El Salvador
La subversiva memoria de todos los mártires
La celebración del décimo aniversario de la masacre de la UCA se convirtió en una convocatoria nacional en recuerdo de los miles de mártires de la guerra salvadoreña. La memoria de tanta sangre y de tantos esfuerzos mostró su potencial de transformación para un futuro en paz una paz que aún no llega.
Ismael Moreno, SJ
En la madrugada del 16 de noviembre de 1989, efectivos y oficiales de un pelotón especial del ejército salvadoreño, penetraron en el campus de la Universidad Centroamericana (UCA) de los jesuitas de San Salvador, y con la mayor de las barbaries destrozaron con disparos de ametralladoras, uno por uno, el cerebro de seis jesuitas profesores e investigadores de la universidad. Para cumplir fríamente con la orden del Alto Mando de no dejar testigos, acribillaron a dos mujeres, madre e hija, que colaboraban en los servicios domésticos de los sacerdotes y que terminaron sus vidas estrechadas con ellos en un eterno abrazo martirial.
Los asesinos andan sueltosMiles de salvadoreños y decenas de delegaciones de universidades e iglesias de muchos países del mundo se dieron cita en el lugar de aquella matanza para testimoniar, diez años después, la verdad y justicia que hubo en las vidas, segadas antes de tiempo, para dar fe de que su sangre estalló con mucha vida en mucha gente, y para proclamar la vigencia actual de su lucha, su denuncia y su análisis intelectual basado en la realidad de las mayorías excluidas.
Las investigaciones realizadas, tanto por la comunidad jesuítica como por la Comisión de la Verdad que se constituyó a instancias de la ONU, identificaron al Alto Mando de la Fuerza Armada salvadoreña como responsable directo de la orden de matar. Verdad irrefutable es también que el entonces Presidente de la República y actual Presidente del Partido ARENA en el gobierno, Alfredo Cristiani, ha sido a lo largo de estos diez años el principal encubridor de los autores materiales e intelectuales de aquella masacre. Varios de los asesinos, al igual que el ex-Presidente, se siguen moviendo como honorables señores de la banca y del comercio, se hacen respetar como analistas del país, y algunos siguen insertos en instancias que deciden sobre el rumbo de El Salvador, resumiendo en sus quehaceres todas las impunidades posibles.
"Brillan como lumbreras"En estos tiempos de involuciones, no siempre se espera escuchar del Vaticano palabras de aliento y solidaridad hacia las comunidades cristianas comprometidas con las pequeñas y persistentes luchas populares. En el campus universitario de la UCA, el 16 de noviembre de este último año del siglo, se escucharon palabras inesperadas, y por eso mismo, acogidas con alegría por quienes las escuchamos.
El delegado del Vaticano a la celebración del décimo aniversario del asesinato de los seis jesuitas de la UCA y de sus dos colaboradoras, recogió el sentir de la fiesta popular de las comunidades salvadoreñas y centroamericanas en una frase que recibió un sonoro aplauso de aprobación de las mil ochocientas personas reunidas para clausurar las múltiples actividades en memoria de los mártires: "Los jesuitas y sus dos colaboradoras brillan como lumbreras ante nosotros, y nos muestran una razón para vivir que puede llenar nuestras vidas".
La noche anterior, en la masiva vigilia popular, una señora de las comunidades de Chalatenango, al norte de El Salvador, recogía el sentimiento de 14 mil personas amontonadas en el campus de la UCA. "En todos estos aniversarios, pero nunca como en éste, los guanacos pobres de los cantones, de los cerros y quebradas, de los barrios y colonias de la capital, nos hemos tomado por asalto la UCA."
Fiesta de la nostalgiaA la par de la conmemoración de la matanza, los ex-combatientes del FMLN celebraron también el décimo aniversario de la ofensiva guerrillera de noviembre de 1989, marco en el que se amparó el Alto Mando del ejército salvadoreño para planificar y ejecutar el asesinato de Ignacio Ellacuría y de sus compañeros. Los ex-combatientes realizaron marchas y festividades mientras proclamaban una inexistente unidad del FMLN. Vestidos de fatiga y combate coreaban consignas propias de la guerra enterrada con los acuerdos de paz de enero de 1992.
"Una fiesta de la nostalgia": así la definió uno de los periodistas que cubrieron la noticia, aludiendo a la insistencia de los coordinadores del acto de evadir los desafíos políticos que hoy tiene la izquierda a costa de afanarse en abultar falsamente las glorias del pasado.
