El Salvador
Estallan los partidos y crece la corrupción
Un Estado que acepta cada vez más los límites transnacionales de su poder. Y una oposición que no presenta propuestas alternativas despojan a la política de su mayor aliciente y la arrojan en brazos de su otro aliciente: el enriquecimiento. Y con él, la corrupción. Ningún país se salva. Tampoco El Salvador.
Juan Hernández Pico, SJ
La convención extraordinaria del Partido Demócrata Cristiano (PDC), convocada en la primera quincena de septiembre para reestructurar la Comisión Política Transitoria, terminó en forma indigna, con violencia entre partidarios de Fidel Chávez Mena y de Abraham Rodríguez, imponiéndose los primeros y dejando al partido en condiciones de cada vez menor credibilidad. El caso del PDC no es excepcional. En todos los partidos políticos existen turbulentos reacomodos, estallidos y complejos problemas.
Crisis en ARENA ARENA reinaba desde una especie de cielo político en el que las pasiones de la desunión parecían estar totalmente ausentes o al menos perfectamente dominadas, cuando Kyrio Waldo Salgado, director de uno de los centros ideológicos del partido, el Instituto Libertad y Democracia (ILYD), anunció para octubre una asamblea de los socios para analizar si se constituyen en un partido político que "no traicione los anhelos" de los salvadoreños.
Declaración que causó asombro, pues Salgado y el ILYD fueron durante la campaña de Calderón Sol uno de sus más incondicionales apoyos. En septiembre, Kyrio Waldo - personaje harto sombrío de la derecha salvadoreña -, armado de pruebas documentales confidenciales, apuntó sus cañones contra altos personajes del partido ARENA, acusándolos de conductas corruptas desde el gobierno. Como fruto de la convención de ARENA para elegir al nuevo Comité Ejecutivo Nacional (COENA) y especialmente, para reemplazar a su presidente, Calderón Sol, ya que es incompatible con su cargo de Presidente de la República - lo sustituyó Juan José Domenech, presidente de ANTEL - las divisiones podrían ahondarse.
Crisis en el FMLNMientras el Presidente de la República se presentaba en la Asamblea General de la ONU por vez primera, ex-miembros de la Defensa Civil, de la Guardia Nacional y de las Patrullas Cantonales - ya suprimidas -, amparándose bajo el paraguas de la Asociación de Desmovilizados de la Fuerza Armada (ADEFAES), ocuparon la Asamblea Nacional y tomaron como rehenes a un grupo de diputados. Cuatro días después, los parlamentarios fueron liberados con la mediación de ONUSAL.
El dirigente de la ERP y del FMLN, Joaquín Villalobos, acusó a la ultraderecha y a las FPL ("la ultraizquierda") de haber organizado la ocupación, porque - a su juicio - a las FPL no le interesan las instituciones del país. Villalobos se presentó a la sede de ARENA para recibir a los diputados de ese partido cuando fueron liberados y alguno de ellos comentó: "Joaquín está aquí para quedarse".
Eduardo Sancho, de la RN, secretario de la Asamblea Nacional y también dirigente del FMLN, coincidió con Villalobos en sus acusaciones. La reacción fue airada en las FPL, el PC y el PRTC. La división del FMLN parece consumada e irreversible si los actuales dirigentes siguen manteniendo poder real en sus organizaciones.
Crisis en el PCN y la CDEn el Partido de Conciliación Nacional (PCN) también se ha evidenciado la crisis, con la renuncia de uno de sus dirigentes más importantes, el ex-diputado Rafael Morán Orellana. Pareciera que el fondo de la cuestión está en la incapacidad del PCN de actuar por cuenta propia y en la imagen que tiene de apéndice de ARENA, totalmente plegado a éste.
Finalmente, es obvia la crisis en la Convergencia Democrática. Por la mínima representación del partido en la Asamblea Nacional y más aún, por el cierto distanciamiento que se observa entre Rubén Zamora y el partido. Entre otras señales, la oficina de Zamora no está en la sede de su partido sino en otro local, lo que destaca su independencia como figura política.
Habla Rubén Zamora Frente a este estallido de fragmentación en los partidos, preocupados más por sus tensiones internas que por contribuir con propuestas globales o parciales a gobernar mejor el país, Rubén Zamora, ex-candidato de la Coalición de Izquierda en las pasadas elecciones, ofreció a envío una interpretación de los hechos políticos de esta hora en El Salvador.
Piensa Zamora que las elecciones de 1994 cierran un período de guerra en el país que, políticamente, habría comenzado hace 22 años con el fraude electoral de 1972, que no respetó la victoria de la coalición UNO y de su candidato Napoleón Duarte. Las elecciones de 1994 habrían sido suficientemente legítimas. El margen de fraude - a juicio de Zamora no se podía pedir aún limpieza total - fue absorbido por la gran ventaja obtenida por los ganadores: ARENA y Calderón Sol.
