejad, quien estaba entonces al frente del gobierno iraní, que hizo decenas de promesas de inversiones y de colaboración con Nicaragua. Sin embargo, y según cifras oficiales del Banco Central de Nicaragua (BCN), la cooperación iraní con nuestro país ha sido irrisoria: un millón 200 mil dólares en doce años.
El BCN brinda otras cuentas que revelan el potencial riesgo económico que el régimen de Ortega podría correr. Mientras en 2018 Irán compró a Nicaragua productos por 66 mil 507 dólares, Estados Unidos envió a los exportadores nicaragüenses, incluidas las zonas francas, 3 mil 240 millones de dólares. Jugar a desafiar a Trump en su diferendo con Irán es casi un suicidio. Nicaragua recibe el 69.51% del petróleo que el país necesita de Estados Unidos. El resto lo compra en pequeñas cantidades de varios países de la región. De Venezuela, ya no llega una gota. Estados Unidos compra más del 70% de los productos que salen de las empresas de zonas francas instaladas en Nicaragua. Y de Estados Unidos viene algo más del 50% de las remesas familiares, que permiten la sobrevivencia de miles y miles de familias y alivian algo el malestar social.
DE TURQUÍA A SERBIA,
DE SERBIA A ETIOPÍA Y...
Las alianzas que busca hoy Ortega se extienden por el convulso Medio Oriente. En la semana siguiente al 40/19 buscó abrir otras ventanas que le dieran oxígeno político y económico.
El canciller Denis Moncada visitó Turquía, otro país enfrentado a Estados Unidos y a la Unión Europea, por el autoritarismo y las prácticas represivas del gobierno de Recep Tayyip Erdogan. El fin inmediato de la visita es abrir una embajada en Ankara para fortalecer relaciones económicas y políticas. De Turquía, Moncada continuó su periplo diplomático en Serbia y Etiopía, países aliados de Rusia. La gira continuó: Emiratos Árabes Unidos…
Otro viaje para abrir nuevas relaciones desarrolló en los mismos días la Ministra de Salud Sonia Castro, sancionada por Estados Unidos. La improvisada diplomática viajó primero a Qatar para explorar posibilidades de inversiones qataríes en los sectores agropecuario, industrial y turístico. La acompañaba nada menos que Mohamed Lasthar, sobrino del dictador Muamar el Gadafi, quien fue secretario privado de Ortega hasta diciembre de 2017, cuando lo nombró embajador extraordinario y plenipotenciario en Kuwait y Egipto. En los años 80 Lashtar representaba las inversiones libias en Nicaragua y era un personaje con mucho poder en el gobierno. El periplo de Sonia Castro por países en las redes de influencia de Rusia continuó en Arabia Saudita y Kuwait.
TÉCNICAS PARA “NEUTRALIZAR” LA PRESIÓN NACIONAL
Mientras en julio hubo todo este movimiento internacional de la dictadura, en el escenario nacional, el movimiento azul y blanco no se detuvo, con la continua movilización de “las pulgas”, una resistencia que implica persistencia y requiere paciencia.
Ser mayoría social ya lo probaron los azul y blanco en las calles de todo el país entre abril y julio de 2018 con gigantezcas y continuas movilizaciones. Un año después se hace necesario poder probarlo de nuevo. El régimen lo impide con una desproporcionada maquinaria represiva.
La represión que emplea la dictadura busca, además de instalar el miedo, provocar reacciones violentas que justifiquen respuestas aún más violentas, pero la decisión de que la lucha y la resistencia sean cívicas ha sido duradera y ha arraigado en la conciencia nacional: nadie quiere la guerra que Ortega quisiera…
La capacidad de presión nacional de “las pulgas” azul y blanco está también limitada por el desgaste emocional, mental y social que provoca la dictadura con las que en criminología se conocen como “técnicas de neutralización”, que ha venido aplicando consistentemente el régimen desde el primer momento del alzamiento de Abril: negar toda responsabilidad en lo que está ocurriendo, negar el daño hecho, negar a las víctimas, condenar a quienes los condenan y apelar a valores superiores: la paz, la reconciliación, la estabilidad, la soberanía…
LA NECESARIA UNIDAD DE “LAS PULGAS”
La capacidad de presión interna de “las pulgas” también tiene autolimitaciones que nacen dentro de ese “tumulto de la oposición”, como la llama Sergio Ramírez, no sólo por lo masivo, también por el oportunismo que provoca el tumulto…
La exacerbación de rivalidades y de egos, expresión de la heredada incultura política nicaragüense, abre rendijas muy útiles al régimen para infiltrar grupos, deteriorar alianzas y desunir. Sabe Ortega, y lo sabe muy bien, que para seguir gobernando desde arriba, la Ley Electoral, de rango constitucional, que él mismo reformó, le permitiría ganar limpiamente -sin arriesgarse a hacer un fraude- con un mínimo porcentaje de votos si “el tumulto” sigue siéndolo y no se conforma una alternativa creíble, atractiva, que represente a toda la unidad azul y blanco. Ortega podría ganar con el 10% de los votos… si diez partidos sólo obtienen el 9%.