También los lisiados de guerraUno de los desmovilizados entrevistados por envío explicó así la diversidad entre la fiesta de la UCA y la de los ex-combatientes: "La enorme diferencia entre ambas actividades fue la acogida popular. En la UCA hubo muchísima más gente que en la organizada por los ex-combatientes del FMLN, casi todos de la línea ortodoxa, y que ahogaron su sentido en bulla de música pachanguera y cerveza. Quizás para olvidar que, a diez años de la última ofensiva guerrillera, las cosas van mal para la izquierda salvadoreña".
La fiesta de la UCA promovió otros esfuerzos y renovó lo mejor de la tradición de lucha y martirio de los salvadoreños. Miles de lisiados de guerra organizaron por su cuenta una marcha que desde el monumento al Salvador del Mundo se unió a la "procesión de los farolitos" con la que tradicionalmente se inaugura la vigilia de los mártires en el campus de la UCA. La marcha de los lisiados, como muchas otras actividades realizadas en diversos puntos del país, no formaba parte de la coordinación general. Sin embargo, muchos esfuerzos dispersos acabaron juntándose en una sola fiesta nacional en memoria de todos los mártires salvadoreños.
Uno de los organizadores de la marcha de lisiados valoró así la actividad: "La marcha no estuvo bien organizada, sólo teníamos la buena voluntad de unirnos a la fiesta en la UCA. Pero nunca esperamos a tanta gente. Aquí andamos, cojeando unos, tuertos otros, quemados por allá, con muletas por acá, pero con ganas de buscarle lado a tantos sueños perdidos. Sólo de Guarjila, con el seminarista Tupac, que es uno de los nuestros, llegaron cuatro buses con un molote de lisiados. No sabíamos cómo hacer para organizar a tanta gente que nunca esperamos. Hasta un policía se acercó con cara de espanto a preguntar qué pasaba, porque ni avisamos a nadie porque creímos que seríamos cuatro gatos. Los compas responsables de la organización llegaron tarde, cuando muchos grupos pequeños ya habían comenzado por su cuenta a caminar a la UCA para no llegar tarde a la procesión de los farolitos".
La sangre de todosMuchos días antes, parroquias y comunidades del norte y del oriente del país realizaban preparativos para participar en la "fiesta nacional de los mártires salvadoreños". Decenas de delegaciones de Estados Unidos y de Europa anunciaron su participación, junto con los familiares de cinco de los seis sacerdotes asesinados, venidos desde España.
En la vigilia del 15 de noviembre llamaba la atención una hermosa manta con la que una delegación de la asiática República de Corea saludaba al pueblo salvadoreño. Muy significativa resultó la presencia de numerosas delegaciones centroamericanas, destacándose las comitivas de la organización de damnificados de la Costa Norte de Honduras, que con su gesto saludaba y agradecía la solidaridad de los grupos de salvadoreños que se han hecho presentes en las actividades de emergencia, rehabilitación y reconstrucción tras el huracán Mitch. De acuerdo a los porteros apostados en las diversas entradas, la noche del 15 de noviembre ingresaron al campus universitario de la UCA más de 14 mil personas.
Al calor de la fiesta popular que se respiraba en la vigilia del 15 de noviembre, envío recogió las impresiones de uno de los organizadores de la movilización de las comunidades campesinas de Chalatenango. Con todo entusiasmo comenzó a soltar lo que rebosaba en su corazón: "El pueblo viene no sólo a celebrar a los mártires de la UCA. Viene a celebrar también a los mártires de sus comunidades, que ofrecieron su vida con la esperanza de mejores días. Es novedoso para mí que se celebre con alegría a los seres queridos, a los amigos, y a los compañeros que han muerto, que han sido asesinados. En esto siento que el pueblo me educa, me enseña que hay un sentido en la oscuridad de la injusticia y del asesinato. Frente a esa alegría, la muerte no tiene dominio, queda neutralizada, inutilizada. Y así queda también inutilizada la intención de los asesinos".
La fiesta de las comunidadesEste año, la UCA se convirtió en la plaza nacional de mayor convocatoria popular en El Salvador en los últimos años, tal como se había ido constituyendo a lo largo de estos diez años en el lugar que convoca a vivir y recuperar la memoria de los mártires. Así lo expresó el Provincial de los jesuitas al dar la bienvenida a los familiares de los sacerdotes asesinados hace diez años: "Podemos afirmar con profunda alegría que el aniversario de nuestros mártires se va convirtiendo cada vez con más fuerza y nitidez, en la fiesta de las comunidades cristianas que proclaman y hacen suyas las bienaventuranzas del Reino. Es un espléndido espacio para un encuentro de fe y para renovar esperanzas y compromisos. Esta celebración expresa lo mejor y más hermoso de la reserva mística de los pobres, y actualiza la lucha por una sociedad más justa, tan necesaria en estos tiempos de tanta injusticia encubierta por tantas campañas neoliberales de salidas fáciles y rápidas a los problemas. Y de olvido de la historia verdadera de los pueblos".