Nos encontramos ahora con una sociedad sin entusiasmo político y con una crisis profunda en los instrumentos usuales de la política: los partidos y los movimientos de la sociedad civil. Estos instrumentos parecerían estar rezagados respecto a la oportunidad que la historia les ha ofrecido en El Salvador. La historia habría avanzado más aprisa que ellos.
Criaturas de la guerraLo que en realidad estaría pasando - sigue opinando Zamora - es que la guerra no habría sido superada totalmente por partidos y movimientos. Por otro lado, los partidos son constitucionalmente "los únicos canales de acceso al poder del Estado". Fuera del acceso al poder político quedarían las asociaciones comunales, los movimientos de ciudadanos, las candidaturas independientes. Porque - adecuándose al plan contrainsurgente - lo que la Constitución salvadoreña pretendía era quitarle a la guerra toda legitimidad como posible vía de acceso al poder.
Para ello, redujo la legitimidad a la que consiguieran los partidos en competencia electoral. En este marco, los partidos estarían estallando porque serían "criaturas de la guerra", incapaces de recrear formas nuevas de acción política en tiempos de paz. Zamora fue aplicando este tipo de análisis a los diversos partidos políticos.
ARENA - el último partido cuyas divisiones se están volviendo evidentes y aparentemente difíciles de controlar - es realmente la primera respuesta política de la derecha a la guerra. Las divisiones están surgiendo porque los cuadros partidarios no están teniendo espacios en el gobierno. Se le achacó ya a Cristiani que gobernaba fundamentalmente con los ejecutivos de la burguesía, del capital. Se pensaba que con Calderón Sol las aguas iban a correr por el cauce partidario. Pero, de hecho, más de la mitad de los altos funcionarios de este segundo gobierno de ARENA estaban ya en el primero y su precedencia sobre el resto es muy clara.
Santa quintuplicidadEl FMLN nació precisamente como organización política para hacer la guerra. Las divergencias de concepción presentes en las organizaciones que lo constituyeron pudieron mantenerse durante la guerra, cohesionadas por una estrategia militar complementaria y convergente. En tiempo de paz, las estrategias aparecen demasiado distantes. Tratan - dice Zamora - de vivir fundamentados "en algo similar al misterio de la Santísima Trinidad". Pero los cristianos se persignan en el nombre de la Trinidad al amanecer y luego viven su vida como si Dios fuera uno nada más, porque no pueden pretender entender el misterio. En el FMLN se intenta vivir la unidad de "la santa quintuplicidad", pero en la vida diaria la realidad de la división política - perfectamente entendible - le gana la partida a una unidad de ficción. Zamora piensa además que se está peleando por la herencia del FMLN y que sólo hay dos caminos posibles: "o desaparecen los cinco partidos para que el FMLN sea lo único que quede o desaparece el FMLN".
Un alto precioPara Zamora, el Partido Demócrata Cristiano (PDC) está pagando con su división el precio de haber sido el partido que más tiempo gobernó durante la guerra. Por así decirlo, lleva la guerra a sus espaldas y no lleva - a diferencia de ARENA y del FMLN - ninguna de las ventajas de haber conducido al país hacia la paz. Por otro lado - piensa Zamora - la división interna del PDC parece una "pelea de líderes fantasmas", porque "a Fidel Chávez nadie lo ve y Abraham Rodríguez afirma no identificarse con quienes enarbolan su nombre".
Zamora trata de forma menos incisiva los casos del PCN y de Convergencia. Del PCN subraya lo que es obvio: su carácter de apéndice de ARENA. Y de su propio partido, Convergencia, afirma que no se repone aún del tremendo golpe que sufrió en las elecciones.
Por otro lado, los movimientos populares gremiales están también pagando el precio de su estrecha vinculación con las organizaciones políticas beligerantes durante la guerra. Haber sido su cobertura política les quitó conexión real con las necesidades más sentidas de la gente y ahora difícilmente recuperan la confianza que hipotecaron.
Refundar la políticaPiensa Zamora que la tarea es ingente. Se trataría de "refundar la política". Para ello, y desde una perspectiva de izquierda o de mayorías populares. habría que renovarla en cuatro direcciones. La primera renovación implica un cambio de lenguaje. De nada sirve que un candidato de la izquierda hable de una nueva política, en la que nadie se sienta excluido, y de los nuevos instrumentos de la concertación, si en el trasfondo del mensaje radial o de la imagen siguen ondeando las mismas banderas rojas o resonando las mismas consignas excluyentes.