AL BORDE DE UNA DEPRESIÓN
Mientras Ortega sigue reprimiendo salvajemente, con la pretensión de que sea el tiempo el que lo lleve hasta 2021, la economía sigue cayendo cuesta abajo y de rodada, sin tregua.
Lo hace a un ritmo cada vez más acelerado que en 2018 y soportando el acumulado del severo deterioro de 2018, cuando la caída fue de -3.8% y ya se pronostica que en 2019 será mayor: de -5.5%.
La gravedad de la recesión se mide por acumulación Y si Nicaragua no superó nunca el decrecimiento económico de los años 80 y esto condicionó la economía en los años siguientes y la condiciona hasta hoy, ha vuelto ahora un nuevo ciclo de acumulación de pérdidas, incluidas la del capital humano que se ha tenido que ir al exilio.
“La recesión económica amenaza con convertirse en una depresión económica”, dice “The Economist” en su último análisis, en el que pronostica que en 2021 el crecimiento económico podría ser, aunque mínimo, pero sólo si se cuenta ya con elecciones legitimadas internacionalmente. Sería entonces hasta 2023 que podría empezar a crecer el ingreso per cápita, lo que significaría cinco años sin mejorar la vida de la gente. Según cálculos de FUNIDES cuando 2019 termine 1 millón 900 mil nicaragüenses sobrevivirán con 1.76 dólares o menos al día.
La crisis económica es inocultable en las calles, en el campo, en los hogares. Se pretende ocultar. El agujero en el presupuesto nacional no se ha tapado y el régimen ha aumentado gastos para consolidar su aparato represivo. El déficit fiscal proyectado para 2019 es de alrededor del 4% del PIB, aproximadamente unos 500 millones de dólares. El gobierno no ha podido conseguir el financiamiento para tapar este agujero, ya que los organismos multilaterales no le están otorgando préstamos y la banca privada nacional y extranjera tampoco tiene apetito para comprar más bonos del gobierno.
El análisis de “The Economist” sugiere que el gobierno tendrá que buscar financiamiento “no-concesional” en “otras” fuentes que no estén sujetas a las sanciones de Estados Unidos. Cuáles serán esas fuentes “no-tradicionales” que ayudarán a la sobrevivencia del régimen?
LA INFORMACIÓN ECONÓMICA QUE SE OCULTA
Hay claros retrasos del Banco Central que ocultan las cifras de la crisis económica. A mitad de julio no había información sobre el estado del sector construcción desde hacía siete meses. Lo mismo, sobre el sector turismo. Tres meses sin facilitar indicadores sobre las finanzas públicas (recaudación de impuestos, déficit del Seguro Social). Tres meses sin información sobre el estado de las reservas internacionales, sobre activos, liquidez, crédito y patrimonio de la banca privada. También faltaban datos sobre importaciones, exportaciones, déficit comercial y sobre el conjunto de la producción nacional.
Los retrasos en la información -y el posible maquillaje que se le hace cuando se brinda- son el alto costo que paga el país por la centralización de todas las decisiones -incluida la información económica- en manos de una sola persona, por la falta de autonomía que tienen los funcionarios públicos que dirigen las instituciones del Estado y por la necesidad que tiene el régimen de disimular las “anormales” aguas en las que el barco nacional navega.
EL “DIÁLOGO” QUE OFRECE ORTEGA
En su discurso del 40/19, Ortega ofreció dialogar con “aquellos sectores” interesados en aportar a la paz y la economía. Realizar elecciones hasta en 2021 con reformas electorales y un diálogo con estos sectores fue lo que concedió...
¿Quiénes son “aquellos” a los que se dirige Ortega con esa oferta? Sus más estrechos aliados hasta el estallido de Abril, los grandes empresarios, no quieren llegar a 2021 para evitar la depresión que se le viene encima al país. Están teniendo enormes pérdidas con la imparable crisis económica.