Y en sus palabras finales de clausura y agradecimiento por tanto bueno recibido en unas celebraciones de nunca olvidar, expresó su gratitud especialmente a las comunidades salvadoreñas porque "con su presencia, ustedes convierten este lugar bañado en sangre en templo del Señor, lugar sagrado para la oración, para el encuentro fraterno y para confirmar su pertenencia a una Iglesia, que en fidelidad a Jesucristo, quiere comprometerse con los más pobres y excluidos de la tierra. Año con año ustedes llenan de fiesta, de canto y de esperanza este campus universitario. Ustedes siguen siendo para nosotros criterio y fuerza para intentar seguir siendo fieles a la causa por la que dieron su vida nuestros mártires. Ustedes alimentan nuestra fe y nuestra misión, y sus exigencias de justicia cuestionan nuestros trabajos y nuestros estilos de vida".
Un aguijón para lucharCon la celebración del décimo aniversario del asesinato de los jesuitas y sus colaboradoras, los organizadores, tanto los sacerdotes como las comunidades salvadoreñas, quisieron proclamar que la sangre y el martirio siguen siendo fuente de compromiso, fuente inagotable para despertar a los pueblos de su apatía y de sus frustraciones. No hay lugar para las depresiones personales, grupales e institucionales cuando miles de personas, hombres, mujeres y niños, siguen debatiéndose cotidianamente para evitar morir de hambre o caer abatidos por una violencia irracional.
A su vez, en todas las reflexiones hechas a lo largo de tantos días de celebraciones, se dejó constancia de que en El Salvador se firmó la paz, pero no se ha acabado con la raíz de la guerra. El Salvador sigue siendo un país con grandes desigualdades y sigue situado en la cúspide de los países con mayores niveles de violencia del mundo.
Con la celebración de los mártires se quiso expresar también de manera clamorosa que los salvadoreños derramaron mucha sangre por tener un país más humano y compartido y, a pesar de tanto sacrificio, son muchísimos los compatriotas que siguen buscando diariamente con afán una salida hacia el Norte porque no tienen cabida en el espacio de la patria. El Salvador sigue siendo, cada vez más con mayor evidencia, una patria para poquitos. Y aunque muchos salvadoreños -como lo dijo su poeta Roque Dalton- siguen llorando y matándose por la bandera nacional, la patria y los bienes del país se los reparten cada vez menos menos salvadoreños.
Las desigualdades sociales y económicas son hoy mucho más dramáticas que las que eran en 1989, y aunque es cierto que en estos diez años el producto interno bruto creció en un 29%, también es cierto que el salario de la inmensa mayoría de la gente sigue estancado en el de 1989. "La vida y las palabras de nuestros mártires deben seguir siendo para nosotros un aguijón que nos debe empujar a un mayor compromiso con las más pobres, para que juntos podamos construir un El Salvador diferente, más justo y solidario. Su sangre no puede dejarnos vivir en paz, mientras las condiciones que estremecieron sus vidas y provocaron sus muertes, sigan vigentes y sigan siendo motivo de sufrimiento para las mayorías pobres de este país", se escuchó en la celebración.
Cuántos planes cuántos sueños...La fiesta fue una catarsis y una reconciliación. Tanto tiempo desmovilizados, abatidos por malas noticias, debilitados con tantas divisiones dentro de la izquierda, frustrados con los rumbos tomados por muchos de los dirigentes del FMLN, que han terminado negociando posiciones de poder con los sectores más duros de la derecha, olvidando la sangre de tanta gente que entregó su vida. Tanto tiempo dispersa y desmovilizada, la gente experimentó en las actividades del décimo aniversario un espacio para sacudirse la modorra y la desesperanza. Fue un espacio para reconciliarse con tanta historia compartida y contrariada. Fue un lugar para reconciliar la honestidad de la lucha pasada con la esterilidad del presente. Como lo dijo una ex-combatiente que se resiste a agotar sus ideales en luchas electoreras: "Cuánto tiempo, energías, ilusiones, riesgos y fatigas puestos en la lucha revolucionaria: Cuántas guindas amontonadas, cuántos planes de país compartido, cuántas balas cruzadas, cuánta adrenalina invertida en la lucha para terminar en una mediocre e inservible socialdemocracia, que no es sino el eufemismo de la claudicación pusilánime de la mayoría de los dirigentes..."
