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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 379 | Octubre 2013

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Nicaragua

Ernesto Cardenal: revolucionario, rebelde, poeta

El 30 de septiembre, el gobierno de Francia promovió al grado de Oficial de la Legión de Honor a Ernesto Cardenal, orgullo nacional. En la ceremonia, éstas fueron las palabras del embajador de Francia Antoine Joly.

Antoine Joly

Querido Padre Ernesto Cardenal: Deseo expresarle las razones por las cuales Francia, mi país, quiere manifestarle su estima y admiración. Y, a título personal, quiero añadir las lecciones que siento que su vida tiene para las generaciones futuras.

A partir de una cierta edad es suficiente con mostrar el rostro. Las emociones vividas se imprimen en la piel y la piel se convierte en un pergamino sobre el que la vida escribe, tacha, borra y añade lo que le interesa. Su rostro es un libro abierto sobre su vida, sobre sus compromisos. También sobre su bondad, la que se aprecia en la foto suya que nuestro amigo Daniel Mordzinski nos regaló.

Creo que en su rostro hay escrito no solo un único libro, hay toda una biblioteca. Y en ella, hay un libro de la Historia con mayúscula y hay además libros de historias más pequeñas, historias de hombres y mujeres, historias reales, hay libros de educación para la vida, libros para niños y, naturalmente, libros de poemas. Hay también un libro sobre la Revolución.

Su rostro es el espejo que refleja lo absurdo del mundo y lo que puede salvarlo: la bondad, el perdón y la generosidad. “Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes…”, según se lee en su poema “Oración por Marilyn Monroe”. Su rostro, padre Cardenal, no ofrece tranquilizantes y sí amor, bondad y voluntad de cambiar el mundo.

Hoy tenemos miedo de palabras como fidelidad, honor, ideal, coraje. Sin embargo, la nobleza del destino humano se forja con ellas y también con la inquietud, con los interrogantes, con las elecciones dolorosas que debemos tomar y que no hacen de nosotros ni victoriosos ni derrotados. Se forja también con la rebelión ante las injusticias. Ernesto Cardenal: un indignado antes que aparecieran “los indignados”.

Los hombres no cambian, se vuelven más complejos, dijo un francés que conoció el campo de exterminio de Buchenwald. Se llamaba Hélie de Saint Marc. Quisiera tomar prestadas algunas frases de su testamento literario: “Siempre llega el momento en que nos damos cuenta de que los mentirosos y los tramposos son, de lejos, la mayoría. Porque la fiebre del aparentar es tanta que al final termina por matar el ser íntimo. Desconfío de los seres llenos de certezas. Me parecen tan inconscientes ante la complejidad de las cosas… Yo avanzo en medio de incertidumbres. Pasé por tantas pruebas en mi vida que no me permiten seguir creyendo en “espejos para alondras”. La sed de aparentar es una pasión terrible que destruye la humanidad en el ser humano. Es insaciable. Seca las fuentes internas. Prefiero a quienes procuran elevarse, lo que es radicalmente distinto. Sus caminos interiores pasan por una vida paciente y sencilla”.

Su rostro, padre Ernesto Cardenal, expresa mejor que nada que ése es el camino que usted ha recorrido Y ese camino tiene eco en versos de ese mismo poema: “Señor / en este mundo contaminado de pecados y radioactividad / Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda / que como toda empleadita de tienda soñó ser estrella de cine / Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos / y era un script absurdo”.

¿Qué le dice su rostro, de paz y de sufrimiento, a la juventud de hoy en día? Tal vez, le da, con pudor, algunos consejos para la vida: sean coherentes con sus actos y sus convicciones, puedan mirarse en el espejo sin avergonzarse de sí mismos, no hagan trampas -sin duda, lo más difícil-, practiquen y traten de conciliar el valor y la generosidad, manténganse como seres humanos libres, conserven la capacidad de indignarse.

Jean Guitton, un filósofo francés de inspiración católica, dijo: “Entre lo absurdo y el misterio, elijo el misterio”. Otro escritor, también de inspiración cristiana, Georges Bernanos, decía que había que combinar “una hora de fe profunda con 23 horas de dudas”. ¿Cómo podría todo lo absurdo del mundo no provocar dudas? Las encuentro en uno de sus Salmos: “Y tú eres ahora un Dios clandestino / ¿Por qué escondes tu rostro / olvidado de nuestra persecución y de nuestra opresión? / ¡Despierta y ayúdanos! / ¡Por tu propio prestigio!”

Al mismo tiempo que las dudas, existe esa belleza, ese misterio, y a veces esas generosidades, que son como el reflejo imperfecto de lo que nos espera después. Su rostro, padre Ernesto Cardenal, es el reflejo de lo que nos espera después, porque es el reflejo de una vida desinteresada, una lección para todos los “grandes” del mundo.

Una lección para la República francesa, que se enorgullece de tenerlo entre nuestros Oficiales de la Legión de Honor. Francia recibe su lección porque es una lección universal. Francia, y sobre todo los franceses, aman a los revolucionarios, aman a los rebeldes, aman a los poetas. Es al revolucionario, es al rebelde, es al poeta a quien honra hoy el Presidente de la República francesa, a quien honra su embajador, y más que todo, a quien honra hoy el pueblo de Francia.

EMBAJADOR DE FRANCIA.

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