La clase empresarial nicaragüense, al igual que la comunidad internacional, quiere elecciones adelantadas y no aceptarán cualquier clase de reformas electorales. Tampoco parece tan claro que a Ortega le convenga llegar a 2021 con el acumulado de crisis económica que ya pesa sobre el país...
El experto en temas electorales, Roberto Courtney, considera que si “a Daniel le encanta quedarse hasta el 2021” y la prioridad de la Alianza es que esas elecciones sean justas con garantías plenas de que la gente salga a votar y que los votos se cuenten bien, “parece que por ahí estaría alguna negociación”. ¿Será así, cuando Ortega parece empecinado en no negociar nada ni siquiera “por ahí”?
PUERTAS CERRADAS
A NACIONES UNIDAS
¿Puede Ortega llegar hasta 2021… y hasta “más allá”? Eso pretende y para lograrlo su única “estrategia” es reprimir y aumentar cada día un poco más una perversa lógica de terror.
Además de las reformas electorales para unos comicios con garantías que se le pudieran arrancar, ¿es imaginable celebrar comicios si no cambia el actual estado de represión? ¿Si permanece el estado de sitio de facto que vive la capital, Masaya y otros territorios? ¿Si los paramilitares siguen haciendo de las suyas? ¿Si las movilizaciones ya no seran prohibidas, pero continuaran siendo asediadas?
Hasta ahora la represión no ha cesado. Ha ido variando, ha entrado ya en su sexta fase y en las zonas rurales se caracteriza por asesinatos selectivos, como señala la experta en seguridad Elvira Cuadra en páginas siguientes.
Después del informe actualizado sobre la situación de los derechos humanos en Nicaragua, presentado en Ginebra el 10 de julio por Kate Gilmore, Alta Comisionada Adjunta de Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en Nicaragua, surgió una leve esperanza cuando se anunció que el 13 de julio se reunirían a puertas cerradas en Panamá una delegación de alto nivel del régimen con el personal de la oficina de Naciones Unidas que tiene su sede en Panamá. El tema a tratar era ponerle fecha al retorno de la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, cuya presencia en nuestro país fue cancelada por Ortega cuando expulsó a su equipo en diciembre de 2018.
Esa esperanza se frustró. El régimen no puso fecha porque no acepta el regreso de Naciones Unidas a nuestro país. Fuentes diplomáticas desde Ginebra dijeron a “La Prensa” que los enviados de Ortega insistieron en que medios de comunicación y organismos nacionales de derechos humanos fueron parte del “golpismo”.
Otras fuentes dijeron que los enviados reclamaron por el contenido del informe Bachelet sobre la represión en Venezuela. Otras fueron más específicas: “Si regresa la OACNUDH temen un informe demoledor, como el que emitió sobre Venezuela”.
LA SANGRE QUE NO CESA
EN LA NICARAGUA RURAL
Si la represión en las ciudades no cesa y diariamente hay nuevos capturados, golpeados y apresados, y si los excarcelados no dejan de ser asediados y perseguidos en sus casas, es en las zonas rurales en donde la represión es más violenta y poco conocida, y en donde la pobreza, haciendo mayo¬res estragos, según las reflexiones del economista Luis Murillo en páginas siguientes.
Para el Colectivo Nicaragua Nunca+, integrado por abogados defensores de derechos humanos en el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), que tuvieron que exiliarse en Costa Rica, el régimen ha “retomado una estrategia que ya venía implementando desde que Ortega regresó al gobierno. Estando en el CENIDH -dice el abogado Juan Carlos Arce- logramos documentar más de 25 asesinatos de líderes campesinos, muchos pertenecientes a la Resistencia, todos opositores. Todos estos asesinatos, cometidos por la Policía y el Ejército, quedaron en la impunidad. Ahora, en 2019 ya hemos documentado 14 asesinatos con características si¬mi¬lares. La novedad es que ahora hay otro actor: los paramilitares”.
Todos los asesinatos son de campesinos que habitan en lo que se conoce como “el corredor de la Contra”, una amplia franja del territorio nacional que atraviesa el país de Norte a Sur, en donde se vivió más intensamente el enfrentamiento bélico del campesinado contra el ejército del gobierno revolucionario de los años 80.
SON EJECUCIONES EXTRAJUDICIALES
“Estos asesinatos los consideramos antes y ahora ejecuciones extrajudiciales -dice Arce-. En 2018 estos operativos del Ejército tenían todas las características de las ejecuciones extrajudiciales: no había intención de capturar, mucho menos de procesar, nunca había sobrevivientes. En 2019 vemos el mismo patrón de la ejecución extrajudicial, donde la prueba son los disparos, que no sólo matan, hay saña: disparos en la cara para desfigurar los rostros de las víctimas. Y ni antes ni ahora hay investigación del Estado. Funciona un engranaje para la impunidad: no sólo la favorece el Estado, sino que la promueve”.