Diez años de enseñanzasUn inventario de la celebración y de algunas de sus enseñanzas:
-Los mártires fueron pioneros en analizar y proponer una salida negociada al conflicto armado, en una etapa de la guerra en la que sus propuestas resultaban ilusas para los responsables de ambos bandos, y cuando su voz resonaba en un desierto. La terquedad en la propuesta de diálogo y la independencia frente a los bandos en conflicto fue uno de los detonantes para que el ejército decidiera acallar con las armas ideas que no podía enfrentar con ideas sino sólo con balas. Con el asesinato, la sociedad nacional e internacional se convenció de que no podía existir solución alguna mientras las partes en conflicto no se sentaran de una vez por todas para buscar una solución negociada a la guerra. Con su muerte, los mártires enseñaron que el diálogo y la negociación siguen siendo instrumentos privilegiados para buscar respuestas serias a los conflictos de la sociedad.
- El diálogo y la negociación no bastan por sí solos. Es necesario acompañarlos de la presión y las demandas de los diversos sectores de la sociedad. La firma de los acuerdos de paz fue resultado de un diálogo-negociación forzado y presionado tenazmente por la sociedad salvadoreña.
- A la presión de los sectores internos de un país se ha de unir la presión y la presencia activa de los organismos internacionales y de las organizaciones de solidaridad de la comunidad internacional. Sin el concurso y presión de los países europeos, sin el compromiso efectivo de la comunidad internacional, de las Iglesias y de tantos sectores de la solidaridad internacional, difícilmente se hubiese llegado a la paz, mucho menos a la verdad sobre los responsables de la masacre de los jesuitas y de otros crímenes. La masacre de la UCA estremeció al mundo entero y movió a un compromiso internacional para acabar con todas las barbaries que en aquel crimen se resumían.
Aún no hay paz- Los acuerdos de paz de enero de 1992 acabaron con la guerra, pero no con las condiciones socioeconómicas que la generaron y que siguen promoviendo tanta muerte injusta. La paz es mucho más que el final de un conflicto armado, y la firma de los acuerdos de paz apenas abrió las puertas para una lucha permanente que tiene como meta arrancar las raíces de las desigualdades para que en el país quepa toda su gente con las mismas oportunidades.
- El gobierno de El Salvador sigue comprometido a fondo con un modelo de país que ahonda las desigualdades sociales. Ahí está la raíz estructural de la violencia, y mientras no se desarraigue esta "guerra económica" muchas otras violencias y exclusiones mantendrán sin paz a los salvadoreños.
- La paz y la reconciliación verdaderas seguirán siendo una tarea pendiente para los salvadoreños, entendidas como el final de condiciones inhumanas que generan indignidad e injusticias entre los ciudadanos.
- La memoria de los mártires es un aguijón en la conciencia de los pueblos. Y las fiestas para recordarlos se constituyen en instrumentos de lucha y de subversión ante un sistema que se afana en consumir a los pueblos en el olvido.
La sangre que no se borra"Estas fiestas en que se celebra a los mártires de la masacre del Sumpul, a los de Copapayo, a los de Tenango y Guadalupe, a los del Mozote, a los de la UCA, son como calendario de fiestas populares que van llenando de sentido la vida de las mayorías marginadas del país, que van renovando, año a año, las esperanzas del pueblo -explica a envío un estudiante que participó en las celebraciones-. Siento que en estas fiestas los campesinos, al encontrarse con los que estuvieron en los refugios de Honduras o con los que combatieron, renuevan sus esperanzas, se dicen que no fue un sueño lo que pasó, que en realidad intentaron lo imposible, pero que si lo intentaron es porque unidos se hicieron fuertes y les parecía posible. Y que si lo intentaron una vez...Cualquier día que surja un líder capaz y dispuesto lo van a seguir y lo van a volver a intentar. Quizás no de la misma manera, quizás no sea necesaria otra guerra. Hoy tenemos que hacerle frente a la guerra que nos va matando despacito y silenciosamente, con políticas de Estado, crímenes organizados y violencias callejeras. Pero no hay lugar para quedarnos tranquilos. Estos aniversarios despiertan nuestros compromisos. No puedo evitarlo: ver a tanta gente chalateca en esta plaza universitaria me ha revuelto de golpe todos los sueños apagados. Y estoy seguro que toda la gente que vino a esta fiesta, ya no regresará igual que como vino. Por eso es subversiva la memoria de los mártires".
La fiesta nos trajo a todos el recuerdo y el olor de la sangre. Hay imágenes que no se borran aunque hayan pasado diez años. Aquellas imágenes de los ocho cadáveres, a la par de las de los centenares y miles de abatidos en su inocencia que hemos visto en estos años, volvieron con toda su crudeza a nuestros ojos y a nuestros corazones.
Su sangre no puede dejarnos vivir ni descansar en paz, mientras las condiciones que estremecieron sus vidas y provocaron sus muertes sigan presentes. Actualizar sus luchas en las nuevas condiciones es el único camino para recordarlos como se merecen.
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