La segunda renovación implica un cambio de propuestas. Se trataría de ofrecer un nuevo partido de izquierda que olvide nombres pasados, que ofrezca nuevas inscripciones, que aglutine sin reclamar cuotas de poder. Algo así como el actual partido socialista de Chile. O una especie de partido demócrata norteamericano, capaz de incluir un espectro de tendencias diversas. En ambos casos debe funcionar como partido, con organicidad y disciplina.
La tercera renovación sería un cambio en las relaciones entre la sociedad política y la sociedad civil, dejando a los gremios y movimientos sociales su autonomía y renunciando a hacerlos correas de transmisión de la política partidaria. La cuarta renovación sería la democratización orgánica de los mismos partidos. Hasta aquí los planteamientos que Rubén Zamora hizo a Envío.
¿Total legitimidad?Evidentemente, la guerra fue una estructura condicionante de corrupción. Pero la inercia de la guerra no acaba de explicar la crisis de la política en El Salvador y la corrupción a la que ésta conduce. En la interpretación de Zamora, lo que sucede es que el eslabón inicial es endeble. Las elecciones del 94 - ese eslabón - no han devuelto legitimidad total al sistema político, porque el padrón electoral no ha sido depurado a fondo y porque la violencia estructural y el clima de miedo que engendra no permitió la libertad necesaria para el voto. Además, las propuestas de los partidos no despertaron interés en la mitad de la población.
Lamentablemente, pero realmente, la guerra ofrecía la posibilidad de transformar situaciones nacionales desde las armas. Hoy, en la paz, el Estado está mostrando su reducida capacidad para cambiar las cosas y la oposición no encuentra caminos para presionar con propuestas alternativas hacia correcciones de los limitados planes que caben en el marco impuesto por el poder económico transnacional. Si la guerra era condición favorable para la corrupción, la impotencia de la paz también lo es. Al gobierno de Napoleón Duarte se le acusó de haber tolerado la corrupción del partido en el poder, el PDC. ARENA llegó al poder con la bandera de la honradez administrativa. Pero en sus dos años últimos de gobierno, el Presidente Cristiani, ya en tiempos de paz, no tuvo más remedio que formar una comisión para investigar la corrupción. Los resultados de esa comisión nunca fueron publicados por Cristiani.
Una ARENA corrompidaCalderón Sol ha puesto entre sus más importantes objetivos el combate contra la corrupción. Y ya a los pocos meses de su gobierno, surgen las acusaciones de Kyrio Waldo Salgado contra su propio gobierno. Acusa al Ministro de Agricultura - después del Vicepresidente, primero en la lista de sucesión a la Presidencia de la República y según algunos, el candidato que tenía Calderón Sol a la presidencia del partido - de haber anipulado los aranceles para usarlos contra importadores de arroz rivales de compañías en las que él tendría intereses.
Acusa al Ministro de Hacienda de acosar con auditorías sobre impuestos no pagados a una compañía importadora de carros para favorecer a otras más allegadas al gobierno. Acusa al hermano del actual Ministro de Hacienda (Viceministro en el gobierno anterior) de haber evadido millones de colones en impuestos. Acusa al presidente de ANTEL, prominente miembro de ARENA y dueño de una cadena de supermercados, de haber evadido impuestos. Acusa nada menos que al ex-presidente Cristiani de haber desviado a sus farmacias cargamentos de medicinas destinadas a la Fuerza Armada.
La Corte de Cuentas va realizando auditorías en municipalidades e instituciones autónomas del Estado y va encontrando faltantes en muchas de ellas, en algunos casos de muchos millones, como en la Compañía Electrónica del Río Lempa (CEL), cuyo ex-presidente, el coronel en retiro Sigifredo Ochoa Pérez es el único contra el que se instruye proceso. No queda títere con cabeza.
La razón de fondoEn su profundidad, la crisis explica mejor la tendencia estructural que agudiza la corrupción. Un Estado que cada vez puede menos, que acepta cada vez más los límites transnacionales a su poder, y una oposición que no presenta propuestas alternativas o correctivas a esta situación, despojan a la política de su aliciente más importante, y la arrojan en brazos del otro aliciente menor que siempre la acompaña: la corrupción económica. Así se crean las bases para que la política fracase: la que hace el gobierno y la que no corrige la oposición.
Zamora diría que la historia en El Salvador se adelantó a los políticos. Pero, en realidad, aún en las situaciones históricas más difíciles, siguen siendo los hombres los que hacen la historia. O se rebelan contra las condiciones que más que nunca favorecen la corrupción o se entregan a ellas. En El Salvador, por el momento, demasiados políticos están eligiendo la segunda opción, la entrega.
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