Con gran valor, el sacerdote José Iván Centeno, párroco de la iglesia Nuestra Señora de Fátima, en Wiwilí-Jinotega, declaró: “Son ejecuciones bien planificadas por hombres con experiencia... Las atribuyen a delitos comunes o a pasadas de cuentas por conflictos de propiedad. Y esto no se investiga, más bien se tapa. Las víctimas son gente que anduvo en las manifestaciones y en las protestas contra el gobierno y que ha sido seleccionada para matarla. Hay muchas denuncias de gente del campo que aparece muerta de forma extraña, esto hace sospechar que son ejecuciones selectivas”.
HABLA EL ESTADO MAYOR
DEL EJÉRCITO
Ante esta cruda realidad, resultan más graves y difíciles de aceptar las declaraciones que el 25 de julio y a directores de medios de comunicación nacionales dio -y también leyó en un texto que ya llevaba escrito-, el General de Ejército Julio César Avilés, flanqueado en la mesa por los dos mayores generales Bayardo Rodríguez y Marvin Corrales.
Avilés afirmó textualmente que la institución que dirige no tiene base legal en la Constitución, tampoco estructura ni equipamiento, para la misión de desarmar a los grupos paramilitares, una tarea que le han reclamado desde hace un año expertos en seguridad y quienes fueron jefes del Ejército, Humberto Ortega, Joaquín Cuadra y Javier Carrión.
Avilés rechaza llamarlos “para¬mi¬litares” y dijo que la misión de controlarlos corresponde a la Policía, por ser un problema “de orden público”. No le corresponde al Ejército porque la Constitución manda a los miembros del Ejército ser “no deliberantes”. “Y la no deliberación nuestra no es sólo en lo político. La no deliberación también la interpretamos en que no debemos invadir aspectos que no nos corresponden”
Sin referirse siquiera a la insistente versión oficial -el “golpe de Estado”-, Avilés se quejó de la “brutal campaña” desatada contra el Ejército, a pesar de que -dijo- es la institución que ha venido poniendo los muertos, el sudor, la sangre y el sacrificio para mantener a Nicaragua en condiciones deseables de seguridad, de tranquilidad, de estabilidad, buscando de manera permanente cómo afianzar la paz”.
El comentario más sorprendente de todos los que se le escucharon fue el que hizo para legitimar el silencio cómplice del Ejército dando a entender cuánto mal pudo haber hecho cualquier militar si hubiera querido hacerlo… “Imagínense ustedes -dijo- un capitán que manda a cien hombres. Cien hombres son cien fusiles. Cien fusiles son tres mil tiros y si ese capitán, al que tal vez le agredieron su familia toma una decisión, porque también es ser humano y tiene sentimientos, sale con sus cien hombres, esos tres mil tiros se van en menos de cinco segundos…”.
LO QUE SÍ SABEMOS
La crisis está en un momento tan complejo, por la obcecación de Ortega, que aunque está bien claro lo que él pretende, no es claro cómo pretende lograrlo.
¿Estará dispuesta la clase empresarial a ir más allá de tomar distancia de Ortega, como ya lo ha hecho, y a ejercer mayor presión para apresurar la solución? ¿Qué efectos tendrán nuevas sanciones contra funcionarios de Ortega? ¿Tocarán las sanciones a altos oficiales del Ejército? Sus últimas declaraciones parecen implicarlos claramente en lo que está sucediendo por su grave omisión ante la tercera fuerza armada irregular que impunemente actúa en el país.
¿Qué efectos seguirá teniendo la crisis económica en las bases orteguistas? ¿Las fracturará aún más? ¿Será el empresariado sandinista, el enriquecido al calor del orteguismo, y ahora también afectado por la crisis, el que le golpeará la mesa a Ortega? ¿Será la crisis económica la que provocará el próximo estallido social? ¿Logrará la unificación de las distintas expresiones azul y blanco cambiar la actual correlación de fuerzas?
Es imprevisible todo o casi todo lo que hoy está en juego. Evocando a Darío, “es tanto lo que no conocemos y apenas sospechamos…” Lo único que sí sabemos es que Nicaragua vive hoy bajo la inmerecida brutalidad represiva de una dictadura perversa. Sabemos también lo muy difícil que será sanar tantas heridas en el corto plazo.
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